¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar? Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares, corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfantes volverás? ¿Te han herido buscando la soñada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol, su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo, nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
Nire aitaren etxea
Nire aitaren etxea defendituko dut. Otsoen kontra, sikatearen kontra, lukurreiaren kontra, justiziaren kontra, defenditu eginen dut nire aitaren etxea. Galduko ditut aziendak, soloak, pinudiak; galduko ditut korrituak, errenteak, interesak, baina nire aitaren etxea defendituko dut. Harmak kenduko dizkidate, eta eskuarekin defendituko dut nire aitaren etxea; eskuak ebakiko dizkidate, eta besoarekin defendituko dut nire aitaren etxea; besorik gabe, sorbaldik gabe, bularrik gabe utziko naute, eta arimarekin defendituko dut nire aitaren etxea. Ni hilen naiz, nire arima galduko da, nire askazia galduko da, baina nire aitaren etxeak iraunen du zutik.
Gabriel Aresti La casa de mi padre
Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Genil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.
Y sobre toda una orilla
extiendo mi señorío;
ni en Córdoba ni en Sevilla
hay un parque como el mio.
Allí la altiva palmera
y el encendido granado,
junto a la frondosa higuera,
cubren el valle y collado.
Allí el robusto nogal,
allí el nópalo amarillo,
allí el sombrío moral
crecen al pie del castillo.
Y olmos tengo en mi alameda
que hasta el cielo se levantan
y en redes de plata y seda
tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres,
que desiertos mis salones
están, mi harén sin mujeres,
mis oídos sin canciones.
Yo te daré terciopelos
y perfumes orientales;
de Grecia te traeré velos
y de Cachemira chales.
Y te dará blancas plumas
para que adornes tu frente,
más blanca que las espumas
de nuestros mares de Oriente.
Y perlas para el cabello,
y baños para el calor,
y collares para el cuello;
para los labios... ¡amor!»
«¿Qué me valen tus riquezas
-respondióle la cristiana-,
si me quitas a mi padre,
mis amigos y mis damas?
Vuélveme, vuélveme, moro
a mi padre y a mi patria,
que mis torres de León
valen más que tu Granada.»
Escuchóla en paz el moro,
y manoseando su barba,
dijo como quien medita,
en la mejilla una lágrima:
«Si tus castillos mejores
que nuestros jardines son,
y son más bellas tus flores,
por ser tuyas, en León,
y tú diste tus amores
a alguno de tus guerreros,
hurí del Edén, no llores;
vete con tus caballeros.»
Y dándole su caballo
y la mitad de su guardia,
el capitán de los moros
volvió en silencio la espalda.
¡Oh mi elegida entre todos los seres humanos! ¡Oh Estrella! ¡Oh luna! ¡Oh rama cuando camina, oh gacela cuando mira! ¡Oh aliento del jardín, cuando le agita la brisa de la aurora! ¡Oh dueña de una mirada lánguida, que me encadena! ¿Cuándo me curaré? ¡Por ti daría la vista y el oído! Tu frescor aliviaría la oscuridad de mi corazón. La noche de tu ausencia es larga ¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba!
Amor onírico
Te he visto en sueños en mi lecho y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada, era como si me abrazases y sintieses el amor y el desvelo que yo siento, es como si te besase los labios, la nuca, las mejillas, y lograse mi deseo. ¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen en sueños, a intervalos, no dormiría más.
Carta
Te escribo consciente de que estás lejos de mí, y en mi corazón, la congoja de la tristeza; no escriben los cálamos sino mis lágrimas que trazan un escrito de amor sobre la página de la mejilla; si no lo impidiera la gloria, te visitaría apasionado y a escondidas, como visita el rocío los pétalos de la rosa; Te besaría los labios rojos bajo el velo y te abrazaría del cinturón al collar; ¡Ausente de mi lado, estás junto a mí! Si de mis ojos estás ausente, no de mi corazón. ¡Cumple la promesa que nos hicimos, pues yo, tú lo sabes, cumplo mi parte!
Los ultimos de Shaianti y de Ignacio estuvieron realmente espectaculares.
Si
Rudyard Kipling
Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor pierde la suya y por ello te culpan, si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan, pero admites también sus dudas; si puedes esperar sin cansarte en la espera, o ser mentido, no pagues con mentiras, o ser odiado, no des lugar al odio, y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.
Si puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro, si puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo, si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre y tratar de la misma manera a los dos farsantes; si puedes admitir la verdad que has dicho engañado por bribones que hacen trampas para tontos. O mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas, y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.
