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La increíble pero cierta aventura de ir a comprar el pan. Capítulo I

AdriaAdria Pedro Abad s.XII
editado enero 2014 en Humorística
Les cuelgo el primer capítulo de un relato seriado que cuelgo en mi blog y luego comparto en facebook. Espero que les guste.

La increíble pero cierta aventura de ir a comprar el pan (A las Quimbambas)

Capítulo I: mi madre se ha vuelto loca.

Yacía yo tranquilamente apoltronado en el sofá de mi casa practicando uno de mis deportes favoritos: el nading. Consiste en no hacer nada durante varias horas seguidas. El caso es que estaba viendo un canal que se llama “Descúbrete Mas”, en el que constantemente ponen documentales sobre temas de gran interés cultural. Pasaban en ese momento uno sobre el fascinante mundo del tapete de ganchillo. En esta ocasión dos ancianas mantenían un acalorado debate sobre la solución a un grave problema: el número adecuado de la aguja de ganchillo. Una, mientras sostenía su aguja amenazadoramente, defendía a ultranza el número uno. La otra, con fuego en la mirada y decorando sus palabras con una colección de palabrotas, defendía que el apropiado era el uno y medio. A mi diestra una lata de refresco y a mi zurda un bol de palomitas. Ustedes comprenderán: me encontraba en el paraíso cuando de pronto escuché la voz de mi madre.
-¡Niño! -dijo- ¡Niño! -repitió, por que siempre lo decía dos veces seguidas- ¡Vete a buscar una baguette!
“¿Una baguette?” Pensé yo, “Pero si la panadería está en Las Quimbambas”.
-¡Es que ahora estoy ocupado!
-¡Ver la tele no es una ocupación!
-Jo, mamá... Pero si la panadería está tope lejos...
-¡Llama primero a ver si tienen!

Cuando un joven de diecisiete años yace tranquilamente sentado en el sofá de su casa viendo uno de los mejores programas que la televisión pública ha parido en la historia, el esfuerzo de levantarse se convierte en un suplicio tal que la opción de morir antes de empezar se le antoja apetitosa. Pero la providencia divina no lo quiso así. Definitivamente, y tras más de veinte minutos, logré pensarlo: “Levántate”. Y me levanté. Dos pasos más allá se encontraba el teléfono. Lo tomé con delicadeza y deslicé los dedos por los números marcando al azar. Dio señal. El objetivo es que mi madre me escuchara intercambiar algunas palabras con alguien, quien fuera, y luego decirle que no quedaban baguettes. Pero de alguna manera mi subconsciente me puteó la vida e hizo que mis dedos marcaran el número correcto. La panadera descolgó.
-Panadería Las Quimbambas, ¿dígame?
-Ehm... hola.
-Hola.
-¿Ustedes hacen pan?
-Si, señor.
-Y... ¿Han hecho hoy?
-Si, señor.
-¿Tienen baguettes?
-Si, señor. Queda una.
-¿Una solo?
-Si, señor. Y de hecho, es la última baguette del país. Ya no se van a fabricar más.
-¡No cuelgue, ahora voy para allí! -No sé porqué, pero me entró el turbo por comprar la baguette.

Salí corriendo dirección a mi habitación y cogí mi mochila. Nunca voy a ninguna parte sin mi mochila. Es azul y negra. Y de una marca muy cotizada llamada “Deus Ex Machina”. En ella llevo útiles para cualquier situación, y medio kebab que me sobró la semana pasada. Por si me entra el gusanillo por el camino. Cogí dinero de la caja secreta de mi madre y salí disparado por la puerta.
-¡Adiós mamá! -grité antes de salir.
-¡Adiós niño, adiós! -respondió, antes de que yo saliera.

¿Crees que será capaz de comprar la baguette? ¿Llegará algún cliente antes que él a la panadería de Las Quimbambas? ¿Mantendrá el teléfono descolgado la panadera hasta que él llegue?¿Cuál será el número adecuado de aguja de ganchillo?
Todo esto, y mucho más, en los próximos episodios.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2014
    Espera el pròximo capitulo para que te enteres que pasara:rolleyes:
    Nos colocaran la continuaciòn?
    Habrà que ir a buscarla a Quimbambas?
    Alcanzara el dinero?
    Le tocará devolverse a pie?

