Escondido repite,
por cipreses y yedras, un pájaro su canto.
Celebra la mirada
una batalla con el tiempo esta tarde de otoño
incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia
-una nube de polvo en el paisaje,
las piedras estañadas por los tonos azules
que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.
En la antigua arquería, los fragmentos
de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo
en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada
que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo
que, como los ríos, huye
-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.
Si debemos morir, ¿por qué la vida,
sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?
Aletargados por el sol, decoran el silencio
cuantos signos contemplas.
Tan sólo purifica
la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero
que la enramada oculta. Así habitas su edad
llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.
Los malvarreales, centinelas de acequias
y de ruinas, la claridad de humo
de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.
No sabes ya si vives,
o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares
lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito océano
la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde
su corazón ahora, que no sea la muerte
que continúa latiendo.
[FONT="]Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene [/FONT]
[FONT="](Alejandra Pizarnik) [/FONT]
[FONT="]I [/FONT]
[FONT="]Los lugares más fríos no son Islandia, ni Siberia, ni Groenlandia. [/FONT]
[FONT="]Disecciona con la navaja del recuerdo el esternón: sólo hay [/FONT] [FONT="]escarcha. [/FONT]
[FONT="]II [/FONT]
[FONT="]Ser la otra te posiciona en dos categorías: la superior, cuando eres [/FONT]
[FONT="]novedad, la inferior, cuando eres comodín. No sé si me valoro lo [/FONT]
[FONT="]suficiente o me siento muy sola. [/FONT]
[FONT="]III [/FONT]
[FONT="]Calidez admitida en besos y abrazos: las palabras, accesorias para [/FONT]
[FONT="]la excitación. Teatralidad del que reclama piel ajena cuando la [/FONT]
[FONT="]otra parte de la cama está vacía. [/FONT]
[FONT="]IV [/FONT]
[FONT="]Amor: mi nombre en tu boca. Y todo es falso. Opto por callar. El [/FONT]
[FONT="]silencio es más elocuente: entre tus brazos, sólo siento. [/FONT]
[FONT="]V [/FONT]
[FONT="]Besas y golpeas mi pecho. No hay dolor: fina capa de hielo [/FONT]
[FONT="]recubre un órgano latiendo lentamente, mentiroso. Sólo mis tripas [/FONT] [FONT="]son honestas. [/FONT]
[FONT="]VI [/FONT]
[FONT="]Mi espalda. Es tuya. Vértebra a vértebra. Nervio a nervio. Soporta [/FONT]
[FONT="]tu peso. Soporta la hipocresía. Es lo único que puedo ofrecer: no [/FONT]
[FONT="]quiero entregar un corazón podrido. [/FONT]
[FONT="]VII [/FONT]
[FONT="]Cadáveres. Mis huesos, mis músculos, mi piel, son cadáveres en [/FONT]
[FONT="]tus manos. No hay latidos: soy amor muerto. Soy nada. [/FONT]
[FONT="]VIII [/FONT]
[FONT="]Mis entrañas se retiran del campo de batalla. Sábanas mojadas: [/FONT]
[FONT="]banderas blancas para la pecadora. Mi orgullo herido. [/FONT]
[FONT="]Saboreamos la derrota. Soledad resguardada en lo más hondo de [/FONT]
[FONT="]mí, masticándome las tripas, remordiendo conciencia enjuagada [/FONT]
[FONT="]con sudor. [/FONT]
[FONT="]Aspiro a imposibles.[/FONT]
[FONT="](“Píldoras de Papel”, próximamente, 2013).[/FONT] [FONT="]
[/FONT]
[FONT="]DÍA DEL JUICIO FINAL [/FONT]
[FONT="]A todos los poetas: pegaros un tiro en la sien. [/FONT]
[FONT="]Hacedle ese gran favor al mundo. [/FONT]
[FONT="]Despojadle de tanta hipocresía. [/FONT]
[FONT="](“Yo soy lo que dicen mis manos”, inédito).[/FONT]
Dos cuerpos que se acercan y crecen
y penetran en la noche de su piel y su sexo,
dos oscuridades enlazadas
que inventan en la sombra su origen y sus dioses,
que dan nombre, rostro a la soledad,
desafían a la muerte porque se saben muertos,
derrotan a la vida porque son su presencia.
Frente a la vida sí, frente a la muerte,
dos cuerpos imponen realidad a los gestos,
brazos, muslos, húmeda tierra,
viento de llamas, estanque de cenizas.
Frente a la vida sí, frente a la muerte,
dos cuerpos han conjurado tercamente al tiempo,
construyen la eternidad que se les niega,
sueñan para siempre el sueño que les sueña.
Su noche se repite en un espejo negro.
Pase usted primero,
beso a usted la mano,
de ningún modo,
de ninguna manera.
Comtesse:
Votre coeur es un pájaro,
un tierno pajarito prisionero en la jaula del pecho,
que suspira de amor por un dulce bigote apasionado,
porque j'aime,
tu aimes,
il aime,
si olvidasteis que el mar es como un fondo neutro para el flirt,
si no fuera incorrecto hablaros de la orificada tortilla
y comparar vuestro traje color de vino
con un rubí derretido.
Encantado,
encantada,
todos estamos encantados,
conmovidos,
gracias,
de nada.
¿Cree usted seriamente que la filosofía es como un cigarrillo
o unos pantalones de golf?
Champignon,
poil de carotte,
pommes de terre.
El aire está demasiado puro para mandaros a la merde,
y yo, Madame, demasiado aburrido.
Adieu.
Hay mujeres que tienen la mirada
repleta de caricias,
que siembran la ternura con sus manos
y bordan en espejos de cristal,
mujeres cuyos nombres
derrotará el olvido.
Hay mujeres de arena que pregonan
su voz en los desiertos,
que sueñan con oasis diferentes
y dejan su palabra florecida
en las playas del tiempo
sin que nadie comprenda su razón.
Hay mujeres que sufren
el desgarro de sensaciones rotas,
que pagan la osadía de ser libres,
que mueren defendiendo su verdad
sin entender por qué nadie ha escuchado
sus gritos en la noche.
Hay mujeres anónimas:
poetas, escritoras,
esposas maltratadas,
amigas arco iris,
hermanas, madres, novias,
doctoras, alpinistas,
amantes del amor,
presas de un sueño o simples compañeras.
Mujeres que perdieron la sonrisa,
mujeres que han ganado la licencia
de seguir siendo
siempre
ellas.
Porque tú y yo sabemos que hay mujeres
como tú y como yo que están buscando
poder nacer personas
simplemente.
