Me había portado mal, es cierto.
Metí al agua la muñeca “caminadora” de mi hermana para ver si era anfibia. Arruiné esa hermosa muñeca, mi hermana lloraba yo le supliqué que guarde silencio, pero ella lloró mas fuerte aun.
Vino mi Madre, me tomó de la camisa - ¿Qué has hecho?-preguntó –Nada- respondí. Mentira, mi Madre vio la muñeca aun húmeda. Me miro enojada, pensé que me golpearía, pero solo me sacó de la casa.
-Te quedas en el jardín hasta que te llame y no habrá televisión. Ya hablaré con tu Padre –sentenció.
Aquel enorme jardín.
¿Que me podía ofrecer, esa selva en miniatura?
Había dos higueras, una palmera, el níspero, la chirimoya, el limón, algunas plantas de plátano y enredaderas varias; una madreselva, un maracuyá, el jazmín. Unos álamos bordeaban aquel enorme lugar. En el centro de aquel jardín unas rosas de diversos colores animaban el ambiente. Habían rosas blancas, champagne, rosadas, naranjas, rojas, “príncipe negro”, jaspeadas. Esas rosas eran el orgullo de mi Padre.
En aquel lugar silencioso un hombre en una escalera cortaba algunas ramas de álamo, y un niño de mi edad pegado a la pared no se qué cosa hacia. Me acerqué.
El chico con un palito muy fino daba golpecitos en un pequeño agujero polvoriento en la juntura entre dos ladrillos de aquel gran muro. Su rostro mostraba una gran concentración, el palito era deslizado suavemente por los bordes me quise acercar más para ver que podía haber en aquel agujero. El chico me hizo un gesto para que no lo haga. El seguía con esas extrañas maniobras.
De pronto, primero muy tímidamente aparecieron unas patitas. Yo contemplaba asombrado y en silencio. El chico dejó de golpear el agujero, con el mismo palito, con gran delicadeza empezó a jalar suavemente en un solo lugar del agujero. Apareció una araña de un color marrón claro, más grande de lo que estaba acostumbrado a ver.
El chico rápidamente con el mismo palito, cerró el agujero y sin dudar golpeo a la araña con la mano rematándola en el suelo de un pisotón.
Le pregunté al muchacho porque hacia eso, el me respondió: por justicia. ¿Por justicia? -Repliqué. El chico me explicó: a mi Padre lo picó una araña hace un mes y fue al hospital, estuvo mal. Esa araña nos hizo daño a todos nosotros. Mi Padre no tuvo dinero y pasamos hambre. Desde ahí yo mato arañas, es mi manera de hacer justicia.
Desde aquel día aprendí a cazar arañas y comprendí lo que era hacer justicia.
Comentarios
Un abrazo, Juancho. Me gustan tus historias.
En fin, me gustó mucho, dice mucho el cuento, no se, expresas uno de los grandes males que tenemos en una anécdota de niños en un jardín.
Gracias por el relato.
Buen relato, Juancho.Tiene su miga.
Saludos.
En mi país existen dos tipos de justicia, la que imparte el estado y la que imparte la gente por mano propia.
La justicia que imparte el estado es lenta y corrupta, toda su estructura esta torcida por la política y los conflictos de intereses. En cierto modo la Madre al sacar al niño al jardín y esperar a que el castigo lo aplique el Padre hace el papel del estado que no imparte la justicia en forma oportuna.
La otra justicia es rápida y ejecutiva. En los pueblos alejados de la ciudad si la gente encuentra un ladrón, lo ajustician. Luego alguien avisa a las autoridades. Se cometen errores terribles por esta manera de aplicar justicia. El niño que mata arañas aplica esa justicia.
El texto se puede interpretar de otras maneras y no hay ninguna objeción en ello.
Es lo primero que escribo en forma de parábola.
Gracias por pasar por aquí a todos.
Un abrazo
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Así es Cielito.
¿Qué opina usted del término “Administrar Justicia”?
¿Es válido?
Ilústreme por favor.
Al César, lo que es del César...
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Gracias me queda claro.
Por mi parte está claro que no es la lectura correcta. Así que me gustó mucho che y te felicito...