Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Cómo si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan.
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.
Cuál es cuál, cuál es el cómo?
Quién sabe cómo conducirse?
Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.
Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.
No sé qué hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
pero dónde pongo el anillo?
Qué pavorosa incertidumbre!
Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.
—Me parece conocer a usted.
—No es usted un contrabandista?
—Y usted señora no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin cesar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
—Voló porque tenía alas.
—Y usted continúa terrestre.
—Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
no podríamos quemarla ahora?
Resultaría palpitante!
Otra vez en una Embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
cómo puedes andar vestida?
Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.
Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.
Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aún así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.
Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saque a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.
Adiós porque vengo llegando.
Buenos días, me voy de prisa.
Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.
Este otoño que tanto te quiero
te regalo la lluvia.
La lluvia es todo:
es canción triste, es compañía,
es llanto persistente sobre todo el paisaje,
es la caricia que hace temblar el suelo
y elevar el sexo de las flores.
Es la orden húmeda que implanta
los más espesos olores.
Te la regalo porque es como tú,
extensa, repentina,
de estatura cansada por el sol de la tarde,
de ojos también cayéndose camino del invierno
y porque en ella yo me siento tan dulce
como me siento en ti.
De todo lo que vuela y nos hace sufrir
nada más compasivo y simple que la lluvia,
y nada tan frágil y a la vez tan invicto
y nada como su misma promesa de frutos y verdor.
Mírala, como un mar derrumbado,
como ruinas de una atmósfera de agua que existió.
Muchas veces
me empapa de nostalgia y me hace nudos
que escuecen al tragar.
Será porque la lluvia
cubre bosques que has amado conmigo,
nos ha mojado juntos, imparcial, minuciosa,
en lejanas provincias junto al mar.
Ya para siempre tendrás lo que te he dado,
de mi regalo nunca podrás huir
ni devolvérmelo.
Y cuando llueva, cada gota en tu cuerpo será un beso,
un beso que no pide nada a cambio,
que atravesará los impermeables, los paraguas,
diciéndote con su idioma monótono y dormido
que te quiero.
No hay lugar para la huida, ángel
del deseo.
Ellos, que dicen que son fantasmas,
siguen haciendo malas artes,
influyen, lo hacen bien,
estorban la huida, ángel
del deseo. Me corrompen.
Adonde fuera, el sol o la lluvia
me perseguirían como un testigo;
adonde me quedara,
ellos,
que dicen que son fantasmas,
mandarían cartas anónimas, desapasionadas
o donde la pasión
ocupa un lugar antiguo, de pacotilla.
Ahora, dicen,
el cielo se resquebraja tanto como
el suelo,
la gente lee libros trágicos,
sueña con llanuras que parecen desiertos.
Ahora, dicen, todo ha terminado.
Y yo quería un lugar,
un toque
de infancia,
una frase verdadera.
Hay una geografía de la mente.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.
No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.
Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.
Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.
Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.
Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.
Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
pisada.
Dentro del corazón está la muerte
como una runa blanca de ceniza.
Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.
Sobre la soledad estuve, nunca en ella.
Bajo la soledad estuve, y se concibe,
Soledad es esquiva, como aquel que la vive
Y acompaña, tenaz, en estrecho y sin huella.
Soledad es persona real como la estrella,
o el aire, como quieras, adonde el tú, Yo, arriba,
siempre arriba o debajo: soledad no se escribe.
Soledad es la costa donde brota la estrella.
No lo expliques. Tú dilo, Yo Mismo, simplemente,
gutural y preciso como el agua de fuente.
Que de la soledad nunca se sabe nada.
Es un vieja dura, y es la flor como rosa.
No lo expliques; Mi Amor, el Amor que se goza…
Soledad es real…una hora acabada…
Porque la Poesía es como el Ser: de instante.
Es un vivo sin cuerpo y una mano colgada.
El Ángel, que si es, nunca se sabe nada,
Porque nada es sin tacto, y, si lo es, no es bastante.
Y tú miras las cosas sin duda…de adelante…
Las durezas sin ti, sin tu eterno y tu nada
Y tú quieres se dios con el codo y el cada,
distinguiendo, Yo Mío, este yo de mi estante!
Pero la poesía es como la mañana,
Y no sabes si es real o no sabes si es gana
de no sé qué, Amor Mío, ti, mi naturaleza!
Pero la poesía es como mi pañuelo,
adjuntado a los párpados inmensos del desvelo
con una luz adentro, que no veo y me pesa…
¡Peligro, hermano mío!…Nacidos de natura
los dos, como este uno que es el fantasma
humano!
¡Peligro…mi peligro, empiñado en mi mano
Mi puño…y todo es porque Dios dura y dura…
Nunca es mi peligro como fruta madura
que cae y se corrompe, como es tan simple y llano.
Mi peligro está verde cada vez…el hermano
que nunca nacerá, que la Vida es futura…
¡Cuánta muerte viví, que no lo sé de veras!
¿Qué peligro no estuvo como si no estuvieras
O fueras…este yo que no sé cómo atrapo!
¿Sí, con trapo de sastre y otra muerte cosida
Y una rosa a lo alto, fea y desconocida
Y Chopin, que digita, o como brinca el sapo…
Martín Adán
Él cree saber quién soy, y se equivoca.
Tú puedes desandar, paso por paso,
toda la historia, todos los detalles
que dibujen un rostro, pero no seré yo
quien esté dibujado en ese rostro,
aunque sea mi rostro el dibujado.
Cualquiera que no sepa de mí lo sabe todo.
Yo no sé quién soy yo, pero estoy en lo cierto.
Esta acumulación de paradojas
exige un comentario y una pausa.
(Las palabras se pueden urdir y desurdir,
hasta no decir nada, queriendo decir todo.)
Cualquier hombre es ninguno, y es legión
y es nadie y uno mismo.
