¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Sigamos pegando...

1151618202132

Comentarios

  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Lluvia

    Llueve y tú dices es como si las nubes
    lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
    el paso. ¿Cómo si esas nubes escuálidas lloraran?
    Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
    esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
    La naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
    en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
    que consideras similar a una tarde del fin del mundo
    más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
    una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
    en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
    la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
    que resuenan en el camino del acantilado importan.
    Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
    en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
    del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.

    Roberto Bolaño
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2014



    Sobre mi mala educación

    Cuál es cuál, cuál es el cómo?
    Quién sabe cómo conducirse?

    Qué naturales son los peces!
    Nunca parecen inoportunos.
    Están en el mar invitados
    y se visten correctamente
    sin una escama de menos,
    condecorados por el agua.

    Yo todos los días pongo
    no sólo los pies en el plato,
    sino los codos, los riñones,
    la lira, el alma, la escopeta.

    No sé qué hacer con las manos
    y he pensado venir sin ellas,
    pero dónde pongo el anillo?
    Qué pavorosa incertidumbre!

    Y luego no conozco a nadie.
    No recuerdo sus apellidos.

    —Me parece conocer a usted.
    —No es usted un contrabandista?
    —Y usted señora no es la amante
    del alcohólico poeta
    que se paseaba sin cesar,
    sin rumbo fijo por las cornisas?
    —Voló porque tenía alas.
    —Y usted continúa terrestre.
    —Me gustaría haberla entregado
    como india viuda a un gran brasero,
    no podríamos quemarla ahora?
    Resultaría palpitante!

    Otra vez en una Embajada
    me enamoré de una morena,
    no quiso desnudarse allí,
    y yo se lo increpé con dureza:
    estás loca, estatua silvestre,
    cómo puedes andar vestida?

    Me desterraron duramente
    de ésa y de otras reuniones,
    si por error me aproximaba
    cerraban ventanas y puertas.

    Anduve entonces con gitanos
    y con prestidigitadores,
    con marineros sin buque,
    con pescadores sin pescado,
    pero todos tenían reglas,
    inconcebibles protocolos
    y mi educación lamentable
    me trajo malas consecuencias.

    Por eso no voy y no vengo,
    no me visto ni ando desnudo,
    eché al pozo los tenedores,
    las cucharas y los cuchillos.
    Sólo me sonrío a mí solo,
    no hago preguntas indiscretas
    y cuando vienen a buscarme,
    con gran honor, a los banquetes,
    mando mi ropa, mis zapatos,
    mi camisa con mi sombrero,
    pero aún así no se contentan:
    iba sin corbata mi traje.

    Así para salir de dudas
    me decidí a una vida honrada
    de la más activa pereza,
    purifiqué mis intenciones,
    salí a comer conmigo solo
    y así me fui quedando mudo.
    A veces me saque a bailar,
    pero sin gran entusiasmo,
    y me acuesto solo, sin ganas,
    por no equivocarme de cuarto.

    Adiós porque vengo llegando.
    Buenos días, me voy de prisa.

    Cuando quieran verme ya saben:
    búsquenme donde no estoy
    y si les sobra tiempo y boca
    pueden hablar con mi retrato.

    Pablo Neruda


  • NeguNegu Fray Luis de León XVI
    editado octubre 2014
    Canción de otoño

    Los sollozos más hondos
    del violín del otoño
    son igual
    que una herida en el alma
    de congojas extrañas
    sin final.

    Paul Verlaine


    Abrazo, Juancho :)
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Música de agua

    Las palabras son una música hermosa.
    Las palabras se reflejan como en el agua.

    Música de agua,
    sonora en el claro,

    lejos de los botes,
    las hojas, los pájaros.

    Buscan un lugar
    donde quedarse y comer—

    ningún significado,
    ninguna conclusión.

    Robert Creeley
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Loca

    La noche, que es siempre ambigua,
    te enfurece -color
    de ginebra mala, son
    tus ojos unas bichas.

    Yo sé que vas a romper
    en insultos y en lágrimas
    histéricas. En la cama,
    luego, te calmaré

    con besos que me da pena
    dártelos. Y al dormir
    te apretarás contra mí
    como una perra enferma.

    Jaime Gil de Biedma
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    De la lluvia

    Este otoño que tanto te quiero
    te regalo la lluvia.
    La lluvia es todo:
    es canción triste, es compañía,
    es llanto persistente sobre todo el paisaje,
    es la caricia que hace temblar el suelo
    y elevar el sexo de las flores.
    Es la orden húmeda que implanta
    los más espesos olores.
    Te la regalo porque es como tú,
    extensa, repentina,
    de estatura cansada por el sol de la tarde,
    de ojos también cayéndose camino del invierno
    y porque en ella yo me siento tan dulce
    como me siento en ti.

