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Reto Abril 2021:Condenados a la Eternidad

—Yo tenía quinientos años la primera vez que me enviaron a Paraíso —dijo al notar mi embelesamiento ante su túnica blanca— Aquél era el primer envío de pedidos «especiales».

 

Una sonrisa torcida asomó a su rostro al pronunciar la palabra «especiales» y dirigió la mirada hacia la anciana de negro que tejía sentada a mi lado. Yo no podía perder detalle de su figura. Pregunté torpemente cuantos años tenía entonces, pero no necesitaba respuesta. Recordé que recientemente, hacía unos cincuenta años tal vez, la corporación había celebrado el quinto centenario de aquel viaje que marcaba el inicio de la cuarta era según el calendario científico.

—Sí —contestó leyendo mi mente—, tengo más de mil años.

Yo seguía hipnotizado por aquella túnica. Era mi primer viaje, la primera vez que veía un eterno en persona y además milenario. No podía creer que estuviera frente a alguien que vivió en los primeros tiempos, cuando aún había gente que creía en dioses. Me sentía como un crío frente a su ídolo. Por aquel entonces yo soñaba aún con alcanzar su nivel.

Vi que se fijaba en el triángulo tatuado en mi mano y avergonzado tiré del puño de mi uniforme gris intentando taparlo. Lamenté que los hicieran con las mangas tan cortas. Era imposible ocultar mi condición. Mi entusiasmo cambió rápido por vergüenza y me sonrojé. Aún no tenía categoría siquiera para controlar mi cuerpo y estaba ante un «perfecto». Me sentí humillado por mi falta de capacidad.

—¿Qué les robaste? —preguntó con aparente interés—. Debió ser algo importante para llegar a mensajero especial tan joven.

Sus palabras me devolvieron el entusiasmo y la sonrisa.

—La fórmula anti SARS —contesté orgulloso.

La anciana levanto la cabeza y dejó de tejer para observarme. El alzó las cejas en gesto de sorpresa.

—Uh. Eso debió cabrearles mucho, chaval.

Recuerdo que me sentí molesto por aquella forma de referirse a mí. Vivía mi juventud como un insulto.

—¿Lograste colocarla? —siguió preguntando con interés.

—¡Claro! Soy muy bueno en lo mío. Se la vendí a un gobierno del este.

El asintió con la cabeza en modo de aprobación o eso quise creer. La anciana volvió a tejer ignorándome, lo que me supuso un alivio. No entendía la presencia de aquella mujer en la cabina de la lanzadera. Intentaba mantenerme separado de ella. No me gustaba rozarme con los condenados a morir. Sentía como si aquello fuera contagioso y debiera protegerme. Un pensamiento muy irracional, lo sé, pero era tan inocente…

Él retomó la conversación.

—Te dejaste pillar —dijo a modo casi de reproche. Sus ojos azules escrutaban mi cara como si me estuviera analizando.

—Sí, bueno… —balbuceé avergonzado de nuevo, mirando mi mano y frotando la señal que se enrojecía con el calor—. Cuando supe que no tenía escapatoria liberé la fórmula.

Entonces la anciana dejó su labor sobre el asiento y me miró atenta. El silbó a modo de exclamación.

—Eso sí debe haberles hecho pupita. A la Corporación no le gusta nada compartir y siempre les encantó ver sufrir a la gente. Ese afán suyo por las muertes lentas y angustiosas… —Hablaba muy despacio, saboreando las palabras, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Claro que, Él lo tenía— No tenía noticia de tu hazaña, pero claro, ya se encargan ellos de que no se sepa. ¡Bien hecho, chaval! Te has ganado mi admiración. No podía ser de otra forma siendo quien eres —concluyó con media sonrisa mientras la anciana asentía.

El azoramiento volvió a mis mejillas y bajé la cabeza de nuevo, algo confuso además porque parecían conocerme. Me sentía terriblemente inferior, no podía compararme y mucho menos aceptar que alguien como Él pudiera admirarme por nada. Yo aún tenía mucho que aprender y mucho recorrido por delante para llegar a su nivel. Ni siquiera podía entender tampoco su presencia en aquel viaje. No esperaba aquellos compañeros de cápsula. Era un envío de mensajeros con los pedidos para los eternos de la galaxia a la que se retiraban los más privilegiados. Allí vivían los primeros que alcanzaron el nivel máximo, liberados ya de toda responsabilidad, atendidos y servidos por criados que hacían los trabajos habituales y que eran sustituidos periódicamente para evitar en aquel lugar la presencia de la muerte. Yo pensaba que me enviarían en un viaje exclusivo de presos condenados a trabajos especiales como yo, presos con cierta categoría, pero presos, al fin y al cabo. Pero ella era una condenada a muerte y Él, Él era un perfecto sin marcas. Sus manos estaban limpias de toda señal reposando relajadas sobre la túnica. No había rastro de afeitado en su rostro, la barba ya no le crecía. No tenía arrugas de expresión. Sus escasos movimientos eran calmados, como si fuesen realizados a cámara lenta. Transmitía un estado de serenidad permanente. ¿Qué hacía allí si no estaba condenado, si su lugar debía ser recibir mis servicios y no compartir mi condena? Me sentía insignificante a su lado.

De nuevo pareció leer mis pensamientos.

—No seas humilde. De eso se valen para controlarnos.

—¡Pero es que usted es un perfecto! —exclamé dejando escapar mi admiración.

