Ese día en la fábrica sería el último. Los obreros nos habíamos juntado, todos, en rebelión, contra la mano explotadora. Hacía calor, un sol de 32 grados y nos habían aumentado por convenio, la jornada laboral a diez horas.
Lenin, el apodo de nuestro camarada, se había puesto sobre una máquina barredora y había tomado la iniciativa:
-Camaradas, ya, como sabéis, el sindicato ha pactado con la patronal por el control de nuestras vidas. Solo hay una alternativa, como dijo el Ché Guevara, vencer o morir. Nosotros venceremos.
-Orador Lenin, la mayoría de la fábricas de Olivocerro ya están ocupadas según dice la prensa revolucionaria. Tiene usted razón, debemos dar el paso.
- ¿Y si no lo conseguimos, la policía estatal podría acabar con todos?
Abucheamos todos a este tipo. No había vuelta atrás, nos habíamos puesto de acuerdo.
Atodo esto, a la salida unos niños, ignorantes de todo aquello jugaban al balón en un campo a la salida de la fábrica. Tenían los árboles por porterías.
- Ya verás como te pelo la cabeza de un balonazo y luego entra en la portería.
- Ya verás como no.
- Eh, mirad, esos obreros tienen palas y están delante de la fábrica.
- Qué estarán haciendo.
- Yo creo que están jugando porque están en el descanso.
- Qué dices, zoquete, están haciendo su trabajo.
- ¿Qué trabajo?
- Están saludando a su jefe porque va a comenzar una nueva jornada.
- Yo creo que no tienen jefe, no lo he visto por ningún sitio.
- ¿Y cómo trabajan entonces, so bobo?
- Mi padre me dijo que mañana los jefes desaparecerían. Y hoy es mañana.
- A lo mejor tienen una manta de invisibilidad como los magos de la tele.
- A lo mejor te callas! No existen las mantas de invisibilidad.
- ¿Y cómo lo hacen los magos? ¿A ver?
- Tienen una cuerda que les lleva hasta arriba. Y esa cuerda no se rompe porque está sujeta a unos engranajes.
- ¿Engra… qué?
- Unas cosas que solo se rompen cuando se empieza por el principio
_______
Para más relatos abstractos y otras locuras:
Comentarios