Para los que nos gustan los cuentos, sobre todo reinventar lo tradicional y glosarlo con nuevas historias que se conviertan algún día, con el tiempo y la consiguiente transmisión, en tradicionales. Aquí dejo esto abierto para que me cuentes un cuento.
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SORPRESA MAYÚSCULA
Cuando aquel caballero desconocido, de una belleza natural increíble, llegaba a aquel pueblo-aldea, no eran pocas las mozas casaderas, y también algunas señoras casadas que se hacían ilusiones. Y no porque el hombre mostrase un interés más allá de una cortesía con ninguna de ellas, sino porque en un lugar de quinientos habitantes, toda novedad tendía a ser interpretada en clave de destino.
El recién llegado era una persona de un porte distinguido, educada y respetuosa, pero reservada en lo tocante a su intimidad; y en particular, a las motivaciones que lo habían llevado a aquel pequeño pueblo.
Se hospedaba en el caserío en el que había vivido Teresa, antes de que ella se fuera a la ciudad. Y en el bar y en las calles y en la plaza de abastos, de acuerdo se ponían todos para comentar los bulos basados en su persona..
Llevaba anillo de casado, pero nadie le había escuchado decir la más mínima referencia de su esposa.
Recordaba Anselma, la tendera del lugar, mientras pesaba un kilo de garbanzos para la droguera Rosa, que Adolfo –que así se llamaba el hombre- había estado en otra ocasión alojado en el caserío de Teresa, junto con su joven y hermosa esposa. Y de eso hacía ya cinco años. Por lo visto, Teresa y Adolfo eran familia, quizás primos, ¡pero vayan a saber la verdadera relación que había entre los dos!
A partir de eso, divagaban algunas mujeres de aquella pequeña localidad sobre el estado civil de él
"¿Un divorciado llevaría aún el anillo de casado?".
Y también de la duración de su estancia en el lugar, y debatían sobre cosas como el volumen del equipaje que traía consigo o de la proximidad de las Fiestas Navideñas, como un indicio primero de un plan futuro más elaborado.
Pero poco duraban estas disquisiciones, porque, a finales de noviembre, encontraban a Adolfo ahorcado en un viejo álamo, situado a doscientos metros del pueblo. No había nota alguna junto al cadáver, ni en el caserío de Teresa, pero a nadie se le pasaba por alto que el extinto Adolfo no llevaba el anillo de casado.
Su Señoría el juez del juzgado de paz despachaba el expediente a instancias del informe forense, determinando que se trataba de un palmario caso de suicidio.
Mientras tanto, las evanescentes esperanzas de las mujeres se convertían en morbosa expectación, cuando se procedía al trámite obligado de contactar con los parientes más cercanos del finado.
Su viuda se trasladaba a la aldea y era informada de la trágica noticia. Se llamaba Lucía, y era tan guapa y elegante de como la recordaban, pese al evidente dolor que constreñía su rostro.
Ante el gentil pero implacable interrogatorio al que era sometida Lucía por las lenguas viperinas del lugar, reconocía ella algún incipiente problema en su matrimonio, pero en absoluto irresoluble y, desde luego, no merecedor de tan trágico desenlace.
Velaba Lucía a su esposo hasta que sus fuerzas aguantaban, y luego se retiraba a pasar la noche en el caserío de Teresa; en el que, nada más entrar veía sobre la mesa del salón un sobre cerrado a su nombre. En su interior se encontraba el anillo de Adolfo y una nota manuscrita que decía:
Lucía, antes de tomar la decisión de suicidarme, sabía que ibas a venir a mi entierro y que ibas a leer esta nota que te dejé en la casa de Teresa y en la cual te aclaraba algo que no tenía el valor de decírtelo a la cara, y es que mi única esposa es Teresa, y no tú. Perdona, Lucía, pero no lo lamento.
El gesto de espanto de la falsa esposa del ahorcado, era palmariamente visible desde el ventanal del caserío que se alzaba frente al que ella habitaba.Cuando acabó de leer la nota, la espeluznante verdad comenzó a filtrarse en su cerebro, como Sol del amanecer tras noche amarga de Luna y clavel.
Digamos, tal vez por separarlos. que un relato es algo más amplio, el cuento es siempre ficción, mientras un relato puede no serlo, así qeu un cuento puede ser un relato, pero un relato no siempre es un cuento.
El mulá Nasrudin y su borrico (cuento Sufí)
Cierto día, Nasrudín bajó al pueblo mesándose las barbas.