No olvidaré nunca la estridencia de su carcajada. Su pose hierática se descompuso. Yo estaba desconcertado.

—¿Qué te parece, Mamá? El chico aún cree en Perfectos.

—No seas tan duro con él —intervino la anciana por primera vez con una voz dulce—. Es su primer viaje y carece de experiencia, aún tiene mucho por aprender. Al Maestro no debió darle tiempo a enseñarle todo.

De pronto sentí curiosidad por aquella anciana. Era la primera vez en mucho tiempo que escuchaba el apodo del que fuera mi custodio.

—Cierto —continuó mirando a la anciana—, al Maestro le cortaron pronto las alas.


Comentarios

  • Me removí nervioso. En mi mente empezaban a agitarse los recuerdos y las dudas.

    —¿Cómo saben quién fue mi custodio? ¿Quiénes son ustedes? —pregunté a la defensiva.

    El me miró de nuevo recuperando su pose calmada. Aquellos ojos azules volvían a transmitirme serenidad.

    —No temas, muchacho, somos amigos. Te conocemos porque eres el vivo reflejo de tu padre.

    Aquellas palabras me desconcertaron aún más. Yo no tenía padre, yo había sido creado en laboratorio como tantos otros y ni siquiera sabía quien fue mi creador. El Maestro fue mi custodio hasta que alcancé la madurez orgánica y mental y después cesó nuestro contacto. Era lo habitual. No sabía de qué hablaban mis compañeros de viaje, pero nada parecía ser como yo había imaginado.

    Él tendió la mano derecha para mostrármela. No había ninguna marca en ella. Después dio una fuerte palmada que retumbó en el interior de la cámara sellada y se colocó la mano izquierda sobre ella un momento. Al retirarla pude ver con claridad las marcas en su dorso. Quedé atónito viendo esas cicatrices que mostraban un punto dentro de un triángulo dentro de un cuadrado dentro de una estrella de cinco puntas dentro de un círculo. Al volver a la temperatura ambiente la marca se difuminó hasta hacerse nuevamente imperceptible.

    —La perfección no existe, muchacho. Se borran las cicatrices, pero las heridas quedan bajo la piel. Yo les sirvo mejor pareciendo perfecto. ¿Conoces sus significados?

    Asentí turbado y comencé a enumerarlos.

    —Un triángulo por ladrón, robaste algo a la corporación. Un cuadrado por asesino, mataste a alguien de la corporación. Una estrella de cinco puntas por rebelarte contra las normas existenciales de la corporación. Un círculo por intentar que otros se rebelen también. —Tomé aliento—. Un punto en el centro por haberte suicidado. ¡Eres un condenado a la vivir! —Añadí incrédulo.         

    Siempre creí que aquello que me contaba mi custodio siendo niño eran cuentos para desarrollar mi cerebro creativo. No podía creer que existieran personas así.

    —Me alegra que tu padre te hablara de esto.    

    —¡No era mi padre! —reaccioné con enfado. Estaban deshaciendo el mundo que creía conocer y me defendía—. Hace tiempo que no existen los padres ni las madres. Fui creado en laboratorio, como todos, y el Maestro como le llamaban, el custodio 26, que era su código, fue mi instructor. No le salí bien, según dicen.

    Volvieron a reír, aunque más suave.

    —Le saliste muy bien, hijo, muy bien —dijo la anciana.

    —No me llame hijo, no soy su hijo, y Él tampoco lo puede ser.

    Ella suspiró y volvió a tejer.

    —Deberías tenerle más respeto.

    —Ten paciencia Eloy, Mateo te necesita. Efrén confiaba en ti para ello.

    Era la primera vez que escuchaba nombres de la antigua era referidos a personas vivas. En mi mente surgían de pronto mil dudas, mil cuestiones abiertas que empezaban a derrumbar mi mundo de creencias.

    Se hizo un silencio en el cual solo la anciana parecía serena. El se revolvía y mascaba pensamientos mirándome de hito en hito. Calibraba tal vez qué podía contarme y qué no, qué sería yo capaz de asumir.

    En el habitáculo la luz era blanca, resaltando cada detalle con nitidez. El silencio de pronto fue perfecto. No podía escuchar nada más que mis pensamientos. Nadie diría que nos estábamos desplazando entre galaxias dentro de una cabina esférica, poco mayor que un compartimento de aquellos viejos trenes que mi custodio me enseñó. Por mi cabeza comenzaron a bullir recuerdos perdidos de sus extrañas enseñanzas, esas de las que otros de mi misma serie se burlaban, por su inutilidad: viejas historias de siglos muy anteriores a nuestra era, cuando las guerras aún no habían sido controladas, cuando nuevas enfermedades proliferaban y mataban con facilidad; creencias morales arcaicas donde la unidad familiar era más importante a veces que los avances científicos; formas de vida rudimentarias, llenas de imperfecciones y faltas de lógica; ritos de paso y de muerte basados en supersticiones; creencias en dioses dispares y a la vez tan parecidos; el significado sentimental de las cosas, aunque yo apenas entendía qué era aquello.

    Tras un largo silencio Él volvió a mirarme fijamente.

    —Efrén, el Maestro, era mi amigo y tu padre. Es evidente porque tienes su misma cara. Supo elegir bien los genes que ponía en ti.

    Recuerdo que intenté decir algo, pero levantó la mano pidiéndome silencio.

