Mis
padres no querían artistas en casa. Para ellos la creatividad equivalía a la
pereza. No concebían el trabajo sin sudor y sin ese dolor de riñones que
todavía recuerdo muy bien aunque ya llevo muchos años sin pisar la maldita
huerta.
Por eso cuando a mi hermano le dio
por pintar mi madre escondió todos sus pinceles en mi habitación y me hizo
prometer que guardaría el secreto. Lo hice sobre todo por evitarle una paliza,
mi padre habría reaccionado mucho peor y no me apetecía nada volver a ser hijo
único. Poco a poco fui reuniendo una buena colección de trastos: Acuarelas,
ceras, lápices y hasta un lienzo de dimensiones considerables. No había peligro
porque mi hermano nunca entraba a mi habitación. Nos llevábamos mal desde
siempre y creo que él no llegó a imaginar que sus tesoros pictóricos languidecían
en un rincón de mi cuarto.
Cuando me entró el veneno de la
literatura mi madre reaccionó igual. Mis libros, mis cuadernos y hasta mis
bolígrafos desaparecían de inmediato. Yo siempre sospeché que todo acababa en
la habitación de mi hermano pero nunca llegué a entrar porque me parecía justo
que fuese así y por un raro temor. Había cierto equilibrio en esa situación y
además, nada me impedía escribir historias sólo con el pensamiento, incluso
recogiendo lechugas y tomates.
El caso es que mi hermano acabó
haciendo preciosos dibujos con un bolígrafo y una libreta pero yo no consigo
escribir novelas al óleo.
Comentarios
Hay fallos de puntuación, fallos que se ven habitualmente en muchos textos, pero que no entorpecen la lectura. Sólo es cuestión de aprender y mejorar, como hacemos todos
Triste y a la vez bonita historia. El hecho de que te hayas animado a contarla públicamente dice mucho a tu favor, principalmente por el propósito que se entrevee (así lo interpreto) de que nos has tirado la toalla en cuanto alcanzar tus ideales. Animo, Tente, eres un campeón.
Saludos cordiales
Se me pasó añadir que debe ser difícil escribir una novela al óleo