Buenas a todos.
Les comparto una de mis tantas pesadillas la cual parece recién sacada de un relato de Lovecraft. Decidí relatarla y volverla parte de una novela que escribo. Espero que les guste.
Desperté repentinamente virándome en una búsqueda instintiva por verificar mis alrededores, ya era cosa de todos los días despertarme en medio de una locura y definitivamente esta no era la excepción. Me encontraba dentro de una habitación decorada al estilo gótico aparentemente muy antigua en ruinas, por su tipo de estructura pude suponer que era parte de una mansión. Estaba tan bien iluminado por los enormes vitrales de la pared norte que podía ver con detalle las partículas de polvo sobrevolando la habitación al son de una corriente de aire que entraba por una escotilla del techo. A pesar de que el lugar era viejo no era para nada aterrador, más bien sólo tenia un aspecto abandonado y maltratado irónicamente por la falta de humanidad.
Me levanté para buscar una salida dando un par de estornudos que me llevaron las manos a la nariz sin expulsar ni una sola gota de mucosidad, una alergia en un mal momento.
En la pared oeste había una puerta vitral que dirigía a un amplio balcón, atravesé la habitación dirigiéndome a ella, al caminar sentí el peso de la humedad en el ambiente, había algo surreal, como si de pronto la estabilidad del lugar comenzara a moverse, a alargarse, a torcerse y hasta a hablar. Todo lo que la luz iluminaba se tornó en penumbra, no podía ver más que la puerta vitral que de un estruendo se abrió de par en par dejando pasar lluvia, tempestad, aire, líneas gruesas de oscuridad y canticos en un idioma desconocido para mi.
Ni siquiera me inmuté en moverme, ya estaba cansada de vivir aquello una y otra vez, deje que pasara en torno a mi hasta cubrirme por completo, que jugara con mi cabello, que me acariciara el cuerpo y mi sexo cual perversa manifestación de caos. Sentí de pronto como me tomaba. Dejé que me susurrara terribles palabras y maldiciones en mis oídos. Me sentía abusada. Quería llorar, quería correr y gritar como lo hubiese hecho en algún otro de estos malditos eventos, pero me forcé a ser fuerte, a pensar en él y sólo en él.
De un parpadeo todo lo que había perpetrado por la puerta salió tan rápido como entró y la penumbra de mis alrededores escapo y se escondió cual ratoncillos temerosos por los rincones de la habitación. Cuando creí que todo sería diferente en esa ocasión sonreí para mi victoriosa pero no fue hasta que me giré y lo vi colgado de una esquina de un viejo y polvoriento ropero. Una bestia pelirroja de rostro humanoide blanquecino que presumía una ensangrentada dentadura con prominentes colmillos amarillentos y unos anémicos ojos saltones, tenía el cuerpo de un mandril o de una persona con deformidad en las extremidades, unas partes de su cuerpo peludo mostraba zonas calvas con sarpullido casi putrefactas. No era la primera vez que miraba aquella monstruosidad, me seguía siempre, a donde quiera que fuera, aparecía para amenazarme con esos horripilantes dientes y lanzarme un chillido sobrehumano.
Antes de que se abalanzara sobre mi corrí a la puerta vitral y casi pude sentir como una de sus garras me tocaba los tobillos cuando la cerré tras de mi con fuerza. Dejé escapar un profundo suspiro y me senté de golpe en el piso cuando me di cuenta que aquella bestia había destruido la puerta vitral de un zarpazo y se aproximaba a violentos pasos cojos hacia mi, era mi fin.
Sálvame por favor…
De otro parpadeo la bestia había desaparecido delante mis ojos y en su lugar dejo una estela de delgados cabellos rojos que danzaron al son del viento. Cuando comprendí lo que había sucedido me levante de un salto del suelo y me viré a mi alrededor. Me encontraba en el amplio balcón que pude ver desde los vitrales de la habitación, el piso era de una enorme piedra negra seca que raspaba mis pies que hasta ese momento no me había percatado que estaban desnudos, las nubes reinaban los cielos y pude percibir una extraña calma en el ambiente, daba el aspecto de que todo el panorama estaba petrificado, las ramas de los arboles que sobresalían por las esquinas del balcón no se movían a pesar de que podía sentir el aire acariciándome el rostro.
Justo en medio del lugar sobresalía una mesita del suelo, encima de ella posaba una vela roja encendida la cual teñía de sepia lo poco que su luz alcanzaba a tocar destacando del gris del ambiente. Me acerque a ella curiosa y me encontré con que también había un libro de notables hojas amarillentas, no era muy grande pero tenía unas pesadas hebillas de hierro que decoraban la oscura piel que cubría la portada sin título.
Jamás hubiera imaginado que al abrirlo me encararía con la más terrible de las verdades. La primer pagina contenía una radiografía de un feto humano muy pequeño en un vientre, cuando pase de pagina me encontré con otra muy parecida a la anterior pero el feto era un poco más grande, conforme pasaba las paginas el feto crecía poco a poco y comenzaba a notar deformaciones en sus miembros, la mandíbula comenzaba a alargarse como la de un animal y de sus manos se encorvaban largas garras, de pronto tenia al feto mirándome con unos enormes ojos rojos que abrió repentinamente. Del susto me aparte de la mesita y fue en ese momento cuando escuché el llanto de un bebé mezclado con el chillido desgarrador de un animal, yo ya estaba llena de sudor con la mirada aterrada fija en el libro cuando me lleve las manos al estomago y lo sentí moviéndose cada vez más rápido hasta lastimarme. Cuando baje la mirada ahí estaba esa horripilante bestia asomándose por debajo de mi propia piel con la carne pegada al rostro. Lo llevaba conmigo, estaba en mi vientre.
No, no, esto no es real, necesito mantenerme cuerda, necesito hacerlo por él…