    —Ella —dijo señalando a la anciana—, efectivamente no es mi madre, pero saber que va a morir pronto, quizá en unas décadas, le da ese carácter de sentir cierta condescendencia hacia los pobres de vidas seculares y más hacia los eternos. Siente paz y la transmite. Ella me enseñó a mí y a muchos otros a sentir esa paz. Por eso la llamamos Madre. Deberías respetarla porque es de los pocos seres que mantienen la esencia de la vida.

    La anciana le miró con dulzura y volvió a tejer sin más.

    —Pero tú —intervine buscando aclarar mi mente—, ¿por qué hablas en contra de la corporación? Deberías estarles agradecido. Si te suicidaste y estás aquí aún es porque recuperaron tu vida.

    —A mi pesar —sentenció con firmeza—. Me condenaron a vivir hace tantos siglos que tengo que hacer esfuerzos para recordar cuándo pasaron las cosas. Es lo que ellos querrían, que olvidase, y les gusta llamarme Manasés en sus reuniones porque significa olvido. Pero no lo lograrán. Yo no olvido.

    —No tiene sentido —pensé en voz alta—.  Si todos tenemos un código puesto por ellos, ¿por qué habrían de usar un nombre antiguo para ti?

    —Tiene el sentido de tener sentido, un significado más allá de un código de barras, un símbolo. De eso aún no han podido librarse ni ellos, aunque quisieran. Necesitamos de sentido. Las cosas, con el tiempo, lo pierden; con la eternidad parece que ya nada lo tenga, ni la vida, y es necesario esforzarse para verlo. En lugar de mantenerlo, ellos crean sucedáneos. María en este viaje será la abuela de un eterno que ha olvidado cómo fue la que tuvo y le apetece volver a sentir lo que era eso. ¿Quién mejor que ella para llevar ese pedido especial? —La miró con ternura. Hoy sé que es la mirada de un hijo a su madre anciana— Dime ¿qué llevas tú?


  • No esperaba la pregunta y contesté aturdido.

    —Llevo… ambición —dije sacando de mi bolsillo una pequeña cápsula transparente con un polvo violáceo, en su interior.

    —Sí, tiene toda la pinta —dijo mirándola con aire de repulsa.

    —Creo que es para un antiguo corredor de bolsa o algo así, al parecer quiere volver a sentir lo que antaño.

    Mis propias respuestas generaban más y más preguntas del mundo en el que estaba. Él volvió a intervenir leyendo mi mente.

    —No te preocupes, es normal tu aturdimiento. Ellos suelen utilizar mil formas de manipulación orgánica y mental para hacernos creer ese mundo idílico y borrar el anterior. Yo esta vez llevo sueños —dijo sacando la suya con polvos de un color azulado—, o eso creen ellos. A veces olvidan que soy el mejor de sus científicos. Puso la cápsula a la luz y pude ver cómo se tornaba gris.

    —¿Qué llevas realmente?

    —Dudas, genero dudas. Con efecto muy retardado para no ser descubierto. A veces sale bien y otras... no tanto. Tengo aplazada la condena a encierro eterno en soledad. Un amigo mío está en la directiva de la Corporación. Si no fuera por él, estaría penando encerrado y sin contacto con ningún ser vivo para siempre. Ya te dije que les encanta ver la angustia. Temo eso más que nada y por ello cuido mucho de no ser descubierto —volvió a guardar la cápsula—. Soy demasiado valioso para ellos, a veces les gusta usar mis conocimientos, lo hacen sin mi permiso, controlando por breves momentos mi voluntad, otras usan mi cuerpo para experimentar en mí sus nuevos productos, como la fórmula para revivir y sus sucesivas modificaciones. Por eso dejé de suicidarme a la cuarta ocasión.

    Me observó un instante calibrando el efecto de sus palabras antes de continuar.

    —Así seleccionan. Si tu existencia es insignificante para ellos, te dejan llevar una vida anodina y tal vez la alarguen mientras puedas serles de utilidad, y si no te pueden eliminar víctima de una supuesta epidemia sin control aún, una de esas que utilizan para experimentar. Si tienes alguna cualidad que les interesa, te absorben y te convencen de que no hay nada mejor que ser su súbdito fiel para poder exprimirte. Si logras formar parte de su círculo o de una casta privilegiada puede que logres ser eterno, según sus normas, claro. Pero si te rebelas, si piensas por ti mismo y te conviertes en un problema, te condenan a ser un esclavo con férreo control sobre ti, siempre con la amenaza de algo peor.

    Su mirada volvió a perderse. Mi corazón latía con fuerza. De pronto quería saber, saberlo todo y temía que el tiempo no fuera suficiente. Aquella lanzadera teledirigida nos permitía intimidad durante el viaje, pero en cuanto llegásemos a Paraíso volveríamos a estar bajo el control de la todopoderosa Corporación.

    —Tu nombre es Mateo —dijo reiniciando su exposición—. No eres el único ni mucho menos el primero entre las creaciones de Efrén. Tuvo muchos hijos. En todos ellos puso algo de sí mismo. En ti casi lo puso todo. Eso alertó a la comisión de control y entonces decidieron diferenciar al creador del instructor y aumentar la vigilancia sobre ello. Tu existencia es la esperanza de Efrén para cambiar este mundo que sin darnos cuenta de lo que hacíamos habíamos ayudado a crear, pero también fue su sentencia de muerte. No quisieron arriesgarse a que continuara su plan —hizo una leve pausa cerrando los ojos—. Después te reeducaron.

