¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

La barca del alma

Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
editado febrero 2013 en Romántica
La barca del alma

El mar estaba tranquilo, y la noche lóbrega jugaba reflejándose en el agua donde tantos enamorados expiraron. Yo, que sentía aquel impulso desde tiempo, había elaborado una pequeña barquita con el máximo empeño posible, con tanto cariño obsesivo, con tal perturbador amor, mas sabiendo su pronto naufragio.

A la orilla, flotaba el corazón desgarrado de algún desdichado caballero, fijéme en sus venas aun no exangües, y lo recogí envolviéndolo en mi piel. Mi pellejo lo pude arrancar con sorprendente facilidad, pues hacía mucho que mi cuerpo no apreciaba sentimiento, sensación para los realistas. Eran las dos y veintisiete minutos, si no me equivoco, cuando empujé mi embarcación hacia el lago inmenso, con aflicción pude saltar en ella, y por fin cerrar los ojos… Sin embargo quería dejar el infierno más allá de la orilla, con las manos remé hasta no contemplar tierra y quedar en alta mar. Mi amada barca se hundía poco a poco, como tenía pensado, mientras reposaba yo sobre los cojines que había agregado para mis últimas comodidades. Me acuerdo de que el agua, líquido de la vida se ha dicho, me empapaba el vestido, pero con el tiempo se hizo agradable, el peso de la muerte. Las extremidades ya indiferentes echadas en horizontal, mi cadáver blanco, y el corazón comenzó a latir.

Aquel órgano había resurgido entre mi piel, la que le había regalado por pura fascinación, latía como recién nacido. Me sorprendí, temblé en pensar en su calor, el ardor que no podía sentir por llevar muerta demasiado tiempo. Aún el corazón palpitaba, y tras la eternidad sentí de nuevo, miedo por pensar que aquello vivo podría fallecer al seguirme, tiré pues el corazón a la tierra con tal fuerza de que mi brazo derecho fue lanzado también.

Tranquila pude por fin descansar en el vacío océano, hundirme en la oscuridad. Esperaba yo el día del último juicio cuando a mi alma la despertaron de un apenado sueño, era un joven apuesto.
Le pregunté qué hacía él perturbando a este espíritu. Se desnudó aquel bello hombre, excitada le pedí que parara, pero no hizo tal. Señaló con un dedo una caja, la abrió, y vi mi esqueleto tal y cual lo había él encontrado en el fondo del mar, con el brazo que faltaba. Yo, confusa no sabía qué hacer ni decir cuando el señor me confesó quien era.

Atractivo caballero, sí, aquel era el corazón que se había alimentado de mi brazo, y del deseo de volver a verme creció hasta ser de nuevo. Encantada por el pensamiento de tan extraño amor, con dificultad pude decirlo que no, no era el nuestro futuro posible. Pero él, en su dichosa desnudez cogió una daga, cortándose en el torso una cruz sangrienta, pringando mis huesos resecos, juró que si yo le amara también podría levantarme de la espera, caminar junto a él hasta que Dios juzgara nuestra ida definitiva. Y se tumbó sobre mi cuerpo como bien amante, yo me nutrí del deseo de tenerle, del placer que podría volver a sentir. Desperté en sus brazos, mi alma volvió al cuerpo nuevo, sustento por su calor y carne, y juntos burlamos la ley divina.

El dulcísimo pecado continuó por la infinitud, todavía nos amamos en las noches de luna, cuando el mar está tranquilo, aún desgastamos nuestras carnes, que solo siguen siendo por el deseo, hasta siempre será, hasta que nos castiguen, y tal condena … inmensa. Hasta entonces, amad.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2013
    Muy bonita historia, me gustó:)
  • EduArdoREduArdoR San juan de la Cruz XVI
    editado febrero 2013
    ¡Qué bonito!

    Una leyenda de por qué las noches de luna llena somos más atrevidos. O por qué el amor se asocia con la noche. ¡Con lo bonito que es también amar por el día! :D

    Yendo de menos a más, le final me ha gustado mucho :)
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com