    De todo lo que vuela y nos hace sufrir
    nada más compasivo y simple que la lluvia,
    y nada tan frágil y a la vez tan invicto
    y nada como su misma promesa de frutos y verdor.
    Mírala, como un mar derrumbado,
    como ruinas de una atmósfera de agua que existió.
    Muchas veces
    me empapa de nostalgia y me hace nudos
    que escuecen al tragar.
    Será porque la lluvia
    cubre bosques que has amado conmigo,
    nos ha mojado juntos, imparcial, minuciosa,
    en lejanas provincias junto al mar.
    Ya para siempre tendrás lo que te he dado,
    de mi regalo nunca podrás huir
    ni devolvérmelo.
    Y cuando llueva, cada gota en tu cuerpo será un beso,
    un beso que no pide nada a cambio,
    que atravesará los impermeables, los paraguas,
    diciéndote con su idioma monótono y dormido
    que te quiero.

    José María Parreño
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    jinetes del apocalipsis

    No hay lugar para la huida, ángel
    del deseo.
    Ellos, que dicen que son fantasmas,
    siguen haciendo malas artes,
    influyen, lo hacen bien,
    estorban la huida, ángel
    del deseo. Me corrompen.
    Adonde fuera, el sol o la lluvia
    me perseguirían como un testigo;
    adonde me quedara,
    ellos,
    que dicen que son fantasmas,
    mandarían cartas anónimas, desapasionadas
    o donde la pasión
    ocupa un lugar antiguo, de pacotilla.
    Ahora, dicen,
    el cielo se resquebraja tanto como
    el suelo,
    la gente lee libros trágicos,
    sueña con llanuras que parecen desiertos.
    Ahora, dicen, todo ha terminado.
    Y yo quería un lugar,
    un toque
    de infancia,
    una frase verdadera.

    Irene Gruss
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    El amanecer

    Dormida,
    en tu cansancio sólo hay cuerpo,
    la materialidad del día grávido.
    Soy yo quien imagina alma en tu alma,

    la invento con mirar,
    rozo tu sueño y eres toda
    la que ni tú ni yo sabemos que eres.

    Amanece lo exacto sin nosotros,
    que nos quedamos fuera de su peso,
    temblor de sol en la ventana.

    Esta penumbra nos inhibe
    de brusca realidad,
    aunque amanezca.

    Alma es dejar de ser
    en algo
    y amanece.

    Alvaro Garcia
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Los países nocturnos

    Hay una geografía de la mente.
    Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
    en donde un sol dichoso se eterniza.
    Hay países de sombra que regresan
    en el maldito tren de largo recorrido
    con parada en nosotros.
    Hay un desierto de la inteligencia,
    y he navegado océanos sin luz
    al fondo de unos ojos
    que no tenían fondo.

    No es una nueva dimensión del mundo.
    El primer hombre ya exploró la tierra
    en su vastedad negra; le bastó un instante
    de auténtico dolor, para haber fatigado
    los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.

    Estas desordenadas palabras en la niebla
    no pretenden servir, ahora ni nunca,
    de acta fundacional de ninguna ciudad.
    Estas ciudades han sido desde siempre
    y viven en el alma,
    alzadas en un aire enrarecido,
    callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
    extrarradio feroz al que nos condenaron.

    Explorador sin suerte,
    viajero del mundo que has perdido
    el Sur y el Norte, y el avión de regreso
    hacia una patria un poco más amable.
    Hermano equivocado que estuviste
    el día equivocado
    en el equivocado centro de tu vida,
    equivocando el modo de escaparte.

    Hay una geografía de la mente.
    Hay un teatro donde se representa
    nuestro viaje hacia nosotros,
    desde nosotros mismos.
    Y en la escena final del acto último
    hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
    mientras en los salones
    una orquesta fantasma
    acomete un vals para los muertos.

    Adivina quién fue invitado a los salones,
    adivina quién baila la música fantasma,
    y adivina quién
    se hundió con ese barco.

    Carlos Marzal
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    A la que renace en las aguas

    Las huellas de tus dedos
    no se ven en las torres.

    Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
    al mar
    los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
    por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
    pisada.

    Dentro del corazón está la muerte
    como una runa blanca de ceniza.

    Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
    campo negro, pero ven.

    Detente ante la tumba
    donde los dos estamos.

    J. E Cirlot
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2014


    REALIDAD, EL ÁNGEL QUE ME GUÍA

    Sobre la soledad estuve, nunca en ella.
    Bajo la soledad estuve, y se concibe,
    Soledad es esquiva, como aquel que la vive
    Y acompaña, tenaz, en estrecho y sin huella.

