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Diario de un hombre gris.

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  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    (Continuación)
    VI
    Pero tal vez la elevación de la concepción de la vida en Shakespeare sea tal que, incluso sin llegar a satisfacer los requisitos de la estética, nos revela una visión de la vida tan novedosa e importante, que a la vista de ese valor todos sus defectos artísticos pasan inadvertidos. Esto es ciertamente lo que dicen algunos de entre los que alaban a Shakespeare.
    Gervinus sostiene expresamente que además de la importancia en el ámbito de la poesía dramática — e n la cual, en su opinión, Shakespeare llega a ser «lo que Homero es en el ámbito de la épica»—, Shakespeare, siendo como es el juez supremo del alma humana, resulta un maestro de la más incuestionable autoridad moral, y el líder para la vida y para el mundo más selecto.
    ¿En qué consiste, pues, esta indubitable autoridad del más selecto maestro para la vida y para el mundo? Gervinus consagra el capítulo final de su segundo volumen (unas cincuenta páginas) a explicar esto.
    La autoridad moral de este supremo maestro de la vida, en opinión de Gervinus, consiste en esto: «La percepción moral de Shakespeare arranca del simple presupuesto de que el hombre ha nacido con facultades para la acción», y por tanto, lo primero de todo, dice Gervinus, Shakespeare considera que «es una obligación emplear nuestro poder innato de acción» (¡como si al hombre le fuera posible no actuar!).
    «Die tatkräftigen Männer, Fortinbras, Bolingbroke, Alcibíades, Octávius spielen hier die gegensätzlichen Rollen gegen die verschiedenen Tatlosen; nicht ihre Charaktere verdienen ihnen allen ihr Glück und Gedeihen etwa durch eine grosse Ueberlegenheit ihre Natur, sondern totzt ihrer geringem Anlage stellt sich ihre Tatkraft an sich über die Untätigkeit der Anderen hinaus, gleichviel aus wie schöner Quelle diese Passivität, aus wie schlecther jene Tätigkeit fliesse»18. Esto es, Gervinus nos informa de que personas activas como Fortinbras, Bolingbroke, Alcibiades y Octavio son confrontados por Shakespeare con diferentes caracteres que no despliegan una actividad poderosa. Y, de acuerdo con Shakespeare, la felicidad y el éxito los logran las personas que tienen este carácter activo, y en absoluto como resultado de la superioridad de su naturaleza. Al contrario, es a pesar de sus inferiores talentos como su misma energía les proporciona ventaja sobre la gente inactiva, no importa si la inactividad de unos tiene su origen en unos impulsos excelentes, o si la actividad de los otros en motivos ruines. La actividad es buena, la inactividad es mala. La actividad hace bueno lo malo, dice Shakespeare, según Gervinus. «Shakespeare prefiere el principio de Alejandro al principio de Diógenes», dice Gervinus. En otras palabras, según él, Shakespeare prefiere la muerte y el homicidio perpetrados por ambición, a la autosujeción y a la sabiduría.
    Según Gervinus, concibe que la humanidad no debe darse a sí misma ideales, sino que lo único necesario para ella es una actividad sana y en todas las cosas el justo medio. De hecho, Shakespeare estaría tan imbuido de esta sabia moderación que, en palabras de Gervinus, se permite incluso repudiar la moralidad cristiana porque plantea exigencias excesivas a la naturaleza humana. «Hasta qué puntobien_es_cierto.png estaba completamente penetrado Shakespeare de este principio de sabia moderación —dice Gervinus— queda tal vez claro del mejor modo en esto, que se Shakespeare arriesgó incluso a oponerse a las leyes cristianas que exigen de la naturaleza humana unas cargas excesivas; pues él no aceptaba que los límites del deber se extendieran más allá de la finalidad de la naturaleza. Enseñó, pues, el sabio y humano término medio entre los preceptos cristianos y los paganos» (pág. 917) —un equilibrio razonable, natural al ser humano, a mitad de camino entre los mandamientos cristianos y los mandamientos paganos: ¡amar por un lado a los enemigos y por otro odiarlos!—.
