En estos momentos hay más gente escribiendo que en los últimos diez siglos. Digo "gente escribiendo", que no escritores.
Miles de obras planas, con menos enjundia que cualquier culebrón televisivo. Personajes de cartón donde los buenos son buenísimos y los malos malísimos. Díalogos de pena, donde el autor hace de mal ventrílocuo. Ambientes cutres, sin el menor esfuerzo por hacerlos creíbles.
Por el tipo de obras, creo que "La guerra de las galaxias" y "Juego de tronos" han hecho más daño a la literatura que todas las persecusiones y quema de libros desde la biblioteca de Alejandría.
Gente que pretende escribir, pero que no han leído un libro en su vida; que se niega a aprender el oficio aunque se le muestren sus errores en la cara (tienden a ofenderse de mala manera).
También los posee el ansia de ganar fama y pasta... en plataformas donde ese tipo de textos es más común de lo que sería recomendable.
Me pregunto si escriben para que los quieran, para no aceptar su insignificancia, para que los aplaudan, para que les digan que son geniales e inigualables (como otro millón de autores).
Yo les sugeriría que dejaran de lado a elfos y marcianos, que intentaran escribir sobre el perro del vecino, sobre el tic del panadero, o sobre las manías del farmacéutico de su barrio. Allí es donde se oculta lo verdadero, donde —supuestamente— no pasa nada extraordinario. Lo demás es entretenimiento que no deja poso en el lector.
Saludos,
Marcelo
Comentarios
Retomo tu última frase para contestar a esa pregunta que te haces de para qué escriben. Creo que muchos lo hacen/hacemos también por puro entretenimiento, para ellos y para sus lectores, y que no buscan nada más allá, ni fama ni dinero ni seguidores... ¿Que todo eso cae por arte de magia de esta sociedad anodina?, pues hicieron carambola.
La facilidad con que parece ponerse hoy en día un "libro" en el mercado, la facilidad con que parecen venderse, la facilidad y rapidez con que se obtienen halagos baratos con un simple clic colaboran a que nos encontremos esas "maravillas literarias".
Por otro lado nos hemos hecho más cómodos y menos exigentes, menos críticos a la hora de elegir lectura quizá. Incluso para pensar. Cuántas veces escucho a mi alrededor eso de "Yo es que leo para distraerme, no para pensar más".
Todo eso es mercado, pasatiempo, como una enorme sopa de letras, y un poco de palmadita al ego que desea ser alguien en medio de millones de nadies.
Cuánta razón tienes. Sin embargo quiero creer que la literatura, que no es eso, sigue estando ahí en medio de tanta publicidad de baratijas. Pero cuesta mas encontrarla.
Yo pretendo sumarme al club. La cuestión es que antes escribía con más "facilidad" y colgaba por aquí y por allá muy muy a la ligera. Pero cuanto más leo, cuanto más me esfuerzo por aprender a corregir a otros, cuanto más me esfuerzo por aprender a escribir mejor, más miedo me da no hacerlo bien y ser producto de bazar chino.
Claro que las críticas, las correcciones son importantes, necesarias para hacerlo mejor, o para mejor dejar de hacerlo, según el caso, pero a veces duelen, pinchan un poquito en ese ego inseguro y pusilánime, educado a base de elogios. Y nadie quiere pasarlo mal. Así que, unos rechazan la mínima crítica, otros no les hacen caso o cargan contra quien la hace, otros prefieren no exponerse a ello, y otros, tras el primer tachón en rojo, se echan atrás y desisten.
Me gusta mucho tu sugerencia. Esas pequeñas cosas de nuestro entorno que son las que lo hacen real y vivo, significativo, frente a tanta fantasía desbordada. Aunque todos a veces buscamos nuestra dosis de fantasía.
Me uno a tu queja, pero no te irrites, mi querido "corrector de textos", no te vaya a salir otro alumno enojado que cargue contra ti o, peor aún, se te altere el pulso.
Besos mil, Marcelo
Ana
PD: Contaré contigo cuando me atreva a retomar la pluma con la novela.
Se producen y despachan libros como rosquillas, cortados todos por el mismo molde, porque el criterio es vender (y a la par, fabricar e imponer dicho criterio, o la falta del mismo). Y vende lo ameno, estereotipado, fácil y rápido. Un poco el equivalente de la comida basura.
En la práctica se explica por el criterio universal comercial, en la teoría se justifica por el relativismo de moda. Abogar porque la literatura valga algo, exigir un bagaje cultural y calidad mínima a los escritores hoy equivale a ser purista, elitista, etc...
