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Ese absurdo juego

Groucho MarxGroucho Marx Pedro Abad s.XII
editado octubre 2014 en Humorística
Madeleine y yo acabamos de cenar y estamos sentados en el sofá, charlando sobre las incidencias del día. El aparato de televisión, cumpliendo su función eminentemente educativa, se encuentra apagado.

-Eso que me cuenta es increíble, Julius. ¡De fregón a encargado en un solo día! ¿Cómo consiguió domar a esa mujer?
-Bueno, fue fácil, querida. Le dije que soy presidente de Freedonia en paro y que pronto me volverán a llamar para ocupar el cargo de nuevo. Le ofrecí ser la baronesa de Güevoschaffën, que es una región de ese país famosa por no existir en absoluto.
-¿Y le creyó?
-Bueno, tuve que usar algunos de mis trucos de seductor, como aletear mis cejas a ritmo de colibrí y exhibir mi sonrisa especial, la que reservo para cuando la situación es absolutamente desesperada. Aún me duele la mandíbula.
-Ya veo que no hay mujer que se le resista. –Noto un leve tono de irritación en su voz.- En fin, me alegro por usted.
-Alégrese por nosotros, querida. El sueldo de encargado es mucho mejor que el de fregón. Aunque las ventas van mal, y no me extraña por la de porquerías que llegamos a servir. En el vestuario me encontré a un grupo de ratas vomitando y con síntomas de indigestión. Diluí un alka-seltzer en agua y se lo dejé para que bebieran, y ahora me siguen a todas partes. Parezco el flautista de Hamelín.
-¿Ratas? ¿Dónde? –se sube al sofá de un salto, mirando nerviosamente a su alrededor.- No las habrá traído aquí, ¿verdad?
-¡Oh, no, Madeleine! Las dejé en el callejón, persiguiendo a un gato al que, al parecer, se la tenían jurada. El pobre minino corría como un conejo. Si alguien lo adopta, no podrá decir que le han dado gato por liebre. Y a usted, ¿cómo le ha ido en la facultad de Derecho?
-Muy bien, enseguida he recuperado la práctica. Mis compañeros son muy simpáticos. –Me mira con una sonrisa y una expresión ligeramente altivas.- Sobre todo un muchacho muy amable llamado Adam. Me ha acompañado hasta casa.

Me incorporo de un respingo como si me hubieran pellizcado el trasero.

-¿Eh? ¿Un muchacho? ¿Cómo…? Quiero decir, debe tener cuidado, Madeleine, los hombres no son de fiar cuando hay una mujer hermosa cerca. Se lo digo por experiencia.
-No me cabe la menor duda. –replica con voz helada- No se preocupe, Julius. Soy una mujer adulta. Ya tengo veintidós años, ¿sabe? –se levanta y me mira con un extraño fuego en los ojos- Estoy cansada, me voy a dormir. Buenas noches, señor Marx.

Yo ya sabía que era estúpido, pero por lo visto no había alcanzado aún la cima de mis capacidades en ese sentido.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado octubre 2014
    ofreciendo de lo que no hay y con Madelaine quisiera que hubiera:)
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