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Arlequín

betobbetob Gonzalo de Berceo s.XIII
editado julio 2010 en Narrativa

-Estoy un poco cansado. Quisiera que me ayuden a contar el cuento de hoy ¿Están de acuerdo?-Preguntó Arlequín. Los pequeños se miraron entre sí, no entendían la pregunta.

Eran las seis de la tarde. Todos sentaditos en la Sala de Lectura del Club El Nacional, al igual que todos los lunes. Se reunían para: *la hora del cuento*. Nadie se quería perder el encuentro con Arlequín, ¡ese grandote! como decían los chicos.

En verdad era un hombre de amplias medidas. Cuando entraba en la biblioteca los chicos ya estaban aguardándolo. El éxito de este cuentero se había propagado inclusive a otros barrios, también de allí venían los purretes a escucharlo.

Uno chico contesta: -No sabemos contar cuentos ¿Cómo te podemos ayudar?
-Sencillo-dijo Arlequín-No se preocupen, yo les explicaré, empezamos...

La narración no empezó como otras veces, no como estaban acostumbrados. Cierta intranquilidad flotaba en el ambiente dicho lunes. Siguieron escuchando sin comprender dónde los conducía el cuentero, pues el cuento de aquel día era la continuación de otro, explicó Arlequín. Nadie recordaba sin embargo a que cuento se refería. Prueba de ello fueron las murmuraciones entre los pequeños frente a la incógnita disfrazada de curiosidad. Ello no les permitió quedarse tranquilos.

En eso estaban cuando Arlequín, con su cara de bonachón, interrumpía su relato y dirigiéndose a Pablo, uno de los mayorcitos, le pidió: -Por favor, continúa con el cuento ¿De acuerdo?

El mocoso captó en el aire, no obstante sus escasos seis añitos, continuando sin problemas el interrumpido relato.

-La niña-siguió Pablo-no entró en el coche, estaba enojada porque el padre le había gritado. La mamá también un poco nerviosa, se bajó del auto y le exigió que suba, amenazando con suspender el regalo prometido para el próximo cumpleaños.

-Ahora sigo yo, gracias Pablito-lo interrumpió Arlequín. Estaba orgulloso y sorprendido por la destreza del niño.

El cuentero, mientras narraba, notó que su público, especialmente los más veteranos, pretendían hablar, interrumpir, pero no se atrevían. Ese era el momento.

-La familia - continuó Arlequín-Pasó un agradable día en la campiña. Los chicos corretearon por todos lados; sus ropas con barro, al igual que los zapatos. La hora del regreso se acercaba y el padre ya había comenzado a recoger las cosas del picnic. Avisó a sus hijos que empiecen también ellos a guardar sus juguetes en el auto. Nuevamente Betty, la mayorcita, se empacó. Quería quedarse un rato más; se le explicó que tenían un largo trecho hasta la casa y no pretendían llegar de noche. La señorita no quiso entrar en razones. Disimuladamente se alejó del grupo familiar. Trató de no dejarse ver escondiéndose tras un árbol un tanto distante de allí. El jefe de familia al percatarse de la ausencia de su hija tomo las riendas del asunto y... -Aquí el cuentero interrumpió su locución diciendo: -María, ¿Podrías continuar?

-Si... por supuesto-Dijo la asombrada pequeña, y con voz firme y aguda siguió el relato: -Casi gritando dijo: todos al coche, ¡nos vamos!- Uno a uno subieron acomodándose en los asientos. -Betty!! Nos vamos -El grito del ofuscado padre no hizo efecto en la revoltosa. Una y otra vez la llamó, sin resultado. Optó por bajar del coche. Buscándola con la vista, pero era como si la tierra se la hubiese tragado. Volvió al coche y le dijo a su esposa: -¿Que hacemos?-La acostumbrada madre, con años de peleas en su haber, trató de calmar: -Quedáte en el coche, yo me encargaré. Salió a buscarla.
Desde su escondite, Betty observaba toda la acción; estaba muy satisfecha al ver a sus padres tan nerviosos y enojados. Con seguridad que de ésta forma la escucharían, en adelante sería tratada como una señorita y no como una niña de chupete. Aquél día estaba decidida. Les daría un escarmiento.

-Muy bien María, ¡muy bien!-comentó Arlequín interrumpiéndola, dirigiéndose al grupo preguntó quien deseaba continuar con el relato.
- ¡¡Yo, Y o, Yo!!- Gritaron varios chicos al unísono. La elección recayó sobre Fernandito. -Adelante-le insinuó el cuentero.- Te escuchamos...

El pequeño miró a todos y continuó: -Bueno, la mamá caminó despacio mirando por todos lados, estaba segura que su hija se había escondido y les hacía el jueguito. Pasó un rato. Los chicos en el auto empezaron a molestar y quisieron bajar para también ayudar en la búsqueda. Lo tomaron como un juego. El padre se enojó mucho, ordenándoles quedarse quietos. Él, bajo del coche y caminó hasta donde estaba la mamá. -Esto ya pasa de chiste, ¡es demasiado!- Dijo todo enojado. -No se lo que decirte-contesta la madre. -Quizás al esconderse se cayó y se lastimó. Tal vez está caída por ahí, estoy muy preocupada, aparte con tus nervios no ayudas nada.

-¡No seas malo!- Interrumpió una de las niñas de la segunda fila -¿Porqué la hiciste caer lastimada? - No me gusta así, Arlequín, prefiero que sigas vos contando, por favor -Pidió muy afligida la mocosa.