    Todas estas y màs interrogante en su pròximo episodio:):D
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2014
    Me recuerdas al adolescente que vive en mi casa ( mi hijo ), y que cuando le planto la bolsa de basura en la puerta del patio, levanta sus largas piernas sobre ella, cierra la puerta, y se va tan campante. Siempre dice que no ve la bolsa. Si le mando a comprar ( yo también digo las cosas dos veces), fijo me contesta lo que tú.

    Muy bueno, gracias por el ratito de risa.
  • AdriaAdria Pedro Abad s.XII
    editado enero 2014
    Gracias a ambas por los comentarios, me han animado mucho ^^.

    Hay segunda parte. Si queréis la colgaré aquí.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2014
    Estamos esperando antes de que se acabe el pan:)
  • AdriaAdria Pedro Abad s.XII
    editado enero 2014
    Bueno, aquí os dejo el capítulo II. Hay más capítulos, por si os queréis avanzar, en: http://relatosadriahernando.blogspot.com o en https://www.facebook.com/relatoshernando

    Espero que os guste!


    Capítulo II – Camino a la Quimbambas: el tren a “Tomar por Culo” (de arriba).

    Lo primero que hice al salir de mi casa fue caer rodando por una pendiente de 45º durante aproximadamente 15 metros de distancia. Esto se debe por una parte a que, por un error de diseño, la casa fue edificada sobre un terraplén y la puerta fue a caer, casualmente, en la zona de más pendiente. Por otra parte, un error de genética me impide acordarme siempre que salgo. Me levanté, me quité el polvo de la ropa y de mi mochila, y eché a andar hacia la estación de tren de La Vuelta de la Esquina, que es mi pueblo.

    Tras caminar durante dos eternas horas llegué. Al cruzar la puerta un tipo repartía ejemplares del diario La verdad entre líneas. Cogí uno con la intención de entretenerme en el tren con los crucigramas. Avancé unos pasos mientras leía el titular “Record de Share del debate sobre agujas de ganchillo: un 75% de la audiencia lo vio” y pensaba: “Mierda, mi madre me interrumpió antes de saber cuál era mejor opción...”. De pronto, dos tipos me pararon. Uno era alto, con melena y barba. Llevaba una espada envainada y vestía con botas y capa. El otro era bajito, con casco y llevaba un hacha a los hombros. También tenía aspecto de ser un vagabundo atracador, como el primero.
    -No tengo dinero, se lo juro -dije.
    -No queremos dinero -respondió el alto.
    -¿Entonces?
    -Buscamos un tipo así -dijo el bajo, señalando una estatura que era cerca de la mitad que la suya-. Tiene los pies peludos, cara de loco y lleva un anillo colgando del cuello. ¿Lo ha visto?
    -No -respondí y me fui de allí tan rápidamente como pude.

    Busqué la ventanilla que me correspondía: billetes de la linea de cercanías C1021 Quinto Carajo-Tomar por Culo de Arriba. Cuando la vi me acerqué, pero en ese momento me adelantó un tipo muy bajito, con los pies peludos. Era tan enano que no llegaba al mostrador, así que saltó para cogerse, trepó y se quedó allí colgando apoyado en sus codos. Escuché que le preguntaba algo a la mujer sobre un anillo, y ella le decía que eso debía preguntarlo en objetos perdidos. Tardó un rato en aceptar que allí no estaba el anillo. Entonces caí en la cuenta: es el tipo al que buscaban los otros dos. Pero decidí callarme: tampoco debía de estar muy bien de la cabeza si se les había perdido. Cuando el tipo se fue, me acerqué yo.
    -Hola -dije.
    -Hola -respondió una mujer de unos sesenta años que estaba apoltronada en una silla alta y giratoria al otro lado del mostrador.
    -Necesito un billete de tren...
    -Eso supuse -respondió ella.
    -Necesito uno para ir a Tomar por Culo...
    -Bueno, eso son... 324 zonas...
    -Si que queda lejos, ¿no?
    -Si. Total 610€.
    -¿Con carné del estudiante hay descuento? -dije esgrimiendo un carné de mi instituto en el que había una horrible foto de mí.
    -Si, le quedaría por 609€.
    -Verá... tengo un problema...
    -Y yo muchos...
    -Es que no tengo dinero.
    -Pues no hay billete.
    -¿No hay solución?
    -No -cuando dijo esto decidí utilizar mi última carta: me lancé sobre ella y le di un morreo que la dejó atónita. Tanto fue así que me dio un billete. Lo guardé en el bolsillo derecho de mi pantalón y fui al andén.