Y ahora que ya lo sabes, date cuenta:
estás equivocado por completo.
hilandera del azar
misericordiosa
fina trenza de concatenaciones
misericordiosa
inmensidad que nos alberga
entre sus brazos oscuros
a manos llenas
disposición
Luego el abrigo ajado de la mujer que baja la calle al final
de una guerra
trastabillando
ante la inminencia del semen
sus labios estremecidos y amoratados
Me mira con grietas desde el ruido de sus tacones
en la calle sólo existen ella
y su gusto
por el hambre
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia
de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra
en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan
con un temblor de la sangre, con una nada. También
el cuerpo
que se tendió a tu flanco te busca en esta nada.
Era un juego liviano pensar que un día
la caricia del alba emergería de nuevo
cual inesperado recuerdo en la nada. Tu cuerpo
despertaría una mañana, enamorado
de su propia tibieza, bajo el alba desierta.
Un intenso recuerdo te atravesaría
y una intensa sonrisa. ¿No regresa aquel alba?
Aquella fresca caricia se habría apretado a tu cuerpo
en el aire, en la íntima sangre,
y habrías sabido que el tibio instante
respondía en el alba a un temblor distinto,
un temblor de la nada. Lo habrías sabido
igual que, un día lejano, supiste que un cuerpo
se tendía a tu lado.
Dormías con ligereza
bajo un aire risueño de efímeros cuerpos,
enamorada de una nada. Y la intensa sonrisa
te atravesó abriéndote los ojos asombrados.
¿Nunca más regresó, de la nada, aquel alba?
La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta
Ahora
y no mañana
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.
Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.
Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.
Mana. Se detiene. Fluye.
Sale y de nuevo se detiene.
Un manantial vacilante
en el patio del monasterio.
Es la región de Ladakh, «la tierra
de los hijos de la luna». Has llegado aquí
por el río de la luna, el Chandar,
a través del lago Chandartal.
Tiksa se llama el pueblo,
Tiksa Gumpa se llama el monasterio,
y la mujer se llama María. Eres
al único que recuerda.
El que besó sus pies.
Y se refiere a ti.
Tú. Acércate a mí.
¿Sabías que aquí en Ladakh
existe la costumbre
de casar a una novia
con dos o tres hermanos?
Eres al único que recuerda.
Fluye. Vacila. Se para
y vuelve a salir. Un manantial
en una esquina del patio del monasterio.
La piedra aquí no está tallada
está revocada de blanco y rojo
el monasterio se llama Tiksa Gumpa
y María se llama la mujer. Acércate
a mí. No temas. Te estoy
hablando a ti. Esta noche
mis labios abrirás. Esta noche
estaré contigo. Tiksa Gumpa
se llama el monasterio y el lago se llama
Chandartal.
Es trágico porque es... si no fuera, sería
Una puerta de casa que nunca fue golpeada,
Hecha de dios humano por deseo o patada.
Todo es trágico. Amor, todo hasta una alegría.
Nietzsche lo supo... el único de la Filosofía
Que miró el frontón griego con primera mirada,
Con sífilis, ignota, con su ciencia asentada.
Con dada eternidad como si fuera mía...
Quise morir la vez sobre los espaldares
De los asientos, y era otra vez otra vida,
Quise morir mi vida, ¡y es tantas, y se olvida!...
Porque yo soy el Otro cada vez, y me mato
Como a eterno enemigo y me huyo por los mares
Y las tierras y los cielos, sí, de mi arrebato...
La vida no se elige: la vida se padece.
¡Ay, cuánto sé que creo!... ¡y el saber se me olvida!
¡Y cada mañana es como a su fin la Vida!
¡Y me estoy esperando al principio que empiece!
Y así voy todo tiempo porque la uña crece,
Porque aún soy la sombra de cada escena sida...
Y vivo, porque soy eterno entre la ida
Cosa y la por venir como entre zeta y ese...
Dios es tenaz, tenaz como su creatura.
Y la mujer que lava la ropa del esposo
Y el agua que se está contenida e impura...
Y la vida es eterna, aunque yo no lo diga.
Y la vida es lo que soy, en el llanto o el gozo.
Y la vida es cualquier instante que se siga.
Dios es uno y no más. Y el uno hace el hijo
Y la mujer, así perfecta la corbata...
Y el Poeta está haciéndose de lo que desbarata.
Y todo fue creado antes de lo prolijo.
Y el artista se está con su lente y su alijo
Y alguna florecilla ya se entreabre en la mata.
Dios es uno no más, como es una rata
O una puerta o una muerte, como dicen que dijo...
¡Unidad, alma mía, que no toca siquiera!...
¡Que no alcanzo ni pienso con mis filosofías!...
¡Unidad, unidad, para una primavera!...
¡Y yo quiero creer, y no creo, Almas mías,
Sujeto a mi camisa, real y verdadera,
Leyendo en calendarios los tiempos y los días!...
Y con toda conciencia, rezo mis oraciones.
Y con toda conciencia soy un hombre vestido.
¡Porque mi muerte tarda, porque es poco mi olvido,
porque mi duda no es entre tantas razones!...
Y yo he de serme vivo... opinionen, botones,
Una calle sin nombre y otra con él, leído...
E irme con la mujer de ánimo distraído,
Y ser mañana aquél de sus obligaciones...
¡Yo nunca fui Unamuno! ¡Huyo ante lo perfecto
Como huye la liebre del cazador previsto...
El pequeño animal, tan seguro y tan recto!
Vivo como Unamuno, que Dios nos hizo a todos:
Mas el sabio no sabe cómo estaba previsto,
Que uno es una miseria de ciudades y codos.
Yo pienso como pide el mendigo: la cosa
Que se da la bendice, con el ceño arrugado;
Que somos carne y hueso de algún yo no arreglado
Según su propio ser y como no es la rosa.
Poesía no basta. Nada basta o reposa.
Contra mí, están todos los míos conjugados;
Estos cinco sentidos, estos íntimos lados,
Esta ave que se vuela sobre mí y no se posa...
Mi temor de haber sido, y esta mano cualquiera
Que es una mía y yerra como no yerra el tacto...
Y este día y el otro, como si todo fuera...
Sin curar de impulsión y sin curar de impacto...
