¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Tú has dejado de quererme, o nunca me has querido

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


Slo escritos erticos - Pgina 6 Escri168


Tú has dejado de quererme, o nunca me has querido

Tú solamente has querido de mí mi dinero, mi solvencia social y financiera y, sobre todo la protección que te he venido dispensando, pero que ya se acabó.

Sin embargo, hoy me gustaría que hubiese un poco de sorpresa, una sutil novedad en el aire quieto de esta alcoba. Pero tú no puedes evitar ser tú misma. Te gusta pisar fuerte. Tu llave siempre encaja en todas las cerraduras, como si tuviese el don de la infalibilidad.

Sigo leyendo mi libro, mientras tú, cabreada, caminas sobre el suelo de este cuarto, maldiciéndome porque crees que no te he comprado el reloj Rolex de oro y brillantes y el abrigo de pieles de visón, tan ansiados por ti desde tiempo. Tu presencia define la avaricia. Tú entera escapas a toda lógica.

Me fastidia que, con malos modos, empujes hacia el suelo la pierna que mantengo cruzada sobre la otra y que me sirve de apoyo para sostener el libro que leo desde años. Podrías ser más amable. Pero como sé cómo sigue esta historia, paso de reprochártelo. Te miro mientras tus dedos, “obligados por tu alta minuta”, abren la cremallera de mi bragueta y se meten más adentro explorando mis secretos. Y ahora me pregunto si alguna vez te he gustado. Suspiras falsamente, te enciendes un cigarrillo y sigues con tu comedia, como si lo que tienes entre tus indiferentes dedos no tuviese que ver con mi cuerpo.

El humo del cigarrillo invade la estancia, mientras aposentas tu hermoso trasero en la cama, después de retirar el cenicero atiborrado de colillas. Me resulta despreciable el ver cómo tu respiración se acelera teatralmente, al tiempo que “la” que está tocando aumenta de volumen. Debo reconocer que al menos has tenido la delicadeza de sacármela al aire antes que estalle la tela de los calzoncillos. Me gustaría saber por qué me miras el pene con tan asqueada mirada en tus ojos, mientras tus dedos se desplazan con rudeza sobre la piel, tersa y caliente.

Dejo descuidadamente el libro sobre el suelo. No me preocupa saber por dónde he dejado la lectura porque podría recitar capítulos enteros. Pero esto me da igual en este momento. Ahora lo que me importa es recostarme sobre la cama y separar las piernas para gozar el espectáculo de tu boca trabajándose mi miembro, que verterá enseguida parte de mi alma, grumos que empezarán a descender desde lo más alto de mi cumbre en busca de un lugar cálido.

Jamás dejará de sorprenderme el contraste entre tu naturaleza burda e incontenida y el brillo de tu piel, casi transparente, como también el aparente absurdo que existe entre tu vocación indecente y el color delicado de la gema que meses atrás adorabas.

No sé qué haces aquí ni quién te trajo. Espero con desespero el día que sea capaz de negarme a probar lo que me ofrece tu cuerpo, cuando, al fin, te quitas tus elegantes prendas y exhibes una completa desnudez en esta alcoba fría, y no porque no haya calefacción.

Me es imposible pasar por alto los escalofríos que me recorrían mientras te inclinabas y me la lamías. Pero hoy no es a mí a quien se la lames, aun tus ojos pretendan ofuscarme. Ahora estás pensando en algún otro gilipollas como yo. Ahora calculas más y mejor el tiempo; a más tiempo, más dinero. Es por ello que desaceleras la lengua con movimientos estudiados y con la avaricia de conseguir de mí más minuta.

Espero ansiosamente el día en que pueda negarme, pero no será hoy. Conozco y recuerdo aquellos momentos que invadían la mujer que conocí, mientras el surco de su geografía se apoderaba de mi cuerpo. Se establecía un placentero movimiento entre mis estímulos y sus reacciones, una corriente de retroalimentación que tendía al infinito Cada gemido anunciaba uno más hondo mientras su boca lamía con desenfrenada pasión, y con la tranquilidad de la que no imaginaba ni por asomo que estaba próximo su calamitoso final. Entonces no había silencios desgarradores, solo había amor, deseo y pasión.