Si puedes arrinconar todas tus victorias y arriesgarlas por un golpe de suerte, y perder, y empezar de nuevo desde el principio y nunca decir nada de lo que has perdido; si puedes forzar tu corazón y nervios y tendones para jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado. Y así resistir cuando no te quede nada excepto la Voluntad que les dice: «Resistid». Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud, o pasear con reyes y no perder el sentido común, si los enemigos y los amigos no pueden herirte, si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado; si puedes llenar el minuto inolvidable con los sesenta segundos que lo recorren. Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita, y -lo que es más-, serás Hombre, hijo.
LA CASADA INFIEL . [SIZE=+1]Y que yo me la llevé al río[/SIZE]
[SIZE=+1]creyendo que era mozuela,[/SIZE] [SIZE=+1]pero tenía marido,[/SIZE] [SIZE=+1]Fue la noche de Santiago[/SIZE] [SIZE=+1]y casi por compromiso.[/SIZE] [SIZE=+1]Se apagaron los faroles[/SIZE] [SIZE=+1]y se encendieron los grillos.[/SIZE] [SIZE=+1]En las últimas esquinas[/SIZE] [SIZE=+1]toqué sus pechos dormidos,[/SIZE] [SIZE=+1]y se me abrieron de pronto[/SIZE] [SIZE=+1]como ramos de jacintos.[/SIZE] [SIZE=+1]El almidón de su enagua[/SIZE] [SIZE=+1]me sonaba en el oído[/SIZE] [SIZE=+1]como una pieza de seda[/SIZE] [SIZE=+1]rasgada por diez cuchillos.[/SIZE] [SIZE=+1]Sin luz de plata en sus copas[/SIZE] [SIZE=+1]los árboles han crecido,[/SIZE] [SIZE=+1]y un horizonte de perros[/SIZE] [SIZE=+1]ladra muy lejos del río.[/SIZE] [SIZE=+1]Pasadas las zarzamoras,[/SIZE] [SIZE=+1]los juncos y los espinos,[/SIZE] [SIZE=+1]bajo su mata de pelo[/SIZE] [SIZE=+1]hice un hoyo sobre el limo.[/SIZE] [SIZE=+1]Yo me quité la corbata.[/SIZE] [SIZE=+1]Ella se quitó el vestido.[/SIZE] [SIZE=+1]Yo, el cinturón con revolver.[/SIZE] [SIZE=+1]Ella, sus cuatro corpiños.[/SIZE] [SIZE=+1]Ni nardos ni caracolas[/SIZE] [SIZE=+1]tienen el cutis tan fino,[/SIZE] [SIZE=+1]ni los cristales con luna[/SIZE] [SIZE=+1]relumbran con ese brillo.[/SIZE] [SIZE=+1]Sus muslos se me escapaban[/SIZE] [SIZE=+1]como peces sorprendidos,[/SIZE] [SIZE=+1]la mitad llenos de lumbre,[/SIZE] [SIZE=+1]la mitad llenos de frío.[/SIZE] [SIZE=+1]Aquella noche corrí[/SIZE] [SIZE=+1]el mejor de los caminos,[/SIZE] [SIZE=+1]montado en potra de nácar[/SIZE] [SIZE=+1]sin bridas y sin estribos.[/SIZE] [SIZE=+1]No quiero decir, por hombre,[/SIZE] [SIZE=+1]las cosas que ella me dijo[/SIZE] [SIZE=+1]la luz del entendimiento[/SIZE] [SIZE=+1]me hace ser muy comedido.[/SIZE] [SIZE=+1]Sucia de besos y arena,[/SIZE] [SIZE=+1]yo me la llevé del río.[/SIZE] [SIZE=+1]Con el aire se batían[/SIZE] [SIZE=+1]las espadas de los lirios.[/SIZE] [SIZE=+1]Me porté como quien soy.[/SIZE] [SIZE=+1]Como un gitano legítimo.[/SIZE] [SIZE=+1]Le regalé un costurero[/SIZE] [SIZE=+1]grande, de raso pajizo,[/SIZE] [SIZE=+1]y no quise enamorarme[/SIZE] [SIZE=+1]porque teniendo marido[/SIZE] [SIZE=+1]me dijo que era mozuela[/SIZE][SIZE=+1]cuando la llevaba al río.[/SIZE]
Alguien que era mayor cuando yo era pequeño.
Al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas,
Esperaba el momento en que se iba su madre;
Luego con una silla me acercaba a su silla,
Al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas.
¡Cuánta flor la de aquellas primaveras marchitas,
Cuánta hoguera sin fuego, cuánta tumba cerrada!
