Las empresas siempre saben lo que quieren. Conocen sus objetivos y leen también nuestros más recónditos deseos, como si estuviésemos hechos de algún material transparente en lugar de carne y hueso. Las conexiones de nuestras sinapsis ya no son ningún secreto para ellas, de hecho, cada pensamiento que proyectamos ya está inducido y condicionado por algún estímulo creado, los fines pueden ser múltiples.
Al principio pensamos que nos estaban haciendo un favor con la venta del nuevo modelo de teléfono bioresponsive, se presentó como otro producto revolucionario más que nos haría la vida sumamente sencilla y placentera. Solo bastaba con insertárselo en el lóbulo frontal y listo. El único precio a pagar era el de nuestras mentes y a nadie le importó, ya que habíamos dado por perdida nuestra privacidad hace mucho tiempo. Lo que nunca pudimos imaginar fue la terrible revelación que esa máquina del infierno trajo consigo. La especie humana descubrió aquel día que no somos más que un conjunto de datos programados por alguien superior a nosotros, un Dios informático que no habíamos concebido en ninguna religión.
Nuestras vidas son códigos prestablecidos y calculados con una frialdad matemática y eso es algo que nos atormentará hasta el final de nuestros días, hasta el final de esa cadena de caracteres y números carentes de emociones reales. Todo ha sido una farsa digital, una simulación donde jamás contamos con un libre albedrío, no tuvimos voz ni voto en nuestras decisiones. Hasta nuestro sufrimiento está planificado y responde a alguna retorcida operación. Sin embargo, eso no ha sido lo peor del asunto, lo que realmente me saca de mis casillas es ver cómo a la gente le preocupa más el próximo lanzamiento del bioresponsive plus, capaz de proporcionar las mejores compras online vía cerebral para poder llevar la última moda de este verano, mientras se toman su capuchino de treinta eurodólares.
Por Pedro Plasencia (
@mrplas)
Comentarios
La industria y los gobiernos están fomentándolos (mientras, se dan golpes en el pecho).
¿Barreras éticas y legales? Repartirán aspirinas para prevenir tumores cerebrales. Ahí pararán esas barreras.
La caja de Pandora no puede cerrarse.
Hace veinte años, el Internet todavía estaba en pañales y miren cuando ha avanzado hasta ahora, en el 2023.
¿Qué veremos dentro de diez años? Creo que la realidad nos dejará pasmados.