    El tren ya estaba allí, y me subí. En el billete, que mostré muy educadamente al revisor, ponía cuál era mi compartimento: el segundo del séptimo coche. Al entrar en él me encontré con los que serían mis compañeros de viaje. Había una mujer morena y despampanante con un generoso escote y, junto a mi sitio, había un hombre completamente desnudo. Llevaba solamente un sombrero de bombín y una pajarita en... sus... bueno, una pajarita.
    -Hola -dije.
    -Hola -respondieron los dos cada uno cuando le apeteció.
    -¡Ejemplares de El Mentiroso gratuito! -dijo la voz de un hombre que se asomó por la puerta del compartimiento mientras yo dejaba mi mochila en el portamaletas y me acomodaba en mi sitio- ¿Quieren uno?
    -Yo si -dijo el caballero nudista.
    -¿El Mentiroso? -pregunté yo mientras sostenía en mis manos La Verdad entre líneas.
    -Si -respondió muy educadamente el caballero nudista-. Es el único que dice verdades como puños.
    -¿Me deja verlo?
    -Por supuesto -dijo tendiéndome su ejemplar. Yo lo tomé y leí el titular: “La economía va mal”, e inmediatamente un puño surgió de la página y me giró la cara del revés.
    -Si, si que es verdad -dije, mientras me acariciaba la zona dolorida.
    -¿Quiere un ejemplar? -me preguntó el tipo que los repartía.
    -No, gracias. Yo seguiré con mi diario... sólo lo quiero por los crucigramas.
    -Yo si -dijo la mujer-. Para mi marido, que está en el baño.
    El tren arrancó cuando el repartidor de diarios se marchaba. Al momento se abrió la puerta del compartimento. Yo giré la cara para ver quien era, y no vi a nadie. Entonces bajé la mirada y observé como un koala vestido de traje entraba y se sentaba con la mujer.
    -Toma cariño -dijo ella dándole el diario-, te he cogido uno.
    -Gracias cielo.

    Transcurrió el viaje tranquilamente durante varias horas. Mientras yo pensaba una palabra de cuatro letras que empezaba por la C y acababa por la A y era sinónimo de mierda, escuchaba los golpes que, tanto el caballero nudista como el koala, recibían de sus diarios. De golpe el tren se detuvo.
    -¿Qué sucede? -pregunté.
    -No lo sé -me respondió la voz de alguien que no estaba allí en ese momento.
    -Iré a ver -dije. Salí del compartimento y bajé del vagón. Nos encontrábamos en mitad del campo. Caminé hasta alcanzar la parte delantera del tren, dónde parecía haber bastante revuelo. Vi a algunos militares hablando con el maquinista y algunos pasajeros y me acerqué.
    -Los guerrilleros han volado el puente, no se puede seguir -dijo uno de los soldados mientras señalaba el puente que había un poco más adelante, hundido completamente.
    -¿Qué guerrilleros? -dije yo.
    -No sé -respondió el soldado-. Unos. Seguramente pasaban por aquí, han visto el puente y... no han podido resistirse...
    -Ah... pues yo tengo prisa. ¿Tardarán mucho en rehacerlo?
    -Tres años...
    -Uy, eso es mucho -respondí yo.
    -Siempre pueden cruzar el Gran Río Rápido a nado y caminar hasta La Mierda. Allí hay otra estación, seguro que la compañía de ferrocarril les da billete para seguir su viaje.
    -¡Eso haré!

    ¿Logrará nuestro protagonista cruzar a nado el Gran Río Rápido? ¿Olerá mal La Mierda? ¿Se vestirá el Caballero Nudista? ¿Sabremos algún día qué es el Share? Todo esto, y mucho más, en los próximos capítulos...
  • SeibertSeibert Anónimo s.XI
    editado enero 2014
    Dios, he aquí una curiosa convivencia entre la realidad y "parodiaworld". Desde los peculiares nombres de los lugares, hasta los personajes que el prota encuentra, si bien a veces puede descolocar tanta irreverencia, es humor al fin y al cabo. Me gusta como fluye la narración y me he reído bastante con algunos puntos (el diario puñetero y los guerrilleros ociosos llevan medallas :-D)
    Voto porque el Rio Rápido tirará de golpe al prota a La Mierda (famosa por su exótico aroma floral :p) y creo que me quedaré con la duda de si la señora del koala tiene hijos y cómo son.
    Saludos.
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