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Toda una vida de lucha y trabajo
Y ahí sigue él, infatigable siempre, asido con una mano a una muleta como única forma de mantener en pie su desgastada figura, mientras con la otra trabaja en su recoleto huerto a golpe de azadón su fatigada tierra; vieja colega silenciosa y ya protestona, que aún mañana dará hermosos y brillantes frutos rojos y verdes, y siempre con la misma cantinela incumplida de que éste será el último año.
Ahí va él, erguido, con su viejo sombrero de desbaratado entramado que, cuando se lo quita, deja ver palmariamente una pronunciada calvicie y unas canas esparcidas, que el sol, al que no renuncia por innegociable compañero, abrillanta.
Su piel tostada y gruesa delata la manera de vida de este nonagenario, seguido siempre a donde quiera que va por su perro, que parece haber envejecido con él y que sólo ladra a los foráneos si su amo no está presente. Y dos gatos perezosos que caminan, cuales silentes visitantes, cuando los desperdicios de las comidas hacen su aparición, y de la mano de su siempre enamorada, inseparable e incondicional compañera de viaje, de día y de noche.
Se ha puesto junto a la lumbre de la chimenea, hecha por él mismo no recuerda cuántos años. Los pedazos de brasas de los deshidratados troncos entrecruzados proporcionan un agradable calor a sus ya desgastados huesos, aliviándole las dolamas artríticas. Aun sus constantes dolores, pensando está siempre el abuelo en que mañana tiene que volver a su huerto, donde ya empiezan a asomar incipientes brotes de delicias que decorarán su mesa, y también esperan sus impertérritos animales, completamente ajenos al sufrimiento corpóreo de él; y ellos, ávidos de sus cariñosas y mimosas palabras.
Ahí está él, reposando cual veterano caballero de guerra. Él es el mismo que un día, siendo todavía un púber, decidía que quería conocer de cerca las sensaciones de la guerra; vivir el peligro y la angustia que deben causar los estruendos de las bombas y los silbidos de las balas al estrellarse contra algún parapeto en el que uno ha de cuidar su integridad.
Parece que fue ayer cuando, con tan sólo 17 años, junto a sus hermanos y a su angustiada madre, comunicó a sus padres durante la cena, alrededor de la mesa redonda, huérfana de manjares, que iba a alistarse a la División Azul. No pretendía defender ninguna ideología, ni patria por la que morir, sólo quería defenderse a sí mismo y al mismo tiempo descubrirse en la peor de las circunstancias. Tenía espíritu aventurero, y la contienda de mediados del siglo XX era la panacea perfecta para luchar, sin rencores de por medio.
Como un soldado derrotado, denostado, y ultrajado a su paso por los pueblos que festejaban la caída del orgulloso pueblo tudesco, terminó en un severo campo de concentración en Berna (Suiza), y allí, en tierra neutral, pasó el último año de una aventura que le forjaría para siempre en un luchador infatigable.
Cuando lo soltaron, fue acogido por un matrimonio chocolatero suizo, que azuzó el físico del joven español, con la cara curtida por miles de sufrimientos.
El amor de una guapa patinadora helvética no se hacía esperar, atraída, sin duda, por el aura de heroicidad del atractivo y espigado hispano. Pero no, él no se dejó seducir, él le era fiel a una chiquilla ignota, regordeta y de pómulos rosados, que el destino le guardaba en su pueblo natal.
Un delicioso aroma a frituras proveniente de la cocina, le rescataba de esas viejas reminiscencias. Le parecía que sólo había pasado un día de tan dramática experiencia, que daría paso a una vida llena de penurias y dificultades, que un día le llevaba, que ni en sueño lo había soñado, a prestar sus reconocidos saberes a tierras germánicas, dejando atribulados a su esposa y a sus vástagos de corta edad, con el único objetivo, incrustado en su mente, de poder ofrecer a su familia un hogar digno, construido a golpe de lucha y trabajo.
Ahí está él, tranquilo, exponiendo las palmas de sus enormes manazas, esculpidas con el esfuerzo al calor de la hoguera, que alivia la gelidez de noches invernales, repasando, complacido, una vida llena de alegrías y de sinsabores por la que han pasado el nacimiento de sus hijos, la muerte de sus padres y su matrimonio con una muchacha rústica, de cara rosácea, muy amada por él y con la que ha compartido toda una vida.
¡A cenar!
Con ese clarín de su esposa despierta de su abstracción de muchos recuerdos de una vida intensa, en donde el ocio y la desgana eran palabras prohibidas. Tiene 90 años, pero rulando está siempre en su mollera que ni un solo día puede dejar de acudir a su tesoro, su huerto. No se puede permitir el lujo de no atender sus tomates y sus pimientos, ni tampoco los bancos de hortalizas, que todo eso pide agua, bajo la amenaza de putrefacción.
Finalmente, todos esos relucientes y tersos frutos lucirán, espléndidos y victoriosos, en el centro de la mesa del comedor de su casa, que, sin duda, simbolizan el tesón de un hombre hecho a sí mismo.