Para Elsa, poco antes de partir
por César Calvo Soriano
(Fragmentos)
Porque vivo hace siglos en el aire
Como
un
trapecio
vacío
yendo y viniendo
de lo que he sido a lo que no seré
Porque cruzo los días como un puñal la cara del que huye,
como lápiz sin dueño sobre el papel en blanco
Porque escribo estas líneas no solamente con mi vida
sino con el jadeo de todos los fantasmas que me amaron
de todos los fantasmas que murieron y renacieron
con el rostro vuelto a una feroz desolación,
culpándome
Porque con culpa escribo, con el lento rumor de tus ropas
cayendo en la penumbra de Ginebra, cuando aún era tiempo
y los relojes ignoraban el peligro, sus agujas
como el abrazo de un náufrago en la dichosa
profundidad,
mi boca persiguiendo tu vientre en el silencio que
precede a los incendios
y las almohadas húmedas y los ojos que ya no veré
nunca
girando en los espejos y en la noche infinita:
ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
En todo cuerpo que mis manos conduzcan
a la hoguera,
en todo cuerpo que mis manos alejen de la orilla,
tú seas el reverso de esa inútil victoria,
la única copa que no desdeñe después del vino fúnebre
Nada puede aprisionar el viento sino la libertad
Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en aquel cuarto sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones de rostros
pegados a los muros de un Orden repudiable y desleído
Porque yo he recorrido las colinas de Francia
y he visto en el estruendo verde,
en la delicadeza desbocada de junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido
bajo un río de sangre
Y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos
al turbio origen del destello …..
Los días pasan por tu rostro como una cicatriz oscura
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo y que destruyo
y mis dedos te palpan con la voracidad de un ciego
en la noche
Me había olvidado de la noche
me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la sombra
de los cuartos prestados,
dejar correr el tiempo todavía entre sueños
y luego despertarme con la sed en tu cuello
Me había olvidado que la vida también está hecha
de todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo,
entre el cauce del río y el vaso de la boca
Me había olvidado de escribir simplemente
como quien bebe o ama, sin que el Olimpo se me suba a la cabeza
Me había olvidado que un poema se prepara con minuciosa alegría
como un regalo que ya nadie espera,
y se moldea con urgencia
y violencia, con irrepetible,
con irremediable ternura,
como hacerle el amor a una mujer que va a morir mañana
Me había olvidado que te vas a morir mañana
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
Me había olvidado que me voy a morir mañana
que no pide nada sino un poco de camino …..
pero que yo no me dé cuenta …..
que no husmee tu mano
me había olvidado
el receloso animal que me habita…..
…ayúdame a no olvidarte
y la pesada piedra que me amarra hacia el fondo
sea una pompa de jabón, las alas de un dulcísimo castigo
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
sino un poco de camino,
un tronco de sombra junto al fuego
Pero que yo no me de cuenta,
que no husmee tu mano el receloso animal que me habita
el desolado animal que me habita en la noche
y en el día
deja abierta la puerta para que tú regreses o me vaya
Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
cuando me encuentre lejos de la memoria
que me devuelves sin proponértelo
como quien llena un vaso de agua simple
y en el gesto de su mano extendida caben todos los mares …..
Ayúdame a quedarme cuando yo haya pasado
cuando yo haya pasado sobre el papel en blanco
como un cuchillo por el rostro
de estos días
en donde tú ya eres
la sonrisa que insiste cuando los labios cesan
El mar se abrirá entonces
y ha de pasar en medio
de las olas
ese
niño
indefenso
y en su mano nosotros como el último fósforo.
11.30 p.m.
Durísima la luna. Igual que tú, tan lejos.
Suéñame, te digo, como te sueño aquí,
hasta que los dos sueños se conviertan en fuego,
hasta que mi aliento sea el tuyo,
hasta que respiremos cada uno
por la boca del otro. La luna
asoma, llena y sorda. No estás
al otro lado del teléfono y sólo
por un hilo de sueño podré hablarte.
Paz y fuerza me habitan. Entro
con pies descalzos en el lecho.
Estás hecha de espumas, estás
hecha de nubes, estás hecha de luz.
Compartamos los sueños.
10.30. a.m.
Moles de nieve, quietas, perturbadas
apenas por la luz. Nada conmueve
al resplandor, arriba. El cielo está
desnudo. El vértigo está aquí,
adentro, en la conciencia.
La nube derretida es piedra densa.
Más en calma este mar de vapores
que las nieves deshechas en la cumbre.
Allá la roca dura, el hielo, la nostalgia.
Un techo largo aquí, de plomo,
lagunas sólidas de plomo.
Yo viajo lentamente, encima de un gran
mar, blanco y sin sangre. El mundo
tiembla, abajo. Un segundo después,
la vida será otra. Nada más frágil
que este valle de nubes, arriba
del Atlántico. La rotación insomne
de la tierra, el calor implacable,
el viento cruel, el simple y lento
tránsito del tiempo, la más ligera
sombra, destruirán el paisaje.
Nadie podrá volver hasta este
sitio. Baja el avión y el valle
no se altera. Atrás, horas atrás,
queda el desierto techo sin fronteras.
Pongo mi pie en la tierra, entro
en la sombra. El tiempo se estremece.
8.30 p.m.
Sé que voy a morir. Lo sé de cierto.
He vivido como si la muerte fuera
un recuerdo lejano. Pero tú has hecho
que la luz se prolongue en la alcoba.
¿Esa piel que tocaba en el sueño
era la tuya? Era en verdad la piel
amada de tu cuerpo entero.
Has hecho que renazca.
La luz, el cielo, el mundo
eran tiniebla. Pero viniste tú,
como nacida desde una piedra de fuego.
Llegaste como un pájaro súbito,
como un rayo de espuma. Semejabas
un espejo de soles, un mar de luz
que me envolvía. Amanecí. El sueño
era desnudo campo compartido.
Soñaba que te ahogaba
con mi aliento de hombre.
Iguales ambos sueños, te soñaba
como si mi cerebro anidara en tu cráneo,
como si el territorio de los sueños
fuera el débil territorio de una sangre común.
Tú te abrías como el mar,
para tragarme. Como la nube blanca,
envolviéndome, como la tierra negra.
El sueño era verdad. Entrábamos en él,
como por un espejo. Salíamos desde él,
como a través de una puerta de viento.
Mis ojos eran tuyos. Tus ojos me miraban
en la penumbra blanca de la alcoba.
Despertar o dormir era lo mismo.
Vivíamos vidas iguales, a un lado
y otro de la muerte, el amor era el mismo
de un lado y otro de la vida.
Te besé hasta la dicha, te mordí
hasta la muerte. Granada
fue tu boca,
tamarindo
tus labios.
Compartimos el sueño.