¡Y a cada instante ser sin ser divino el Acto!...
¡Yo, carne que se suda, haciéndome lo exacto!...
Esas gitanas, todas, tan hediondas, tan bellas...
En donde está mi vida... la lengua sepultada...
¡No sé qué de lascivo de micarne cansada!...
¡Y no sé ningún nombre de gitanas aquellas!...
¡Porque de real que pasa, nunca quedan ni huellas,
Y los naturalistas redoblan su mirada,
¡Ay, porque lo real jamás duró tan nada,
Y yo yazgo en gitana como en todas las Ellas!...
¡Sí, por mi oreja absurda, de oído de poeta!...
¡Sí, porque yo no soy sino dedo que escribo!...
¡Sí, porque me enseñaron desde la a a la zeta!
¡Y mi gitana hiede, tremendamente pura,
Yaciendo, no conmigo, sino con el que se vive,
metiéndole su lengua y su buenaventura!
¡Déjame, Tiempo, ser con mi soy y mi gana!
¡Callando... tan veraz como el niño al dedito!...
¡Déjame ser así como el silencio al grito
Y esperar como el todos que ya sea el mañana!
¡Contra toda gramática, como toda flor sana
Que nació de la espora, con saber infinito!...
¡Yo nazco cada vez, y cada vez me agito
Con la torpeza propia de cada dios que emana!
¡Déjame, Tiempo, ser, porque tiempo no bastas!...
¡Yo, hacedor de dioses, entre seres iguales!
¡Yo, todo de dios írrito entre las putas... castas!
¡Y yo llamado a ser como es mi vecino,
Con su ventana, limpia, de esmerados cristales!...
¡Y yo, llamado a estar como el dios que no vino!...
Desvestido, furioso, ya como cuerpo humano,
Como dios con la lágrima gorda, yo repetía.
¡Es tan sin fin vivir un día y otro día
Y aprender la lección y lavarse la mano!...
Y no vale el vagar, porque encuentro a Fulano,
Su corbata correcta, que me dice el buendía.
¿Adónde está, Dios Mío, verdadera agonía,
por la que me muera de verdad y no en vano?
¡Con este tacto inútil del poeta en el trance!...
¡El párpado vencido y los hijos hediondos,
Todo el prójimo que es hasta donde me alcance!...
¡Madre Furia, tú, que eres todo saber de mío!...
¡Tú, río desbordado que haces súbitos fondos!...
¡Tú, Madre, tú no sabes cuánto es el tacto mío!...
Yo no sé, porque soy. Si no fuera, sabría
El mi amor con su tacto, el por qué cae pelo
Todo sobre mi frente... el ajeno, el del cielo...
Todo porque no soy, que no soy mi alegría.
Y no sé qué soy. Cada filosofía
Me da una duda más de mi persona y celo.
Piensa con gruesos lentes y ningún recelo,
Y soy como cactus en una roca impía.
Y yo no sé decir todo lo que me digo.
Yo temo de mi voz, mi constante testigo,
El que me hizo la letra y rehace a cada instante
¡Cuánto vivir apenas, con la mano colgada,
Con dios que ya no se oye, como la carcajada,
Y con dios que ya asfixia como humo bastante!...
Y está como está Amor, por el último beso.
Somos de carne y hueso, sin fin y sin teoría
Que enseñe a ningún tacto a ser una alegría
Y está como está Amor, con su cuerpo y su peso.
Amor es el que está... el beodo en su exceso
O el mendigo, que está con la mano nadía,
O el que hiede a colonia con la mirada mía
O el que estuvo y no está como yo me estoy preso.
El instante es eterno. Uno no es otro: es uno.
Yo no soy mi vecino, yo no soy mi ninguno.
De arrabio personal, de acero latente.
Acero del vivir el día todavía...
La tierna sinrazón en la que yo me acuno;
¡Temo el hacer que impone la lenta poesía!
Es como el Río, que es y que pasa y que toca
Y que se está siempre el mismo, como otra vida mía.
Yo amo al Río, mi padre, el que hizo mi alegría
Y mi desesperanza y a la mía otra boca.
Así es mi vida, así es, que corre por la roca
Blanda o dura, como flora de acaso o todavía,
O espejismo tal vez de la carne nadía,
Y todo es, tan todo, a distancia tan poca...
El río es como soy, no sé más. Si supiera
Yo me sabría adónde y por qué soy mi sino,
Con mi fondo de real y lampo de quimera.
Quien no vivió tragedia, no nació. Y ando quieto,
Contando con los pies mensuras del camino,
Y Callando ‒¡ay. Mi Muerte!‒ de feto de secreto.
Y yo soy como soy... sobre el peligro estante.
No hay otro dios que el mío, porque nunca varío.
Porque nada que lo es, lo es sino es lo mío,
Y yo me soy, doquiera, con el ojo distante.
Uno me echa el sombrero; otro me hurta el guante
Y yo sigo mi curso como lo sigue el río.
¡Es tan tarde morir entre gana y desvío!...
¡Y yo soy el que soy... mi peligro bastante!
Dios existe, sin duda. ¿Por qué soy si yo dudo?
¡Si dudo de existir, con la mano colgada!...
¡Llamar a golondrina, conversar con el mudo!...
La poesía es diurna y es clara: es que no sé.
Sólo que es un algo lo que llamamos nada.
Dios existe, sin duda; ay, ¿pero para qué?...
Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata
la cremallera de un paisaje. El cielo abre sus
párpados, instante en que no sabes si acabas de
partir o estás a punto de llegar. No sabes si
el mundo huye de ti o eres tú velocidad de fuga
entre sus fauces. Te abandonas al presagio de una
selva lejana, esperas el placer de su espesura.
Aquí tienes una caja,
una caja grande
con una etiqueta que dice
caja.
Ábrela,
y dentro encontrarás una caja,
con una etiqueta que dice
caja dentro de una caja cuya etiqueta dice
caja.