    Soledad es persona real como la estrella,
    o el aire, como quieras, adonde el tú, Yo, arriba,
    siempre arriba o debajo: soledad no se escribe.
    Soledad es la costa donde brota la estrella.

    No lo expliques. Tú dilo, Yo Mismo, simplemente,
    gutural y preciso como el agua de fuente.
    Que de la soledad nunca se sabe nada.

    Es un vieja dura, y es la flor como rosa.
    No lo expliques; Mi Amor, el Amor que se goza…
    Soledad es real…una hora acabada…

    Porque la Poesía es como el Ser: de instante.
    Es un vivo sin cuerpo y una mano colgada.
    El Ángel, que si es, nunca se sabe nada,
    Porque nada es sin tacto, y, si lo es, no es bastante.

    Y tú miras las cosas sin duda…de adelante…
    Las durezas sin ti, sin tu eterno y tu nada
    Y tú quieres se dios con el codo y el cada,
    distinguiendo, Yo Mío, este yo de mi estante!

    Pero la poesía es como la mañana,
    Y no sabes si es real o no sabes si es gana
    de no sé qué, Amor Mío, ti, mi naturaleza!

    Pero la poesía es como mi pañuelo,
    adjuntado a los párpados inmensos del desvelo
    con una luz adentro, que no veo y me pesa…

    ¡Peligro, hermano mío!…Nacidos de natura
    los dos, como este uno que es el fantasma
    humano!

    ¡Peligro…mi peligro, empiñado en mi mano
    Mi puño…y todo es porque Dios dura y dura…

    Nunca es mi peligro como fruta madura
    que cae y se corrompe, como es tan simple y llano.
    Mi peligro está verde cada vez…el hermano
    que nunca nacerá, que la Vida es futura…

    ¡Cuánta muerte viví, que no lo sé de veras!
    ¿Qué peligro no estuvo como si no estuvieras
    O fueras…este yo que no sé cómo atrapo!

    ¿Sí, con trapo de sastre y otra muerte cosida
    Y una rosa a lo alto, fea y desconocida
    Y Chopin, que digita, o como brinca el sapo…

    Martín Adán



  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Uno y ninguno

    Él cree saber quién soy, y se equivoca.
    Tú puedes desandar, paso por paso,
    toda la historia, todos los detalles
    que dibujen un rostro, pero no seré yo
    quien esté dibujado en ese rostro,
    aunque sea mi rostro el dibujado.
    Cualquiera que no sepa de mí lo sabe todo.
    Yo no sé quién soy yo, pero estoy en lo cierto.

    Esta acumulación de paradojas
    exige un comentario y una pausa.
    (Las palabras se pueden urdir y desurdir,
    hasta no decir nada, queriendo decir todo.)
    Cualquier hombre es ninguno, y es legión
    y es nadie y uno mismo.
    Y ahora que ya lo sabes, date cuenta:
    estás equivocado por completo.

    Carlos Marzal
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Horas

    El villorrio.
    Un tren detenido sobre el llanto.

    En cada charco
    .............................. duermen las estrellas sordas,
    Y el agua tiembla.
    cortinaje al viento

    .....................................La noche cuelga en la arboleda.

    En el campanario florecido

    Una gotera viva
    ....................................Desangra las estrellas.

    De cuando en cuando
    Las horas maduras
    ...........................................Caen sobre la vida.





    Vicente Huidobro

  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Antes de la religión
    dentro era afuera

    hilandera del azar
    misericordiosa
    fina trenza de concatenaciones
    misericordiosa
    inmensidad que nos alberga
    entre sus brazos oscuros

    a manos llenas
    disposición

    Luego el abrigo ajado de la mujer que baja la calle al final
    de una guerra
    trastabillando
    ante la inminencia del semen
    sus labios estremecidos y amoratados

    Me mira con grietas desde el ruido de sus tacones
    en la calle sólo existen ella
    y su gusto
    por el hambre

    Sin separar los labios
    mastico la verdadera unión

    escupo luz
    bajo la tapa

    ante los ojos de todos

    Yaiza Martínez
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2014


    Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
    blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
    te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
    voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
    y cintas que dormían en la lluvia.
    No quiero que tengas una forma, que seas
    precisamente lo que viene detrás de tu mano,
    porque el agua, considera el agua, y los leones
    cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
    y los gestos, esa arquitectura de la nada,
    encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
    Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
    pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
    con ese pelo lacio, esa sonrisa.
    Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
    es también la luna y el espejo,
    busco esa línea que hace temblar a un hombre
    en una galería de museo.
    Además te quiero, y hace tiempo y frío.