Puede ser que te digas: "El verano que viene
quiero volver a Italia", o: "El año que hoy empieza
tengo que aprovecharlo; con un poco de suerte
acabaré mi libro", y también: "Cuando crezca
mi hijo, ¿qué hare yo sin el don de su infancia?".
Pero el verano próximo, en verdad, ya ha pasado;
terminaste hace muchos años el libro aquel
en el que ahora trabajas; tu hijo se hizo un hombre
y siguió su camino, lejos de ti. Los días
que vendrán ya vinieron. Y luego cae la noche.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.
Quería mudarme. Osmell no dejaba de salir en todos los sitios en los que podía dejar su sonrisa malvada ahi, fija. Y yo pensaba que Osmell no lo sabía, pero luego me miraba y con los ojos me decía todo.
Te ves mona cuando te asustas.
No fue hasta la primera vez que escuché un susurro húngaro en el pasillo. No sabía que era húngaro en ese entonces, claro, pero luego todo se fue haciendo mucho más claro. Me acerqué a su puerta y oí los primeros sollocitos. Yo abrí la puerta y me miró distinto. Como si la sonrisa malvada nunca hubiese existido. Los ojos repitieron despacito eso de ahí en más.
Ahora que la noche me susurra que la noche me susurra que ella y el agua son una misma
presencia, ahora que la voz del agua vuelve y nos invade, ahora que en esa religión del agua
he olvidado hablarte y hablarme y por tanto nombrar al mundo y sus gestos, tú deberías
insistir, para que recuerde decir "tus manos" por ejemplo, o "mi lengua", para que no olvide
que es con los labios, la lengua y los dientes del origen con los que velamos sobre nuestros nombres, más allá de esa boca asustada, dormida y por todos olvidada, acaso por el recuerdo
de esa saliva y de esos dientes en tu boca, que lamen con ansiedad tu lengua, para que ella me diga, para que ella descanse conmigo en el agua sin fluido, y no recuerde que el agua y la
noche son dos ausencias que crecen sobre un mismo nombre.
No llores, amor mío,
no se nublen tus ojos,
que voy a andar ligera a tus pies enredada
y no podrás seguirme cuando llegue a tu pecho.
Aguárdame en la sombra al final de los árboles.
Extenderé las alas y volaré hacia ti.
Penetraré lo oscuro,
reclamaré del bosque la humedad de tu tronco
y ya no habrá enemigos pendientes de tu espalda.
Tienes que estar atento,
que cuando emprenda el vuelo tendremos el instante,
el fulgor de las alas,
y luego vendrá el vértigo del amor más brutal.
Vendrá un crujir de plumas,
la sangre, como almíbar,
y el grito, ya inhumano,
de la muerte más dulce que hayas imaginado.
Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.
Siempre, amor:
Por arriba del beso
que fué comida de gusanos
y de la rosa que se pudre,
cada mañana azul,en la caja del muerto.
Por arriba mil lunas de este hilo
de baba que en el suelo
dejó el molusco pálido;
por arriba del pan mezclado con ceniza,
de la mano crispada junto al hierro.
Siempre,amor... Más allá de toda fuga,
de toda hiel, de todo pensamiento;
más allá de los hombres
y de la distancia y del tiempo.
Siempre, amor:
En la hora en que el cuerpo
se libra de su sombra... Y en la hora
en que la sombra va chupando el cuerpo...
Siempre, amor... (¡Y estas dos palabras naúfragas,
entre alma y piel clavadas contra el viento!)
Despedida
pura nunca existe
¿me oyes, recuerdo?
Olvido, tú sepultarás en polvo
de rencor los impulsos más brillantes,
pero el viento de la inmensidad
que se arrodilla ante los hombres
te despojará las joyas que fueron
vivas,
y resucitaremos, Cristo boreal,
pisoteando la cruz, sobre las ciénagas
que la niebla esparció en la conciencia
agrietada de la Historia Universal.
Amanecer que vuela sobre las alas
de un Espíritu más Santo
que se hace yo en nosotros.
Pasado, serás futuro
continuo en mi presente eterno.
El sol se enreda en mis pestañas,
y tú asistes al rito cotidiano del agua y del espejo,
henchido, vaporoso, con tu rostro esculpido de sueño
y de deseo,
como si fueras a un congreso de dioses azulados,
o al territorio de esperma del poeta.
El día danza complaciente y tu garganta sin sonido
como un espejo mágico, brindando el sí desnudo a mí
pregunta.
Tú buscas incansable el color de mi tristeza,
el agua matutina entre mis dedos,
el control de la luz sobre mi cuerpo,
las horas que se yerguen como caballos musicales.
Yo palpo mi deseo tirada como una fruta seca
y me interno entre los fragmentos que va
dejando el día.
La ruta de cigarras fluye circundada de atardecidos cantos.
La hierba del solar ha crecido con fuerza.
No ha habido un solo día de este otoño
en que los elementos
le hayan dado la espalda.
Desde aquí puedo verla. Es un regalo
frente al dolor inerte de los muros.
El viento, el sol, las nubes, le han sido favorables
(también ellos, con su espalda de sombra).
En esta edad anómala y terrible,
pienso en mi amor;
se parece a esta hierba.
Me dolerás todavía muchas veces.
Iré apartando sueños
y tú estarás al fondo de todos mis paisajes.
Tú con tu misterio
y tu extraña victoria.
Amor, ¿quién te ha dado esa fuerza de pájaro,
esa libre arrogancia
de mirar las estrellas por encima del hombro?
¿Quién eres que destruyes
mi corazón y puedo, sin embargo, existir?
¿Se vive en la muerte? Se vive
con el alma en desorden y la carne
desmoronándose en el vacío?
Nunca te tuve miedo
y, sin embargo, ahora te rehuyo
porque eres como un dios que me hace daño
cada vez que me mira.
Abandonaré todo lo que me estorba,
todo lo que dificulta la huida
y escaparé por la noche adelante,
temerosa de ti, temerosa
de esta grandeza que intuyo,
de este fulgor, de este cielo
que palpita en tus manos abiertas.
Me dolerás todavía muchas veces
y cada vez me extasiaré en mi daño.
Acostado a tu lado, oigo los trenes.
Cruzan mi frente sus fugaces luces
rasgando el horror tibio de esta noche.
La pausa de silencio me deja una luz roja,
una nota sobre este pentagrama
de cables y de vías oscuras y brillantes.
Acostado a tu lado,
oigo cómo se alejan con el ruido más triste.
Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.
Quizá el último acierto
sea -abrazado a ti-
dejar pasar los trenes en la noche.
“Mi vaca tiene un trozo por la sangre
de paisaje comido.” Leonidas G. Montoto.