¿Quién se acuerda de aquellos corazones de antaño?
¿Quién se acuerda de rosas florecidas ayer?
Yo sé que ella me amaba. Yo la amaba también.
Fuimos dos niños puros, dos perfumes, dos luces.
Ángel, hada y princesa la hizo Dios. Dado que era
Ya persona mayor, yo le hacía preguntas
De manera incesante por el solo placer
De decirle: ¿por qué?, y recuerdo que a veces,
Temerosa, evitaba la mirada pletórica
De mis sueños, y entonces se quedaba abstraída.
Yo quería lucir mi saber infantil,
La pelota, mis juegos y mis ágiles trompos;
Me sentía orgulloso de aprender mi latín;
Le enseñaba mi Fedro, mi Virgilio, la vida
Era un reto, imposible que algo me hiciera daño;
Puesto que era mi padre general, presumía.
Las mujeres también necesitan leer
En la iglesia en latín, deletreando y soñando;
Y yo le traducía algún que otro versículo,
Inclinándome así sobre su libro abierto.
El domingo, en las vísperas, desplegar su ala blanca
Sobre nuestras cabezas yo veía a los ángeles.
De mí siempre decía: ¡Todavía es un niño!
Yo solía llamarla mademoiselle Lise.
Y a menudo en la iglesia, ante un salmo difícil,
Me inclinaba feliz sobre su libro abierto.
Y hasta un día, ¡Dios mío, Tú lo viste!, mis labios
Hechos fuego rozaron sus mejillas en flor.
Juveniles amores, que duraron tan poco,
Sois el alba de nuestro corazón, hechizad
A aquellos niños que fuimos con un éxtasis único.
Y al caer de la tarde, cuando llega el dolor,
Consolad nuestras almas -deslumbradas aún-
Juveniles amores que duraron tan poco.
¡Fita aquel branco galán,
olla seu transido corpo!
É a lúa que baila
na Quintana dos mortos.
Fita seu corpo transido
negro de somas e lobos.
Nai: a lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¿Quén fire potro de pedra
na mesma porta do sono?
¡É a lúa! ¡É a lúa
na Quintana dos mortos!
¿Quen fita meus grises vidros
cheos de nubens seus ollos?
¡É a lúa! ¡É a lúa
na Quintana dos mortos!
Déixame morrer no leito
soñando con froles dóuro.
Nai: a lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¡Ai filla, co ar do céo
vólvome branca de pronto!
Non é o ar, é a triste lúa
na Quintana dos mortos.
¿Quén brúa co-este xemido
dímenso boi melancónico?
¡Nai: É a lúa, a lúa
coronada de toxos,
que baila, e baila, e baila
na Quintana dos mortos!
Federico Garcia Lorca ,de sus seis poemas en gallego
Juan y Margot, dos ángeles hermanos Que embellecen mi hogar con sus cariños Se entretienen con juegos tan humanos Que parecen personas desde niños. Mientras Juan, de tres años, es soldado Y monta en una caña endeble y hueca, Besa Margot con labios de granado Los labios de cartón de su muñeca. Lucen los dos sus inocentes galas, Y alegres sueñan en tan dulces lazos; El, que cruza sereno entre las balas; Ella, que arrulla un niño entre sus brazos. Puesto al hombro el fusil de hoja de lata, El kepis de papel sobre la frente, Alienta el niño en su inocencia grata El orgullo viril de ser valiente. Quizá piensa, en sus juegos infantiles, Que en este mundo que su afán recrea, Son como el suyo todos los fusiles Con que la torpe humanidad pelea. Que pesan poco, que sin odios lucen, Que es igual el más débil el más fuerte, Y que, si se disparan, no producen Humo, fragor, consternación y muerte. ¡Oh, misteriosa condición humana! Siempre lo opuesto buscas en la tierra; Ya delira Margot por ser anciana, Y Juan, que vive en paz, ama la guerra. Mirándoles jugar me aflijo y callo: ¿Cuál será sobre el mundo su fortuna? Sueña el niño con armas y caballo, La niña con velar junto a la cuna. El uno corre de entusiasmo ciego, La niña arrulla a su muñeca inerme, Y mientas grita el uno: Fuego! fuego, La otra murmura triste: Duerme, duerme. A mi lado ante juegos tan extraños Concha, la primogénita, me mira: ¡Es toda una persona de ses años Que charla, que comenta y que suspira! ¿Por qué inclina su lánguida cabeza Mientras deshoja inquieta algunas flores? ¿Será la que ha heredado mi tristeza? ¿Será la que comprende mis dolores? Cuando me rindo del dolor al peso, Cuando la negra duda me avasalla, Se me cuelga del cuello, me da un beso, Se le saltan las lágrimas y calla. Sueltas sus trenzas claras y sedosas, Y oprimiendo mi mano entre sus manos, Parece que medita en muchas cosas Al mirar cómo juegan sus hermanos. Margot, que canta en madre transformada, Y arrulla a un hijo que jamás se queja, Ni tiene que llorar desengañada, Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja. Y este guerrero audaz de tres abriles Que ya se finge apuesto caballero, No logra en sus campañas infantiles Manchar con sangre y lágrimas su acero. ¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres! Amo tus goces, busco tus cariños; Cómo han de ser los sueños de los hombres, Más dulces que los sueños de los niños! ¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna Turbar jamás vuestra inocente calma, No dejéis esa espada ni esa cuna: ¡Cuando son de verdad, matan el alma!