Mira adentro
(de esta caja,
no de la otra)
y encontrarás una caja
con una etiqueta que dice...
y así sucesivamente,
y si sigues así,
encontrarás
tras esfuerzos infinitos
una caja infinitesimal
con una etiqueta
tan diminuta,
que lo que dice
se disuelve ante tus ojos.
Es una caja
que sólo existe
en tu imaginación.
Una caja perfectamente vacía.
“Tienen que decirles lo que nos va a pasar. Despídanse. Pero cuando se despidan, díganselo como si desde el otro lado del teléfono estuvieran agarrando su mano. Háganles saber que si sueltan esa mano, morirán. Debemos avergonzarlos para que nos ayuden”
Del guión de Hotel Rwanda, de TERRY GEORGE
Pero recuerda cómo nos miraba
recuerda aquellos ojos con vocación de hilo
anudándose al cuello de una esperanza idiota
Recuérdalo
el pez se ahogaba dentro de un cajón
sin ayuda de nadie Sus escamas
Sobre ellas brillaba todavía el océano
o los últimos besos del océano
o era que en sus espasmos se encendía la muerte
como el flash de una cámara
Se hundía en el oxígeno Se sumergía
en el escaso aire del cajón entreabierto
Y acuérdate de cómo nos miraba
maldita sea con qué lentitud
con esa lentitud en línea recta
con que algunas verdades nos sacuden
Y nosotros
que aún éramos niños
mirábamos su muerte desde el vientre de un tigre
Protestábamos Ayúdenle Se asfixia
Muerde el aire y ustedes tan parados
Pero debe existir algo así como un túnel
donde enterrar los ojos
un túnel de lavado de todas las conciencias
Ya se verá dijeron
no será que ese pez se ahoga en cualquier parte? Eso dijeron
al tiempo que mi madre nos cerraba el cajón
MARIO CUENCA SANDOVAL (Sabadell, Barcelona, 1975-)
¿Y si de pronto huyeran
el valor y el destino
-como alas- de este pájaro
que me lleva a los vientos
o a la muerte?
Tal vez mañana mismo.
Si de pronto volara
de mi pecho
el corazón, cayera
como llave en un pozo:
¿Tú abrirías la puerta, cruzarías
al umbral a mi paso señalado?
Buscando entre los muertos
Es a ti a quien hablo,
a ti que creces
como una larga herida
en mi memoria, a ti que ignoras
como yo
los tatuajes de mi brazo. Es
a ti a quien hablo.
El cuerpo del hermano.
Bajo mi cuerpo
tiéndete, acerca tus oídos
a la tierra: ¿Oyes cómo mis manos
te acarician, como el mar suena
todavía
desde tu corazón?
Nuestro cuerpo encontremos.
Tras la puerta, otro fuego
devora las montañas,
los sueños
y los hombres. No digas
nunca: "hay tiempo,
hay tiempo". Tal vez
mañana mismo,
buscando entre los muertos
el cuerpo del hermano,
nuestro cuerpo encontremos.
Cesar Calvo
En el umbral oscuro la copa destelló
y en mi mirada se adentró
la filigrana de la plata.
Bebe ,dijo su portador:
Y bebí sus ojos en el vino.
Y bebí el vino en sus labios.
Y él bebió sus labios en los míos.
Y encendí las velas.
Desplegó una sábana azul
que abarcaba los ocho cielos
salpicados del oro de los astros
y me envolvió y a sí mismo, en ella.
Y como el entero firmamento
me abrazó.
Y se adentró en mi vida
y en aquella noche
la deshojó hasta la tersura del alba.
Con el tacto del más leve pétalo
se dobló su cabeza en mi cuello,
sus bucles negros
emitían un aroma de abismo.
Y por su boca
besé yo la muerte,
y en torno a mí
replegó las alas.
La luna se quebró
en vertientes de nieve.
Los arrecidos astros desmayaron.
La gravedad estalló.
Un torbellino urente
abrió su espiral
a lo infinito.
Lluvias de meteoros
abrasaron los círculos
de la oscuridad.
-¿Pandora volverá?
-Pandora vuelve:
polvo de plata esparce el viento
por bosques y abalarios.
Un esquife resbala
por el lago inclinado:
Otra especie
que se nos va: el saberlo
no oculta al sol: Que sea bienhallada
la hija de lo múltiple.
Más cerca
ya el azul sin reproches, el todo sin dolor:
el paraíso
Nunca se hubo perdido. La memoria nos
sobra
cuando vuelve, regresa
la que sembró de mal el pensamiento-
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida
paralela a la de ella,
hasta que se encontraron
en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella
con ansia radical.
< Pero puedes llamarme hipotenusa >>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí.
Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia
trazando ,
al sabor del momento
y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar,
más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos
al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas para el futuro
soñando con una felicidad
integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante y tres conos
muy graciosillos
Y fueron felices
hasta aquel día
en que todo se vuelve al fin
monotonía.
Fue entonces cuando surgió
El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella,
una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo,
una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción
la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espurio pasó a ser
moralidad
Como en cualquier sociedad.
Comentarios
Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Cómo si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan.
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.
Roberto Bolaño
Sobre mi mala educación
Cuál es cuál, cuál es el cómo?
Quién sabe cómo conducirse?
Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.
Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.
No sé qué hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
pero dónde pongo el anillo?
Qué pavorosa incertidumbre!
Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.
—Me parece conocer a usted.
—No es usted un contrabandista?
—Y usted señora no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin cesar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
—Voló porque tenía alas.
—Y usted continúa terrestre.
—Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
no podríamos quemarla ahora?
Resultaría palpitante!
Otra vez en una Embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
cómo puedes andar vestida?
Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.
Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.
Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aún así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.
Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saque a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.
Adiós porque vengo llegando.
Buenos días, me voy de prisa.
Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.
Pablo Neruda
Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.
Paul Verlaine
Abrazo, Juancho
Las palabras son una música hermosa.
Las palabras se reflejan como en el agua.
Música de agua,
sonora en el claro,
lejos de los botes,
las hojas, los pájaros.
Buscan un lugar
donde quedarse y comer—
ningún significado,
ninguna conclusión.
