Nací de honesta madre: diome el cielo fácil ingenio en gracias afluente; dirigir supo el ánimo inocente a la virtud el paternal desvelo. Con sabio estudio, infatigable anhelo, pude adquirir coronas a mi frente; la corva scena resonó en frecuente aplauso, alzando de mi nombre el vuelo. Dócil, veraz, de muchos ofendido, de ninguno ofensor, las musas bellas mi pasión fueron, el honor mi guía. Pero si así las leyes atropellas, si para ti los méritos han sido culpas, a dios, ingrata patria mía.
Cierta gente huyendo de otra gente. En cierto país bajo el sol y bajo ciertas nubes. Dejando atrás sus todos respectivos, campos sembrados, ciertas gallinas, perros, espejos en los que ahora sólo el fuego se contempla. Llevan a la espalda hatillos y cántaros día tras día más pesados, cuanto más vacíos. El agotamiento de alguien tiene lugar en silencio, el arrancamiento a alguien de su pan en el tumulto y el acunamiento del niño muerto de alguien. Ante ellos un incesante «por aquí no», no es ése el puente que necesitan sobre un río extrañamente rosado. Alrededor unos disparos, a veces más cerca, a veces más lejos, en lo alto un avión que parece dar vueltas.
Vendría bien alguna invisibilidad, alguna oscura pedregosidad, y aún mejor un no-haber-sido por un tiempo breve o incluso largo. Alto todavía ocurrirá, pero dónde y qué. Alguien saldrá a su encuentro, pero cuándo, quién, desempeñando qué papel y con qué intenciones. Si tiene elección, quizás no quiera ser un enemigo y los deje con cierta vida por delante.
Lágrimas negras (versionada a violín por Paco Montalvo)
LETRA
Y aunque tú me has echado en el abandono Y aunque tú mataste mis ilusiones En vez de maldecirte con justo encono En mis sueños te colmo En mis sueños te colmo de bendiciones
Sufro la inmensa pena de tu extravío Siento el dolor profundo de tu partida Y lloro sin que tú sepas que el llanto mío Tiene lágrimas negras Tiene lágrimas negras como mi vida
Y aunque tú me has echado en el abandono Y aunque tú mataste mis ilusiones En vez de maldecirte con justo encono En mis sueños te colmo En mis sueños te colmo de bendiciones
Sufro la inmensa pena de tu extravío Siento el dolor profundo de tu partida Y yo lloro sin que tú sepas que el llanto mío Tiene lágrimas negras Tiene lágrimas negras como mi vida
Ay, en el Guadalquivir las gitanas lavan Los niños en las orillas viendo los barcos pasar Agua del limonero, agua del limonero Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Ay, en el Guadalquivir mi gitana lavaba Pañuelos de blanco y oro que yo te daba, que yo te daba Agua del limonero, agua de limonero Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Tú me quieres dejar, ay, ya no quiero sufrir Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir
Ay, en el Guadalquivir mi gitana lavaba Pañuelos de blanco y oro que yo te daba, que yo te daba Agua del limonero, agua de limonero Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Tú me quieres dejar, ay, ya no quiero sufrir Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir Tú me quieres dejar, ay, ya no quiero sufrir Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir
Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado el número de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyectó con ella para que irrigara todo mi cuerpo; nacieron así las ideas, los sueños, el instinto. Todo lo que creó suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo.
Mandil blanco de la primera puesta de la tarde colegiala me llego a ti con mis alfabetos de agua y con los puros azules azules de mis manos y el azul del lápiz con que escribí en el viento mis palotas rotas
Qué fue de aquel tu bolsón repleto de mariposas de miel y brisas
Qué fue de aquella mi pizarra que marcó el luto de tus trenzas
Qué fue de la embriaguez del vino de tus ojos que maduraban en el mar
Ahora que el recuerdo se pone tan difícil vamos tomando las manos de la tarde -la hermanita buena- para jugar ronda en torno de la muerte
Mandil blanco da para mis manos el frutos de un rostro.