    «Que es posible excederse en la realización del bien es una de las doctrinas explícitas de Shakespeare, expresada de palabra y con ejemplos... Así, una excesiva liberalidad arruina a Timón, mientras que una generosidad moderada preserva el honor de Antonio; la auténtica ambición que hace grande a Enrique V es la que derriba a Percy, por haber aspirado él a cosas sobremanera elevadas. Una virtud desmedida conduce a Angelo a la ruina; y cuando, en aquellos que le rodean, el castigo exagerado se revela dañino e incapaz de impedir el pecado, la piedad, el don que nos hace más semejantes a Dios, se muestra también como causa de pecado cuando es excesivo».
    Shakespeare, observa Gervinus, enseña que en el hacer el bien caben excesos. «Enseña—dice Gervinus— que la ética, como la política, es una cuestión tan complicada én términos de relaciones, condiciones vitales e intenciones que es imposible reducirla a unos principios primeros» (pág; 9 1 8 ) . «A juicio de Shakespeare (y en esto coincide con Bacon y con Aristóteles) no hay ninguna ley positiva de naturaleza religiosa o ética que pueda proporcionar una regla de actuación moral que sirva como un precepto siempre vinculante y válido en todos los casos».
    Del modo más claro Gervinus enuncia el conjunto de la teoría moral de Shakespeare, al decir que Shakespeare no escribe para aquellas clases sociales para las que son adecuados los preceptos y leyes religiosas concretas (esa decir, para novecientos noventa y nueve individuos de cada mil), sino para aquellos hombres cultivados que han hecho suyos una sana discreción en la vida y un sentimiento instintivo que, unido a la conciencia, la razón y la voluntad son capaces de orientarles hacia los fines más elevados de la vida.
    Pero incluso para estos afortunados, esta enseñanza puede ser peligrosa si se asume de manera incompleta. Ha de ser aceptada como un todo. «Hay ciases —dice Gervinus— cuya moralidad es estipulada del mejor modo posible por medio de la letra escrita de la religión y de la ley; pero para éstos, los escritos de Shakespeare son en sí mismos inaccesibles; éstos son legibles y comprensibles sólo para los hombres cultivados, a los que sí se puede exigir el deber de concebir por sí mismos la medida saludable de la vida, y esa confianza en sí mismos en la que el poder inmanente y práctico de la conciencia y de la razón, unidos a la voluntad, son, cuando se aprehenden conscientemente, los fines deseables de la existencia» (pág. 919). «Pero incluso para los cultos la doctrina de Shakespeare puede también no estar exenta de peligro... La condición para que su doctrina sea enteramente inocua es que sea aceptada al completo y entera, sin expurgación ni división de ningún tipo. Es entonces cuando no sólo no presenta peligros, sino que es también inerrable e infalible, y en consecuencia merecedora de nuestra confianza en grado mayor que ningún otro sistema de moralidad lo pueda ser» (pág. 919). [...]










    (Continuará en la siguiente entrega)

  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    (Continuación)

    Esta es la concepción de la vida de Shakespeare, en la explicación del mayor de sus estudiosos y admiradores. Otro de los últimos elogiadores de Shakespeare, Brandes, añade lo siguiente: «Por s_el_mismo_actor.png supuesto, nadie puede preservar su vida completamente limpia de injusticia, de engaño, del mal hecho a otras personas; pero la injusdcia y el engaño no son siempre vicios e incluso el mal hecho a otras personas tampoco es un vicio siempre: con frecuencia es sólo una necesidad, un arma legítima, un derecho.