    —¿Como puedes saber todo eso?

    —Efrén era mi amigo. Él, mi mujer y yo trabajábamos como científicos de la Corporación. Éramos de la elite en su compañía. Por ello pudimos disfrutar de gran parte de sus avances. Pero Ada empezó a cuestionarse lo que hacíamos y hacia dónde íbamos. Efrén la siguió. Yo intentaba que no armasen mucho ruido para seguir siendo «privilegiados». Enfrentarse a la Corporación entonces no era lo mismo. Condenaron a muerte a mi mujer cuando liberó las formulas iniciales para alargar la existencia. Y encerraron a Efrén de por vida por ayudarla. A ella la durmieron para siempre delante de mí, muy lentamente. A él le aligeraron la condena permitiéndole ser creador e instructor si seguía sus normas. Le vigilaban de cerca. Necesitaban de sus conocimientos.

    —¿Y tú?

    Mi interés hacía rato que superaba la mera curiosidad. Necesitaba saber.

    Pude ver cómo sus ojos se ensombrecían y fijaba la vista en algún punto de la pared entre María y yo. La anciana dejó de tejer y le miraba compasiva. Yo intentaba grabar en mi mente cada palabra para asegurarme de no volver a olvidar.

    Me contó su historia que es la de todos nosotros. Me explicó cómo su dolor le llevó a enfrentarse a la Corporación una y mil veces, perdiendo siempre. Me habló de sus cuatro suicidios y las condenas que sufrió por ello a llevar la muerte a los eternos que tenían adquirido el derecho a decidir y estaban cansados de este mundo. Me habló de cómo era esto antes de descubrirse la inmortalidad, del valor de las cosas, de la importancia de las emociones y el sentido perecedero de la belleza. Era como si estuviera escuchando de nuevo al Maestro.

    Ojalá hubiéramos tenido más tiempo. María nos alertó de que era necesario concluir antes de que pudieran controlarnos de nuevo llegando a Paraíso. Así funciona, no pueden entrar en tu mente, pero pueden saber lo que hablas con otros si estás en zona vigilada. Nada escapa a su control. Estos viajes interestelares tienen aún esa falla que no han podido solucionar, ese resquicio de libertad que aprovechamos los rebeldes.

    Me miró de nuevo como despertando de un largo sueño.

    —Tienes muchos hermanos. Efrén creó un ejército en secreto, pero hay que unirlo. Yo no puedo hacer eso. Miden todos mis pasos. No me dejarán coincidir con ellos.

    —¿Y este viaje, es una casualidad que se ha escapado de su control?

    —¿Casualidad? —preguntó sonriendo— Quizá lo sea. Tú sigue viajando, recorre el universo. Reúne a tu familia

    —¿Cómo podré reconocerles?

    —No podrás fácilmente. Todos tienen algo de tu padre, pero muy discreto. Te servirá para confirmar que no mienten, pero son ellos quienes te reconocerán a ti, verán en tu rostro al custodio 26, como nosotros hemos visto a Efrén.

    Dedicó un momento a recomponer su apariencia hierática y serena.

    —¿Cuál es tu nombre? —pregunté mientras la lanzadera se acoplaba en el desembarque.

    —A María le gusta llamarme Eloi porque dice que soy el elegido —dejó escapar una leve risa—, pero los que conocen mi historia me llaman simplemente Él. Pronunciar mi nombre está prohibido, Mateo. Morirás si lo haces. Me llamo…

     

    Permitidme que no lo diga aún. Necesito seguir con vida de momento. De aquel viaje no regresé en la cápsula destinada para ello. Sigo siendo muy bueno en lo mío. Desde entonces soy un proscrito, viajo por el universo con mis sueños guardados en capsulas en el bolsillo. Pero la esperanza sigue viva. Cuando estemos todos, Él nos guiará de nuevo al viejo mundo venciendo a la Corporación.

    Mi nombre es Mateo, la esperanza, último hijo de Efrén, el prolífico, y busco a mis hermanos.


  • HOJA 1.

    Segundo párrafo.
    Una sonrisa torcida asomó a su rostro al pronunciar la palabra «especiales»(,) y dirigió la mirada hacia la anciana de negro que tejía sentada a mi lado.

    —Esa coma me parece necesaria, pues así lector toma aire. 

    Quinto párrafo.

    Vi que se fijaba en el triángulo tatuado en mi mano(;)y avergonzado(,) tiré del puño de mi uniforme gris intentando taparlo.

    —Yo pondría de primero ese punto y coma para introducir ese sentimiento, y la coma siguiente pues continúa la acción. 

    Párrafo 14. 

    El asintió con la cabeza en modo de aprobación(,) o eso quise creer.

    —Pondría esa coma para separar el pensamiento de la acción principal. 

    Párrafo 19

    —concluyó con media sonrisa(,) mientras la anciana asentía

    Aquí dudo de esta coma, pues si mientras se usa como adverbio, sí debería llevarla; y aunque no fuese de esta forma, yo también la pondría, mas no sabría decirte el porqué exacto. 

    Párrafo 20.

    El azoramiento volvió a mis mejillas y bajé la cabeza de nuevo, algo confuso además porque parecían conocerme.

    —Aquí yo lo escribiría así: 

    El azoramiento volvió a mis mejillas(;) y bajé la cabeza de nuevo, algo confuso además(;) porque parecían conocerme. 

