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Columnas

artemisaartemisa Fernando de Rojas s.XV
editado marzo 2008 en Narrativa
La Columnata se perdía entre las altas y anchas hojas del Manto de Eva,
la Cola de Zorillo, , los helechos, las fucsias y el chilco. Una pátina amarillenta aún dejaba ver ricos tallados y gráciles arabescos que la madreselva y otras enredaderas hacían más intríncados.
La ví cuando con el rostro apoyado en la más alta de las columnas contemplaba la entrada. La mirada melancólica mientras sus delgados y largos dedos se deslizaban acariciantes por el frío decorado. Con recogimiento escurríalos por entre el enjambre vegetal descubriendo con un casi imperceptible estremecimiento la continuación de la historia allí grabada. Ya cerraba los ojos presa de gran inquietud o arreglaba sus cabellos humedecidos por el rocío matutino.

Yo estaba sentada en una gran piedra instalada en la cima de la loma, desde allí tenía una visión privilegiada sobre el Valle de la Luna y sus senderos entre piedras volcánicas, Laguna Verde aterciopelada entre su séquito de tepas, robles y mañíos, tres caminos que se perfilaban hasta la distancia en distintas direcciones, uno saeteando un bosque nativo, el otro hasta llegar a los márgenes del río de deshielos y el otro pugnándo por alzarse entre los matorrales ,las zarzas y los hierbajos hasta llegar hasta este sitio. Sierra Nevada cerraba el paisaje con la magnífica estampa de sus formas.

Extasiada en la contemplación de tan agreste paisaje la olvidé hasta que la ligera tela de sus vestidos chocó contra mi costado, exhalaba un delicado aroma y me miró. En un impulso irrefrenable me puse de pie y la abracé, abatió su cuerpo contra el mío y lloró. Lloró y lloró largo rato, supuse que debía guardar silencio aún cuando despegándose de mí se volvió a esconder entre la vegetación sin decir adiós, sin mirar atrás.

Comentarios

  • PietroPietro Pedro Abad s.XII
    editado marzo 2008
    Delicioso, me transportaste hastael miso centro de la escena.
    Agrego, ademàs, la laegrìa de leer nombres de plantas nativas, como el chilco o el mañio.
    Gracias, ha sido un placer, aunque desconcertante. (con gusto a poco)

    Un abrazo
  • artemisaartemisa Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2008
    Pietro, el centro de la escena es decididamente delicioso, me embarga el aroma de los bosques sureños de sólo evocarla. Gracias.
  • buenaverabuenavera Pedro Abad s.XII
    editado marzo 2008
    Antes que este leí un relato tuyo muy corto en estas mismas páginas, y me cuesta creer que sean de la misma persona.

    He paseado por ese ambiente que con tanta belleza reflejaste, he percibido los olores, hasta la más leve ráfaga con la que el aire pudo jugar. Y he sentido el placer de leerte.

    Muchas gracias por compartir.

    Un saludo.
  • artemisaartemisa Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2008
    Buenavera, gracias por opinar...persona es por donde suena...o en este caso escribe y los sonidos vienen de todas partes.

    Tu seudònimo me sabe a buenaventura, por lo tanto, te la deseo...:)
  • Alois BoergesAlois Boerges Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2008
    Doceles, plazas y capiteles. Se me antojo como si una semidiosa, recostada sobre un diván, medio desnuda, con sus blancos antebrazos, sus níveos hombros y sus frescos dátiles que incitaban a beber su elixir, estuviera observando todo, indagando todo, penetrando todo con su sabiduría milenaria; desde su templo allá en el Peloponeso, cerca al Olimpo; y que luego saltaría de isla en isla por el Mediterráneo hasta llegar a la cúspide de las montañas y de allí al firmamento en donde se transformaría en constelación; una guerrera con su arco y sus saetas, protectora de los jóvenes hermosos y las ninfas bellas y castas, cuidándolas de la lascivia de los centauros y los faunos quienes gustan de merodear en los alrededores del Jardín de las Hespérides, sin miedo de recibir un flechazo de Diana (como la conocen ellos), con esas puntas de plata bruñidas de las manos del mismo Vulcano allá en las cimas de Marte.
    **
    *
    Narración limpia y diáfana. Reunes los cuatro elementos alquímicos en la misma, más un quinto. El último (con el que concluyes) es el olvido. Me parece que tienes algo, no se qué, pero creo que vas bien; digo si es que tanto te interesa narrar, por que veo que eso fue lo que intentaste hacer y casi das en el blanco, estuviste bastante cerca, sólo debes afinar más. Narrar es asumir un compromiso, no con el lector, sino contigo misma; es lanzarse, arrojarse. Despojarse de la concha, de la piel muerta y afrontar el miedo que llevamos por dentro. A lo mejor eso que tienes se llama "Estilo". Creo que lo posees. ;)
  • artemisaartemisa Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2008
    Hans Castorp, agradezco sus palabras y sonrìo mientras siento una palmadita en el hombro...Sin embargo, olvìdese de que yo saltarìa de isla en isla aùn en el bello mediterràneo, mis viajes seràn siempre oscuros y peligrosos. Respecto de los centauros y faunos son mis amigos, especialmente los primeros con los que me une una serie de similitudes. Atacarè por lo contrario, a sàtiros y silenos sin contemplaciòn.
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