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Sin rastro

Por el barrio empezaron a desaparecer las niñas. Cuando desapareció la primera, Griselda, la gente creyó que se había volado de su casa. Griselda a los catorce años ya fumaba cigarrillos y había rumores que por veinte mil pesos les chupaba el pene a los chicos de ultimo grado de bachillerato, detrás del parque, cerca del caño. La gente sabía y había escuchado que la chica sufría mucho en su casa. Su abuelo era un exsoldado que gustaba de emborracharse y amarrar a Griselda y su hermano barriga con barriga bajo la lluvia durante horas sin agua ni comida apuntándoles con un rifle que se había guardado de la guerra.
A las dos semanas de la desaparición de Griselda, Katleen, una niña de 8 años que solía sacar a pasear a su bulldog francés, Azúcar, por el parque, desapareció. La niña era muy conocida y querida por todo el barrio por su carisma y su alegría. Siempre llevaba puesto un impermeable rojo y la apodaban “Capuchita roja”. La madre de Katleen repartió por todo el barrio panfletos con una foto donde se veía el rostro iluminado de la pequeña junto a su dulce perrita. Los vecinos se pusieron alertas e iniciaron patrullajes nocturnos de búsqueda.
Tres días después de la desaparición de Katleen, dos jóvenes hermanos patrullaban por las inmediaciones del parque, cerca del caño oscuro y pestilente, cuando escucharon unos gritos muy agudos resonando desde el interior del caño. Dieron el aviso sospechando que era la niña desaparecida.
A los pocos minutos casi toda la comunidad estaba reunida en el caño del parque.
Encontraron en la entrada del caño a un vagabundo. Supusieron que él había sido el culpable del rapto de Capuchita Roja, así que lo golpearon con piedras y puños, lo desnudaron, empalaron con ramas secas de los árboles del parque y quemaron. Cuando la policía finalmente llegó por el escándalo, el vagabundo estaba totalmente desfigurado y muerto hacia más de media hora.
Luego de finalizada la barbarie revisaron el interior del caño y lo que encontraron fue una caja de gatitos bebe que el vagabundo había rescatado y cuidaba.
Nunca encontraron a las niñas.

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