    Párrafo 21. 

    De nuevo(,) pareció leer mis pensamientos.

    —Yo pondría esa coma para separar bien el complemento circunstancial.

    Pondré otro comentario para las hojas restantes, y finalmente daré una opinión general sobre tu relato. Sin embargo esta parte es impecable, y solo he visto comas ausentes, las cuales yo también me como muchas veces...  

  • Me removí nervioso. En mi mente empezaban a agitarse los recuerdos y las dudas.

    —¿Cómo saben quién fue mi custodio? ¿Quiénes son ustedes? —pregunté a la defensiva.

    El me miró de nuevo(,) recuperando su pose calmada. Aquellos ojos azules volvían a transmitirme serenidad.

    —No temas, muchacho, somos amigos. Te conocemos porque eres el vivo reflejo de tu padre.

    Aquellas palabras me desconcertaron aún más. Yo no tenía padre, yo había sido creado en laboratorio como tantos otros(,) y ni siquiera sabía quien fue mi creador. El Maestro fue mi custodio hasta que alcancé la madurez orgánica y mental(,) y después cesó nuestro contacto. Era lo habitual. No sabía de qué hablaban mis compañeros de viaje, pero nada parecía ser como yo había imaginado.

    Él tendió la mano derecha para mostrármela.(;) (no)No había ninguna marca en ella. Después dio una fuerte palmada que retumbó en el interior de la cámara sellada(,) y momentáneamente, se colocó la mano izquierda sobre ella. Al retirarla(,) pude ver con claridad las marcas en su dorso. Quedé atónito viendo esas cicatrices que mostraban un punto el cual estaba dentro de un triángulo(;) dentro de un cuadrado(;) dentro de una estrella de cinco puntas(;) dentro de un círculo. Al volver a la temperatura ambiente la marca se difuminó hasta hacerse nuevamente imperceptible.

    —La perfección no existe, muchacho. Se borran las cicatrices, pero las heridas quedan bajo la piel. Yo les sirvo mejor pareciendo perfecto. ¿Conoces sus significados?

    Asentí turbado y comencé a enumerarlos.

    —Un triángulo por ladrón, robaste algo a la corporación. Un cuadrado por asesino, mataste a alguien de la corporación. Una estrella de cinco puntas por rebelarte contra las normas existenciales de la corporación. Un círculo por intentar que otros se rebelen también. —Tomé aliento—. Un punto en el centro por haberte suicidado. ¡Eres un condenado ***a la vivir***! —Añadí incrédulo.          

    Siempre creí que aquello que me contaba mi custodio(,) siendo niño(,) eran cuentos para desarrollar mi cerebro creativo. No podía creer que existieran personas así.

    —Me alegra que tu padre te hablara de esto.     

    —¡No era mi padre! —(R)reaccioné con enfado. Estaban deshaciendo el mundo que creía conocer(,) y me defendía—. Hace tiempo que no existen los padres ni las madres. Fui creado en laboratorio, como todos, y el Maestro como le llamaban, el custodio 26, que era su código, fue mi instructor. No le salí bien, según dicen.

    Volvieron a reír, aunque más suave.

    —Le saliste muy bien, hijo, muy bien —dijo la anciana.

    —No me llame hijo, no soy su hijo, y Él tampoco lo puede ser.

    Ella suspiró y volvió a tejer. 

    —Deberías tenerle más respeto.

    —Ten paciencia Eloy, Mateo te necesita. Efrén confiaba en ti para ello.

    Era la primera vez que escuchaba nombres de la antigua era referidos a personas vivas. En mi mente surgían de pronto mil dudas, mil cuestiones abiertas que empezaban a derrumbar mi mundo de creencias.

    Se hizo un silencio en el cual solo la anciana parecía serena. El se revolvía y mascaba pensamientos mirándome de hito en hito. Calibraba tal vez qué podía contarme y qué no, qué sería yo capaz de asumir.

    En el habitáculo la luz era blanca, resaltando cada detalle con nitidez. El silencio de pronto fue perfecto. No podía escuchar nada más que mis pensamientos. Nadie diría que nos estábamos desplazando entre galaxias dentro de una cabina esférica, poco mayor que un compartimento de aquellos viejos trenes que mi custodio me enseñó. Por mi cabeza comenzaron a bullir recuerdos perdidos de sus extrañas enseñanzas, esas de las que otros de mi misma serie se burlaban, por su inutilidad: viejas historias de siglos muy anteriores a nuestra era, cuando las guerras aún no habían sido controladas, cuando nuevas enfermedades proliferaban y mataban con facilidad; creencias morales arcaicas donde la unidad familiar era más importante(,)a veces(,) que los avances científicos; formas de vida rudimentarias, llenas de imperfecciones y faltas de lógica; ritos de paso y de muerte basados en supersticiones; creencias en dioses dispares y a la vez tan parecidos; el significado sentimental de las cosas, aunque yo apenas entendía qué era aquello.

    Tras un largo silencio Él volvió a mirarme fijamente.

    —Efrén, el Maestro, era mi amigo y tu padre. Es evidente porque tienes su misma cara. Supo elegir bien los genes que ponía en ti. 

    Recuerdo que intenté decir algo, pero levantó la mano pidiéndome silencio. 