Robert Creeley
La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece -color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas.
Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré
con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.
Jaime Gil de Biedma
Este otoño que tanto te quiero
te regalo la lluvia.
La lluvia es todo:
es canción triste, es compañía,
es llanto persistente sobre todo el paisaje,
es la caricia que hace temblar el suelo
y elevar el sexo de las flores.
Es la orden húmeda que implanta
los más espesos olores.
Te la regalo porque es como tú,
extensa, repentina,
de estatura cansada por el sol de la tarde,
de ojos también cayéndose camino del invierno
y porque en ella yo me siento tan dulce
como me siento en ti.
De todo lo que vuela y nos hace sufrir
nada más compasivo y simple que la lluvia,
y nada tan frágil y a la vez tan invicto
y nada como su misma promesa de frutos y verdor.
Mírala, como un mar derrumbado,
como ruinas de una atmósfera de agua que existió.
Muchas veces
me empapa de nostalgia y me hace nudos
que escuecen al tragar.
Será porque la lluvia
cubre bosques que has amado conmigo,
nos ha mojado juntos, imparcial, minuciosa,
en lejanas provincias junto al mar.
Ya para siempre tendrás lo que te he dado,
de mi regalo nunca podrás huir
ni devolvérmelo.
Y cuando llueva, cada gota en tu cuerpo será un beso,
un beso que no pide nada a cambio,
que atravesará los impermeables, los paraguas,
diciéndote con su idioma monótono y dormido
que te quiero.
José María Parreño
No hay lugar para la huida, ángel
del deseo.
Ellos, que dicen que son fantasmas,
siguen haciendo malas artes,
influyen, lo hacen bien,
estorban la huida, ángel
del deseo. Me corrompen.
Adonde fuera, el sol o la lluvia
me perseguirían como un testigo;
adonde me quedara,
ellos,
que dicen que son fantasmas,
mandarían cartas anónimas, desapasionadas
o donde la pasión
ocupa un lugar antiguo, de pacotilla.
Ahora, dicen,
el cielo se resquebraja tanto como
el suelo,
la gente lee libros trágicos,
sueña con llanuras que parecen desiertos.
Ahora, dicen, todo ha terminado.
Y yo quería un lugar,
un toque
de infancia,
una frase verdadera.
Irene Gruss
Dormida,
en tu cansancio sólo hay cuerpo,
la materialidad del día grávido.
Soy yo quien imagina alma en tu alma,
la invento con mirar,
rozo tu sueño y eres toda
la que ni tú ni yo sabemos que eres.
Amanece lo exacto sin nosotros,
que nos quedamos fuera de su peso,
temblor de sol en la ventana.
Esta penumbra nos inhibe
de brusca realidad,
aunque amanezca.
Alma es dejar de ser
en algo
y amanece.
Alvaro Garcia
Hay una geografía de la mente.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.
No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.
Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.
Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.
Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.
Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.
Carlos Marzal
Las huellas de tus dedos
no se ven en las torres.
Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
pisada.
Dentro del corazón está la muerte
como una runa blanca de ceniza.
Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.
Detente ante la tumba
donde los dos estamos.
J. E Cirlot
REALIDAD, EL ÁNGEL QUE ME GUÍA
Sobre la soledad estuve, nunca en ella.
Bajo la soledad estuve, y se concibe,
Soledad es esquiva, como aquel que la vive
Y acompaña, tenaz, en estrecho y sin huella.
Soledad es persona real como la estrella,
o el aire, como quieras, adonde el tú, Yo, arriba,
siempre arriba o debajo: soledad no se escribe.
Soledad es la costa donde brota la estrella.
No lo expliques. Tú dilo, Yo Mismo, simplemente,
gutural y preciso como el agua de fuente.
Que de la soledad nunca se sabe nada.
Es un vieja dura, y es la flor como rosa.
No lo expliques; Mi Amor, el Amor que se goza…
Soledad es real…una hora acabada…
Porque la Poesía es como el Ser: de instante.
Es un vivo sin cuerpo y una mano colgada.
El Ángel, que si es, nunca se sabe nada,
Porque nada es sin tacto, y, si lo es, no es bastante.
Y tú miras las cosas sin duda…de adelante…
Las durezas sin ti, sin tu eterno y tu nada
Y tú quieres se dios con el codo y el cada,
distinguiendo, Yo Mío, este yo de mi estante!
Pero la poesía es como la mañana,
Y no sabes si es real o no sabes si es gana
de no sé qué, Amor Mío, ti, mi naturaleza!
Pero la poesía es como mi pañuelo,
adjuntado a los párpados inmensos del desvelo
con una luz adentro, que no veo y me pesa…
¡Peligro, hermano mío!…Nacidos de natura
los dos, como este uno que es el fantasma
humano!
¡Peligro…mi peligro, empiñado en mi mano
Mi puño…y todo es porque Dios dura y dura…
Nunca es mi peligro como fruta madura
que cae y se corrompe, como es tan simple y llano.
Mi peligro está verde cada vez…el hermano
que nunca nacerá, que la Vida es futura…
¡Cuánta muerte viví, que no lo sé de veras!
¿Qué peligro no estuvo como si no estuvieras
O fueras…este yo que no sé cómo atrapo!
¿Sí, con trapo de sastre y otra muerte cosida
Y una rosa a lo alto, fea y desconocida
Y Chopin, que digita, o como brinca el sapo…
Martín Adán
Él cree saber quién soy, y se equivoca.
Tú puedes desandar, paso por paso,
toda la historia, todos los detalles
que dibujen un rostro, pero no seré yo
quien esté dibujado en ese rostro,
aunque sea mi rostro el dibujado.
Cualquiera que no sepa de mí lo sabe todo.
Yo no sé quién soy yo, pero estoy en lo cierto.
Esta acumulación de paradojas
exige un comentario y una pausa.
(Las palabras se pueden urdir y desurdir,
hasta no decir nada, queriendo decir todo.)
Cualquier hombre es ninguno, y es legión
y es nadie y uno mismo.
Y ahora que ya lo sabes, date cuenta:
estás equivocado por completo.