Me gustaba el tono urgente con el que entonces ordenabas: ¡penétrame! Y no se te podía contrariar, y tampoco yo quería. Adoraba el obtener una corriente de sollozos cautivos, como única muestra de debilidad que podía conseguir de ti. Estabas siempre tan húmeda que parecías una prolífica fuente, y yo sabía lo que tenía que hacer, pero que no quería hacértelo hasta que no me lo pedía la expresión en tu cara.

La rotundidad de tu respuesta se asociaba con suaves caricias que mis manos aplicaban a tu bajo vientre, como queriendo alargar el placer. Tu sabiduría en este terreno no tenía límite. Trasladabas tu ansiedad de lugar, como anticipo a tu siguiente y conocida orden. y pensando yo en cuánto campo podría regar. Pero ahora eres frígida e indiferente conmigo y es por esto, que con ninguno de mis intentos doy en tu diana. Claro que, pensando, esto no es cosa que deba hacerse en forma urgente. Es mucho mejor que corra el tiempo y el dinero, y así sentir segundos como siglos, mientras mis dedos entran lúbricos en tu oscura depresión, no prestándole tú atención al estertor que ruge en mi pecho.

Mentiría si te dijese que ya no te quiero, sólo sé que en este momento no lo recuerdo. Es como una borrachera de todos los sentidos, como si mi cuerpo fuese un mar revuelto de locuras o un pozo de deseos, en los que nunca cabe el pensamiento.

-sigue y termina en página siguiente-




Comentarios

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    No sabría decir quién eres o quien soy mientras apoyas tus manos en mi cuerpo y empalas contra mi pene. Controlas tus movimientos, pero mientras me bebo yo el sudor de tu cuerpo, loco por el ansia de recibirte plenamente. Cada embate mío, amenaza con hacerme arder en las mismísimas calderas de Pedro Botero, pero es tan sufrible ese calor de infierno, estas libres gotas de sal corriendo en tu cuello humedecido, ese sabroso olor a hembra rebelde... esta puta locura mía...

    El Sol está ahora más alto, cuando, al fin, me entierro en tus entrañas. Corre el sudor en mi torso, como fina lluvia, mientras suspiro con una contención no lograda, y un chorro de líquido avanza incontenible, dejando su huella sobre la sábana.

    Podría decirse que me quieres y que me sientes mientras reposan nuestros cuerpos, exhaustos. Pero nada más lejos de la realidad. Pegas un salto y sales de la cama y te vas al cuarto de baño, y entonces creo ver un espejismo. ¿De quién es ese esbelto cuerpo que se aleja y me abandona? ¿De quién ese aroma que quedará dando vueltas por toda la casa? ¿Qué es lo que haces aquí, tú, que ya no te conozco?

    “Has dejado de quererme o nunca me ha querido”, pienso

    Luego de vestirte a una velocidad asombrosa y antes de salir de la alcoba, me exiges más dinero, y siempre sin mirarme a la cara. Pero yo, tan espléndido de ordinario con tu persona, te había dejado un taco de billetes de 500 recién paridos, nuevos, sobre la mesita de entrada, junto con un Rolex de oro y brillantes, y un abrigo de visón colgado en la percha del recibidor.

    Puedo oír un fuerte taconeo de pasos firmes y decididos sobre un parqué derrotado. Una puerta que se abre violentamente y se cierra de un portazo. Ni tan siquiera se ha molestado en decirme adiós, ni en darme un beso, aunque de despedida en la mejilla.

    Es entonces que recupero el libro del suelo y, pensativo y un poco entristecido, empiezo a leer de nuevo por cualquier página que de mis dedos abrió el libro.

    Y miren por dónde, irónicamente aparece esta lectura... "Los hombres se rigen por las curvas del placer; las mujeres se rigen por la línea del interés"


    Slo escritos erticos - Pgina 6 Tu_has10

    Slo escritos erticos - Pgina 6 Tz_has10

    Slo escritos erticos - Pgina 6 Tz_has10
    Antonio Chávez López
    Sevilla febrero 2001

Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com