No podemos esperar no se puede es posible más?
Mascar glándulas de perro, bocinas de papel, orina, perfidia.
Negra
bésame láctea, peca.
Dame u n p o c o m a s d e p e r f u m e v enad o .
Mi blanda de cristal, por qué me
aprietas de vapor bajo tus
ganas, cierra lapuertaja
insomnes de débil suerte
escupidera boulebar son siete
vamos a
des g r a n a r h o n d o n a d a m a ña n a . ..
Huele a pólvora el aire
l a t e r s u r a d e l a i r e e n l a g a rg a n t a
raíles súbitos
alastiza tempranos
en la red ondulada
subastas del ánimo
e n l a s u p e r f i c i e u n l a g o l a m i n a d o
Es una espiral que, en mí, produce vértigo. Pero acabo por serenarme;
gruta de la pureza.
Mi entrega a esta ebriedad franca. Que extendí una sábana de orfandades
sobre mi poema. Y no sirve comprender. Como en valses espectrales sobre piscinas
amnióticas. Teatro de delicias. Petirrojo de la felicidad.
Que mi inteligencia no compre mi sentido. El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse.
[OCULTAR]Elena Medel es una de mis poetas favoritas. Y ni decir tiene que la mayoría de sus lectores somos todas mujeres.[/OCULTAR]
Árbol genealógico
Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.
Cuando una de nosotras muere
exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.
A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza
se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres sobrenaturales,
chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean vuestras ventanas
hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.
Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior, rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro,
sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.
Un espectáculo.
Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos. Soy una de ellas porque mi corazón mancha al tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco de un nicho;
fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que, al morir, sepan que hemos estado juntos.
Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre, que es la suya, sube y baja por mi cadáver como por escaleras mecánicas;
porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora a una especie salvaje
que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas, que jamás se extinguirá.
Aún deseo
mis antiguos tiempos
fetales,
en que fui pez
opalescente y ciego.
Mis tiempos de transparencias
líquidas
cuando la premonición
no se aglutinaba en mi garganta,
y el dolor
imponente me olvidaba.
Aún poseo
el dulce anhelo
del retorno al líquen,
al húmedo,
indefinible origen.
No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente.
Fluye, fluye como la muerte,
mira cómo mi piel se desprende
contra la corteza,
ven, deja que te coma,
arrastra mis escamas,
entra.
Asómate y cae, olvida tus brazos,
en el agua eres una piedra
que fluye, fluye como la muerte.
Ven. Expulsa el aire y la tierra
del cuerpo y derrámate
en el camino sin piernas,
las hojas se pegan a tu piel
viscosa: ahora eres una
rama que se desliza.
Paseas por el bosque envenenado.
No tengas miedo.
Parirás un insecto afilado y seco,
un saltamontes sin forma
que atraviesa, sin rozarlo, el sendero,
que sobrevuela las ramas tiernas,
que se posa en los troncos
tocados por el rayo.
No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente.
Tus manos, tus pies son
una bandada de cigarras que
asolarán el lago embarrado
antes de desaparecer entre
el humo de los enjambres.
Entonces nos arrastraremos.
Baja la cortina y mira
la ventana oscurecida,
ya no hay árboles sino
sombras que podrían ser
cuerpos en la pradera que
se enfría.
Baja los párpados: los cuerpos
son letras que atrapas
con tu lengua precisa,
con mi lengua, y al tragarlas
nos duplican y hacen pesado
el camino.
Las escupimos en cada matojo,
en cada madriguera.
El bosque se llena con las voces de los muertos.
Escucha. Escúchalos.
La canción sin gargantas penetra
nuestros poros congelados lejos
de las últimas cabañas derramo
la marea quebradiza de tus pasos
reptando en círculo sobre las ortigas. Ven. No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente. Fluye como la muerte.
Era tan blanca
la luz
en las manos abiertas de tus ojos.
Tan blanca era…
Que alejaba yo, la furiosa consumación
del adiós.
Un vértigo de cobre
me decía, me hablaba…
Me dejaba los labios
cubiertos de zozobra,
y el costado,
arañadamente herido,
arañadamente extraño,
con un sol de luto
en los bordes secos de la boca.
Sin querer decir
una palabra,
sin querer decir vacío,
sin querer decir ausencia.
Era tan blanca tu luz,
tan blanca era…
Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.
Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.
El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.
Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.
La voz es clara. Pesa. Como piedras
Abandonadas en aguas tranquilas, o caídas
Una tras otra de un muro bajo.
Quiebra cuanto recuerda.
No deja señales, pero las conserva.
Y el silencio que la rodea es una puerta.
Perforada por la luz. Una prenda
Que marca los senos, la intimidad
Entre los muslos. El cuerpo es lo que nos empuja
Tensándose al avanzar, bailando al alejarse.
Pero es la voz lo que nos invade. Incluso
Sin decir nada. Incluso sin decir nada.
Una y otra vez ausente de sí.
.
.
.
dice la abuela que las ranas atraen la lluvia
que son signos de felicidad
que nuestro futuro se puede leer en sus panzas y en las estrellas
que si ves las estrellas con atención puedes saber el día de tu muerte
a mí no me gusta ver las estrellas
les tengo miedo
ayer al salir de casa vi tres ranas saltado en el patio
quise atraparlas pero al volver las tres estaban muertas
dice la abuela que la muerte está en todas partes
no le creo
la muerte se esconde en las estrellas
ayer todas las ranas miraban al cielo con la misma mirada de mi abuela muerta
Comentarios
Escondido repite,
por cipreses y yedras, un pájaro su canto.
Celebra la mirada
una batalla con el tiempo esta tarde de otoño
incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia
-una nube de polvo en el paisaje,
las piedras estañadas por los tonos azules
que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.
En la antigua arquería, los fragmentos
de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo
en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada
que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo
que, como los ríos, huye
-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.
Si debemos morir, ¿por qué la vida,
sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?
Aletargados por el sol, decoran el silencio
cuantos signos contemplas.
Tan sólo purifica
la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero
que la enramada oculta. Así habitas su edad
llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.
Los malvarreales, centinelas de acequias
y de ruinas, la claridad de humo
de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.
No sabes ya si vives,
o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares
lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito océano
la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde
su corazón ahora, que no sea la muerte
que continúa latiendo.