    Julio Cortázar





  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Sueño

    ¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia
    de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra
    en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan
    con un temblor de la sangre, con una nada. También
    el cuerpo
    que se tendió a tu flanco te busca en esta nada.

    Era un juego liviano pensar que un día
    la caricia del alba emergería de nuevo
    cual inesperado recuerdo en la nada. Tu cuerpo
    despertaría una mañana, enamorado
    de su propia tibieza, bajo el alba desierta.
    Un intenso recuerdo te atravesaría
    y una intensa sonrisa. ¿No regresa aquel alba?

    Aquella fresca caricia se habría apretado a tu cuerpo
    en el aire, en la íntima sangre,
    y habrías sabido que el tibio instante
    respondía en el alba a un temblor distinto,
    un temblor de la nada. Lo habrías sabido
    igual que, un día lejano, supiste que un cuerpo
    se tendía a tu lado.
    Dormías con ligereza
    bajo un aire risueño de efímeros cuerpos,
    enamorada de una nada. Y la intensa sonrisa
    te atravesó abriéndote los ojos asombrados.
    ¿Nunca más regresó, de la nada, aquel alba?

    Cesare Pavese
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Puedes juntar las manos

    La gente dice:
    Polvo,
    Sideral,
    Funerario,
    y se queda tranquila,
    contenta,
    satisfecha.
    Pero escucha ese grillo,
    esa brizna de noche,
    de vida enloquecida.
    Ahora es cuando canta
    Ahora
    y no mañana
    Precisamente ahora.
    Aquí.
    A nuestro lado...
    como si no pudiera cantar en otra parte.
    ¿Comprendes?
    Yo tampoco.
    Yo no comprendo nada.
    No tan sólo tus manos son un puro milagro.
    Un traspiés,
    un olvido,
    y acaso fueras mosca,
    lechuga,
    cocodrilo.
    Y después...
    esa estrella.
    No preguntes.
    ¡Misterio!
    El silencio.
    Tu pelo.
    Y el fervor,
    la aquiescencia
    del universo entero,
    para lograr tus poros,
    esa ortiga,
    esa piedra.

    Puedes juntar las manos.
    Amputarte las trenzas.
    Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.

    Oliverio Girondo
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Lluvia

    Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
    siempre el amor me llega con la lluvia.
    Sobre la calle una llovizna breve
    y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
    Llueve. Y el agua cae sin relieve
    sobre las piedras, ávidas de lluvia.
    Aquí en mi corazón, cómo remueve;
    aquí en mi corazón, cómo diluvia.
    Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
    con silencioso paso estremecido:
    niebla menuda que después diluvia.
    Siempre el amor me llega así, callado,
    con silencioso andar desesperado...
    Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.

    Julia Prilutzky
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Donde habita el olvido

    Donde habite el olvido,
    En los vastos jardines sin aurora;
    Donde yo sólo sea
    Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
    Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

    Donde mi nombre deje
    Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
    Donde el deseo no exista.

    En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
    No esconda como acero
    En mi pecho su ala,
    Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

    Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
    Sometiendo a otra vida su vida,
    Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

    Donde penas y dichas no sean más que nombres,
    Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
    Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
    Disuelto en niebla, ausencia,
    Ausencia leve como carne de niño.

    Allá, allá lejos;
    Donde habite el olvido.

    Luis Cernuda
  • torrejuelastorrejuelas Juan Boscán s.XVI
    editado octubre 2014
    estrofa escribió : »
    Lluvia

    Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
    siempre el amor me llega con la lluvia.
    Sobre la calle una llovizna breve
    y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
    Llueve. Y el agua cae sin relieve
    sobre las piedras, ávidas de lluvia.
    Aquí en mi corazón, cómo remueve;
    aquí en mi corazón, cómo diluvia.
    Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
    con silencioso paso estremecido:
    niebla menuda que después diluvia.
    Siempre el amor me llega así, callado,
    con silencioso andar desesperado...
    Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.

    Julia Prilutzky
    Bello. bello....
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Chandartal

    Mana. Se detiene. Fluye.
    Sale y de nuevo se detiene.
    Un manantial vacilante
    en el patio del monasterio.

    Es la región de Ladakh, «la tierra
    de los hijos de la luna». Has llegado aquí
    por el río de la luna, el Chandar,
    a través del lago Chandartal.

    Tiksa se llama el pueblo,
    Tiksa Gumpa se llama el monasterio,
    y la mujer se llama María. Eres
    al único que recuerda.

    El que besó sus pies.
    Y se refiere a ti.
    Tú. Acércate a mí.
    ¿Sabías que aquí en Ladakh

    existe la costumbre
    de casar a una novia
    con dos o tres hermanos?
    Eres al único que recuerda.

