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A Isabel

POLIXENAPOLIXENA Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado octubre 2010 en Narrativa
A pesar de la oscuridad de aquella casa y de su ropa salpicada de dolor, ella siempre sonreía, por eso prefiero recordarla difuminada en el azul. Isabel siempre permaneció en el fondo, durante un tiempo se difuminó en el negro del luto por aquel señor que daba de comer a las palomas. No recuerdo su nombre, ni siquiera su cara, yo entonces masticaba chicles de fresa y observaba sus manos pellizcando el pan que luego volaría lejos. La primera vez que entré en casa de Isabel me asusté al ver el retrato de aquel hombre, sonriente, altivo, pero sin migas de pan sobre el pantalón. Ella se quedó con media sombra atada a sus pies y con el recuerdo de haber vivido más la vida de otros que la suya propia. Pasó de lavar la ropa en el lavadero del pueblo a maldecir las continuas averías de su flamante lavadora. La democracia trajo a su casa el divorcio de su hija mayor y el subsidio con el que llegaron a comer hasta cinco personas.
Al andar su cuerpo se tambaleaba y a mí siempre me daba miedo que sus delgadas piernas se quebraran, pero alguien tuvo la buena idea de romper la estética del jardín con una valla que acabó pintada de verde. Un invierno, con la llegada de los primeros hielos, Isabel se desplomó junto con una bandeja de pestiños.
Cuando sus nietas la llevaban a la playa ella miraba sus alpargatas azules y respiraba esperando volver a la sierra lo antes posible. Su hijo Manuel reformó la vieja granja de su padre y grabó su nombre en el poyete en el que comía cuando Isabel llegaba. Ella no sabía leer, pero aprendió a escribir Manuel repasando con su dedo el nombre en la piedra. La granja se vendió, hacía falta dinero y se sacrificaron los recuerdos.
Un día la descubrí llorando junto a mi madre, repitiendo constantemente que el alcohol iba a destruir a su hijo, y que el levante le había enloquecido. Después de aquello sólo recuerdo una llamada de teléfono y las palabras entrecortadas. No he vuelto a su casa desde que murió, por el momento prefiero pensar que sigue abierta su puerta y que ella sigue preparando el cocido para todos los que la quisimos.

Comentarios

  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado octubre 2010
    ¡Cúantas emociones leyendo tu texto, Polixena! En estos días míos de evocación, de luto y de dolor, no puedo comentarte como quisiera, pero sepas que de todo lo que he leído tuyo, esta historia toca fibras profundas como nunca hasta ahora había sentido.Gracias.
  • KundryKundry Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2010
    El corazón y sus ecos...enternecedor, Poli, enternecedor.

    muassss
  • POLIXENAPOLIXENA Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado octubre 2010
    Deudas pendientes con gente que he querido y que ya no están, me cuesta acostumbrarme, pero la vida es así...
    Shai, Kundry, gracias, un beso.
  • serranaserrana Juan Boscán s.XVI
    editado octubre 2010
    Polixena que bello retrato que deja translucir el afecto.
    Un gusto leerte.
    Un fuerte abrazo.
  • POLIXENAPOLIXENA Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado octubre 2010
    Muchísimas gracias por leerme Serrana
    Un beso amiga
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