Antes que llamara y la carne me abriese,
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo, que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano que gestaba la vida.
Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,
aunque existía sólo en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.
Conocía el mensaje del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mí saltaba el viento, el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran supe el día y la noche.
Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Mi garganta conocía la sed antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclan
sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,
mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;
al gusano yo olía entre mis propias heces.
Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o ahogarse en los océanos
habituados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico, me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.
Nacido del espectro y la carne, no era espectro
ni hombre, sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fui mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensaje de su agónico cristo.
Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mí y apiádate de Aquel
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.
Antes que llamara y la carne me abriese,
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano de gestaba la vida.
Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne
aunque sólo existía en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas,el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.
Conocía el mensage del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril,
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mi saltaba el viento,el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran,supe el día y la noche.
Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre hígados
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Mi garganta conocía la sed de antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclaban
sin pausa alguna,hasta pudrir la sangre
mi corazón conocía el amor,mi vientre el hambre,
al gusano yo olía entre mis propias heces.
Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o a ahogarse en los óceanos
habitiados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico,me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.
Nacido el espectro y la carne,no era espectro
ni hombre,sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fuí mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensage de su agónico cristo.
Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mi y apiadate de Aquél
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.
Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!
Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.
y de pronto la vida en mi plato de pobre un magro trozo de celeste cerdo aquí en mi plato observarme observarte o matar una mosca sin malicia aniquilar la luz o hacerla hacerla como quien abre los ojos y elige un cielo rebosante en el plato vacío rubens cebollas lágrimas más rubens más cebollas más lágrimas tantas historias negros indigeribles milagros y la estrella de oriente emparedada y el hueso del amor tan roído y tan duro brillando en otro plato este hambre propio existe es la gana del alma que es el cuerpo es la rosa de grasa que envejece en su cielo de carne mea culpa ojo turbio mea culpa negro bocado mea culpa divina náusea no hay otro aquí en este plato vacío sino yo devorando mis ojos y los tuyos
Y simplifíquenme cuando haya muerto. Como los procesos de la tierra Despojan del color y de la piel; Se llevarán el pelo castaño y los ojos azules Y me dejarán más simple que en la hora del nacimiento, Cuando sin pelos llegué aullando Mientras la Luna aparecía en el frío firmamento. Acaso de mi esqueleto, Ya tan despojado, un docto dirá: "Era de tal tipo y de tal inteligencia", y nada más. Así, cuando en un año se derrumben Recuerdos específicos, podrán Deducir, del largo dolor que soporté Las opiniones que sustentaba, quién fue mi enemigo Y lo que dejé, hasta mi apariencia Pero los incidentes no servirán de guía. El telescopio invertido del tiempo mostrará Un hombre diminuto dentro de diez años Y por la distancia simplificado. A través de ese lente observen si parezco Sustancia o nada: merecedor De renombre en el mundo o de un piadoso olvido, Sin dejarse arrastrar por momentáneo enojo O por el amor a una decisión, Llegando sin prisa a una opinión. Recuérdenme cuando haya muerto Y simplifíquenme cuando haya muerto.
Para que tu entres,
a veces de tristeza, el corazón se me abre.
Como una puerta tímida,
para que tu entres, el corazón se me abre.
Pero tu no vienes,
no vuelas más sobre los campos.
En vano mi corazón se asoma.
Pasas de largo,
como si el viento
soplase sólo para allá.
Pasa la mañana y no viene la tarde.
Y el corazón se me cierra,
como una mano sin nadie, el corazón se me cierra.
Comentarios
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfantes volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
Nire aitaren etxea
defendituko dut.