poema para destruir de inmediato sobre la poesía la infancia y otras metamorfosis
damas y caballeros
las ventanas abiertas
ya no dan al cielo
como hace tanto tiempo
ni la pálida luna
que todos conocimos
alumbra el corazón
de los pastores
una pared muy alta
de cemento ciertamente
y una columna de humo
ocupan el lugar
que antes ocupaban
la pálida luna
leopardiana
y la retama
los burgueses dicen
es horrible
la municipalidad
no defiende nuestra luna
nuestro cielo
nuestras nubes
pero yo no comprendo
no comprendo francamente
cuántas veces me despierto a medianoche
con los bolsillos llenos
de centellas
y es tan grande mi alegría
que se despiertan los vecinos
con un balde de agua fría
considerando un peligro
el mismo cielo encendido
y mi alegría
pero repito
no comprendo
quién fundó la luna
sobre roma
fabricó también el humo
el cemento y la mierda
perdonen la grosería
en cuanto al cielo
y a la luna
o la retama
¿cómo pueden reclamar
lo que nunca han conocido
sino en los pálidos versos
de un pálido poeta?
pero si las ventanas abiertas
ya no dan al cielo
ni a la pálida luna
estas puertas son en cambio
las misteriosas puertas
que dan a otras puertas
(recuerdo los veranos
de mi infancia en el perú
recuerdo una puerta de madera
un grupo de caballos empapados
y la luz de un lamparín
en el ocaso
recuerdo todavía
un viejo loro adormecido
en una silla
dos o tres caballos más
bajo la lluvia
y un plato de frijoles
en la mesa
pero no recuerdo bien
a qué hora
un torbellino de ceniza
me arrebató todo eso
y cayó la puerta de madera
cayó la luz del lamparín
y otra puerta de cristal
se abrió enseguida
hace millares de años
yo crucé esa puerta
fácilmente
pero en mi corazón
sucedieron varias cosas
que no entiendo
la pelota que yo arrojaba
al cielo gris de lima
la puerta que yo había creído
de madera
y hasta los mismos huesos
de mi madre enferma
se volvieron de turquesa
el mar brotó del caño roto
de la cocina
y desapareció por la ventana
del comedor
la luna ni la vi
y yo
qué tal idiota
me puse a llorar de inmediato
tras de un ramo
de retama
luego llegó una tía
con un rayo en la sortija
y una inmensa mantilla
llegaron luego un ruido
de cascabeles
y un vecino asustado
arrastrando una silla
sólo entonces
como lo hacía cada día
mi madre tomó asiento en ella
y murmuró
«el café con leche se enfría
criatura mía
¿qué estás esperando?»)
damas y caballeros
podéis creerme ahora
amanecer es horrible
en estas condiciones
cada catre de hierro
es mi condena
cada silla de madera
una tortura
cada puerta que se cierra
una hecatombe
pero os repito
damas y caballeros
os repito
cuántas veces
me despierto a medianoche
con los bolsillos llenos
de centellas
y sin que nadie me descubra
como es ya mi costumbre
me pongo a llorar de inmediato
en la retama
estornudo sonrío
y hasta fumo un cigarrillo
entre las flores
y es tan grande mi alegría
que se despiertan los vecinos
con un balde de agua fría
puesto que a nadie se le ocurre
que fumar un cigarrillo
estornudar sonreír
o llorar entre las flores
sea sólo de alegría
Jorge Eduardo Eielson guaauuuuuuuu me la quedo! como me ha gustado!!! si muchisimo!!!
Antes cuando me hablaba de mí misma, decía: Si yo soy lo que soy Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años Suceda ese proceso Que la semilla le permite al árbol Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.
Y acaso era verdad. Una verdad.
Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra A asirme a una pared como el enamorado Se ase del otro con sus juramentos.
Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida En solidez de roble, La rumorosa soledad, la sombra Hospitalaria y daba al caminante - a su cuchillo agudo de memoria - el testimonio fiel de mi corteza.
