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Dislexia.

editado febrero 2021 en Narrativa
Siempre he tenido problemas de comunicación. No sé la razón pero todos se empeñan en poner en mi boca cosas que ni digo ni pienso. Desde pequeño, en la escuela, los profesores ya avisaban cada dos por tres a mis padres con los embustes más disparatados. Según ellos, les faltaba al respeto constantemente con un lenguaje impensable para un chiquillo de apenas seis años. Sin embargo, solía sacar buenas notas porque escribiendo nunca he tenido esos problemas, las palabras permanecen en el papel y nadie puede cambiarlas a su antojo.

Aunque me considero un hombre sensible y romántico nunca pude tener novia. Cada vez que intentaba abrir mi corazón ellas huían despavoridas, supongo que no era capaz de hacerles entender que mis sentimientos eran sinceros. Eso sí, ahora, gracias a Internet, estoy hecho un rompecorazones, a casi todas les encantan los poemas que saco de lo más hondo de mi dolorida alma.

Y qué decir de mi vida laboral. No recuerdo las veces que he salido de entrevistas de trabajo acompañado por el personal de seguridad. No lo entiendo, me tengo por una persona educada y de carácter tranquilo. No sé qué esperaban, incluso mi actitud rozaba a veces el servilismo. Menos mal que aprobé unas oposiciones y tengo un trabajo seguro. Es lo bueno de rellenar un cuestionario, que no hay trampa ni cartón.

Lo que no entiendo son las constantes quejas. Yo siempre trato al público con educación y respeto. Soy consciente de que suelen esperar demasiado tiempo hasta que les llega el turno de plantarse frente a mi ventanilla y por eso intento ayudarles en todo lo posible. No sé porqué se enfadan siempre conmigo, incluso a veces tratan de agredirme sin ningún motivo.

Por eso ando cada vez más encerrado en mí mismo, procurando hablar lo menos posible. Y es una pena porque mi carácter era más bien abierto y extrovertido. Nadie me comprende y no es una queja de adolescente ñoño, que ya soy más que cuarentón, en mi caso es la triste verdad. Hasta mi familia se empeña en decir que no se puede hablar conmigo. Por cierto, ese de ahí es mi hermano, debería intentar hacer las paces con él. Yo siempre le he querido y admirado.

—Me cago en tu puta madre— le saludo, sonriente.

Comentarios

  • isabel veigaisabel veiga Garcilaso de la Vega XVI
    ¿Dislexia o Síndrome de Tourette? El título me ha despistado mucho, pero la vida de esta gente es así de complicada.
  • El relato está bien escrito, es una buena introducción para algo más extenso, pero tal y como está presentado creo que tendría en cuenta tres cosas:

    La primera es que como dice la compañera texas  
    parece referirse más al Síndrome de Tourette. En cualquier caso conviene prestar mucha atención al título que se le pone a una obra para que no destripe la pretendida sorpresa del final.

    La segunda que podrías plantearte es si al tratar este tema, la sorpresa y la intriga es la mejor manera de contarlo, porque desde el principio el lector ya imagina lo que pasa y lo está esperando, sin embargo tal vez quisiera saber cómo es eso de ser así, como es estar dentro de su piel, saber qué siente. 

    Por último pareces dar a entender que él no sabe lo que le pasa, como si no fuera consciente de lo que dice y de por qué altera a los demás y creo que esto no es así. Ya sabes esa regla que siempre  nos recuerdan de que debemos escribir sólo sobre lo que conocemos, o de lo que nos hemos informado muy bien.
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