Otsoen kontra,
sikatearen kontra,
lukurreiaren kontra,
justiziaren kontra,
defenditu
eginen dut
nire aitaren etxea.
Galduko ditut
aziendak,
soloak,
pinudiak;
galduko ditut
korrituak,
errenteak,
interesak,
baina nire aitaren etxea defendituko dut.
Harmak kenduko dizkidate,
eta eskuarekin defendituko dut
nire aitaren etxea;
eskuak ebakiko dizkidate,
eta besoarekin defendituko dut
nire aitaren etxea;
besorik gabe,
sorbaldik gabe,
bularrik gabe
utziko naute,
eta arimarekin defendituko dut
nire aitaren etxea.
Ni hilen naiz,
nire arima galduko da,
nire askazia galduko da,
baina nire aitaren etxeak
iraunen du
zutik.
Gabriel Aresti
La casa de mi padre
Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Gabriel Aresti
Heinrich Heine
¿No sientes dentro lúgubre inquietud?
Es que .en el alma llevo un artesano
que se pasa clavando mi ataúd.
y en la noche trabaja sin cesar;
que acabes pronto, maestro, mi alma ansía,
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
los poros de la mía si te abrazo,
deja en mi sueño el venturoso trazo
del rosal que, a mi mano se fecunda....
semilla, polen sobre tu regazo,
estambre de clavel que aprieta el lazo
que te injerta a mi carne vagabunda...
de mi Levante moro de azahares....
Hueles, Amor, a algas de mis mares
Y a nardo, a muerta, a estío en los pinares
¡y a la espuma que anuncia a los delfines!
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Konstantinos Kavafis
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Genil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.
Y sobre toda una orilla
extiendo mi señorío;
ni en Córdoba ni en Sevilla
hay un parque como el mio.
Allí la altiva palmera
y el encendido granado,
junto a la frondosa higuera,
cubren el valle y collado.
Allí el robusto nogal,
allí el nópalo amarillo,
allí el sombrío moral
crecen al pie del castillo.
Y olmos tengo en mi alameda
que hasta el cielo se levantan
y en redes de plata y seda
tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres,
que desiertos mis salones
están, mi harén sin mujeres,
mis oídos sin canciones.
Yo te daré terciopelos
y perfumes orientales;
de Grecia te traeré velos
y de Cachemira chales.
Y te dará blancas plumas
para que adornes tu frente,
más blanca que las espumas
de nuestros mares de Oriente.
Y perlas para el cabello,
y baños para el calor,
y collares para el cuello;
para los labios... ¡amor!»
«¿Qué me valen tus riquezas
-respondióle la cristiana-,
si me quitas a mi padre,
mis amigos y mis damas?
Vuélveme, vuélveme, moro
a mi padre y a mi patria,
que mis torres de León
valen más que tu Granada.»
Escuchóla en paz el moro,
y manoseando su barba,
dijo como quien medita,
en la mejilla una lágrima:
«Si tus castillos mejores
que nuestros jardines son,
y son más bellas tus flores,
por ser tuyas, en León,
y tú diste tus amores
a alguno de tus guerreros,
hurí del Edén, no llores;
vete con tus caballeros.»
Y dándole su caballo
y la mitad de su guardia,
el capitán de los moros
volvió en silencio la espalda.
La amada
¡Oh mi elegida entre todos los seres humanos!
¡Oh Estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín, cuando
le agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida,
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? ¡Por ti daría la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la oscuridad de mi corazón.
La noche de tu ausencia es larga
¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba!
Amor onírico
Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.
Carta
Te escribo consciente de que estás lejos de mí,
y en mi corazón, la congoja de la tristeza;
no escriben los cálamos sino mis lágrimas
que trazan un escrito de amor sobre la página de la mejilla;
si no lo impidiera la gloria, te visitaría apasionado
y a escondidas, como visita el rocío los pétalos de la rosa;
Te besaría los labios rojos bajo el velo
y te abrazaría del cinturón al collar;
¡Ausente de mi lado, estás junto a mí!
Si de mis ojos estás ausente, no de mi corazón.
¡Cumple la promesa que nos hicimos, pues yo,
tú lo sabes, cumplo mi parte!
A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.
Antonio Gala Velasco
Si
Rudyard Kipling
Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde la suya y por ello te culpan,
si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero admites también sus dudas;
si puedes esperar sin cansarte en la espera,
o ser mentido, no pagues con mentiras,
o ser odiado, no des lugar al odio,
y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.
