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Secretos

John Allan GrayJohn Allan Gray Anónimo s.XI
editado diciembre 2015 en Narrativa
El señor Stevens tiene un secreto, es un blanco que odia a los negros y la religión, por eso cuando un negro tocó a su puerta para compartirle el mensaje de salvación, él vio una oportunidad única.

Secretamente todas las noches baja hasta su sótano y tortura al negro hasta que este llora, lo hace siempre, le hace sentir vivo, le da placer ver al negro retorciéndose, no puede gritar, la mordaza se lo impide, pero su expresión lo dice todo.

Coge su látigo, ese que compró por EBay hace no mucho, y golpea las oscuras espaldas del evangelista una vez… dos veces… tres veces… cuatro veces… cinco veces… Una voz lo descoloca y lo saca de su frenesí, una voz que viene desde arriba, y que dice algo como: ¡Amor, a cenar!

Sus ojos vuelven a su órbita, se seca el sudor del rostro y del pecho, se coloca su camisa y sube las escaleras, cerrando tras de sí la puerta con advertencia de “no entrar”, la cierra con llave y candado. Ya arriba se encuentra con la señora Stevens, amable y angelical como el día en que la conoció, con un delantal de cocina con la bandera norteamericana y en sus manos un suculento pavo asado que descansa sobre una refinada bandeja norteamericana.

—Tenemos visitas —dice la señora, con una sonrisa de comercial norteamericano.

Sentados ya a la norteamericana mesa están los Bloom, bien peinados y arreglados. El pequeño Bobby Bloom lleva un colorido corbatín norteamericano y utiliza palabras como: por favor, gracias y después de usted.

Los Bloom y los Stevens comparten una norteamericana cena de acción de gracias, charlan amenamente, intercambian cumplidos y sonríen norteamericanamente.

Luego pasan a la sala de estar, una bien norteamericana. El señor Stevens se sienta en su sillón norteamericano y fuma su norteamericana pipa, mientras los Bloom le acompañan y ríen al calor de una norteamericana chimenea.

Los Bloom se marchan y el señor Stevens besa a su mujer mientras la norteamericana puerta se cierra.

Ya en casa la señora Bloom acuesta a su hijo, lo arropa, lo besa en la frente y le deja descansar en el infantil cuarto, apaga la luz y se dirige a su habitación. Ahí se encuentra el señor Bloom acostado en la cama matrimonial y ya bajo los efectos de las pastillas que suele tomar cada noche para poder dormir. La señora Bloom le observa desde el quicio de la puerta, luego con pasos silenciosos se dirige a la sala de estar y abre la ventana que da al patio lateral, inmediatamente entra por ella el señor Robertson, su vecino. En secreto ambos se besan desesperadamente y tumbados sobre el sofá familiar mantienen relaciones llenas de pasión y amor jurado. El acto toma un giro y él comienza a maltratarla y decirle palabras obscenas, a lo que ella gime en silencio y todo termina en un gran orgasmo.

El señor Robertson se marcha por la misma ventana y la señora Bloom vuelve a su cama, se acuesta y abraza fuertemente a su marido. El señor Robertson entra a su casa y duerme el resto de la noche junto a su señora.

A la mañana siguiente el pequeño Charlie Robertson va al colegio, allí el profesor Jones le observa secretamente toda la jornada, cada acción, cada charla. Las miradas se cruzan una que otra vez, pero el señor Jones solo observa, nunca actúa. En el patio el pequeño Charlie aplasta insectos, uno tras otro, grandes y pequeños, secos y viscosos. Los aplasta, los mata, los extermina y ve en ellos, el rostro de cada uno de sus compañeros, aquellos que lo molestaron, aquellos que lo golpearon, aquellos que no lo defendieron, y los aplasta aún más fuerte. Un insecto logra escaparse, pero es recogido por Jimmy, quien lo observa y luego se lo come, recoge otro y se lo come, y come tantos como puede, pensando que así vivirá para siempre.

El pequeño Jimmy vuelve a casa saltando de felicidad, emocionado por su inmortalidad, ya que podrá ver todas las caricaturas que quiera, y no tendrá padres que se lo prohíban. En el trayecto se detiene frente a una casa, una que le atrajo como canto de sirena. La observa, es imponente, antigua y abandonada. Se acerca de a poco, la casa exuda un aire gélido que le causa calosfríos, pero él es inmortal, así que no importa.

El señor Smith planta un nuevo jardín, trata encarecidamente de no dejar trozo de tierra sin flor que brote de ella. Por sobre la cerca observa como el pequeño Jimmy se acerca lentamente a la casa vecina, le causa curiosidad, pero no puede seguir viendo, ya que nota como se escapa, por entre unas rosas, la mano de la que fue su esposa, toda sucia y ensangrentada. La vuelve a enterrar junto al arma homicida, pero ahora más profundo y la pavimenta en asfódelos, rosas y claveles.

El vaho que sale de la boca de Jimmy se mezcla con la extraña niebla que despide la puerta de la casa, puerta que se ha abierto sola, de golpe. Siente una leve música venir desde el interior, suena como un piano. Jimmy entra finalmente a la casa, y avanza por los pasillos siguiendo la música, la casa está completamente oscura, ya que aunque es de día, las góticas ventanas se encuentran completamente entabladas.

Ya en la sala principal, hilos de luz se cuelan por entre las tablas de las ventanas, dejando al descubierto el piano de cola y la silueta que lo toca, pero su rostro permanece velado en el umbral de la oscuridad.

—¿Cuántas vidas de insectos has ingerido hoy Jimmy? —pregunta el hombre, que deja de interpretar la melodía para levantarse del asiento.

—No las conté —responde temerosamente Jimmy, retrocediendo un paso a medida que el hombre avanza hasta él.

—Pero sin duda son muchas, vivirás eternamente ¿No es así?

Jimmy se limita a asentir en silencio. El extraño se acerca lo suficiente como para que el niño pueda sentir el hedor que despide, pero su rostro continúa velado.

—Yo también quiero vivir para siempre —dice el hombre a modo de confidencia. Saca lentamente un fósforo y lo enciende, dejando al descubierto su indescriptible rostro y la mueca canina que esboza—, pero yo no como insectos.

Jimmy pega un brinco, y una escurridiza ráfaga de viento se cuela por la ventana trasera del salón, corre por el pasillo apagando el fósforo a su paso, y cierra bruscamente la puerta principal de la casona.

Jimmy no se ha vuelto a ver desde aquella tarde. Yo sé lo que ocurrió con él. Ven, si quieres te lo diré, pero es un secreto.

Comentarios

  • Frank CedricFrank Cedric Anónimo s.XI
    editado noviembre 2015
    Me gustó mucho, está muy bueno. Espero seguir leyendote

    Saludos
  • John Allan GrayJohn Allan Gray Anónimo s.XI
    editado noviembre 2015
    Frank Cedric escribió : »
    Me gustó mucho, está muy bueno. Espero seguir leyendote

    Saludos

    Muchas gracias :D que bueno que te haya gustado, es la idea :)
    Yo también espero seguir publicando, no soy mucho de entrar a foros, espero que con este sea diferente.
    Saludos :)
  • MiedoMiedo Anónimo s.XI
    editado diciembre 2015
    A mí también me ha gustado.
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