-Un momento - dijo el cuentero -Fernandito está contando el cuento, no es correcto interrumpirlo y además debemos saber escuchar. No siempre los cuentos, las historias que leemos o escuchamos, son agradables. Puede ocurrir que no nos gusten o que narren momentos tristes o dolorosos; no por ello debemos opinar que son malos cuentos. Debemos comprender que algunas veces suelen suceder cosas que nos molestan o que no estemos de acuerdo con ella ¿No es cierto?

-¡Si es cierto! -Afirmó Fernandito-Yo quise decir que siempre se debe hacer caso a los papis, por eso pensé que la chica del cuento se merece un castigo ¿Hice mal?

-Claro que hiciste mal, ¿que sos vos un policía?- preguntó otro de los pequeños.

-Bueno, bueno, cálmense -les pidió Arlequín -Necesitamos aclarar algunas cosas. Sacó de su porta folio un paquete de caramelos y los repartió entre su público. Mientras aquellos estaban ocupados con las golosinas descolgó uno de los cuadros que adornaban el recinto, colocando en su lugar un inmenso póster que mostraba un bosque lleno de animales.

En el acto varios de los chicos se pararon frente al dibujo colorido e interesante.

-Por favor siéntense en sus lugares- Dijo Arlequín -Juntos observemos el cuadro, cada uno elegirá un animal de su agrado. Mantengan en secreto su elección. Más adelante contarán que animal prefirieron ¿De acuerdo? Mirar y elegir, adelante...

Sin excepción todos los ojitos convergieron en el dibujo del bosque.

-¡Arlequín, Arlequín!-Exclamó un pequeña. -No hay cocodrilos y a mí que me gustan tanto ¿que hago?

- Es posible que en el preciso momento de la fotografía, el cocodrilo estaba tomando agua en otro arroyo. - Contestó el cuentero con mucha tranquilidad. ¿Podrías elegir otro animal?

- Yo tengo otro problema, Arlequín -- Consultó una rubiecita llena de rulos: -Hay dos pájaros ¿Puedo elegir los dos?

-Si, podes elegir los dos, pues seguro que son pareja. - Explicó Arlequín tratando de ayudarla.

Pasaron un buen rato con el trabajo encomendado. Una vez elegido el animal preferido se sentaron en sus asientos. Dos niños aun estaban parados frente al póster. Arlequín se acercó a ellos para consultar cual era su problema. Ambos quisieron responder al mismo momento.

- Veamos, tu primero. -Decidió el cuentero. -Te escuchamos.

El purrete explicó que ninguno de los animales que había en el cuadro le gustaba. No sabía lo que hacer. El otro niño dijo: - Yo tengo la misma duda, ¡no me gusta ninguno!

-Dejémoslo así, muchachos- Los calmó Arlequín, invitándolos a regresar a sus lugares.

-Pues veamos que han elegido. Cada uno nos contará sobre su animal y porqué lo eligió. Empecemos por esta punta, adelante señorito, te escuchamos....

- Yo elegí la jirafa, porque es la más alta de todos los animales y así puede ver lejos, muy lejos.

-El mono es el que más me gusta.-- Continuó el sentado al lado. -Es juguetón, hace monadas como los chicos ¿No es cierto Arlequín?

Y así, uno a uno, comentaron que animal prefirieron. Cuando llegó el turno de los que anunciaron que no les gustaban los animales de la foto, no supieron que decir. Pasaron unos segundos. Arlequín los tranquilizó: -Aquí tenemos otra prueba que nos demuestra que no todos poseemos los mismos gustos, que no todos pensamos igual. Por fuera somos parecidos, pero por dentro somos distintos. Lo que unos aborrecen, otros aprecian, lo que unos quieren otros no. No tiene mayor importancia, no por ello debemos criticar o enojarnos por ideas, gustos o deseos de otros, por más que ello no nos guste o no estemos de acuerdo ¿Entendieron?-- Consultó con la mirada alrededor del grupo.

Los chicos escucharon. Nadie contestó. Mas la tranquilidad volvió a reinar en la biblioteca. El cuentero agradeció a todos el haber venido, el haber participado en el relato del cuento y en el juego. De esta forma dio por terminada la reunión del día. Agregó además que para la semana próxima les tendría una sorpresa. Pidió que cada uno trate de venir con un gorro puesto. No explicó el porqué. A medida que salían, se escuchaban comentarios sobre que gorra traería cada uno.

Arlequín, sentado en su inmenso almohadón, sonreía satisfecho. Un lunes más, vivido en aquel mundo especial de la niñez.


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beto brom

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Comentarios

  • Miguel Monte RealMiguel Monte Real Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado julio 2010
    Muy agradable la lectura. Buenas descripciones, te haces idea del contexto rápidamente, y ves las caras de los niños interesados. Demasiados adjetivos en las intervenciones de los críos , sobre todo María.

    Un gusto leerte.
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2010
    Un salto genuino en el mundo de la niñez. Has fotografiado con entrañable viveza la expectación infantil, la inicial timidez y luego el brote de la imaginación creativa. Me gusta este personaje del "cuentero", el nombre que le has dado tan lleno de color, que está ahí para guiar y dar impulso a los pequeños.
    He encontrado algunas disonancias en los tiempos verbales, uso del subjuntivo que tal vez necesitarían revisión. :)
  • betobbetob Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado julio 2010
    Muy amable amigo Miguel por sus comentarios. Analizaré sus consejos.
    Muchas gracias.

    betob
  • betobbetob Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado julio 2010
    Como siempre espero y recibo tu visita, Shaianti, muy contento que te agradó. Tendré en cuenta tus apreciaciones.
    Hasta la próxima.

    betob
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