    Fluye. Vacila. Se para
    y vuelve a salir. Un manantial
    en una esquina del patio del monasterio.

    La piedra aquí no está tallada
    está revocada de blanco y rojo
    el monasterio se llama Tiksa Gumpa
    y María se llama la mujer. Acércate

    a mí. No temas. Te estoy
    hablando a ti. Esta noche
    mis labios abrirás. Esta noche
    estaré contigo. Tiksa Gumpa
    se llama el monasterio y el lago se llama
    Chandartal.

    Amos Oz
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2014



    Diario de poeta


    Es trágico porque es... si no fuera, sería
    Una puerta de casa que nunca fue golpeada,
    Hecha de dios humano por deseo o patada.
    Todo es trágico. Amor, todo hasta una alegría.

    Nietzsche lo supo... el único de la Filosofía
    Que miró el frontón griego con primera mirada,
    Con sífilis, ignota, con su ciencia asentada.
    Con dada eternidad como si fuera mía...

    Quise morir la vez sobre los espaldares
    De los asientos, y era otra vez otra vida,
    Quise morir mi vida, ¡y es tantas, y se olvida!...

    Porque yo soy el Otro cada vez, y me mato
    Como a eterno enemigo y me huyo por los mares
    Y las tierras y los cielos, sí, de mi arrebato...

    La vida no se elige: la vida se padece.
    ¡Ay, cuánto sé que creo!... ¡y el saber se me olvida!
    ¡Y cada mañana es como a su fin la Vida!
    ¡Y me estoy esperando al principio que empiece!

    Y así voy todo tiempo porque la uña crece,
    Porque aún soy la sombra de cada escena sida...
    Y vivo, porque soy eterno entre la ida
    Cosa y la por venir como entre zeta y ese...

    Dios es tenaz, tenaz como su creatura.
    Y la mujer que lava la ropa del esposo
    Y el agua que se está contenida e impura...
    Y la vida es eterna, aunque yo no lo diga.
    Y la vida es lo que soy, en el llanto o el gozo.
    Y la vida es cualquier instante que se siga.

    Dios es uno y no más. Y el uno hace el hijo
    Y la mujer, así perfecta la corbata...
    Y el Poeta está haciéndose de lo que desbarata.
    Y todo fue creado antes de lo prolijo.

    Y el artista se está con su lente y su alijo
    Y alguna florecilla ya se entreabre en la mata.
    Dios es uno no más, como es una rata
    O una puerta o una muerte, como dicen que dijo...

    ¡Unidad, alma mía, que no toca siquiera!...
    ¡Que no alcanzo ni pienso con mis filosofías!...
    ¡Unidad, unidad, para una primavera!...

    ¡Y yo quiero creer, y no creo, Almas mías,
    Sujeto a mi camisa, real y verdadera,
    Leyendo en calendarios los tiempos y los días!...

    Y con toda conciencia, rezo mis oraciones.
    Y con toda conciencia soy un hombre vestido.
    ¡Porque mi muerte tarda, porque es poco mi olvido,
    porque mi duda no es entre tantas razones!...

    Y yo he de serme vivo... opinionen, botones,
    Una calle sin nombre y otra con él, leído...
    E irme con la mujer de ánimo distraído,
    Y ser mañana aquél de sus obligaciones...

    ¡Yo nunca fui Unamuno! ¡Huyo ante lo perfecto
    Como huye la liebre del cazador previsto...
    El pequeño animal, tan seguro y tan recto!

    Vivo como Unamuno, que Dios nos hizo a todos:
    Mas el sabio no sabe cómo estaba previsto,
    Que uno es una miseria de ciudades y codos.
    Yo pienso como pide el mendigo: la cosa
    Que se da la bendice, con el ceño arrugado;
    Que somos carne y hueso de algún yo no arreglado
    Según su propio ser y como no es la rosa.

    Poesía no basta. Nada basta o reposa.
    Contra mí, están todos los míos conjugados;
    Estos cinco sentidos, estos íntimos lados,
    Esta ave que se vuela sobre mí y no se posa...

    Mi temor de haber sido, y esta mano cualquiera
    Que es una mía y yerra como no yerra el tacto...
    Y este día y el otro, como si todo fuera...

    Sin curar de impulsión y sin curar de impacto...
    ¡Y a cada instante ser sin ser divino el Acto!...
    ¡Yo, carne que se suda, haciéndome lo exacto!...

    Esas gitanas, todas, tan hediondas, tan bellas...
    En donde está mi vida... la lengua sepultada...
    ¡No sé qué de lascivo de micarne cansada!...
    ¡Y no sé ningún nombre de gitanas aquellas!...