Carlos Marzal
El villorrio.
Un tren detenido sobre el llanto.
En cada charco
.............................. duermen las estrellas sordas,
Y el agua tiembla.
cortinaje al viento
.....................................La noche cuelga en la arboleda.
En el campanario florecido
Una gotera viva
....................................Desangra las estrellas.
De cuando en cuando
Las horas maduras
...........................................Caen sobre la vida.
Vicente Huidobro
dentro era afuera
hilandera del azar
misericordiosa
fina trenza de concatenaciones
misericordiosa
inmensidad que nos alberga
entre sus brazos oscuros
a manos llenas
disposición
Luego el abrigo ajado de la mujer que baja la calle al final
de una guerra
trastabillando
ante la inminencia del semen
sus labios estremecidos y amoratados
Me mira con grietas desde el ruido de sus tacones
en la calle sólo existen ella
y su gusto
por el hambre
Sin separar los labios
mastico la verdadera unión
escupo luz
bajo la tapa
ante los ojos de todos
Yaiza Martínez
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
Julio Cortázar
¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia
de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra
en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan
con un temblor de la sangre, con una nada. También
el cuerpo
que se tendió a tu flanco te busca en esta nada.
Era un juego liviano pensar que un día
la caricia del alba emergería de nuevo
cual inesperado recuerdo en la nada. Tu cuerpo
despertaría una mañana, enamorado
de su propia tibieza, bajo el alba desierta.
Un intenso recuerdo te atravesaría
y una intensa sonrisa. ¿No regresa aquel alba?
Aquella fresca caricia se habría apretado a tu cuerpo
en el aire, en la íntima sangre,
y habrías sabido que el tibio instante
respondía en el alba a un temblor distinto,
un temblor de la nada. Lo habrías sabido
igual que, un día lejano, supiste que un cuerpo
se tendía a tu lado.
Dormías con ligereza
bajo un aire risueño de efímeros cuerpos,
enamorada de una nada. Y la intensa sonrisa
te atravesó abriéndote los ojos asombrados.
¿Nunca más regresó, de la nada, aquel alba?
Cesare Pavese
La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta
Ahora
y no mañana
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.
Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.
Oliverio Girondo
Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.
Julia Prilutzky
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Luis Cernuda
Mana. Se detiene. Fluye.
Sale y de nuevo se detiene.
Un manantial vacilante
en el patio del monasterio.
Es la región de Ladakh, «la tierra
de los hijos de la luna». Has llegado aquí
por el río de la luna, el Chandar,
a través del lago Chandartal.
Tiksa se llama el pueblo,
Tiksa Gumpa se llama el monasterio,
y la mujer se llama María. Eres
al único que recuerda.
El que besó sus pies.
Y se refiere a ti.
Tú. Acércate a mí.
¿Sabías que aquí en Ladakh
existe la costumbre
de casar a una novia
con dos o tres hermanos?
Eres al único que recuerda.
Fluye. Vacila. Se para
y vuelve a salir. Un manantial
en una esquina del patio del monasterio.
La piedra aquí no está tallada
está revocada de blanco y rojo
el monasterio se llama Tiksa Gumpa
y María se llama la mujer. Acércate
a mí. No temas. Te estoy
hablando a ti. Esta noche
mis labios abrirás. Esta noche
estaré contigo. Tiksa Gumpa
se llama el monasterio y el lago se llama
Chandartal.
Amos Oz
Diario de poeta
Es trágico porque es... si no fuera, sería
Una puerta de casa que nunca fue golpeada,
Hecha de dios humano por deseo o patada.
Todo es trágico. Amor, todo hasta una alegría.
Nietzsche lo supo... el único de la Filosofía
Que miró el frontón griego con primera mirada,
Con sífilis, ignota, con su ciencia asentada.
Con dada eternidad como si fuera mía...
Quise morir la vez sobre los espaldares
De los asientos, y era otra vez otra vida,
Quise morir mi vida, ¡y es tantas, y se olvida!...
Porque yo soy el Otro cada vez, y me mato
Como a eterno enemigo y me huyo por los mares
Y las tierras y los cielos, sí, de mi arrebato...
La vida no se elige: la vida se padece.
¡Ay, cuánto sé que creo!... ¡y el saber se me olvida!
¡Y cada mañana es como a su fin la Vida!
¡Y me estoy esperando al principio que empiece!
Y así voy todo tiempo porque la uña crece,
Porque aún soy la sombra de cada escena sida...
Y vivo, porque soy eterno entre la ida
Cosa y la por venir como entre zeta y ese...
Dios es tenaz, tenaz como su creatura.
Y la mujer que lava la ropa del esposo
Y el agua que se está contenida e impura...
Y la vida es eterna, aunque yo no lo diga.
Y la vida es lo que soy, en el llanto o el gozo.
Y la vida es cualquier instante que se siga.
Dios es uno y no más. Y el uno hace el hijo
Y la mujer, así perfecta la corbata...
Y el Poeta está haciéndose de lo que desbarata.
Y todo fue creado antes de lo prolijo.
Y el artista se está con su lente y su alijo
Y alguna florecilla ya se entreabre en la mata.
Dios es uno no más, como es una rata
O una puerta o una muerte, como dicen que dijo...
¡Unidad, alma mía, que no toca siquiera!...
¡Que no alcanzo ni pienso con mis filosofías!...
¡Unidad, unidad, para una primavera!...
¡Y yo quiero creer, y no creo, Almas mías,
Sujeto a mi camisa, real y verdadera,
Leyendo en calendarios los tiempos y los días!...
Y con toda conciencia, rezo mis oraciones.
Y con toda conciencia soy un hombre vestido.
¡Porque mi muerte tarda, porque es poco mi olvido,
porque mi duda no es entre tantas razones!...
Y yo he de serme vivo... opinionen, botones,
Una calle sin nombre y otra con él, leído...
E irme con la mujer de ánimo distraído,
Y ser mañana aquél de sus obligaciones...