Si puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro,
si puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo,
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si puedes admitir la verdad que has dicho
engañado por bribones que hacen trampas para tontos.
O mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.
Si puedes arrinconar todas tus victorias
y arriesgarlas por un golpe de suerte,
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir nada de lo que has perdido;
si puedes forzar tu corazón y nervios y tendones
para jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado.
Y así resistir cuando no te quede nada
excepto la Voluntad que les dice: «Resistid».
Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes y no perder el sentido común,
si los enemigos y los amigos no pueden herirte,
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y -lo que es más-, serás Hombre, hijo.
Versión de Luis Cremades
Tenemos el foro para los dos solitos...
Amparo, el tigre por donde anda?
Yo creo que lo haz dormido
Para estar a tono te dejo esto:
LA CASADA INFIEL
.
[SIZE=+1]Y que yo me la llevé al río[/SIZE]
[SIZE=+1]creyendo que era mozuela,[/SIZE]
[SIZE=+1]pero tenía marido,[/SIZE]
[SIZE=+1]Fue la noche de Santiago[/SIZE]
[SIZE=+1]y casi por compromiso.[/SIZE]
[SIZE=+1]Se apagaron los faroles[/SIZE]
[SIZE=+1]y se encendieron los grillos.[/SIZE]
[SIZE=+1]En las últimas esquinas[/SIZE]
[SIZE=+1]toqué sus pechos dormidos,[/SIZE]
[SIZE=+1]y se me abrieron de pronto[/SIZE]
[SIZE=+1]como ramos de jacintos.[/SIZE]
[SIZE=+1]El almidón de su enagua[/SIZE]
[SIZE=+1]me sonaba en el oído[/SIZE]
[SIZE=+1]como una pieza de seda[/SIZE]
[SIZE=+1]rasgada por diez cuchillos.[/SIZE]
[SIZE=+1]Sin luz de plata en sus copas[/SIZE]
[SIZE=+1]los árboles han crecido,[/SIZE]
[SIZE=+1]y un horizonte de perros[/SIZE]
[SIZE=+1]ladra muy lejos del río.[/SIZE]
[SIZE=+1]Pasadas las zarzamoras,[/SIZE]
[SIZE=+1]los juncos y los espinos,[/SIZE]
[SIZE=+1]bajo su mata de pelo[/SIZE]
[SIZE=+1]hice un hoyo sobre el limo.[/SIZE]
[SIZE=+1]Yo me quité la corbata.[/SIZE]
[SIZE=+1]Ella se quitó el vestido.[/SIZE]
[SIZE=+1]Yo, el cinturón con revolver.[/SIZE]
[SIZE=+1]Ella, sus cuatro corpiños.[/SIZE]
[SIZE=+1]Ni nardos ni caracolas[/SIZE]
[SIZE=+1]tienen el cutis tan fino,[/SIZE]
[SIZE=+1]ni los cristales con luna[/SIZE]
[SIZE=+1]relumbran con ese brillo.[/SIZE]
[SIZE=+1]Sus muslos se me escapaban[/SIZE]
[SIZE=+1]como peces sorprendidos,[/SIZE]
[SIZE=+1]la mitad llenos de lumbre,[/SIZE]
[SIZE=+1]la mitad llenos de frío.[/SIZE]
[SIZE=+1]Aquella noche corrí[/SIZE]
[SIZE=+1]el mejor de los caminos,[/SIZE]
[SIZE=+1]montado en potra de nácar[/SIZE]
[SIZE=+1]sin bridas y sin estribos.[/SIZE]
[SIZE=+1]No quiero decir, por hombre,[/SIZE]
[SIZE=+1]las cosas que ella me dijo[/SIZE]
[SIZE=+1]la luz del entendimiento[/SIZE]
[SIZE=+1]me hace ser muy comedido.[/SIZE]
[SIZE=+1]Sucia de besos y arena,[/SIZE]
[SIZE=+1]yo me la llevé del río.[/SIZE]
[SIZE=+1]Con el aire se batían[/SIZE]
[SIZE=+1]las espadas de los lirios.[/SIZE]
[SIZE=+1]Me porté como quien soy.[/SIZE]
[SIZE=+1]Como un gitano legítimo.[/SIZE]
[SIZE=+1]Le regalé un costurero[/SIZE]
[SIZE=+1]grande, de raso pajizo,[/SIZE]
[SIZE=+1]y no quise enamorarme[/SIZE]
[SIZE=+1]porque teniendo marido[/SIZE]
[SIZE=+1]me dijo que era mozuela[/SIZE] [SIZE=+1]cuando la llevaba al río.[/SIZE]
Federico García Lorca
Y contemplar causóme maravilla
La mano blanca con la blanca pata,
De la tarde a la luz que apenas brilla.