    ¡Porque de real que pasa, nunca quedan ni huellas,
    Y los naturalistas redoblan su mirada,
    ¡Ay, porque lo real jamás duró tan nada,
    Y yo yazgo en gitana como en todas las Ellas!...

    ¡Sí, por mi oreja absurda, de oído de poeta!...
    ¡Sí, porque yo no soy sino dedo que escribo!...
    ¡Sí, porque me enseñaron desde la a a la zeta!

    ¡Y mi gitana hiede, tremendamente pura,
    Yaciendo, no conmigo, sino con el que se vive,
    metiéndole su lengua y su buenaventura!

    ¡Déjame, Tiempo, ser con mi soy y mi gana!
    ¡Callando... tan veraz como el niño al dedito!...
    ¡Déjame ser así como el silencio al grito
    Y esperar como el todos que ya sea el mañana!

    ¡Contra toda gramática, como toda flor sana
    Que nació de la espora, con saber infinito!...
    ¡Yo nazco cada vez, y cada vez me agito
    Con la torpeza propia de cada dios que emana!

    ¡Déjame, Tiempo, ser, porque tiempo no bastas!...
    ¡Yo, hacedor de dioses, entre seres iguales!
    ¡Yo, todo de dios írrito entre las putas... castas!

    ¡Y yo llamado a ser como es mi vecino,
    Con su ventana, limpia, de esmerados cristales!...
    ¡Y yo, llamado a estar como el dios que no vino!...

    Desvestido, furioso, ya como cuerpo humano,
    Como dios con la lágrima gorda, yo repetía.
    ¡Es tan sin fin vivir un día y otro día
    Y aprender la lección y lavarse la mano!...

    Y no vale el vagar, porque encuentro a Fulano,
    Su corbata correcta, que me dice el buendía.
    ¿Adónde está, Dios Mío, verdadera agonía,
    por la que me muera de verdad y no en vano?

    ¡Con este tacto inútil del poeta en el trance!...
    ¡El párpado vencido y los hijos hediondos,
    Todo el prójimo que es hasta donde me alcance!...

    ¡Madre Furia, tú, que eres todo saber de mío!...
    ¡Tú, río desbordado que haces súbitos fondos!...
    ¡Tú, Madre, tú no sabes cuánto es el tacto mío!...

    Yo no sé, porque soy. Si no fuera, sabría
    El mi amor con su tacto, el por qué cae pelo
    Todo sobre mi frente... el ajeno, el del cielo...
    Todo porque no soy, que no soy mi alegría.

    Y no sé qué soy. Cada filosofía
    Me da una duda más de mi persona y celo.
    Piensa con gruesos lentes y ningún recelo,
    Y soy como cactus en una roca impía.

    Y yo no sé decir todo lo que me digo.
    Yo temo de mi voz, mi constante testigo,
    El que me hizo la letra y rehace a cada instante

    ¡Cuánto vivir apenas, con la mano colgada,
    Con dios que ya no se oye, como la carcajada,
    Y con dios que ya asfixia como humo bastante!...

    Y está como está Amor, por el último beso.
    Somos de carne y hueso, sin fin y sin teoría
    Que enseñe a ningún tacto a ser una alegría
    Y está como está Amor, con su cuerpo y su peso.

    Amor es el que está... el beodo en su exceso
    O el mendigo, que está con la mano nadía,
    O el que hiede a colonia con la mirada mía
    O el que estuvo y no está como yo me estoy preso.

    El instante es eterno. Uno no es otro: es uno.
    Yo no soy mi vecino, yo no soy mi ninguno.
    De arrabio personal, de acero latente.

    Acero del vivir el día todavía...
    La tierna sinrazón en la que yo me acuno;
    ¡Temo el hacer que impone la lenta poesía!

    Es como el Río, que es y que pasa y que toca
    Y que se está siempre el mismo, como otra vida mía.
    Yo amo al Río, mi padre, el que hizo mi alegría
    Y mi desesperanza y a la mía otra boca.

    Así es mi vida, así es, que corre por la roca
    Blanda o dura, como flora de acaso o todavía,
    O espejismo tal vez de la carne nadía,
    Y todo es, tan todo, a distancia tan poca...

    El río es como soy, no sé más. Si supiera
    Yo me sabría adónde y por qué soy mi sino,
    Con mi fondo de real y lampo de quimera.

    Quien no vivió tragedia, no nació. Y ando quieto,
    Contando con los pies mensuras del camino,
    Y Callando ‒¡ay. Mi Muerte!‒ de feto de secreto.