¡Yo nunca fui Unamuno! ¡Huyo ante lo perfecto
Como huye la liebre del cazador previsto...
El pequeño animal, tan seguro y tan recto!
Vivo como Unamuno, que Dios nos hizo a todos:
Mas el sabio no sabe cómo estaba previsto,
Que uno es una miseria de ciudades y codos.
Yo pienso como pide el mendigo: la cosa
Que se da la bendice, con el ceño arrugado;
Que somos carne y hueso de algún yo no arreglado
Según su propio ser y como no es la rosa.
Poesía no basta. Nada basta o reposa.
Contra mí, están todos los míos conjugados;
Estos cinco sentidos, estos íntimos lados,
Esta ave que se vuela sobre mí y no se posa...
Mi temor de haber sido, y esta mano cualquiera
Que es una mía y yerra como no yerra el tacto...
Y este día y el otro, como si todo fuera...
Sin curar de impulsión y sin curar de impacto...
¡Y a cada instante ser sin ser divino el Acto!...
¡Yo, carne que se suda, haciéndome lo exacto!...
Esas gitanas, todas, tan hediondas, tan bellas...
En donde está mi vida... la lengua sepultada...
¡No sé qué de lascivo de micarne cansada!...
¡Y no sé ningún nombre de gitanas aquellas!...
¡Porque de real que pasa, nunca quedan ni huellas,
Y los naturalistas redoblan su mirada,
¡Ay, porque lo real jamás duró tan nada,
Y yo yazgo en gitana como en todas las Ellas!...
¡Sí, por mi oreja absurda, de oído de poeta!...
¡Sí, porque yo no soy sino dedo que escribo!...
¡Sí, porque me enseñaron desde la a a la zeta!
¡Y mi gitana hiede, tremendamente pura,
Yaciendo, no conmigo, sino con el que se vive,
metiéndole su lengua y su buenaventura!
¡Déjame, Tiempo, ser con mi soy y mi gana!
¡Callando... tan veraz como el niño al dedito!...
¡Déjame ser así como el silencio al grito
Y esperar como el todos que ya sea el mañana!
¡Contra toda gramática, como toda flor sana
Que nació de la espora, con saber infinito!...
¡Yo nazco cada vez, y cada vez me agito
Con la torpeza propia de cada dios que emana!
¡Déjame, Tiempo, ser, porque tiempo no bastas!...
¡Yo, hacedor de dioses, entre seres iguales!
¡Yo, todo de dios írrito entre las putas... castas!
¡Y yo llamado a ser como es mi vecino,
Con su ventana, limpia, de esmerados cristales!...
¡Y yo, llamado a estar como el dios que no vino!...
Desvestido, furioso, ya como cuerpo humano,
Como dios con la lágrima gorda, yo repetía.
¡Es tan sin fin vivir un día y otro día
Y aprender la lección y lavarse la mano!...
Y no vale el vagar, porque encuentro a Fulano,
Su corbata correcta, que me dice el buendía.
¿Adónde está, Dios Mío, verdadera agonía,
por la que me muera de verdad y no en vano?
¡Con este tacto inútil del poeta en el trance!...
¡El párpado vencido y los hijos hediondos,
Todo el prójimo que es hasta donde me alcance!...
¡Madre Furia, tú, que eres todo saber de mío!...
¡Tú, río desbordado que haces súbitos fondos!...
¡Tú, Madre, tú no sabes cuánto es el tacto mío!...
Yo no sé, porque soy. Si no fuera, sabría
El mi amor con su tacto, el por qué cae pelo
Todo sobre mi frente... el ajeno, el del cielo...
Todo porque no soy, que no soy mi alegría.
Y no sé qué soy. Cada filosofía
Me da una duda más de mi persona y celo.
Piensa con gruesos lentes y ningún recelo,
Y soy como cactus en una roca impía.
Y yo no sé decir todo lo que me digo.
Yo temo de mi voz, mi constante testigo,
El que me hizo la letra y rehace a cada instante
¡Cuánto vivir apenas, con la mano colgada,
Con dios que ya no se oye, como la carcajada,
Y con dios que ya asfixia como humo bastante!...
Y está como está Amor, por el último beso.
Somos de carne y hueso, sin fin y sin teoría
Que enseñe a ningún tacto a ser una alegría
Y está como está Amor, con su cuerpo y su peso.
Amor es el que está... el beodo en su exceso
O el mendigo, que está con la mano nadía,
O el que hiede a colonia con la mirada mía
O el que estuvo y no está como yo me estoy preso.
El instante es eterno. Uno no es otro: es uno.
Yo no soy mi vecino, yo no soy mi ninguno.
De arrabio personal, de acero latente.
Acero del vivir el día todavía...
La tierna sinrazón en la que yo me acuno;
¡Temo el hacer que impone la lenta poesía!
Es como el Río, que es y que pasa y que toca
Y que se está siempre el mismo, como otra vida mía.
Yo amo al Río, mi padre, el que hizo mi alegría
Y mi desesperanza y a la mía otra boca.
Así es mi vida, así es, que corre por la roca
Blanda o dura, como flora de acaso o todavía,
O espejismo tal vez de la carne nadía,
Y todo es, tan todo, a distancia tan poca...
El río es como soy, no sé más. Si supiera
Yo me sabría adónde y por qué soy mi sino,
Con mi fondo de real y lampo de quimera.
Quien no vivió tragedia, no nació. Y ando quieto,
Contando con los pies mensuras del camino,
Y Callando ‒¡ay. Mi Muerte!‒ de feto de secreto.
Y yo soy como soy... sobre el peligro estante.
No hay otro dios que el mío, porque nunca varío.
Porque nada que lo es, lo es sino es lo mío,
Y yo me soy, doquiera, con el ojo distante.
Uno me echa el sombrero; otro me hurta el guante
Y yo sigo mi curso como lo sigue el río.
¡Es tan tarde morir entre gana y desvío!...
¡Y yo soy el que soy... mi peligro bastante!
Dios existe, sin duda. ¿Por qué soy si yo dudo?