Diego Jesús Jiménez
[FONT="]I [/FONT]
[FONT="]Los lugares más fríos no son Islandia, ni Siberia, ni Groenlandia. [/FONT]
[FONT="]Disecciona con la navaja del recuerdo el esternón: sólo hay [/FONT]
[FONT="]escarcha. [/FONT]
[FONT="]II [/FONT]
[FONT="]Ser la otra te posiciona en dos categorías: la superior, cuando eres [/FONT]
[FONT="]novedad, la inferior, cuando eres comodín. No sé si me valoro lo [/FONT]
[FONT="]suficiente o me siento muy sola. [/FONT]
[FONT="]III [/FONT]
[FONT="]Calidez admitida en besos y abrazos: las palabras, accesorias para [/FONT]
[FONT="]la excitación. Teatralidad del que reclama piel ajena cuando la [/FONT]
[FONT="]otra parte de la cama está vacía. [/FONT]
[FONT="]IV [/FONT]
[FONT="]Amor: mi nombre en tu boca. Y todo es falso. Opto por callar. El [/FONT]
[FONT="]silencio es más elocuente: entre tus brazos, sólo siento. [/FONT]
[FONT="]V [/FONT]
[FONT="]Besas y golpeas mi pecho. No hay dolor: fina capa de hielo [/FONT]
[FONT="]recubre un órgano latiendo lentamente, mentiroso. Sólo mis tripas [/FONT]
[FONT="]son honestas. [/FONT]
[FONT="]VI [/FONT]
[FONT="]Mi espalda. Es tuya. Vértebra a vértebra. Nervio a nervio. Soporta [/FONT]
[FONT="]tu peso. Soporta la hipocresía. Es lo único que puedo ofrecer: no [/FONT]
[FONT="]quiero entregar un corazón podrido. [/FONT]
[FONT="]VII [/FONT]
[FONT="]Cadáveres. Mis huesos, mis músculos, mi piel, son cadáveres en [/FONT]
[FONT="]tus manos. No hay latidos: soy amor muerto. Soy nada. [/FONT]
[FONT="]VIII [/FONT]
[FONT="]Mis entrañas se retiran del campo de batalla. Sábanas mojadas: [/FONT]
[FONT="]banderas blancas para la pecadora. Mi orgullo herido. [/FONT]
[FONT="]Saboreamos la derrota. Soledad resguardada en lo más hondo de [/FONT]
[FONT="]mí, masticándome las tripas, remordiendo conciencia enjuagada [/FONT]
[FONT="]con sudor. [/FONT]
[FONT="]Aspiro a imposibles.[/FONT]
[FONT="](“Píldoras de Papel”, próximamente, 2013).[/FONT]
[FONT="]
[/FONT]
[FONT="]DÍA DEL JUICIO FINAL [/FONT]
[FONT="]A todos los poetas: pegaros un tiro en la sien. [/FONT]
[FONT="]Hacedle ese gran favor al mundo. [/FONT]
[FONT="](“Yo soy lo que dicen mis manos”, inédito).[/FONT]
.
.
.
[FONT="]
[FONT="]Ana Pa[FONT="]tricia Moya (1982-)[/FONT][/FONT]
[/FONT]
la Quietud en la Sala
fue cual la Quietud en el Aire-
de Tormenta entre Ráfagas-
Los Ojos en torno-estrujados-
y unidos los Alientos
para aquel Acto último-en que el Rey
sea visto-en la Sala
Luego mis Recuerdos-Signé
cuál porción de mí sea
asignable-y en ese instante
se interpuso una Mosca-
Torpe-incierto Zumbido-Azul-
entre la luz-y yo-
luego no hubo Ventana-y luego
mi ver y ver cesó
Emily Dickinson
Dos cuerpos que se acercan y crecen
y penetran en la noche de su piel y su sexo,
dos oscuridades enlazadas
que inventan en la sombra su origen y sus dioses,
que dan nombre, rostro a la soledad,
desafían a la muerte porque se saben muertos,
derrotan a la vida porque son su presencia.
Frente a la vida sí, frente a la muerte,
dos cuerpos imponen realidad a los gestos,
brazos, muslos, húmeda tierra,
viento de llamas, estanque de cenizas.
Frente a la vida sí, frente a la muerte,
dos cuerpos han conjurado tercamente al tiempo,
construyen la eternidad que se les niega,
sueñan para siempre el sueño que les sueña.
Su noche se repite en un espejo negro.
Juan Luis Panero
Pase usted primero,
beso a usted la mano,
de ningún modo,
de ninguna manera.
Comtesse:
Votre coeur es un pájaro,
un tierno pajarito prisionero en la jaula del pecho,
que suspira de amor por un dulce bigote apasionado,
porque j'aime,
tu aimes,
il aime,
si olvidasteis que el mar es como un fondo neutro para el flirt,
si no fuera incorrecto hablaros de la orificada tortilla
y comparar vuestro traje color de vino
con un rubí derretido.
Encantado,
encantada,
todos estamos encantados,
conmovidos,
gracias,
de nada.
¿Cree usted seriamente que la filosofía es como un cigarrillo
o unos pantalones de golf?
Champignon,
poil de carotte,
pommes de terre.
El aire está demasiado puro para mandaros a la merde,
y yo, Madame, demasiado aburrido.
Adieu.
Rafael Alberti
Hay mujeres que tienen la mirada
repleta de caricias,
que siembran la ternura con sus manos
y bordan en espejos de cristal,
mujeres cuyos nombres
derrotará el olvido.
Hay mujeres de arena que pregonan
su voz en los desiertos,
que sueñan con oasis diferentes
y dejan su palabra florecida
en las playas del tiempo
sin que nadie comprenda su razón.
Hay mujeres que sufren
el desgarro de sensaciones rotas,
que pagan la osadía de ser libres,
que mueren defendiendo su verdad
sin entender por qué nadie ha escuchado
sus gritos en la noche.
Hay mujeres anónimas:
poetas, escritoras,
esposas maltratadas,
amigas arco iris,
hermanas, madres, novias,
doctoras, alpinistas,
amantes del amor,
presas de un sueño o simples compañeras.
Mujeres que perdieron la sonrisa,
mujeres que han ganado la licencia
de seguir siendo
siempre
ellas.
Porque tú y yo sabemos que hay mujeres
como tú y como yo que están buscando
poder nacer personas
simplemente.
Nieves Álvarez
.
.
.