—¡Mi borrico! —gritaba—. ¡Se ha perdido mi borriquillo. con lo que yo lo quiero!
Los vecinos, que apreciaban al mulá, decidieron buscar al animalito.
—Al que lo encuentre —anunció Nasrudín—, le haré un regalo.
Se organizaron grupos de búsqueda, que, para desconsuelo del mulá, volvieron con las manos vacías.
Varias horas más tarde, un mozo halló al borriquito pastando en un monte arbolado. Le echó una cuerda al cuello, y el animal se dejó conducir con docilidad.
Al verlo llegar, Nasrudín se echó al suelo y dio gracias, reía y lloraba de pura alegría.
—Ahora, te daré tu premio —, le dijo al mozo, —toma la cuerda, te regalo mi borrico.
Ante el asombro de los vecinos, el mozo, confuso, preguntó:
—Mulá, ¿no era tu burro lo que tanto querías? ¿Por qué, ahora que lo recuperas, me lo regalas?
—Porque, hijo mío —dijo Nasrudín—, da más felicidad recuperar lo que se creía perdido, que poseerlo.
(El mulá Nasrudín es un personaje imaginario, a veces tonto y otras listo, que aparece en muchas parábolas y enseñanzas sufíes)
Vigilia se afana encorvada sobre el viejo escritorio. La pluma rasga el papel trazando la historia, dando vida y muerte a los personajes que no pueden escapar ni elegir su destino. Se dice que la inspiración surgió cuando Dios insufló por primera vez aire en la nariz del hombre dándole aliento de vida. Desde entonces somos simples marionetas que de nada sirven sin la revelación creativa por parte del espíritu divino y su inspiración.
Y una gran enseñanza.
Saludos.
¡Madre mía, vaya cuento con los cuentos y los relatos! Lo que nos da a entender que todos podemos subir a la red todo lo que nos plazca, de auténtica, dudosa, o falsa realidad, cosa que no nos aclara que lo que decía Fernando Valls sean con bases ciertas o inciertas. Nadie se puede pronunciar solemnemente ex cátedra, ni siquiera el Papa, que Él mismo se autoproclama como el Representante de Cristo en la Tierra.
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso."
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed.
El agua, el riego y la agricultura
En un pequeño pueblo de la provincia de Sevilla rodeado de exuberantes campos verdes, la agricultura era la fuente de vida para sus habitantes. Los agricultores se levantaban temprano todos los días con el reto de cultivar las tierras y así asegurar la provisión de alimentos para la gente del pueblo. Empero, la escasez de lluvia de ese invierno había dejado los artesianos semisecos, a los cultivos sedientos y al pueblo preocupado y con nulos recursos.
Un ingeniero agrónomo, hijo de ese pueblo, jubilado ya, Don Alonso, era reconocido por su amplio conocimiento de la agricultura y del riego, en todas sur versiones.
Los pueblerinos acudieron a él, y, amable como siempre, les regaló su sabiduría. Les explicó que un sistema de riego adecuado era esencial para mantener los campos fértiles, incluso en los tiempos de sequía.
Don Alonso propuso un vanguardista sistema de riego, denominado "riego por goteo", que consistía en aprovechar al máximo el agua, distribuyéndola de una forma eficiente a través de tuberías de PVC y de polietileno o PE
Los agricultores, todos al unísono, cavaron a marchas forzadas para hacer unas zanjas y así soterrar las tuberías principales (PVC), y conectarlas, mediante bocas de riego, con tuberías secundarias (PE), las cuales tenían goteros (también de PE) incorporados, y una vez todo conjuntado e instalado, el agua comenzó a fluir hacia los campos resecos, brindando nueva vida a los cultivos.
Como era de prever, los resultados fueron sorprendentes; los cultivos crecieron con vigor y la cosecha fue excelente y abundante. El pueblo estaba agradecido con Don Alonso, puesto que él había rescatado su principal fuente de sustento.
Sin embargo, y por aquello de que la felicidad dura poco en la casa del pobre, una enorme tormenta inundó los campos, amenazando con arruinar los cultivos. El campesino que fue elegido por todos como jefe se apresuró en buscar a Don Alonso, quien, al ver el desastroso panorama, les dijo que construyeran lo más rápidamente posible diques de contención, y así evitar el desbordamiento masivo del torrente de agua de la lluvia.
