Cuando aquellas portentosas nubes amarillas dejaban caer finalmente su añorado contenido sobre la superficie de ese extraño mundo, todos sus habitantes, sin excepción, salían de sus conchas, de sus caparazones, de sus agujeros o de sus madrigueras para recibirlo.
Extendían sus cuerpos y extremidades al máximo, para así optimizar sus superficies de piel y escamas, pretendiendo lograr un mayor contacto con el preciado líquido.
Aquella agua de de color amarillo no mojaba. Ni siquiera se sentía su caída sobre el epitelio, sino que simplemente penetraba todos los tejidos, incluyendo los del alma.
Quienes recibían aquel baño místico, se sentían inmediatamente purificados; se perdonaban a sí mismos; veían solamente sus aspectos buenos, sus lados positivos; y dejaban atrás sus remordimientos.
Así, una vez impregnados de la lluvia mágica de Kalmansoo, todos aquellos seres quedaban de nuevo listos para fastidiarse los unos a los otros.
Comentarios
Como te decía, me gusta el estilo.
Si por unos breves instantes conseguían sentirse como no les era posible hacerlo en ningún otro estado o actividad... se podría decir que la lluvia allí consigue alcanzar efectos dopantes gratificantes... o mágicos... se puede decir de ambas formas...