Mi actitud era a veces el reposo Y otras el arrebato, La gracia o el furor, siempre los dos contrarios Prontos a aniquilarse Y a emerger de las ruinas del vencido.
Cada hora suplantaba a alguno; cada hora Me iba de algún mesón desmantelado En el que no encontré ni una mala bujía Y en el que no me fue posible dejar nada.
Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos Para arrojar después, lejos de mí, el despojo.
Heme aquí, ya al final, y todavía No sé qué cara le daré a la muerte
¿Por qué decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines más remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada. Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre al que no conocemos, pero está presente a todas horas y es la víctima y el enemigo y el amor y todo lo que nos falta para ser enteros. Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.
¿Por qué decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines más remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada. Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre al que no conocemos, pero está presente a todas horas y es la víctima y el enemigo y el amor y todo lo que nos falta para ser enteros. Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.
Rosario Castellanos
Este es uno de mis poemas favoritos de Rosario Castellanos. Gracias, Antonio
¿Por qué decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines más remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada. Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre al que no conocemos, pero está presente a todas horas y es la víctima y el enemigo y el amor y todo lo que nos falta para ser enteros. Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.
Rosario Castellanos
Este es uno de mis poemas favoritos de Rosario Castellanos. Gracias, Antonio
Me gusta lo que escribe Rosario Castellanos, y me gusta que haya sabido elegir una de las cosas de ella que más te gustan a ti. A tal dama, tal honor.
¿Por qué decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines más remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada. Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre al que no conocemos, pero está presente a todas horas y es la víctima y el enemigo y el amor y todo lo que nos falta para ser enteros. Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.
Rosario Castellanos
que bonita Antonio, gracias por esta delicia de poema... lo he disfrutado mucho.
Comentarios
fácil ingenio en gracias afluente;
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud el paternal desvelo.
Con sabio estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente;
la corva scena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.
Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.
Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas, a dios, ingrata patria mía.
Blanco tu uniforme y qué rosada
tu piel.
Entonces tus vísceras deben ser azules, doctora.
Eres nuestra reina.
Los enfermos estiramos las manos atribuladas
hacia ti, en triste cortejo.
Queremos tocarte cuando cruzas los pasillos,
altiva,
docta, saludable, oh sí, saludable,
con tus vísceras azules.
Imaginamos a los doctores a salvo de nuestros males,
pero si el conocimiento no te exime
y también te mueres, serías una bella
muerta. Tienes
nariz alta, boca
que cierra bien, que se sella,
párpados tersos, largo cuerpo para ser tendido
voluptuoso
sobre una mesa de hierba.
También así serías nuestra reina
y seguiríamos estirando las manos
ya tranquilas y con flores
hacia ti, nuestra última señal de gozo.
José Watanabe
Manuel Scorza
Mujeres
La primera vez que di con el Mujeres de Bukowski tenía sobre 18 años
Fue en la vieja biblioteca pública
Lo vi ahí
Entre los estantes
Con su color verde chillón
Mezclado entre librejos de todas clases
Fue como algo ignominioso
Yo nunca había frecuentado esos sitios
Y me pareció que todo el posible decoro que esta pequeña biblioteca de pueblo pudiera tener
Se iba al traste con aquel hallazgo
Me gustó la idea
Leí el principio
Leí el final
Y por supuesto no me lo llevé
Me dejó la sensación de ser un triste canto redentor
O algo así
Pero el libro seguía ahí
En los anaqueles de medio mundo
Y no fue hasta unos diez años después que me decidí a asirlo
Mi vida para entonces ya había dado varios vuelcos
Y lo compré
En el libro encontré cosas buenas
Al fin y al cabo no era un canto redentor
O no simplemente
El caso es que me lo pasé bien
Y se deducía de todo ello que tan solo se trataba del sentir sincero de un autor
Algo que se me hizo ameno y no le di mayor trascendencia
Pero es eso que sucede con las grandes obras
Que con el tiempo fermentan en la conciencia
Y es como si los hechos de tu vida fuesen a retrotraerlas
Pues bien
Hace escasos 3 años
Por pura ociosidad lo volví a coger
Empezó a revelarme más de lo que me hubiera gustado
Y entonces pasó que me enamoré
Las páginas de este libro seguían hablando
Y llegó un punto en que no quise escuchar más
Mi relación resultó ser un fraude un par de años más tarde
Ahora pienso que si no hubiese abandonado ese libro tal vez me habría dado cuenta antes
Pero qué hacer cuando las campanas se disparan
Hoy, como se relata en uno de los pasajes del libro muy bien
Me siento satisfecho de estar fuera de eso que vuelve a la gente suspicaz y arrogante
El amor
El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
que su zapato aplastará
valiente
usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.