Opino lo mismo de la literatura fantástica y de género (hay excepciones, claro está). Rebajan el valor de la imaginación y del trabajo literario a su expresión más nimia y a la vez artificial.
Escriben porque venden y ganan, y esto es actualmente el filtro supremo de validación. No envidio lo más mínimo a los juntaletras que copan habitualmente las listas de bestsellers; me dan mucha pereza.
Totalmente de acuerdo con tu exposición.
Claro que hay buena —y muy buena— literatura actual (graciadió), lo que joroba es la hojarasca: el tipo que escribe "haber cómo sigo" y anuncia que va por su quinta ¡QUINTAAAA! novela.
Quizá en las escuelas deberían poner el acento, al menos, en la redacción.
En fin, cosas veredes.
Saludos cordiales.
Saravasti: hay foros donde lo principal es discutir cómo colocar esos textos en el mercado (así de triste).
Gades, haber si te animas.
Interesante planteo, Marcelo. Después de leer las reflexiones de Gades y Sarasvati, me gustaría abordar el tema desde otro costado; ensayar unas líneas que se acerquen al porqué.
Tras la lectura de tu escrito, pensé en la ceguera y la velocidad que asaltan nuestros días, esas que trastocan, a veces, las iniciativas más honestas. Queremos llegar rápido, siempre rápido, incluso al impreciso terreno llamado prestigio, donde el largo trayecto se vuelve inevitable. El «urgente» y el «ahora» no han sido los mejores aliados de las aspiraciones, lo sabemos. Aún me asombra leer en foros y grupos literarios los innumerables textos de escritores en función solicitando auxilio para salvar problemas elementales, demasiado elementales, diría; esos a los que, luego, los disgusta el contenido de la respuesta inesperada.
Otro aspecto que he observado, tanto en reuniones de escritores como en algunas comunidades virtuales, es el que refuerza la falsa idea de que el conocimiento es progresión cuantitativa. Me consta que cuando se desatiende el empeño orientado a consolidar aspectos cualitativos, la obra literaria corre el riesgo de volverse inoportuna y fuera de sentido. Abundan libros en los que no es difícil descubrir un profundo vacío en la formación profesional del autor, un vacío que se agudiza al fundirse con la obsesión de maravillar al lector.
Para concluir, me referiré a algunos talleres literarios y sus propuestas. No nos convierte en escritores idóneos el entusiasmo que nos anima a asistir a un workshop ni la genuina ilusión que quizá nos embargue tras haber concurrido; quien cree que dos o tres talleres intensivos transmutan a un aficionado en escritor competente está juzgando erróneamente. Presumir haber alcanzado el «profesionalismo» porque, desde la panza de un workshop, nos enseñaron el funcionamiento del gerundio de posterioridad es comenzar a edificar las bases de los futuros conocimientos sobre cimientos de celofán, una pauta nociva para el principiante que quiere aprender, pero lo es mucho más cuando ese concepto de «idoneidad» o «profesionalismo inmediato» parte de quienes organizaron el encuentro, cuando promotores y disertantes propagan entre los asistentes el germen de esa convicción.
Te dejo un abrazo, Marcelo. Gracias por acercarnos tu lúcido punto de vista.
Esos workshops venden fórmulas mágicas para volverte un profesional.
Tampoco faltan los gurús de algunos talleres que deciden lo que es bueno y lo que es malo. Así arruinan las expectativas legítimas de gente que sí busca aprender.
Un abrazo,
Marcelo
Ahí los has clavao.
Yo no tengo nada contra determinados géneros, lo que me pone del hígado es lo otro que comentas, la gente que se queda dando vueltas en el mismo lugar y no crece: se quedan en el dragón y la espada, pero debajo no hay nada.
Por favor, no te sientas aludido, tú mismo aclaras que, aunque te tiren esas historias (algunas muy buenas), no te has encasillado ahí, lo que es de elogiar.
De refilón tocas otra pata de la mesa: se va perdiendo la cultura de leer, eso en gran medida, es responsabilidad de padres y educadores que no la fomentan.
El resultado es lecturas livianas para lectores livianos.
Este tema también da para mucho.
La verdad, tenés razón.
También hay que decir que han cambiado los lectores: están menos exigentes, más dispersos y menos competentes. Y ante ese panorama, y si lo sumamos a la chatura casi general, es muy difícil buscar-encontrar escritores de calidad y belleza que sean contemporáneos.
Saludos.