Como siempre, aquí estoy yo, rebuscando entre mis recuerdos... Y por fin he encontrado algo
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Mi padre conoció a mi madre cuando todavía era joven, y por ello, en esa etapa en la que los novios se hacen cumplidos y regalos, y se dicen tiernas palabras de amor. Como digo yo, él nació en la edad de Franco, y no tenía ni un duro. Su primer aniversario se acercaba, y él lo sabía porque ella se lo había recordado hacía un par de días. Así que buscó como poseído algo en el sótano que pudiera servir de regalo, aun si era una reliquia familiar, sólo para salvar el bache.
Entre cajas y cajas de viejos cachivaches y trastos antiguos, acumulando polvo desde que fueron allí olvidados, le pareció ver algo brillante, y alargó la mano sin dudar para coger lo que fuera que hubiese visto, pensando en que posiblemente, fuese una joya. Pero no, para decepción suya era un muñeco de madera artesanal, pintado por mano experta pero desgastado por los años. Era grande, aproximadamente de la altura de un niño pequeño. Lo tiró a un lado, maldiciendo por lo bajo.
Cuando, extasiado de mancharse las manos de polvo y suciedad que se acumulaban, giró su vista al muñeco, un imperceptible escalofrío recorrió descaradamente su columna al ver que, desde esa posición antinatural (con las piernas hacia arriba y dobladas hacia atrás) su cabeza estaba dirigida a él, como si lo estuviera mirando, con esa sonrisa congelada al que su creador decidió dibujar, y esos ojos sin párpados que daban la impresión de ir a cerrarse en cualquier momento para volver a abrirse.
Pero, si no era eso, era nada.
Se lo regaló la fecha del compromiso, sin caja ni nada, sobriamente decorado con un lazo de regalo rojo brillante. Mi madre le cogió cariño y decidió llamarlo por el mismo apodo con el que apelaba a mi padre: Tato.
El Tato ya estaba colocado en mi habitación cuando yo nací. Me vigilaba día y noche, sin tregua ni descanso, sin cerrar nunca los ojos azules sin pupila que me causaban tanta inquietud. Y es que mi mente infantil creía verlo moverse, aunque nunca se desplazara de su sitio.
Una noche tormentosa de verano, un relámpago turbó mis dulces sueños y me hizo despertar, temblorosa y gimoteando. Mi madre acudió a mi cuarto, y no se le ocurrió nada mejor que colocar al Tato junto a mí, en la cama… Dejándome luego sola de nuevo. Así me quedé dormida, y cerré los ojos, aunque no quedé del todo inconsciente. Alcanzaba a oír la lluvia repiqueteando contra el alféizar de la ventana, y la fuerza del viento meneando los árboles. Y de pronto, una voz sobrehumana, que sonaba a metal oxidado mezclado con lo más siniestro que pudiera conocer, me susurró al oído:
- Buenas noches, Gabriela.
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Bueno, se me ocurrió porque sí tengo ese muñeco, y sí se llama Tato… y me da escalofríos :S Espero que haya sido de su agrado
Xao.
Comentarios
he disfrutado del relato y me he identificado mucho con él...te cuento un secreto??
cuando era pequeña le regalaron a mi mamá una muñeca de porcelana de esas de colección,con tirabuzones y ropas de encajes...total,que como no sabía donde ponerla,pues ala¡¡ a la habitación de la niña (osea yo) sé que mi madre lo hizo de buena fe,pero a mi me daba un miedo horrible,tenia la sensación de que no importaba en que lugar de mi amplia habitación me colocara,ahí estaba esa puñetera muñeca mirándome,aunque corriera de un lado a otro,no conseguía despistarla,siempre me miraba.....
como ves,no eres la única que tiene un pasado relacionado con un "muñeco".
un beso muy fuerte y sigue escribiendo que yo seguiré leyendote mi pequeña Barton.
Lo dicho Barton saludos y sigue deleitandonos con tu frescura
SALUDOS Y NOS LEEMOS
PD: marta g, en serio, cuando me comentas es la misma sensación que cuando me habla mi madre Un beso!!
Me ha encantado el relato, de verdad. También comparto esos miedos infantiles (me refiero a la edad en la que se crean normalmente), sobre todo a las muñequitas de porcelana. Solo quería comentarte una frase:
[FONT="]"Cuando, extasiado de mancharse las manos de polvo y suciedad que se acumulaban, giró su vista al muñeco, un imperceptible escalofrío recorrió descaradamente su columna al ver que, desde esa posición antinatural (con las piernas hacia arriba y dobladas hacia atrás) su cabeza estaba dirigida a él, como si lo estuviera mirando, con esa sonrisa congelada al que su creador decidió dibujar, y esos ojos sin párpados que daban la impresión de ir a cerrarse en cualquier momento para volver a abrirse."
Me ha resultado un poquitín larga esta frase y por consiguiente un poco liosa. Lo más importante es lo de la sonrisa...¿No crees que ese "al" sobraría?
Un abrazo y sigue escribiendo, por favor.
Windumanoth
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Directo y sin concesiones.