    —Ella —dijo señalando a la anciana—, efectivamente no es mi madre, pero saber que va a morir pronto, quizá en unas décadas, le da ese carácter de sentir cierta condescendencia hacia los pobres de vidas seculares y más hacia los eternos. Siente paz y la transmite. Ella me enseñó a mí y a muchos otros a sentir esa paz. Por eso la llamamos Madre. Deberías respetarla porque es de los pocos seres que mantienen la esencia de la vida.

    La anciana le miró con dulzura y volvió a tejer sin más.

    —Pero tú —intervine buscando aclarar mi mente—, ¿por qué hablas en contra de la corporación? Deberías estarles agradecido. Si te suicidaste y estás aquí(,) aún(,) es porque recuperaron tu vida. 

    —A mi pesar —sentenció con firmeza—. Me condenaron a vivir hace tantos siglos(,) que tengo que hacer esfuerzos para recordar cuándo pasaron las cosas. Es lo que ellos querrían, que olvidase, y les gusta llamarme Manasés en sus reuniones(,) porque significa olvido. Pero no lo lograrán. Yo no olvido.

    —No tiene sentido —pensé en voz alta—.  Si todos tenemos un código puesto por ellos, ¿por qué habrían de usar un nombre antiguo para ti? 

    —Tiene el sentido de tener sentido, un significado más allá de un código de barras, un símbolo. De eso aún no han podido librarse(,) ni ellos, aunque quisieran. Necesitamos de sentido. Las cosas, con el tiempo, lo pierden; con la eternidad parece que ya nada lo tenga, ni la vida, y es necesario esforzarse para verlo. En lugar de mantenerlo, ellos crean sucedáneos. María(,) en este viaje será la abuela de un eterno que ha olvidado cómo fue la (vida) que tuvo(,) y le apetece volver a sentir lo que era eso. ¿Quién mejor que ella para llevar ese pedido especial? —La miró con ternura. Hoy sé que es la mirada de un hijo a su madre anciana— Dime(,) ¿qué llevas tú?



  • No esperaba la pregunta y contesté aturdido.

    —Llevo… ambición —dije sacando de mi bolsillo una pequeña cápsula transparente con un polvo violáceo, en su interior.

    —Sí, tiene toda la pinta —dijo mirándola con aire de repulsa.

    —Creo que es para un antiguo corredor de bolsa o algo así, al parecer quiere volver a sentir lo que antaño. 

    Mis propias respuestas generaban más y más preguntas del mundo en el que estaba. Él volvió a intervenir leyendo mi mente.

    —No te preocupes, es normal tu aturdimiento. Ellos suelen utilizar mil formas de manipulación orgánica y(yo me cargaría el “orgánica”) mental para hacernos creer ese mundo idílico(,) y borrar el anterior. Yo esta vez llevo sueños —dijo sacando la suya con polvos de un color azulado—, o eso creen ellos. A veces olvidan que soy el mejor de sus científicos. Puso la cápsula a la luz y pude ver cómo se tornaba gris. 

    —¿Qué llevas realmente? 

    —Dudas, genero dudas. Con efecto muy retardado para no ser descubierto. A veces sale bien(,) y otras... no tanto. Tengo aplazada la condena a encierro eterno (y) en soledad. Un amigo mío está en la directiva de la Corporación. Si no fuera por él, estaría penando(,) encerrado(,) y sin contacto con ningún ser vivo para siempre. Ya te dije que les encanta ver la angustia. Temo eso más que nada(,) y por ello cuido mucho de no ser descubierto —(V)volvió a guardar la cápsula—. Soy demasiado valioso para ellos,(;) a veces les gusta usar mis conocimientos, lo hacen sin mi permiso, controlando por breves momentos mi voluntad,(;) otras usan mi cuerpo para experimentar (yo pondría “con”, y me cargo “en mí) en mí sus nuevos productos, como la fórmula para revivir(,) y sus sucesivas modificaciones. Por eso dejé de suicidarme a la cuarta ocasión. 

    Me observó(,) un instante(,) calibrando el efecto de sus palabras antes de continuar.

    —Así seleccionan. Si tu existencia es insignificante para ellos, te dejan llevar una vida anodina(,) y tal vez la alarguen(,) mientras puedas serles de utilidad,(;) y si no te pueden eliminar(;) (serás) víctima de una supuesta epidemia (descontrolada) sin control aún, una de esas que utilizan para experimentar. Si tienes alguna cualidad que les interesa, te absorben(,) y te convencen de que no hay nada mejor que ser su súbdito fiel(,) para poder exprimirte. Si logras formar parte de su círculo(,) o de una casta privilegiada(,) puede que logres ser eterno, según sus normas, claro. Pero si te rebelas, si piensas por ti mismo y te conviertes en un problema, te condenan a ser un esclavo(,) con férreo control sobre ti, siempre con la amenaza de algo peor.

    Su mirada volvió a perderse. Mi corazón latía con fuerza. De pronto quería saber, saberlo todo(,) y temía que el tiempo no fuera suficiente. Aquella lanzadera teledirigida nos permitía intimidad durante el viaje, pero en cuanto llegásemos a Paraíso volveríamos a estar bajo el control de la todopoderosa Corporación. 