Mario Benedetti
¿De tu autoría?
Aunque yo lo olvide todo
Ana Pérez Cañamares
Cierta gente
Cierta gente huyendo de otra gente.
En cierto país bajo el sol
y bajo ciertas nubes.
Dejando atrás sus todos respectivos,
campos sembrados, ciertas gallinas, perros,
espejos en los que ahora sólo el fuego se contempla.
Llevan a la espalda hatillos y cántaros
día tras día más pesados, cuanto más vacíos.
El agotamiento de alguien tiene lugar en silencio,
el arrancamiento a alguien de su pan en el tumulto
y el acunamiento del niño muerto de alguien.
Ante ellos un incesante «por aquí no»,
no es ése el puente que necesitan
sobre un río extrañamente rosado.
Alrededor unos disparos, a veces más cerca, a veces más lejos,
en lo alto un avión que parece dar vueltas.
Vendría bien alguna invisibilidad,
alguna oscura pedregosidad,
y aún mejor un no-haber-sido
por un tiempo breve o incluso largo.
Alto todavía ocurrirá, pero dónde y qué.
Alguien saldrá a su encuentro, pero cuándo, quién,
desempeñando qué papel y con qué intenciones.
Si tiene elección,
quizás no quiera ser un enemigo
y los deje con cierta vida por delante.
Wislawa Szymborska
(traducción: David Carrión Sánchez)
Y dejo ahora uno de Alfonsina Storni que me gusta:
(Alfonsina Storni)
Es un muy buen poema, @Navuk
La familia de la rosa
La rosa es una rosa
Robert Frost
Madura y veinteañero
Después de seis semanas y cinco días sin saber nada de ella,
decidí un mal día, amenazante de lluvia, visitarla de nuevo.
Y yo no quería ir a su casa ni tampoco verla a ella,
porque, para mí, representaba un mazazo de agonía.
Pero en mi pugilato interior mental,
mis deseos dejaron KO a mi voluntad.
Así que me inicié a caminar hacia su casa.
¿Acaso ella no se estaba dando cuenta?
Evidentemente, no,
porque, para ella, nuestra relación
solo consistía en sexo,
pero para mí no,
para mí era amor.
Lo podría definir de otras formas,
pero la palabra más acertada es amor.
La amaba con todos mis sentidos
y no me importaba la diferencia de edad.
El cielo estaba plomizo, encapotado, gris,
como mis ojos,
como mi expresión,
como mi ánimo.
Para evadirme un poco, me puse música del móvil
y después me coloqué los auriculares.
“Lágrimas Negras”, versionada a violín Stradivarius,
por un joven cordobés, llamado Paco Montalvo,
sonaba en ese justo momento.
Precisamente, un tema acorde con mi situación.
Aquel sabio violín hablaba y hablaba...,
y sus cuerdas me estaban ahogando.