¡Como supo esconder la mojigata,
Del mitón tras la negra redecilla,
La punta de marfil que juega y mata,
Con acerados tintes de cuchilla!
Melindrosa a la par por su compañera
Ocultaba también la garra fiera;
Y al rodar abrazadas por la alfombra,
Un sonoro reír cruzó el ambiente
Del salón... y brillaron de repente
¡Cuatro puntos de fósforo en la sombra!
Alguien que era mayor cuando yo era pequeño.
Al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas,
Esperaba el momento en que se iba su madre;
Luego con una silla me acercaba a su silla,
Al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas.
¡Cuánta flor la de aquellas primaveras marchitas,
Cuánta hoguera sin fuego, cuánta tumba cerrada!
¿Quién se acuerda de aquellos corazones de antaño?
¿Quién se acuerda de rosas florecidas ayer?
Yo sé que ella me amaba. Yo la amaba también.
Fuimos dos niños puros, dos perfumes, dos luces.
Ángel, hada y princesa la hizo Dios. Dado que era
Ya persona mayor, yo le hacía preguntas
De manera incesante por el solo placer
De decirle: ¿por qué?, y recuerdo que a veces,
Temerosa, evitaba la mirada pletórica
De mis sueños, y entonces se quedaba abstraída.
Yo quería lucir mi saber infantil,
La pelota, mis juegos y mis ágiles trompos;
Me sentía orgulloso de aprender mi latín;
Le enseñaba mi Fedro, mi Virgilio, la vida
Era un reto, imposible que algo me hiciera daño;
Puesto que era mi padre general, presumía.
Las mujeres también necesitan leer
En la iglesia en latín, deletreando y soñando;
Y yo le traducía algún que otro versículo,
Inclinándome así sobre su libro abierto.
El domingo, en las vísperas, desplegar su ala blanca
Sobre nuestras cabezas yo veía a los ángeles.
De mí siempre decía: ¡Todavía es un niño!
Yo solía llamarla mademoiselle Lise.
Y a menudo en la iglesia, ante un salmo difícil,
Me inclinaba feliz sobre su libro abierto.
Y hasta un día, ¡Dios mío, Tú lo viste!, mis labios
Hechos fuego rozaron sus mejillas en flor.
Juveniles amores, que duraron tan poco,
Sois el alba de nuestro corazón, hechizad
A aquellos niños que fuimos con un éxtasis único.
Y al caer de la tarde, cuando llega el dolor,
Consolad nuestras almas -deslumbradas aún-
Juveniles amores que duraron tan poco.
olla seu transido corpo!
É a lúa que baila
na Quintana dos mortos.
Fita seu corpo transido
negro de somas e lobos.
Nai: a lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¿Quén fire potro de pedra
na mesma porta do sono?
¡É a lúa! ¡É a lúa
na Quintana dos mortos!
¿Quen fita meus grises vidros
cheos de nubens seus ollos?
¡É a lúa! ¡É a lúa
na Quintana dos mortos!
Déixame morrer no leito
soñando con froles dóuro.
Nai: a lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¡Ai filla, co ar do céo
vólvome branca de pronto!
Non é o ar, é a triste lúa
na Quintana dos mortos.
¿Quén brúa co-este xemido
dímenso boi melancónico?
¡Nai: É a lúa, a lúa
coronada de toxos,
que baila, e baila, e baila
na Quintana dos mortos!
Juan y Margot, dos ángeles hermanos
Que embellecen mi hogar con sus cariños
Se entretienen con juegos tan humanos
Que parecen personas desde niños.
Mientras Juan, de tres años, es soldado
Y monta en una caña endeble y hueca,
Besa Margot con labios de granado
Los labios de cartón de su muñeca.
Lucen los dos sus inocentes galas,
Y alegres sueñan en tan dulces lazos;
El, que cruza sereno entre las balas;
Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.
Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
El kepis de papel sobre la frente,
Alienta el niño en su inocencia grata
El orgullo viril de ser valiente.
Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
Que en este mundo que su afán recrea,
Son como el suyo todos los fusiles
Con que la torpe humanidad pelea.
Que pesan poco, que sin odios lucen,
Que es igual el más débil el más fuerte,
Y que, si se disparan, no producen
Humo, fragor, consternación y muerte.
¡Oh, misteriosa condición humana!
Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
Ya delira Margot por ser anciana,
Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.
Mirándoles jugar me aflijo y callo:
¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?