    —Tu nombre es Mateo —dijo reiniciando su exposición—. No eres el único(,) ni mucho menos(“la primera creación de Efrén” pondría yo) el primero entre las creaciones de Efrén. Tuvo muchos hijos. En todos ellos puso algo de sí mismo. En ti casi lo puso todo. Eso alertó a la comisión de control(,)(también me cargaría el “y”) y entonces decidieron diferenciar al creador del instructor(,) y (así) aumentar la vigilancia sobre ello. Tu existencia es la esperanza de Efrén para cambiar este mundo(,) qué(,) (y) sin darnos cuenta de lo que hacíamos(,) habíamos ayudado a crear, pero también fue su sentencia de muerte. No quisieron arriesgarse a que continuara su plan —(H)hizo una leve pausa cerrando los ojos—. Después te reeducaron.

    —¿Cómo puedes saber todo eso?

    —Efrén era mi amigo. Él, mi mujer(,) y yo(,) trabajábamos como científicos de la Corporación. Éramos de la elite en su compañía. Por ello(,) pudimos disfrutar de gran parte de sus avances. Pero Ada empezó a cuestionarse lo que hacíamos(,) y hacia dónde íbamos. Efrén la siguió. Yo intentaba que no armasen mucho ruido para seguir siendo «privilegiados». Enfrentarse a la Corporación(,) entonces(,) no era lo mismo. Condenaron a muerte a mi mujer(,) cuando liberó las formulas iniciales para alargar la existencia. Y encerraron a Efrén de por vida por ayudarla. A ella la durmieron para siempre(,) delante de mí, muy lentamente. A él le aligeraron la condena permitiéndole ser creador(,) e instructor(,) si seguía sus normas. Le vigilaban de cerca. Necesitaban de sus conocimientos.

    —¿Y tú?

    Mi interés hacía rato que superaba la mera curiosidad. Necesitaba saber.

    Pude ver cómo sus ojos se ensombrecían y fijaba la vista en algún punto de la pared(,) entre María y yo. La anciana dejó de tejer y le miraba compasiva. Yo intentaba grabar en mi mente cada palabra para asegurarme de no volver a olvidar. 

    Me contó su historia(,) que es la de todos nosotros. Me explicó cómo su dolor le llevó a enfrentarse a la Corporación una y mil veces, perdiendo siempre. Me habló de sus cuatro suicidios y las condenas que sufrió por ello (aquí pondría ; y me cargo la a) a llevar la muerte a los eternos que tenían adquirido el derecho a decidir(,) y estaban cansados de este mundo. Me habló de cómo era esto antes de descubrirse la inmortalidad, del valor de las cosas, de la importancia de las emociones y el sentido perecedero de la belleza. Era como si estuviera escuchando de nuevo al Maestro.

    Ojalá hubiéramos tenido más tiempo. María nos alertó de que era necesario concluir antes de que pudieran controlarnos de nuevo llegando a Paraíso. Así funciona, no pueden entrar en tu mente, pero pueden saber lo que hablas con otros si estás en zona vigilada. Nada escapa a su control. Estos viajes interestelares tienen aún esa falla que no han podido solucionar, ese resquicio de libertad que aprovechamos los rebeldes.

    Me miró de nuevo(,) como despertando de un largo sueño. 

    —Tienes muchos hermanos. Efrén creó un ejército en secreto, pero hay que unirlo. Yo no puedo hacer eso. Miden todos mis pasos. No me dejarán coincidir con ellos. 

    —¿Y este viaje, es una casualidad que se ha escapado de su control?

    —¿Casualidad? —preguntó sonriendo— quizás lo sea. Tú sigue viajando, recorre el universo. Reúne a tu familia

    —¿Cómo podré reconocerles?

    —No podrás fácilmente. Todos tienen algo de tu padre, pero muy discreto. Te servirá para confirmar que no mienten, pero son ellos quienes te reconocerán a ti, verán en tu rostro al custodio 26, como nosotros hemos visto a Efrén. 

    Dedicó un momento a recomponer su apariencia hierática y serena.

    —¿Cuál es tu nombre? —pregunté(,) mientras la lanzadera se acoplaba en el desembarque.

    —A María le gusta llamarme Eloi(,) porque dice que soy el elegido —dejó escapar una leve risa—, pero los que conocen mi historia me llaman simplemente Él. Pronunciar mi nombre está prohibido, Mateo. Morirás si lo haces. Me llamo…

     

    Permitidme que no lo diga aún. Necesito seguir con vida de momento. De aquel viaje no regresé en la cápsula destinada para ello. Sigo siendo muy bueno en lo mío. Desde entonces soy un proscrito, viajo por el universo con mis sueños guardados en capsulas en el bolsillo. Pero la esperanza sigue viva. Cuando estemos todos, Él nos guiará de nuevo al viejo mundo venciendo a la Corporación.


  • editado mayo 2021
    Por último, he de decir que la temática es buena y me parece atractiva. También creo que cumple el objetivo de la inmortalidad.

    La forma del texto creo que es mejorable, y mi propuesta sería como lo escribiría yo; no quiero que pienses que voy de don perfecto, pues me como más tildes que yo que sé....

    No puedo dar la nota de momento, pero solo por la temática tan compleja, te aseguro que no será mala.

    Un saludo. 
  • GadesGades Garcilaso de la Vega XVI

    Te copio solo los fragmentos donde te hago anotaciones concretas.


    —Sí —contestó leyendo mi mente (¿Leyendo o como si leyera? Creo que mejor lo segundo) —, tengo más de mil años.