    En el fondo, Shakespeare siempre había sostenido que no existen esos que llamados deberes incondicionales ni prohibiciones absolutas. Nunca se había cuestionado, por ejemplo, el derecho de Hamlet a asesinar al rey, y apenas su derecho de atravesar con la daga a Polonio. Sin embargo, hasta ese momento no había sido capaz de imponerse un sentimiento de indignación y disgusto cuando alrededor de él no veía más que infracciones de las leyes morales más simples. Pero en ese momento, por otro lado, los oscuros presentimientos de sus primeros años cristalizaron en su mente como un cuerpo coherente de pensamiento: ningún mandamiento es incondicional; no es en la observancia o inobservancia de una orden externa en lo que radica el mérito moral de una acción, por no decir ya de un carácter: todo depende de la sustancia volitiva sobre la cual el individuo, como un agente responsable, inyecta el imperativo moral formal en el momento de la decisión»19.
    En otras palabras, Shakespeare ve claramente que la moralidad del fin es la única verdadera, la única posible; de modo que, de acuerdo con Brandes, el principio moral fundamental de Shakespeare, por el cual es ensalzado, consiste en que el fin justifica los medios. Actividad a cualquier precio, ausencia de cualquier ideal moral, moderación en todo, la preservación de las formas vitales establecidas, y la máxima de que el fin justifica los medios.
    Si a esto uno añade un patriotismo inglés lleno de chauvinismo, tal y como se expresa en todos sus dramas históricos: un patriotismo de acuerdo con el cual el trono inglés es cosa sagrada, los ingleses siempre engañan a los franceses, masacrándolos a millares y haciendo que se pierdan en masa; Juana de Arco es una bruja; Héctor y todos los troyanos — de quienes descienden los ingleses— son héroes, mientras que los griegos son cobardes y traidores, etc.: esta es la concepción de la vida del más sabio maestro, de acuerdo con la opinión de sus más grandes admiradores. Y cualquiera que lea con atención las obras de Shakespeare no puede sino reconocer que la atribución de esta concepción de la vida a Shakespeare por aquellos que le elogian es enteramente correcta.
    El valor de toda obra poética depende de tres cualidades:
    El contenido de la obra: cuanto más importante sea el contenido, es decir, cuanto más importante sea para la vida de los seres humanos, mayor será esa obra.
    La belleza externa lograda por los métodos técnicos propios de cada género particular de arte. Así, en el arte dramático el método técnico deberá ser: que los caracteres tengan por sí mismos una singularidad real; que el desarrollo de los acontecimientos sea natural y al mismo tiempo emocionante; que la presentación en el escenario de la manifestación externa y la transformación de los sentimientos sea correcta; y que haya sentido de la medida en todo lo que es representado.
    Sinceridad, es decir, que el autor sienta él mismo vivamente aquello de lo que habla. Sin este requisito no puede existir una obra de arte, siempre que la sustancia del arte consiste en que el espectador de la obra quede inficionado por el sentimiento del autor. Si el autor no ha sentido aquello.de lo que está hablando, el receptor no puede resultar inficionado por la emoción del autor, no experimentará ninguna emoción, y el producto no podrá ser clasificado como una obra de arte.
    El contenido de los dramas de Shakespeare, tal como se percibe en las explicaciones de sus mayores admiradores, es la más baja y vulgar concepción de la vida, que considera la elevación externa de los grandes de la tierra como la genuina superioridad; a costa de la multitud, es decir, de las clases trabajadoras; y que repudia no sólo los esfuerzos procedentes de la religión, sino también los de cualquier humanitarismo por alterar el orden social existente.
    El segundo requisito está también ausente en Shakespeare, a excepción de su manejo con las escenas en las que se expresa la transformación de los sentimientos. En sus obras hay ausencia de naturalidad en las situaciones, los caracteres carecen de una dicción propia y se echa en falta también el sentido de la proporción, sin el cual una producción no puede ser considerada artística.
    La tercera y principal condición — la sinceridad—está completamente ausente en todas las obras de Shakespeare. Uno ve en todas ellas una artificialidad buscada; es manifiesto que él no compone en serio sino que está jugando con las palabras.


    (Continúa en la siguiente entrada)
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    (Continuación)


    VII
    Las obras de Shakespeare no cumplen los requisitos que se exigen en cualquier dominio artístico, y además de eso, muestran una inclinación muy baja e inmoral. ¿Cuál es, pues, el sentido de la inmensa fama que estas obras han conocido durante más de cien años?