Para Elsa, poco antes de partir
por César Calvo Soriano
(Fragmentos)
Como
un
trapecio
vacío
yendo y viniendo
de lo que he sido a lo que no seré
Porque cruzo los días como un puñal la cara del que huye,
como lápiz sin dueño sobre el papel en blanco
Porque escribo estas líneas no solamente con mi vida
sino con el jadeo de todos los fantasmas que me amaron
de todos los fantasmas que murieron y renacieron
con el rostro vuelto a una feroz desolación,
culpándome
Porque con culpa escribo, con el lento rumor de tus ropas
cayendo en la penumbra de Ginebra, cuando aún era tiempo
y los relojes ignoraban el peligro, sus agujas
como el abrazo de un náufrago en la dichosa
profundidad,
mi boca persiguiendo tu vientre en el silencio que
precede a los incendios
y las almohadas húmedas y los ojos que ya no veré
nunca
girando en los espejos y en la noche infinita:
ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
En todo cuerpo que mis manos conduzcan
a la hoguera,
en todo cuerpo que mis manos alejen de la orilla,
tú seas el reverso de esa inútil victoria,
la única copa que no desdeñe después del vino fúnebre
Nada puede aprisionar el viento sino la libertad
Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en aquel cuarto sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones de rostros
pegados a los muros de un Orden repudiable y desleído
Porque yo he recorrido las colinas de Francia
y he visto en el estruendo verde,
en la delicadeza desbocada de junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido
bajo un río de sangre
Y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos
al turbio origen del destello …..
Los días pasan por tu rostro como una cicatriz oscura
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo y que destruyo
y mis dedos te palpan con la voracidad de un ciego
en la noche
Me había olvidado de la noche
me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la sombra
de los cuartos prestados,
dejar correr el tiempo todavía entre sueños
y luego despertarme con la sed en tu cuello
Me había olvidado que la vida también está hecha
de todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo,
entre el cauce del río y el vaso de la boca
Me había olvidado de escribir simplemente
como quien bebe o ama, sin que el Olimpo se me suba a la cabeza
Me había olvidado que un poema se prepara con minuciosa alegría
como un regalo que ya nadie espera,
y se moldea con urgencia
y violencia, con irrepetible,
con irremediable ternura,
como hacerle el amor a una mujer que va a morir mañana
Me había olvidado que te vas a morir mañana
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
Me había olvidado que me voy a morir mañana
que no pide nada sino un poco de camino …..
pero que yo no me dé cuenta …..
que no husmee tu mano
me había olvidado
el receloso animal que me habita…..
…ayúdame a no olvidarte
y la pesada piedra que me amarra hacia el fondo
sea una pompa de jabón, las alas de un dulcísimo castigo
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
sino un poco de camino,
un tronco de sombra junto al fuego
Pero que yo no me de cuenta,
que no husmee tu mano el receloso animal que me habita
el desolado animal que me habita en la noche
y en el día
deja abierta la puerta para que tú regreses o me vaya
Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
cuando me encuentre lejos de la memoria
que me devuelves sin proponértelo
como quien llena un vaso de agua simple
y en el gesto de su mano extendida caben todos los mares …..
Ayúdame a quedarme cuando yo haya pasado
cuando yo haya pasado sobre el papel en blanco
como un cuchillo por el rostro
de estos días
en donde tú ya eres
la sonrisa que insiste cuando los labios cesan
El mar se abrirá entonces
y ha de pasar en medio
de las olas
ese
niño
indefenso
y en su mano nosotros como el último fósforo.
11.30 p.m.
Durísima la luna. Igual que tú, tan lejos.
Suéñame, te digo, como te sueño aquí,
hasta que los dos sueños se conviertan en fuego,
hasta que mi aliento sea el tuyo,
hasta que respiremos cada uno
por la boca del otro. La luna
asoma, llena y sorda. No estás
al otro lado del teléfono y sólo
por un hilo de sueño podré hablarte.
Paz y fuerza me habitan. Entro
con pies descalzos en el lecho.
Estás hecha de espumas, estás
hecha de nubes, estás hecha de luz.
Compartamos los sueños.
10.30. a.m.
Moles de nieve, quietas, perturbadas
apenas por la luz. Nada conmueve
al resplandor, arriba. El cielo está
desnudo. El vértigo está aquí,
adentro, en la conciencia.
La nube derretida es piedra densa.
Más en calma este mar de vapores
que las nieves deshechas en la cumbre.
Allá la roca dura, el hielo, la nostalgia.
Un techo largo aquí, de plomo,
lagunas sólidas de plomo.
Yo viajo lentamente, encima de un gran
mar, blanco y sin sangre. El mundo
tiembla, abajo. Un segundo después,
la vida será otra. Nada más frágil
que este valle de nubes, arriba
del Atlántico. La rotación insomne
de la tierra, el calor implacable,
el viento cruel, el simple y lento
tránsito del tiempo, la más ligera
sombra, destruirán el paisaje.
Nadie podrá volver hasta este
sitio. Baja el avión y el valle
no se altera. Atrás, horas atrás,
queda el desierto techo sin fronteras.
Pongo mi pie en la tierra, entro
en la sombra. El tiempo se estremece.
8.30 p.m.
Sé que voy a morir. Lo sé de cierto.
He vivido como si la muerte fuera
un recuerdo lejano. Pero tú has hecho
que la luz se prolongue en la alcoba.
¿Esa piel que tocaba en el sueño
era la tuya? Era en verdad la piel
amada de tu cuerpo entero.
Has hecho que renazca.
La luz, el cielo, el mundo
eran tiniebla. Pero viniste tú,
como nacida desde una piedra de fuego.
Llegaste como un pájaro súbito,
como un rayo de espuma. Semejabas
un espejo de soles, un mar de luz
que me envolvía. Amanecí. El sueño
era desnudo campo compartido.
Soñaba que te ahogaba
con mi aliento de hombre.
Iguales ambos sueños, te soñaba
como si mi cerebro anidara en tu cráneo,
como si el territorio de los sueños
fuera el débil territorio de una sangre común.
Tú te abrías como el mar,
para tragarme. Como la nube blanca,
envolviéndome, como la tierra negra.
El sueño era verdad. Entrábamos en él,
como por un espejo. Salíamos desde él,
como a través de una puerta de viento.
Mis ojos eran tuyos. Tus ojos me miraban
en la penumbra blanca de la alcoba.
Despertar o dormir era lo mismo.
Vivíamos vidas iguales, a un lado
y otro de la muerte, el amor era el mismo
de un lado y otro de la vida.
Te besé hasta la dicha, te mordí
hasta la muerte. Granada
fue tu boca,
tamarindo
tus labios.
Compartimos el sueño.
Jaime Labastida
Puede ser que te digas: "El verano que viene
quiero volver a Italia", o: "El año que hoy empieza
tengo que aprovecharlo; con un poco de suerte
acabaré mi libro", y también: "Cuando crezca
mi hijo, ¿qué hare yo sin el don de su infancia?".
Pero el verano próximo, en verdad, ya ha pasado;
terminaste hace muchos años el libro aquel
en el que ahora trabajas; tu hijo se hizo un hombre
y siguió su camino, lejos de ti. Los días
que vendrán ya vinieron. Y luego cae la noche.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.