    Vi que se fijaba en el triángulo tatuado en mi mano y avergonzado (Eliminaría este avergonzado) tiré del puño de mi uniforme gris intentando taparlo. Lamenté que los hicieran con las mangas tan cortas. Era imposible ocultar mi condición. Mi entusiasmo cambió rápido por vergüenza y me sonrojé. Aún no tenía categoría siquiera para controlar mi cuerpo y estaba ante un «perfecto». Me sentí humillado por mi falta de capacidad.

    Él retomó la conversación. (¿No hubiera estado interesante que “Él” notase esa precaución del “joven” hacia la anciana?)

    —Eso sí debe haberles hecho pupita. A la Corporación no le gusta nada compartir y siempre les encantó ver sufrir a la gente. Ese afán suyo por las muertes lentas y angustiosas… —Hablaba muy despacio, saboreando las palabras, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Claro que, Él lo tenía— No tenía noticia de tu hazaña, pero claro (Repetición), ya se encargan ellos de que no se sepa. ¡Bien hecho, chaval! Te has ganado mi admiración. No podía ser de otra forma siendo quien eres —concluyó con media sonrisa mientras la anciana asentía.

    —Cierto —continuó mirando a la anciana (repetición)—, al Maestro le cortaron pronto las alas.

     

    Aquellas palabras me desconcertaron aún más. Yo no tenía padre, yo había sido creado en laboratorio como tantos otros y ni siquiera sabía quien fue mi creador. El Maestro fue mi custodio hasta que alcancé la madurez orgánica y mental y después cesó nuestro contacto. Era lo habitual. No sabía de qué hablaban mis compañeros de viaje, pero nada parecía ser como yo había imaginado. (Creo que aquí encajaría mejor decir que las cosas no eran lo que parecían o como él las conocía, porque se refiere a pasado, a algo vivido, no a algo que imaginó y en este momento descubre la realidad)

    —No te preocupes, es normal tu aturdimiento. Ellos suelen utilizar mil formas de manipulación orgánica y mental (sobran ambas) para hacernos creer ese mundo idílico y borrar el anterior. Yo esta vez llevo sueños —dijo sacando la suya con polvos de un color azulado—, o eso creen ellos. A veces olvidan que soy el mejor de sus científicos. Puso la cápsula a la luz y pude ver cómo se tornaba gris.

    —A María le gusta llamarme Eloi (Antes lo escribiste con y) porque dice que soy el elegido —dejó escapar una leve risa—, pero los que conocen mi historia me llaman simplemente Él. Pronunciar mi nombre está prohibido, Mateo. Morirás si lo haces. Me llamo…

     

    Mi nombre es Mateo, la esperanza, último hijo de Efrén, el prolífico, y busco a mis hermanos.

    Esta frase final me gusta pero me suena terriblemente conocida y no sé decirte a qué. Es bueno, pero me suena.

    No he corregido las comas porque ya lo hizo Ferreiro, aunque yo quizá alguna la dejaría como está. Revisa que te faltan algunas tildes.
    Mucho diálogo y poca descripción. Y en alguno de esos diálogos me hubiera venido bien ver algún gesto de los personajes.
    La anciana parece un personaje casi de relleno, apenas interviene y estaría bien saber un poco más de ella.
    El joven trata al otro de usted alguna vez y luego lo tutea.
    Tocas demasiados temas que no aclaras o en los que no profundizas. Aún no sé si quedarme con la idea de que me gustaría tener más, o con la de que has metido demasiados elementos.
    Me enganchó, eso sí. La historia es interesante.
  • Un relato muy interesante, me ha gustado. Llevar el concepto de la inmortalidad a un futuro distópico siempre es un reto difícil y considero que está muy bien logrado. Cada uno de los personajes tiene una personalidad distinguida, logrando así que se sientan reales. Incluso el mismo Efrén, aunque no aparezca en escena. Sin embargo, no he entendido el rol que ocupaba la anciana. Me ha gustado su personaje enigmático, pero creí que iba a tener más participación o más diálogo en algún momento.

    La historia es intrigante y entretenida, no me he aburrido en ningún momento leyendo. Hay concepto que son interesantes, como por ejemplo el rango o las categorías que tiene cada persona (entiendo que hay presos, mensajeros, perfectos y luego están los miembros de la corporación, o eso es lo que he entendido). Aunque quedan un poco inconclusos estos temas, a mi parecer. No sabemos bien como se distribuye el "lore" o como está compuesta la corporación. Solo tenemos algunas pinceladas. Lo mismo con las marcas en la piel. ¿Qué significan realmente? ¿Cuál es su función? Esto, sumado a que el final es ambiguo, hace que parezca un primer capítulo de una historia más larga. Aunque, de ser así, la leería con gusto porque me he quedado con ganas de más.

    No quise ahondar en cuestiones técnicas por qué veo que ya lo han hecho.

    ¡Buen trabajo!
  • Yo lo veo bien escrito y desarrollado. No comparto algunos signos de puntuación de los que se han indicado para corregir, pero yo en eso no soy muy entendido en este campo. La historia es compleja a mi parecer y el modo de narrarla complica la redacción, de manera que me falta claridad durante la historia para llevar bien el hilo. Yo no soy amante de la ciencia ficción y quizás por eso necesito mas pistas. Echo mucho de menos alguna descripción del lugar o de los protagonistas.

    Sin embargo el final si lo veo bien perfilado y el personaje de la anciana me gusta, aunque su papel sea secundario. La historia es buena y demuestra habilidad en la narrativa. Enhorabuena.

    Un saludo
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