Comentarios
He aprendido vocabulario nuevo como dolamas y tudesco. El protagonista está bien construido con sus luces (fidelidad a pesar de la tentación llamando a la puerta) y sombras (deseos de ir a la guerra como actividad lúdica). Resulta impactante que necesite trabajar pars vivir a los 90 años, y en un trabajo duro como es el trabajo en el campo. Buen trabajo.
Dolama se puede definir como una enfermedad crónica, un alifafe, y tudesco es todo lo relacionado con Alemania. Quizás también hubiese cabido teutón (haciendo referencia a los antiguos pueblos germanos), pero me encajaba mejor tudesco.
Cierto. Lamentable es tener que llegar trabajando a edades muy avanzadas para poder legar a la familia "un algo", en este caso, una casita digna y un pequeño huerto. Pero esto ocurría en un pretérito no demasiado remoto, y todavía se dan casos. Por supuesto, no todas las personas (hombres-mujeres) asumen la magnánima responsabilidad de proteger a los suyos. Éste hombre del relato, sí era un hombre honrado, honesto, fiel y responsable, un hombre bueno, en definitiva, que, afortunadamente, existen.
Este escrito lo lo hice hace unos cuantos años (lo he perfilado un poco ante de plasmarlo aquí), y lo tengo en mis archivos, como muchos otros de diferentes temáticas.
...deseos de ir a la guerra como actividad lúdica...
Más que deseos era una especie de compromiso consigo mismo, como queriendo incluirse (inmiscuirse) en avatares desafortunados ajenos.
En este texto sale a relucir buena parte de mi idiosincrasia. Como sé que me lees con asiduidad, habrás observado que en mis escritos siempre aparece "ese halo de patriarca (por llamarlo de alguna forma) que me caracteriza", y no lo digo por presunción, sino porque así soy y así me comporto y así lo cuento y además soy una persona extrovertida.
Por lo que deduzco de tus comentarios, me da que te ha gustado. Gracias
Ciertamente lo he leído con una canción que precisamente habla sobre los anhelos (Sprinter de Kalafina) y he terminado con una sonrisa en mi rostro. Excelente relato.
Gracias, Gary. Como ya le comenté a Iramesoj, la vida es dura y por desgracias estas cosas ocurren. Creo que en todas las partes del globo, hay personas que se llevan toda una vida trabajando y su máxima ilusión es que el fruto de ese trabajo reverbere en sus herederos. Es ficción esta historia mía, pero también realidad. Y el protagonista, después de todo, tuvo suerte.
Gracias de nuevo por leerme
Yo personalmente me alegro de ver tu comentario, y seguro que Antonio también se alegra.
¡un saludo!
Yo personalmente me alegro de ver tu comentario, y seguro que Antonio también se alegra.
¡un saludo!
Gracias, Isabel. Aunque breve, tu comentario me anima a seguir aprendiendo. Pues sí, pude hallar esa imagen, pero no creas que no me costó; la ya insertada, es la más adecuada a lo que me proponía en un principio, que estuviese el matrimonio de ancianos juntos en su huerto.
No nos abandones tan radicalmente, estimada escritora; sí, ya sé que aludirás a que estás muy ocupada, muy liada, pero reserva unos minutillos para nosotros. Un saludo afectuoso, como siempre.
Pues sí, Álvaro (Iramesoj), me alegro, y mucho además.
Gracias, Kantos. En realidad, este relato es más largo, cuyo texto íntegro conservo en mi archivo. Ocurre que lo recorté para publicarlo aquí, porque, como venía "insistiendo" en que en esto de la LISTA no deberíamos insertar historias demasiado extensas (con la idea de no perder al hilo de la misma), no iba a ser precisamente yo el que quebrantase mi propia "insistencia". Pero a todo se adapta uno. Es más, ya tengo en lista de espera de mi turno otros textos más bien larguitos.
Todos ellos los escribí hace dos décadas o más tiempo, actualizando un poco el que vaya plasmando.
Sorprendentemente, o no tanto, lo que más trabajo me costó fue localizar una imagen en Internet de acorde con la historia; es decir, el matrimonio juntos en el campo, que, como bien define la compañera forera Texas, "le da un toque de autenticidad".
Gracias de nuevo y un saludo afectuoso
Es precioso... me encanta todo lo relacionado con los huertos.
Nunca lograré poder describir tan metódicamente a los hechos y las personas.
Soy en eso muy parco.
Qué hay más bello que una mesa llena con productos de TÚ campo.
Felicidades
Emilio
Anda, anda... no digas eso. Tú eres un escritor muy detallista, y no hablemos de tus famosas tildes, TildesVilaró, como yo las llamo. Un invento "made in tuyo", que tal vez tenga una mayor difusión. Ya veremos...
Efectivamente, todo lo relacionado con campo, agricultura... tiene un encanto especial. También yo soy un poco hortelano. Horas y horas me tiro en mi finca de 17 hectáreas, casi todo el terreno sembrado con productos netamente de huerta.
Gracias por leerme, Emilio, y no te pierdas tanto, que gente como tú necesita este foro. Buenos mensajes de intercambios disfrutamos, amparo, gades, bruderlim, tú y yo, en él, un poco olvidado, "Grupos de Lectura". ¿Por qué será que los buenos tiempos nunca se repiten? Cosas...
Un saludo afectuoso