Eloy Sánchez Rosillo
Quería mudarme. Osmell no dejaba de salir en todos los sitios en los que podía dejar su sonrisa malvada ahi, fija. Y yo pensaba que Osmell no lo sabía, pero luego me miraba y con los ojos me decía todo.
Te ves mona cuando te asustas.
No fue hasta la primera vez que escuché un susurro húngaro en el pasillo. No sabía que era húngaro en ese entonces, claro, pero luego todo se fue haciendo mucho más claro. Me acerqué a su puerta y oí los primeros sollocitos. Yo abrí la puerta y me miró distinto. Como si la sonrisa malvada nunca hubiese existido. Los ojos repitieron despacito eso de ahí en más.
Ya no te ves mona más nunca.
Leila Samán es la mejor poeta en narrativa.
.
.
.
Ahora que la noche me susurra que la noche me susurra que ella y el agua son una misma
presencia, ahora que la voz del agua vuelve y nos invade, ahora que en esa religión del agua
he olvidado hablarte y hablarme y por tanto nombrar al mundo y sus gestos, tú deberías
insistir, para que recuerde decir "tus manos" por ejemplo, o "mi lengua", para que no olvide
que es con los labios, la lengua y los dientes del origen con los que velamos sobre nuestros nombres, más allá de esa boca asustada, dormida y por todos olvidada, acaso por el recuerdo
de esa saliva y de esos dientes en tu boca, que lamen con ansiedad tu lengua, para que ella me diga, para que ella descanse conmigo en el agua sin fluido, y no recuerde que el agua y la
noche son dos ausencias que crecen sobre un mismo nombre.
Rosa Lentini
tú me preguntas
qué deseo
No lo sé
Yo sólo sé
que sueño
que el sueño me vive
y estoy flotando
en su nube
Yo sólo sé que
amo a los hombres
montañas jardines el mar
sólo sé que muchos muertos habitan en mí
Bebo mis
instantes
sólo sé
que es el juego del tiempo
arriba y abajo
Rose Aüslander
No llores, amor mío,
no se nublen tus ojos,
que voy a andar ligera a tus pies enredada
y no podrás seguirme cuando llegue a tu pecho.
Aguárdame en la sombra al final de los árboles.
Extenderé las alas y volaré hacia ti.
Penetraré lo oscuro,
reclamaré del bosque la humedad de tu tronco
y ya no habrá enemigos pendientes de tu espalda.
Tienes que estar atento,
que cuando emprenda el vuelo tendremos el instante,
el fulgor de las alas,
y luego vendrá el vértigo del amor más brutal.
Vendrá un crujir de plumas,
la sangre, como almíbar,
y el grito, ya inhumano,
de la muerte más dulce que hayas imaginado.
Elsa López
Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.
Cernuda
Siempre, amor:
Por arriba del beso
que fué comida de gusanos
y de la rosa que se pudre,
cada mañana azul,en la caja del muerto.
Por arriba mil lunas de este hilo
de baba que en el suelo
dejó el molusco pálido;
por arriba del pan mezclado con ceniza,
de la mano crispada junto al hierro.
Siempre,amor... Más allá de toda fuga,
de toda hiel, de todo pensamiento;
más allá de los hombres
y de la distancia y del tiempo.
Siempre, amor:
En la hora en que el cuerpo
se libra de su sombra... Y en la hora
en que la sombra va chupando el cuerpo...
Siempre, amor... (¡Y estas dos palabras naúfragas,
entre alma y piel clavadas contra el viento!)
Dulce María Loynaz
Despedida
pura nunca existe
¿me oyes, recuerdo?
Olvido, tú sepultarás en polvo
de rencor los impulsos más brillantes,
pero el viento de la inmensidad
que se arrodilla ante los hombres
te despojará las joyas que fueron
vivas,
y resucitaremos, Cristo boreal,
pisoteando la cruz, sobre las ciénagas
que la niebla esparció en la conciencia
agrietada de la Historia Universal.
Amanecer que vuela sobre las alas
de un Espíritu más Santo
que se hace yo en nosotros.
Pasado, serás futuro
continuo en mi presente eterno.
Ilia Galán
El sol se enreda en mis pestañas,
y tú asistes al rito cotidiano del agua y del espejo,
henchido, vaporoso, con tu rostro esculpido de sueño
y de deseo,
como si fueras a un congreso de dioses azulados,
o al territorio de esperma del poeta.
El día danza complaciente y tu garganta sin sonido
como un espejo mágico, brindando el sí desnudo a mí
pregunta.
Tú buscas incansable el color de mi tristeza,
el agua matutina entre mis dedos,
el control de la luz sobre mi cuerpo,
las horas que se yerguen como caballos musicales.
Yo palpo mi deseo tirada como una fruta seca
y me interno entre los fragmentos que va
dejando el día.
La ruta de cigarras fluye circundada de atardecidos cantos.
Orietta Lozano
La hierba del solar ha crecido con fuerza.
No ha habido un solo día de este otoño
en que los elementos
le hayan dado la espalda.
Desde aquí puedo verla. Es un regalo
frente al dolor inerte de los muros.
El viento, el sol, las nubes, le han sido favorables
(también ellos, con su espalda de sombra).
En esta edad anómala y terrible,
pienso en mi amor;
se parece a esta hierba.
Juan Antonio Bernier (Córdoba, 1976-)
.
.
.
Me dolerás todavía muchas veces.
Iré apartando sueños
y tú estarás al fondo de todos mis paisajes.
Tú con tu misterio
y tu extraña victoria.
Amor, ¿quién te ha dado esa fuerza de pájaro,
esa libre arrogancia
de mirar las estrellas por encima del hombro?
¿Quién eres que destruyes
mi corazón y puedo, sin embargo, existir?
¿Se vive en la muerte? Se vive
con el alma en desorden y la carne
desmoronándose en el vacío?
Nunca te tuve miedo
y, sin embargo, ahora te rehuyo
porque eres como un dios que me hace daño
cada vez que me mira.
Abandonaré todo lo que me estorba,
todo lo que dificulta la huida
y escaparé por la noche adelante,
temerosa de ti, temerosa
de esta grandeza que intuyo,
de este fulgor, de este cielo
que palpita en tus manos abiertas.
Me dolerás todavía muchas veces
y cada vez me extasiaré en mi daño.
Susana March
Acostado a tu lado, oigo los trenes.
Cruzan mi frente sus fugaces luces
rasgando el horror tibio de esta noche.
La pausa de silencio me deja una luz roja,
una nota sobre este pentagrama
de cables y de vías oscuras y brillantes.
Acostado a tu lado,
oigo cómo se alejan con el ruido más triste.
Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.
Quizá el último acierto
sea -abrazado a ti-
dejar pasar los trenes en la noche.
Joan Margarit
de paisaje comido.”
Leonidas G. Montoto.
No podemos esperar no se puede es posible más?
Mascar glándulas de perro, bocinas de papel, orina, perfidia.
Negra
bésame láctea, peca.
Dame u n p o c o m a s d e p e r f u m e v enad o .
Mi blanda de cristal, por qué me
aprietas de vapor bajo tus
ganas, cierra lapuertaja
insomnes de débil suerte
escupidera boulebar son siete
vamos a
des g r a n a r h o n d o n a d a m a ña n a . ..
Huele a pólvora el aire
l a t e r s u r a d e l a i r e e n l a g a rg a n t a
raíles súbitos
alastiza tempranos
en la red ondulada
subastas del ánimo
e n l a s u p e r f i c i e u n l a g o l a m i n a d o
Jorge Díaz es poeta cordobés (1977-)
.
.
.
Es una espiral que, en mí, produce vértigo. Pero acabo por serenarme;
gruta de la pureza.
Mi entrega a esta ebriedad franca. Que extendí una sábana de orfandades
sobre mi poema. Y no sirve comprender. Como en valses espectrales sobre piscinas
amnióticas. Teatro de delicias. Petirrojo de la felicidad.
Que mi inteligencia no compre mi sentido. El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse.
Yolanda Castaño
Árbol genealógico
Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.
Cuando una de nosotras muere
exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.
A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza
se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres sobrenaturales,
chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean vuestras ventanas
hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.
Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior, rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro,
sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.
Un espectáculo.
Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos. Soy una de ellas porque mi corazón mancha al tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco de un nicho;
fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que, al morir, sepan que hemos estado juntos.
Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre, que es la suya, sube y baja por mi cadáver como por escaleras mecánicas;
porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora a una especie salvaje
que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas, que jamás se extinguirá.
Elena Medel
.
.
.
Aún deseo
mis antiguos tiempos
fetales,
en que fui pez
opalescente y ciego.
Mis tiempos de transparencias
líquidas
cuando la premonición
no se aglutinaba en mi garganta,
y el dolor
imponente me olvidaba.
Aún poseo
el dulce anhelo
del retorno al líquen,
al húmedo,
indefinible origen.
Carmen Matute
No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente.
Fluye, fluye como la muerte,
mira cómo mi piel se desprende
contra la corteza,
ven, deja que te coma,
arrastra mis escamas,
entra.
Asómate y cae, olvida tus brazos,
en el agua eres una piedra
que fluye, fluye como la muerte.
Ven. Expulsa el aire y la tierra
del cuerpo y derrámate
en el camino sin piernas,
las hojas se pegan a tu piel
viscosa: ahora eres una
rama que se desliza.
Paseas por el bosque envenenado.
No tengas miedo.
Parirás un insecto afilado y seco,
un saltamontes sin forma
que atraviesa, sin rozarlo, el sendero,
que sobrevuela las ramas tiernas,
que se posa en los troncos
tocados por el rayo.
No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente.
Tus manos, tus pies son
una bandada de cigarras que
asolarán el lago embarrado
antes de desaparecer entre
el humo de los enjambres.
Entonces nos arrastraremos.
Baja la cortina y mira
la ventana oscurecida,
ya no hay árboles sino
sombras que podrían ser
cuerpos en la pradera que
se enfría.
Baja los párpados: los cuerpos
son letras que atrapas
con tu lengua precisa,
con mi lengua, y al tragarlas
nos duplican y hacen pesado
el camino.
Las escupimos en cada matojo,
en cada madriguera.
El bosque se llena con las voces de los muertos.
Escucha. Escúchalos.
La canción sin gargantas penetra
nuestros poros congelados lejos
de las últimas cabañas derramo
la marea quebradiza de tus pasos
reptando en círculo sobre las ortigas.
Ven. No tengas miedo
de mirar por mis ojos.
Me dijo la serpiente.
Fluye como la muerte.
Esther Ramón
Que tanto nos dio a tod@s
Era tan blanca
la luz
en las manos abiertas de tus ojos.
Tan blanca era…
Que alejaba yo, la furiosa consumación
del adiós.
Un vértigo de cobre
me decía, me hablaba…
Me dejaba los labios
cubiertos de zozobra,
y el costado,
arañadamente herido,
arañadamente extraño,
con un sol de luto
en los bordes secos de la boca.
Sin querer decir
una palabra,
sin querer decir vacío,
sin querer decir ausencia.
Era tan blanca tu luz,
tan blanca era…
ANA PATRICIA SANTAELLA es poeta cordobesa.
.
.
.
Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.
Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.
El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.
Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.
Ana Merino
La voz es clara. Pesa. Como piedras
Abandonadas en aguas tranquilas, o caídas
Una tras otra de un muro bajo.
Quiebra cuanto recuerda.
No deja señales, pero las conserva.
Y el silencio que la rodea es una puerta.
Perforada por la luz. Una prenda
Que marca los senos, la intimidad
Entre los muslos. El cuerpo es lo que nos empuja
Tensándose al avanzar, bailando al alejarse.
Pero es la voz lo que nos invade. Incluso
Sin decir nada. Incluso sin decir nada.
Una y otra vez ausente de sí.
Tracy K. Smith
.
.
dice la abuela que las ranas atraen la lluvia
que son signos de felicidad
que nuestro futuro se puede leer en sus panzas y en las estrellas
que si ves las estrellas con atención puedes saber el día de tu muerte
a mí no me gusta ver las estrellas
les tengo miedo
ayer al salir de casa vi tres ranas saltado en el patio
quise atraparlas pero al volver las tres estaban muertas
dice la abuela que la muerte está en todas partes
no le creo
la muerte se esconde en las estrellas
ayer todas las ranas miraban al cielo con la misma mirada de mi abuela muerta
Karen Plata (México, 1986-)
.
.
.
“Lo vendo todo, lo vendo”,
grita un hombre en el mercado.
“Vendo tuercas y tornillos,
cerraduras y candados,
bombón helado y barquillos,
alcohol, tiritas y yodo,
camisas y calzoncillos!
!De todo, vendo de todo!”
Se le acerca una clienta:
“Quiero un bote de silencio,
medio litro de tormenta,
cuatro cajas de buen tiempo
y un kilo de isla desierta.
Quiero espuma de la playa,
dos botellas de laguna,
un racimo de palabras
y una rodaja de luna”.
El hombre del puesto se enfada:
“!No vendo nada de eso!”.
Y ella se marcha diciendo:
“Entonces no vende nada…”.
Pedro Mañas