A un corazón lejano
Tan difícil definir... mi emoción.
Desde el epicentro de mi cuerpo, exhalo un suspiro. Dime, amor, ¿puedes sentir desde la lejanía los temblores que provoca mi corazón? Ni el viento, ni la lluvia incesante podrían alterar su curso, rompiendo toda racionalidad que pudiera albergar. Solo la memoria, tantas veces traicionera, me permite recorrer tus labios una vez más, recordar el tacto de tu piel... la aspereza de tu barba sobre mi boca.
Como todas las noches yazco en mi lecho solitario, anhelando tu cercanía, preguntándome acerca del sentido, del significado verdadero de esta unión que es la nuestra. ¿Acaso ha sabido la vida darnos un golpe de fortuna al unir de forma tan casual como absurda... dos espíritus afines? ¿O es que el destino había premeditado cada uno de nuestros gemidos...lamentos? Quizás se trate solo de una locura idealizada por el romanticismo de dos jóvenes perdidos dentro de la mundanidad circundante.
Jamás encuentro razón ni error en mi planteamiento, ante mí solo se formulan las imágenes de aquel encuentro, único, perfecto. En delicadas curvas se erizaron mis labios, mil sonrisas solo cortadas por el placer, por el roce de tus grandes manos. Podría perderme, entregar mi alma a cambio de una vida semejante en goces, rociada de una felicidad sin igual. ¿Pero sería tal dicha sostenible? No lo creo...no cabe tal posibilidad, pues jamás contemplé tanta alegría en rostro que no fuera el tuyo.
El futuro, si cabe, es aún más incierto que este presente de espera y memoria. Entre dos pasos que no encuentran su momento. Las dudas me sobrecogen, intercaladas con la seguridad del amor, la pasividad de la ocupación, los afanes del deseo, y ah... tu bella faz. Así, los días pasan y mostramos ante el mundo este lazo, apenas definible, de hecho...incomprensible para mí. Pero intuyo que no todo debe regirse por los yugos de la razón. Y aunque quizás no deba amarte, ni entregar cada visión del porvenir a tu entero ser... tal vez el tiempo, como dijiste, sea el mayor de los aliados.
Mientras le demostramos al mundo su error, recuérdame como yo te recuerdo.
Tuya, S.
Comentarios
No puedo poner, venga a cuento o no, un punto final sin decir que eres maravillosa, Sandra. El receptor de estas palabras es muy afortunado.
¡Gracias por compartir!
Odysseus... no puedo estar más de acuerdo contigo, los recuerdos van forjando una felicidad que solo se confirma en aquéllos nuevos que se crean. Ojalá siempre pueda ser afortunado quien recibe estas palabras de mi pluma.
Amparo y Odmaldi, os agradezco que hayáis apreciado el amor que brota de esta carta, una vez más me hace muy feliz que alguien se entretenga por las divagaciones de mi mente.