    Responder a esta cuestión parece tanto más difícil por cuanto, de haber tenido las obras de Shakespeare algún género de excelencia, el logro de la cual hubiese producido un elogio desmesurado, la generosidad con ellas sería al menos en cierta medida comprensible. Pero aquí conectan los dos extremos: obras que ni siquiera son dignas de crítica, insignificantes, yacías e inmorales se topan con una alabanza insensata y universal, que proclama que esas obras están por encima de todo cuanto ha sido producido por el hombre.
    ¿Cómo explicar esto?
    En muchas ocasiones a lo largo de mi vida he tenido oportunidad de discutir sobre Shakespeare con sus admiradores, no sólo con gente poco inclinada a la poesía sino también con aquellos que sienten hondamente la belleza poética, como Turguéniev, Fet y algunos otros, y en cada ocasión he encontrado una única y la misma actitud respecto a mi desacuerdo con las alabanzas a Shakespeare.
    Al señalar los defectos de Shakespeare no fui contestado; simplemente me compadecieron por mi falta de capacidad de comprensión y me instaron a la necesidad de reconocer la grandeza extraordinariamente sobrenatural de este autor. No me explicaron en qué consistían las bellezas de Shakespeare, sino que simplemente eran vaporosa y exageradamente entusiastas sobre éste en general, del que seleccionaban sus pasajes preferidos: el botón desabrochado del rey Lear, los embustes de Falstaff, las manchas de Lady Macbeth que nunca se limpian, el discurso de Hamlet al espíritu de su padre, los «cuarenta mil hijos», «none does offend, none, I say none», y demás.
    «Abre Shakespeare —solía decir a, esos sus admiradores— por donde quieras, o simplemente al azar, y verás cómo nunca serás capaz de encontrar diez líneas consecutivas que sean comprensibles, naturales, características de la persona que las expresa y eficaces para producir una impresión artística». (Cualquier lector puede hacer por sí mismo la experiencia). Y los alabadores de Shakespeare abrieron algunas páginas de Shakespeare al azar, o bien las eligieron ellos mismos, y sin prestar ninguna atención a las razones que yo aducía por las cuales las diez líneas seleccionadas no cumplían las condiciones más elementales de la estética o del buen sentido, elogiaban exactamente las mismas cosas que a mí me parecían absurdas, ininteligibles y extrañas al arte.
    Así que, en general, en respuesta a mis intentos de obtener de los devotos de Shakespeare una explicación sobre la grandeza de éste, me he encontrado precisamente con la actitud con la que ya había dado habitualmente, y con la sigo dando aún, de parte de los defensores de cualquier dogma aceptado no sobre la base de la razón sino sobre la base de la mera credulidad. Y fue exactamente esta actitud de los encomiadores de Shakespeare —una actitud que cabe encontrar en todos los indefinidos y confusos ensayos, lo mismo que en las conversaciones sobre él — que me proporcionó la clave para comprender la causa de la fama de Shakespeare.
    Sólo hay una explicación de este sorprendente fenómeno: se trata de una de esas sugestiones epidemiales a las que los hombres siempre han estado y están expuestos. Esas sugestiones irracionales siempre han existido, y todavía existen, en todas las esferas de la vida. Las cruzadas del cuando_uno_compara.png Medioevo, que influyeron no sólo .en los adultos sino también en los niños, son ejemplos llamativos de esa sugestión, considerable por su amplitud y su capacidad para engañar. Pero ha habido muchas otras sugestiones epidemiales sorprendentes por su falta de sentido, como la creencia en las brujas, o la creencia en la eficacia de la tortura para el descubrimiento de la verdad, o la búsqueda del elixir de la vida, o de la piedra filosofal, y la pasión por los tulipanes, valorados en varios miles deguílders cada bulbo, de que se infestó Holanda entera.