Antonio Chávez López
Lágrimas negras
(versionada a violín por Paco Montalvo)
LETRA
Y aunque tú mataste mis ilusiones
En vez de maldecirte con justo encono
En mis sueños te colmo
En mis sueños te colmo de bendiciones
Siento el dolor profundo de tu partida
Y lloro sin que tú sepas que el llanto mío
Tiene lágrimas negras
Tiene lágrimas negras como mi vida
Y aunque tú mataste mis ilusiones
En vez de maldecirte con justo encono
En mis sueños te colmo
En mis sueños te colmo de bendiciones
Siento el dolor profundo de tu partida
Y yo lloro sin que tú sepas que el llanto mío
Tiene lágrimas negras
Tiene lágrimas negras como mi vida
Los niños en las orillas viendo los barcos pasar
Agua del limonero, agua del limonero
Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Pañuelos de blanco y oro que yo te daba, que yo te daba
Agua del limonero, agua de limonero
Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir
Pañuelos de blanco y oro que yo te daba, que yo te daba
Agua del limonero, agua de limonero
Si te acaricio la cara tienes que darme un beso
Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir
Tú me quieres dejar, ay, ya no quiero sufrir
Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
Acuérdate de mí
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
Lord Byron
Mandil blanco...
Mandil blanco
de la primera puesta
de la tarde colegiala
me llego a ti
con mis alfabetos de agua
y con los puros azules
azules de mis manos
y el azul del lápiz
con que escribí en el viento
mis palotas rotas
Qué fue de aquel
tu bolsón repleto
de mariposas de miel y brisas
Qué fue de aquella
mi pizarra
que marcó el luto de tus trenzas
Qué fue de la embriaguez
del vino de tus ojos
que maduraban en el mar
Ahora que el recuerdo
se pone tan difícil
vamos tomando las manos
de la tarde -la hermanita buena-
para jugar ronda
en torno de la muerte
Mandil blanco
da para mis manos
el frutos de un rostro.
Penas y alegrías del amor
(De Rafael de León
Recita Paco Valladares)
Que yo estoy en la tierra (Entresueño)
Que yo estoy en la tierra,
Juan Ramón Jiménez
Qué grande era el onubense Juan Ramón Jiménez y qué bonito su "Platero y yo"-
Joan Margarit
Parábola de la inconstante
Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
Suceda ese proceso
Que la semilla le permite al árbol
Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.
Y acaso era verdad. Una verdad.
Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
A asirme a una pared como el enamorado
Se ase del otro con sus juramentos.
Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
En solidez de roble,
La rumorosa soledad, la sombra
Hospitalaria y daba al caminante
- a su cuchillo agudo de memoria -
el testimonio fiel de mi corteza.
Mi actitud era a veces el reposo
Y otras el arrebato,
La gracia o el furor, siempre los dos contrarios
Prontos a aniquilarse
Y a emerger de las ruinas del vencido.
Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
Me iba de algún mesón desmantelado
En el que no encontré ni una mala bujía
Y en el que no me fue posible dejar nada.
Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
Para arrojar después, lejos de mí, el despojo.
Heme aquí, ya al final, y todavía
No sé qué cara le daré a la muerte
Rosario Castellanos
El otro
¿Por qué decir nombres de dioses, astros
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.
Rosario Castellanos
Este es uno de mis poemas favoritos de Rosario Castellanos. Gracias, Antonio
Me gusta lo que escribe Rosario Castellanos, y me gusta que haya sabido elegir una de las cosas de ella que más te gustan a ti. A tal dama, tal honor.
Siempre mi respeto y mi afecto hacia ti
Somos niños...
Somos niños
con un juguete
enorme,
recién desenvuelto
pero desmontado,
sin manual
de instrucciones.
Sostenemos
las piezas
en la mano,
con la sonrisa
helada,
sin saber
qué hacer
ni a quién
preguntar,
porque no hay padre.
Vicente Luis Mora
Decir adiós
Acércate al oído y te diré adiós.
Gracias porque te conocí, porque
acompañaste
un inmenso minuto de la existencia.
Todo se me olvidará en poco tiempo.
Nunca hubo nada y lo que fue nada
tiene por tumba
el espacio infinito de la nada.
Pero no todo es nada,
siempre queda algo.
Quedarán unas horas, una ciudad,
el brillo cada vez más lejano de este
maltiempo.
Acércate y al oído te diré adiós.
Me voy
pero me llevo estas horas.
José Emilio Pacheco