    Y yo soy como soy... sobre el peligro estante.
    No hay otro dios que el mío, porque nunca varío.
    Porque nada que lo es, lo es sino es lo mío,
    Y yo me soy, doquiera, con el ojo distante.

    Uno me echa el sombrero; otro me hurta el guante
    Y yo sigo mi curso como lo sigue el río.
    ¡Es tan tarde morir entre gana y desvío!...
    ¡Y yo soy el que soy... mi peligro bastante!

    Dios existe, sin duda. ¿Por qué soy si yo dudo?
    ¡Si dudo de existir, con la mano colgada!...
    ¡Llamar a golondrina, conversar con el mudo!...

    La poesía es diurna y es clara: es que no sé.
    Sólo que es un algo lo que llamamos nada.
    Dios existe, sin duda; ay, ¿pero para qué?...


    Martín Adán



  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata...

    Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata
    la cremallera de un paisaje. El cielo abre sus
    párpados, instante en que no sabes si acabas de
    partir o estás a punto de llegar. No sabes si
    el mundo huye de ti o eres tú velocidad de fuga
    entre sus fauces. Te abandonas al presagio de una
    selva lejana, esperas el placer de su espesura.

    Amalia Iglesias
  • paraclixisparaclixis Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado octubre 2014
    Modelo para una teoría del conocimiento

    Aquí tienes una caja,
    una caja grande
    con una etiqueta que dice
    caja.
    Ábrela,
    y dentro encontrarás una caja,
    con una etiqueta que dice
    caja dentro de una caja cuya etiqueta dice
    caja.
    Mira adentro
    (de esta caja,
    no de la otra)
    y encontrarás una caja
    con una etiqueta que dice...
    y así sucesivamente,
    y si sigues así,
    encontrarás
    tras esfuerzos infinitos
    una caja infinitesimal
    con una etiqueta
    tan diminuta,
    que lo que dice
    se disuelve ante tus ojos.
    Es una caja
    que sólo existe
    en tu imaginación.
    Una caja perfectamente vacía.


    Hans Magnus Enzensberger
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado octubre 2014
    nos miraba

    “Tienen que decirles lo que nos va a pasar. Despídanse. Pero cuando se despidan, díganselo como si desde el otro lado del teléfono estuvieran agarrando su mano. Háganles saber que si sueltan esa mano, morirán. Debemos avergonzarlos para que nos ayuden”

    Del guión de Hotel Rwanda, de TERRY GEORGE


    Pero recuerda cómo nos miraba
    recuerda aquellos ojos con vocación de hilo
    anudándose al cuello de una esperanza idiota
    Recuérdalo
    el pez se ahogaba dentro de un cajón
    sin ayuda de nadie Sus escamas
    Sobre ellas brillaba todavía el océano
    o los últimos besos del océano
    o era que en sus espasmos se encendía la muerte
    como el flash de una cámara
    Se hundía en el oxígeno Se sumergía
    en el escaso aire del cajón entreabierto
    Y acuérdate de cómo nos miraba
    maldita sea con qué lentitud
    con esa lentitud en línea recta
    con que algunas verdades nos sacuden
    Y nosotros
    que aún éramos niños
    mirábamos su muerte desde el vientre de un tigre
    Protestábamos Ayúdenle Se asfixia
    Muerde el aire y ustedes tan parados
    Pero debe existir algo así como un túnel
    donde enterrar los ojos
    un túnel de lavado de todas las conciencias
    Ya se verá dijeron
    no será que ese pez se ahoga en cualquier parte? Eso dijeron
    al tiempo que mi madre nos cerraba el cajón



    MARIO CUENCA SANDOVAL (Sabadell, Barcelona, 1975-)

    .
    .
    .
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2014



    PREGUNTAS Y PENUMBRAS

    ¿Y si de pronto huyeran
    el valor y el destino
    -como alas- de este pájaro
    que me lleva a los vientos
    o a la muerte?
    Tal vez mañana mismo.

    Si de pronto volara
    de mi pecho
    el corazón, cayera
    como llave en un pozo:
    ¿Tú abrirías la puerta, cruzarías
    al umbral a mi paso señalado?
    Buscando entre los muertos

    Es a ti a quien hablo,
    a ti que creces
    como una larga herida
    en mi memoria, a ti que ignoras
    como yo
    los tatuajes de mi brazo. Es
    a ti a quien hablo.
    El cuerpo del hermano.
    Bajo mi cuerpo
    tiéndete, acerca tus oídos
    a la tierra: ¿Oyes cómo mis manos
    te acarician, como el mar suena
    todavía
    desde tu corazón?
    Nuestro cuerpo encontremos.