Los agricultores, siguiendo los sabios consejos de Don Alonso, trabajaron día y noche para proteger sus cultivos de aquella bestial inundación. La unión y la determinación de aquellos trabajadores no conocían límites, y con la dirección de Don Alonso (que permanecía con ellos todo el tiempo), lograron superar la inundación sin perder su cosecha.
Este pueblo sevillano se convirtió en ejemplo de resiliencia y cooperación para otros pueblos agrícolas próximos, haciéndose extensivo a fincas de riego del Levante español.
A medida que pasaba el tiempo, ese revolucionario y a la vez maravilloso sistema de riego, junto con la sabiduría de Don Alonso se extendieron al resto de España. La técnicas agrícolas mejoraron y la agricultura se convirtió en una actividad sostenible y próspera.
Moraleja.
La importancia de cuidar el agua como un recurso vital y el sistema de riego adecuado, se convirtieron en la base para crecimiento económico y bienestar de ese pueblo. El ingeniero agrónomo Don Alonso, dejó un legado de sabiduría agrícola y la relevancia de trabajar juntos para proteger y nutrir la tierra que nos nutre a todos los seres humanos
- Iré- le respondió el desde la lejania.
-Te espero. - quiso ella que supiera.
El ya no respondió, todo estaba dicho.
Moraleja, Hay cuentos que anuncia historias bellas, a veces hay que saber verlas.
Erase una vez... maldita frase, cada noche que la escuchaba creaba en mí una serie de expectativas que nunca se cumplían. He de decir que mi padre es una excelente persona, pero no ha sido dotado por los dioses de la más mínima habilidad para la inventiva y menos para la narrativa. Si a eso le añades que su faceta teatral es nula, pues ahí tienes, un desastre de cuento tras otro.
Todo cambió esa noche.
Mi abuelo sí, pero no me contaba tampoco, se que escribió las historietas de porque fulanito o menganita tenia tal o cual mote en el pueblo. Le gustaba inventar historias. has tenido bonita infancia, si señor. Me alegra.
¡Jajajajajaja...! Por coj... hay que reírse con algunas cosas que escribes, como esa frase que destaco en negrillas y cursivas.
Esa risa es de verdad, no sólo escrita. Aún me estoy riendo.
Ya, pero en ambos sexos
Sobre el bastón, sus huesudas manos; un duro cojín, pero ya estaban acostumbradas. Ojos entornados, sin fuerza para dejarlos completamente abiertos. Una mirada ausente, viendo sin ver, sólo sintiendo. Un lento latir de su añejo corazón, acompasado a sus pesares. Una estatua viva, pero aletargada y pesándole la carga de sus sueños.
Sentado en uno de los bancos de cemento del "Parque de María Luisa" (el pulmón verde de la ciudad de Sevilla) a la sombra de un verano que ya se estaba muriendo, estaba un abuelo, quizás de nadie, sólo de sus sufridos años. Y en su rostro, algo parecido a una sonrisa, pero difícil de descifrar entre tantas arrugas.
Junto a él, sin verlo, pero muy próximo y muy lejos a la vez, jugando a la pelota estaba, otro anciano, que le faltaba toda la vida para llegar a serlo, pero que también soñaba, y su sueño era llegar a ser un crack del balompié.
Un fuerte pelotazo del chiquillo a la pelota, con tan mala suerte que da en el bastón, que cae, y también el abuelo cae
El niño, asustado, grita a su madre: “¡mamá, ven!”.
La madre vuela. El abuelo, sangrando, dolorido y jadeante la mira desde el suelo.
- ¡Ay, Dios mío, ¿cómo se encuentra usted, señor?!, lo ayuda a incorporarse y de nuevo a sentarlo el el banco.
- Dolorido, buena mujer.
- Déjeme que le cure su herida o que le lleve a urgencias del hospital más cercano.
- Déjelo, buena mujer, ya no la siento.
- ¿Y el dolor?
- El dolor no es por la herida, buena mujer, es porque ha muerto mi último sueño.
Gracias, en verdad es un relato enternecedor, entrañable. Una vecina mía, que tiene 99 años y todavía está lúdica y hace algunas faenas su su casa, le gusta escribir cosas en una pequeña libreta, pues a esta señora le doy a veces escritos míos porque le gusta leerme, y con este relato lloraba mientras lo leía. Tengo buenas relaciones con ella y la visito con frecuencia, y siempre me sorprende lo actualizada que está en todo, incluso en modas de jovencitas. Se llama María del Carmen, pero ella prefiere que la llamen sólo María. Siempre que hablo con ella salgo favorecido y fortalecido con su sabiduría,