    Siempre ha habido, y,siempre hay tales sugestiones irracionales en todas las esferas de la vida humana: religiosa, filosófica, económica, científica, artística y en la literatura, suceden habitualmente, y la gente sólo percibe la insensatez de tales sugestiones después de haberse librado de ellas. Pero en tanto están bajo su influencia esas sugestiones les parecen verdades tan incuestionables que no consideran necesario o posible razonar acerca de ellas. Con el desarrollo de la prensa escrita, estas epidemias han resultado particularmente sorprendentes.
    Con el desarrollo de la prensa ha ocurrido que tan pronto como algo logra una especial notoriedad a partir de determinadas circunstancias accidentales, los medios de la prensa notifican de inmediato dicha notoriedad. Y tan pronto como la prensa ha realzado la importancia de esa cuestión, el público le presta una atención todavía mayor. La hipnosis del público incita a la prensa a observar el fenómeno con mayor detenimiento y . más particularmente. El interés del público se incrementa aún más, y los periódicos, compitiendo unos con otros, responden a lo que demanda la audiencia.

    (Continuará en la próxima entrega)
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    editado octubre 2014
    (Continuación)


    El público deviene todavía más interesado, y la prensa atribuye todavía más importancia a la cuestión; de modo que esta importancia, haciéndose cada vez mayor, como una bola de nieve echada a rodar, alcanza una valoración desnaturalizada, y esta valoración, exagerada incluso hasta lo absurdo, se mantiene a sí misma tanto tiempo como la perspectiva vital de los líderes de la prensa y del público permanece idéntica.
    Ofrecen nuestros días innumerables ejemplos de ése falsa comprensión de la importancia de los acontecimientos más insignificantes, que tienen lugar por las reacciones entre sí de la prensa y el público. Un ejemplo sorprendente fue la conmoción que embargó al mundo entero a propósito del affairé Dreyfus. Se da lugar a la sospecha de que un capitán del Estado Mayor del Ejército francés es culpable de traición. Fuera porque este capitán era judío, fuera por determinados desacuerdos internos entre los partidos de la sociedad francesa, este caso, similar a otros'tantos casos que ocurren todos los días sin llamar la atención de nadie y sin interesar a todo el mundo o ni siquiera al Ejército francés, ocupó un lugar relativamente importante en la prensa. El público le prestó atención. Los periódicos, rivalizando unos con otros, empezaron a describir, a analizar, a discutir el suceso; el público quedó todavía más interesado; la prensa respondió a la demanda del público y la bola de nieve empezó a crecer y crecer, y creció tanto a la vista de todo el mundo que no había familia en la que no se discutiera sobre el affaire. Por eso la viñeta de Caran d'Ache, que representaba primero una familia en paz que había decidido no discutir más el caso Dreyfus, y luego la misma familia representada como violentas furias divinas peleando unas contra otras, describía bastante exactamente la relación de todo el mundo lector con la cuestión Dreyfus. Personas de otras nacionalidades, que no podían tener ningún interés auténtico en si un oficial francés había sido o no traidor —más aún, personas que no podían llegar a saber cómo evolucionaba el caso—, todos divididos a favor o en contra de Dreyfus, unos afirmando indisputablemente su culpa, otros negándola con la misma seguridad.
    Fue sólo después de unos años cuando la gente empezó a despertar de la «sugestión» y a comprender que ellos no eran probablemente capaces de saber si Dreyfus era culpable o inocente, y que cada uno la_activida_es_buena.png de ellos tenía mil temas más próximos y más de su interés que ese affaire. Tales infatuaciones ocurren en todas las esferas de la vida, pero son especialmente localizables en la esfera de la literatura, pues la prensa, como es lógico, se ocupa sobre todo de los asuntos de la prensa, y éstos son particularmente potentes en nuestros días, cuando la prensa ha alcanzado un desarrollo tan desproporcionado. Ocurre constantemente que la gente empieza de repente a prodigar unas alabanzas exageradas a obras muy insignificantes, y luego, si esas obras no se corresponden con la visión del mundo vigente, resultan de inmediato perfectamente indiferentes para la gente, que olvida las obras mismas y su anterior actitud respecto de ellas.