    Tras la puerta, otro fuego
    devora las montañas,
    los sueños
    y los hombres. No digas
    nunca: "hay tiempo,
    hay tiempo". Tal vez
    mañana mismo,
    buscando entre los muertos
    el cuerpo del hermano,
    nuestro cuerpo encontremos.

    Cesar Calvo




  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    En una estación del metro

    Desventurados los que divisaron
    a una muchacha en el Metro

    y se enamoraron de golpe
    y la siguieron enloquecidos

    y la perdieron para siempre entre la multitud

    Porque ellos serán condenados
    a vagar sin rumbo por la estaciones

    y a llorar con las canciones de amor
    que los músicos ambulantes entonan en los túneles

    Y quizás el amor no es más que eso:

    una mujer o un hombre que desciende de un carro
    en cualquier estación del Metro

    y resplandece unos segundos
    y se pierde en la noche sin nombre

    Oscar Hahn
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    En el umbral oscuro la copa destelló...

    En el umbral oscuro la copa destelló
    y en mi mirada se adentró
    la filigrana de la plata.
    Bebe ,dijo su portador:
    Y bebí sus ojos en el vino.
    Y bebí el vino en sus labios.
    Y él bebió sus labios en los míos.
    Y encendí las velas.

    Desplegó una sábana azul
    que abarcaba los ocho cielos
    salpicados del oro de los astros
    y me envolvió y a sí mismo, en ella.
    Y como el entero firmamento
    me abrazó.
    Y se adentró en mi vida
    y en aquella noche
    la deshojó hasta la tersura del alba.
    Con el tacto del más leve pétalo
    se dobló su cabeza en mi cuello,
    sus bucles negros
    emitían un aroma de abismo.

    Y por su boca
    besé yo la muerte,
    y en torno a mí
    replegó las alas.
    La luna se quebró
    en vertientes de nieve.
    Los arrecidos astros desmayaron.
    La gravedad estalló.
    Un torbellino urente
    abrió su espiral
    a lo infinito.
    Lluvias de meteoros
    abrasaron los círculos
    de la oscuridad.

    Clara Janés
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    El oráculo

    -¿Pandora volverá?
    -Pandora vuelve:
    polvo de plata esparce el viento
    por bosques y abalarios.
    Un esquife resbala
    por el lago inclinado:
    Otra especie
    que se nos va: el saberlo
    no oculta al sol: Que sea bienhallada
    la hija de lo múltiple.
    Más cerca
    ya el azul sin reproches, el todo sin dolor:
    el paraíso
    Nunca se hubo perdido. La memoria nos
    sobra
    cuando vuelve, regresa
    la que sembró de mal el pensamiento-

    Aníbal Núñez
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2014
    POESÍA MATEMÁTICA

    En las muchas hojas
    Del libro de matemáticas
    Un Cociente se enamoró
    Un día dolorosamente
    De una Incógnita.
    La vio con su mirada innumerable
    y la vio desde el ápice a la base:
    Una figura impar;
    ojos de robot, boca de trapecio,
    cuerpo rectangular, senos esferoides.
    Hizo de la suya una vida
    paralela a la de ella,
    hasta que se encontraron
    en el infinito.
    <<¿Quién eres tú? >> -indagó ella
    con ansia radical.
    < Pero puedes llamarme hipotenusa >>.
    Y de hablar descubrieron que eran
    (lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
    primos entre sí.
    Y así se amaron
    al cuadrado de la velocidad de la luz,
    en una sexta potencia
    trazando ,
    al sabor del momento
    y de la pasión,
    rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
    en los jardines de la cuarta dimensión.
    Escandalizaron a los ortodoxos de las formas euclidianas
    y a los exegetas del Universo infinito.
    Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
    Y en fin resolvieron casarse,
    constituir un hogar,
    más que un hogar, una perpendicular.
    Invitaron como padrinos
    al Polígono y a la Bisectriz.
    E hicieron planos y ecuaciones y diagramas para el futuro
    soñando con una felicidad
    integral y diferencial.
    Y se casaron y tuvieron una secante y tres conos
    muy graciosillos
    Y fueron felices
    hasta aquel día
    en que todo se vuelve al fin
    monotonía.
    Fue entonces cuando surgió
    El Máximo Común Divisor.
    Ofreciole, a ella,
    una grandeza absoluta
    y la redujo a un denominador común.
    Él, Cociente, percibió
    Que con ella no formaba un todo,
    una unidad.
    Era un triángulo, llamado amoroso.
    De ese problema él era una fracción
    la más ordinaria,
    Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
    Y todo lo que era espurio pasó a ser
    moralidad
    Como en cualquier sociedad.

    Millôr Fernandes
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com