Ufff, Ignacio. Me ha dado repeluz la impasibilidad del protagonista. Mientras le avisan que todo se hunde, él se dedica a las papas fritas y los pepinillos. La observación, en tanto sacan a rastras a sus vecinos, y se queja de que ya no le quedan rivales para jugar, me parece un excelente refuerzo. Por un momento imaginé que también irían a tocarle la puerta a él (cosa que sobrevuela en el final).
Una cosa que valoro mucho es que no hay un mensaje "moralista", no hay un discurso sobre lo que está bien y lo que está mal. Es el apocalipsis, y el personaje se comporta como un músico del Titanic.
Me pareció brillante.
Ya leeré otros cuentos.
Saludos,
Marcelo
28 de junio