¡Si dudo de existir, con la mano colgada!...
¡Llamar a golondrina, conversar con el mudo!...
La poesía es diurna y es clara: es que no sé.
Sólo que es un algo lo que llamamos nada.
Dios existe, sin duda; ay, ¿pero para qué?...
Martín Adán
Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata
la cremallera de un paisaje. El cielo abre sus
párpados, instante en que no sabes si acabas de
partir o estás a punto de llegar. No sabes si
el mundo huye de ti o eres tú velocidad de fuga
entre sus fauces. Te abandonas al presagio de una
selva lejana, esperas el placer de su espesura.
Amalia Iglesias
Aquí tienes una caja,
una caja grande
con una etiqueta que dice
caja.
Ábrela,
y dentro encontrarás una caja,
con una etiqueta que dice
caja dentro de una caja cuya etiqueta dice
caja.
Mira adentro
(de esta caja,
no de la otra)
y encontrarás una caja
con una etiqueta que dice...
y así sucesivamente,
y si sigues así,
encontrarás
tras esfuerzos infinitos
una caja infinitesimal
con una etiqueta
tan diminuta,
que lo que dice
se disuelve ante tus ojos.
Es una caja
que sólo existe
en tu imaginación.
Una caja perfectamente vacía.
Hans Magnus Enzensberger
“Tienen que decirles lo que nos va a pasar. Despídanse. Pero cuando se despidan, díganselo como si desde el otro lado del teléfono estuvieran agarrando su mano. Háganles saber que si sueltan esa mano, morirán. Debemos avergonzarlos para que nos ayuden”
Pero recuerda cómo nos miraba
recuerda aquellos ojos con vocación de hilo
anudándose al cuello de una esperanza idiota
Recuérdalo
el pez se ahogaba dentro de un cajón
sin ayuda de nadie Sus escamas
Sobre ellas brillaba todavía el océano
o los últimos besos del océano
o era que en sus espasmos se encendía la muerte
como el flash de una cámara
Se hundía en el oxígeno Se sumergía
en el escaso aire del cajón entreabierto
Y acuérdate de cómo nos miraba
maldita sea con qué lentitud
con esa lentitud en línea recta
con que algunas verdades nos sacuden
Y nosotros
que aún éramos niños
mirábamos su muerte desde el vientre de un tigre
Protestábamos Ayúdenle Se asfixia
Muerde el aire y ustedes tan parados
Pero debe existir algo así como un túnel
donde enterrar los ojos
un túnel de lavado de todas las conciencias
Ya se verá dijeron
no será que ese pez se ahoga en cualquier parte? Eso dijeron
al tiempo que mi madre nos cerraba el cajón
MARIO CUENCA SANDOVAL (Sabadell, Barcelona, 1975-)
.
.
.
PREGUNTAS Y PENUMBRAS
¿Y si de pronto huyeran
el valor y el destino
-como alas- de este pájaro
que me lleva a los vientos
o a la muerte?
Tal vez mañana mismo.
Si de pronto volara
de mi pecho
el corazón, cayera
como llave en un pozo:
¿Tú abrirías la puerta, cruzarías
al umbral a mi paso señalado?
Buscando entre los muertos
Es a ti a quien hablo,
a ti que creces
como una larga herida
en mi memoria, a ti que ignoras
como yo
los tatuajes de mi brazo. Es
a ti a quien hablo.
El cuerpo del hermano.
Bajo mi cuerpo
tiéndete, acerca tus oídos
a la tierra: ¿Oyes cómo mis manos
te acarician, como el mar suena
todavía
desde tu corazón?
Nuestro cuerpo encontremos.
Tras la puerta, otro fuego
devora las montañas,
los sueños
y los hombres. No digas
nunca: "hay tiempo,
hay tiempo". Tal vez
mañana mismo,
buscando entre los muertos
el cuerpo del hermano,
nuestro cuerpo encontremos.
Cesar Calvo
Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre
Oscar Hahn
En el umbral oscuro la copa destelló
y en mi mirada se adentró
la filigrana de la plata.
Bebe ,dijo su portador:
Y bebí sus ojos en el vino.
Y bebí el vino en sus labios.
Y él bebió sus labios en los míos.
Y encendí las velas.
Desplegó una sábana azul
que abarcaba los ocho cielos
salpicados del oro de los astros
y me envolvió y a sí mismo, en ella.
Y como el entero firmamento
me abrazó.
Y se adentró en mi vida
y en aquella noche
la deshojó hasta la tersura del alba.
Con el tacto del más leve pétalo
se dobló su cabeza en mi cuello,
sus bucles negros
emitían un aroma de abismo.
Y por su boca
besé yo la muerte,
y en torno a mí
replegó las alas.
La luna se quebró
en vertientes de nieve.
Los arrecidos astros desmayaron.
La gravedad estalló.
Un torbellino urente
abrió su espiral
a lo infinito.
Lluvias de meteoros
abrasaron los círculos
de la oscuridad.
Clara Janés
-¿Pandora volverá?
-Pandora vuelve:
polvo de plata esparce el viento
por bosques y abalarios.
Un esquife resbala
por el lago inclinado:
Otra especie
que se nos va: el saberlo
no oculta al sol: Que sea bienhallada
la hija de lo múltiple.
Más cerca
ya el azul sin reproches, el todo sin dolor:
el paraíso
Nunca se hubo perdido. La memoria nos
sobra
cuando vuelve, regresa
la que sembró de mal el pensamiento-
Aníbal Núñez
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida
paralela a la de ella,
hasta que se encontraron
en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella
con ansia radical.
< Pero puedes llamarme hipotenusa >>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí.
Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia
trazando ,
al sabor del momento
y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar,
más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos
al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas para el futuro
soñando con una felicidad
integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante y tres conos
muy graciosillos
Y fueron felices
hasta aquel día
en que todo se vuelve al fin
monotonía.
Fue entonces cuando surgió
El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella,
una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo,
una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción
la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espurio pasó a ser
moralidad
Como en cualquier sociedad.
Millôr Fernandes