Sentada en esa mesa, frente a un plato amarfilado de grandes dimensiones, adornado en su centro con un minúsculo montoncito de arroz a banda, paladea el último y exquisito pedazo de ternera brahmán, salpimentada y con unas gotas de limón Primofiori. La carne, ligeramente cocinada, segrega el jugo sanguinolento que explosiona en sus papilas gustativas. Contempla con hastío las mesas a su alrededor; señores enfundados en trajes a la medida de sus egos, con el alma tan sucia
como repletos llevan sus bolsillos y huecas lucen sus altivas cabezas. Las miradas de desprecio a los meseros combinan a la perfección con ese chasquido prepotente de unos dedos que no han trabajado en su vida, si acaso para sujetar el plástico dorado ante otro pobre desgraciado que haya tenido el “placer” de atender a tan selecto cliente. No es la carne que acaba de degustar lo que se le atraganta ni es su sabor lo que le produce arcadas; sin embargo, el estómago se le revuelve y siente la imperiosa necesidad de levantarse y salir corriendo al servicio a vomitar.
—Disculpe, Srta. ¿Se encuentra bien? —el mesero, obviando el protocolo estricto de no tocar a los clientes, posa una mano sobre su hombro. Parece realmente preocupado, quizá por la lividez de su rostro perturbado.
—Sí, solo un poco indispuesta. Me repondré enseguida, gracias.
Y, cuando el caballero que, no por trabajar sirviendo, es menos señor que aquellos que hacen gala de sus nombres heredados, que no honrados, se ha retirado dejándola sola con sus pensamientos, tan solo imagina si no habría sido preferible degustar ese pedazo de carne cruda, tumbada, completamente desnuda y con las piernas abiertas, sobre el suelo de cualquier bosque, en cualquier lugar del mundo, mientras una lengua húmeda y sedienta, se deshace entre la saliva y el fluido de su propio deseo; su espalda arqueada esquivando la hojarasca, con la mirada perdida en la inmensidad del cielo y el jadeo salvaje escapando de su boca que aún conserva el regusto metálico de la sangre… Tan solo imagina y su pensamiento desborda entre sus piernas, en un torrente templado que impregna el elegante tapizado. Una hora más tarde y, sin que ninguno de los meseros se hubiera percatado del desliz, un caballero de parcas palabras y gesto adusto, estrenaría su traje de Armani, pagado con el salario de unos pobres explotados bajo su dictadura empresarial. Alzarían una blanquecina bandera en su grueso trasero, los jugos de la improvisada libertad.
Comentarios
Sin que este comentario mío que sigue a continuación pueda servir de aplausos o de abucheos, en los escritos tuyos que he leído hasta ahora, que han sido ya varios, se ve de alguna forma que comulgas poco o no comulgas nada con las personas con un buen estatus social y económico, sin entrar ahora en faena de si ha sido conseguido decente o indecentemente.
En mi opinión de aficionado a la Literatura, eres una buena escritora, clara, concisa y concreta, lo que facilita al lector llegar pronto al meollo de tus textos.
Te sigo leyendo, Laura.
Saludos
He tenido una semana difícil por el exceso de trabajo, pero me pondré al día en Literanoicos.
Me encanta leer intensidad, como si te cargas al tío y haces la escena gore de tu vida incluso a-género: "esta persona ASQUEROSA me hizo o me hace esto cuando yo no me pude defender, y la víctima podría ser mujer, otro hombre más débil,, un gay (tan bello y salvaje como la mujer que tú dibujas, asqueada de lujos) un anciano en un sótano oscuro abandonado en una resi (eso sí es negro y no ficción!) o alguien vulnerable respeto al agresor verbal y físico que cree tener la sartén por el mango. En fin, mil razoes.
El odio porque sí ni termina de llegar al lector. Si la cosa intensa, tiene sentido remover la mierda poco estética y más humana; fuera ideales porque así la vida ,la vida misma. Ficción, precisamente, es un descanso y un consuelo para cómo está el patio. Cosas estéticas y salvajes incluso no ayudan a esta mierda que uno querría reivindicar por razones de vida o muerte.
Pero este cometario tomate a chufla que voy borracha y no escribo bien.
No cambies.
Con frecuencia me preguntan qué tipo de problemas tengo y sonrío de forma maníaca. Buajajajajaja...
Ahora bien, somos literanoicos, no esperemos ser normales.
Gracias por leer y comentar, Antonio. Un placer recibir tus apreciaciones.
Un saludo!
Ay... no, en ningún momento me provocaste asco, no sé si te refieres a eso pero por favor perdón por expresarme tan mal.
Mil gracias a ti!
Hola, Laura.
Me da a entender tu respuesta que has luchado y sigues luchando permanentemente por mantener tu categoria como escritora, que tu trabajo te habrá costado, y eso te dignifica; es decir, no es que hayas adquirido caprichosamente una postura de odio o envidia hacia las personas que han llegado el éxito, tanto social como financieramente.
De la forma que te expresas en ese comentario, se ve palmariamente que que tus orígenes son humildes. No quisiera tergiversar las cosas y pensar que eres una persona diferente mientras escribes o entre gente de tu entorno.
Saludos
Como comento más arriba, hay mucho de ficción en mis letras, y no me refiero solo a la historia en sí, sino al trasfondo, al sentir del personaje o su propia forma de ver el mundo. De hecho, sería ilógico pensar que todo escritor que cuenta una historia es porque ha formado parte de ella pues, de ser así, la fantasía no existiría o estaríamos rodeados de asesinos en serie, por ejemplo.
Lo que sí suelo hacer es utilizar mis propias emociones, que no siempre están relacionadas con lo que escribo en ese momento, pero que me sirven para reflejarlas en lo que deseo expresar. Para ese ejercicio me valgo de la música y de lo que me transmite para entrar en ese "papel". Rabia, miedo, pasión, deseo, tristeza, nostalgia... todos lo hemos sentido en algún momento.
Ahora bien, si no hablamos de ficción o poesía, en mis reflexiones personales o ensayos sí suelo expresar mi propia opinión y ahí sí entran en juego mis experiencias vitales.
En este caso, concretamente, no recuerdo qué fue lo que me llevó a escribir este breve relato, reflejo de una minoría, dentro de la alta sociedad, soberbia e impertinente.
En cuanto a mi carrera como escritora, aún es todavía más afición que dedicación completa, aunque me encantaría poder dedicarme a ello, pero todos sabemos las complicaciones que supone destacar en el maravilloso mundo de la literatura. Pero sí, sin duda soy luchadora nata en todo lo que me propongo.
Un abrazo, Antonio!
Otro abrazo para ti, Laura.