Sueña el niño con armas y caballo,
La niña con velar junto a la cuna.
El uno corre de entusiasmo ciego,
La niña arrulla a su muñeca inerme,
Y mientas grita el uno: Fuego! fuego,
La otra murmura triste: Duerme, duerme.
A mi lado ante juegos tan extraños
Concha, la primogénita, me mira:
¡Es toda una persona de ses años
Que charla, que comenta y que suspira!
¿Por qué inclina su lánguida cabeza
Mientras deshoja inquieta algunas flores?
¿Será la que ha heredado mi tristeza?
¿Será la que comprende mis dolores?
Cuando me rindo del dolor al peso,
Cuando la negra duda me avasalla,
Se me cuelga del cuello, me da un beso,
Se le saltan las lágrimas y calla.
Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
Y oprimiendo mi mano entre sus manos,
Parece que medita en muchas cosas
Al mirar cómo juegan sus hermanos.
Margot, que canta en madre transformada,
Y arrulla a un hijo que jamás se queja,
Ni tiene que llorar desengañada,
Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.
Y este guerrero audaz de tres abriles
Que ya se finge apuesto caballero,
No logra en sus campañas infantiles
Manchar con sangre y lágrimas su acero.
¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
Amo tus goces, busco tus cariños;
Cómo han de ser los sueños de los hombres,
Más dulces que los sueños de los niños!
¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
Turbar jamás vuestra inocente calma,
No dejéis esa espada ni esa cuna:
¡Cuando son de verdad, matan el alma!
Juan de Dios Peza
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo, que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano que gestaba la vida.
Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,
aunque existía sólo en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.
Conocía el mensaje del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mí saltaba el viento, el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran supe el día y la noche.
Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Mi garganta conocía la sed antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclan
sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,
mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;
al gusano yo olía entre mis propias heces.
Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o ahogarse en los océanos
habituados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico, me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.
Nacido del espectro y la carne, no era espectro
ni hombre, sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fui mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensaje de su agónico cristo.
Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mí y apiádate de Aquel
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano de gestaba la vida.
Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne
aunque sólo existía en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas,el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.
Conocía el mensage del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril,
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mi saltaba el viento,el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran,supe el día y la noche.
Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre hígados
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Mi garganta conocía la sed de antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclaban
sin pausa alguna,hasta pudrir la sangre
mi corazón conocía el amor,mi vientre el hambre,
al gusano yo olía entre mis propias heces.
Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o a ahogarse en los óceanos
habitiados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico,me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.
Nacido el espectro y la carne,no era espectro
ni hombre,sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fuí mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensage de su agónico cristo.
Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mi y apiadate de Aquél
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.
Dylan Thomas
Gracias por compartirlo Dragon, es muy hermoso.
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Francisco de Quevedo
A veces - Ángel González
Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!
Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos
Blanca Varela
Recuérdenme cuando haya muerto
Y simplifíquenme cuando haya muerto.
Como los procesos de la tierra
Despojan del color y de la piel;
Se llevarán el pelo castaño y los ojos azules
Y me dejarán más simple que en la hora del nacimiento,
Cuando sin pelos llegué aullando
Mientras la Luna aparecía en el frío firmamento.
Acaso de mi esqueleto,
Ya tan despojado, un docto dirá:
"Era de tal tipo y de tal inteligencia", y nada más.
Así, cuando en un año se derrumben
Recuerdos específicos, podrán
Deducir, del largo dolor que soporté
Las opiniones que sustentaba, quién fue mi enemigo
Y lo que dejé, hasta mi apariencia
Pero los incidentes no servirán de guía.
El telescopio invertido del tiempo mostrará
Un hombre diminuto dentro de diez años
Y por la distancia simplificado.
A través de ese lente observen si parezco
Sustancia o nada: merecedor
De renombre en el mundo o de un piadoso olvido,
Sin dejarse arrastrar por momentáneo enojo
O por el amor a una decisión,
Llegando sin prisa a una opinión.
Recuérdenme cuando haya muerto
Y simplifíquenme cuando haya muerto.
Keith Douglas
Para que tu entres,
a veces de tristeza, el corazón se me abre.
Como una puerta tímida,
para que tu entres, el corazón se me abre.
Pero tu no vienes,
no vuelas más sobre los campos.
En vano mi corazón se asoma.
Pasas de largo,
como si el viento
soplase sólo para allá.
Pasa la mañana y no viene la tarde.
Y el corazón se me cierra,
como una mano sin nadie, el corazón se me cierra.
Manuel Scorza