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El Primer Amor Sin Sexo (por Carlos Serrano)

CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
editado junio 2014 en Romántica
El pasado fin de semana empecé lo que podría ser mis "Crónicas de Instituto"...ya veremos como se desarrollan, de momento esta primera pincelada:

EL PRIMER AMOR SIN SEXO
(O como Freud se equivocaba)


Sara, mi primer amor, la primera chica a la que creo que quise. Olvidemos a Cipri, a María, a Oscar, a la prima Nuria, incluso aquel rubito al que todos llamábamos "El Chico". Mi primer amor, un amorcito diría, fue Sara. O mejor su vestido de terciopelo negro, sus zapatos de ante, sus medias, sus bucles castaños, el maquillaje...¿Sin todo eso me habría llamado la atención igualmente?


Ella tenía catorce años y yo quince. Yo repetía Primero de BUP y ella era novata y supuestamente salía con un chico de 18 años y que tenía moto. Yo, supuestamente, también tenía novia. Casualmente cuando ambos vimos claramente cuánto nos gustábamos cortamos casi a la vez con nuestras respectivas, y supuestas, parejas. Que alegría, que delicia. Por fin libres de esa extraña hipocresía del juego sentimental de la adolescencia ingenua.


Nunca he podido imaginarme desnuda a Sara. Mucho menos fantasear sexualmente con ella. Ni siquiera ahora. Unos meses después de lo de Sara leí Psicología de Masas de Freud y allí, en el capítulo del enamoramiento, supe que lo que me pasaba era normal. Que mi amor había idealizado a Sara, la había puesto en un pedestal y, de rodillas, la adoraba cual Virgen María, libre del pecado, el sexo y cualquier rasgo de guarrería.


El sexo, según Freud, mancillaría ese amor idílico. Una vez practicas el sexo con tu amor ya no hay vuelta atrás. La historieta romántica se ha convertido en una peli porno y todo se va al garete. Por eso no hay que leer a Freud. Te quita las ganas de follar; porque según él no follamos adecuadamente casi nunca. Siempre estamos pensando, cuando follamos, en nuestra madre, hermana o abuela.


En aquellos días, cada noche, yo tenía un ritual que era preparar la ropa del día siguiente, la que llevaría puesta al instituto, mientras escuchaba arrebatado de amor canciones en la radio como So Hard de los Pet Shop Boys o Fueron Los Celos de La Unión.


Mi camisa estampada y mis zapatos de ante... Pero que hortera era yo sin darme cuenta. Que enamorado y que atontado. Cuántas veces rondé, al anochecer, la casa de Sara buscando un encuentro fortuito. Cuántos sueños románticos paseando y acechando su domicilio, que gilipollas era yo esperando que todo se convirtiera en un cuento de hadas...


Dani, mi compi de pupitre, me decía, cada día, que Sara estaba por mí. Yo me sonrojaba (pensando en secreto lo macho que era) y sonreía. Sara se sentaba delante mía pero se pasaba casi toda la clase girada hacia mí y recibiendo las regañinas del profesor amargado de turno. Nos pasábamos el día charlando y sonriendo. ¿Amalia, la compi de pupitre de Sara? Ni existía para mi. Era más fea que pegarle a un padre y ella lo sabía, y sencilla como era, no lograba mucho éxito al entrar en la conversación frente a mi glamurosa Sara...la reina pija y delicada de la clase.


¿Por qué Sara se fijó en mí y no en Dani, que era el discreto pero gran ligón de la clase? Ni idea. Quizá era que yo era repetidor, mayor, tenía más conversación, era más gracioso...Sea como sea no podía creer que la chica más guapa, arreglada y que mejor olía de la clase estuviera por mi.


Pero jamás salimos. Nunca se lo pedí. Me faltaron cojones. Al año siguiente ella se hizo siniestra (hoy diríamos gótica) y yo escritor.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado junio 2014
    A todos nos ha pasado alguna vez en la vida, tener un amor platónico:)
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