    En lo que yo soy capaz de recordar, en los años cuarenta del siglo XIX tuvo lugar, en la esfera artística, la exaltación y loa de Eugène Sue y de George Sand; en la social, la de Fourier; en la filosófica, la de Comte y la de Hegel; y en la esfera científica, la de Darwin.
    Sue está bastante olvidado; George Sand está siendo olvidada y sustituida por los escritos de Zola y los decadentistas —Baudelaire, Verlaine, Maeterlink y otros—. Fourier y sus falansterios han caído bastante en el olvido, y han sido reemplazados por Karl Marx. Hegel, que justificó el orden existente, y Comte, que negó la necesidad de la actividad religiosa en la humanidad, y Darwin, con su ley de la lucha por la existencia, todavía mantienen sus posiciones, pero empiezan a ser preteridos y sustituidos por las enseñanzas de Nietzsche, quien aunque perfectamente absurdo, ininteligible, oscuro y malo por su contenido, corresponde mejor con la perspectiva vital de la hora presente. Así, ocurre en general que de vez en cuando determinadas modas artísticas, filosóficas y literarias empiezan a existir, decaen rápidamente y son dadas finalmente al olvido.
    Pero también ocurre que tales modas pasajeras, habiéndose iniciado a consecuencia de unas causas especiales que favorecían accidentalmente su afianzamiento, se corresponden tan ajustadamente con la visión de la vida difundida en la sociedad y especialmente en los círculos literarios, que mantienen su posición durante mucho tiempo. Ya en Roma se señalaba cómo cada libro tiene su destino, y con frecuencia uno muy extraño: fracaso a pesar de sus altas cualidades, y un éxito abrumador e inesperado a pesar de su insignificancia. Y surgió el proverbio: Pro caput lectoris habent sua fata libelli, es decir, que el destino de un libro depende de la capacidad de comprensión de aquellos que lo leen. Tal fue por cierto la correspondencia entre las obras de Shakespeare y la visión de la vida de las gentes entre las cuales creció su fama. Y esa fama se ha mantenido, y se mantiene aún ahora, porque las obras de Shakespeare siguen correspondiéndo a la visión de la vida de aquellos que mantienen su fama.


    (Continuará en la próxima entrega)
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    editado octubre 2014
    (Continuación)



    Hasta finales del siglo XVIII Shakespeare no sólo no tenía ningún prestigio especial en Inglaterra, sino que se le apreciaba menos que a otros contemporáneos suyos — Ben Johson, Fletcher, Beaumont y algunos otros—. Su fama comenzó en Alemania y desde allí pasó a Inglaterra. Esto pasó por las siguientes razones.
    El arte, en especial el arte dramático, que exige para su realización una prolongada preparación, gastos y trabajo, fue siempre religioso, es decir, su propósito fue evocar en el hombre una clara concepción de esa relación del hombre con Dios obtenida en cada etapa histórica por los hombres más avanzados de la sociedad en la que el arte era producido.
    Así debía ser por su propia naturaleza, y así ha sido siempre en todas las naciones: entre los egipcios, entre los hindúes, entre los chinos y entre los griegos, desde los primeros tiempos de los que tenemos noticias de la vida humana. E invariablemente ha ocurrido que con el embotamiento de las formas religiosas el arte se ha apartado más y más de su propósito inicial (merced al cual había sido reconocido como algo importante, prácticamente como un acto de adoración); y en lugar de propósitos religiosos adoptó finalidades mundanas adecuadas a la satisfacción de las exigencias de las masas, o a las exigencias de los grandes de la tierra, es decir, propósitos de pasatiempo y distracción.si_el_autor_no_ha_sentido.png
    La desviación del arte de su auténtica y elevada vocación ocurrió en todas partes, y ha ocurrido también en la cristiandad.
    La primera manifestación del arte cristiano radicó en la alabanza a Dios en los templos: la celebración de la misa y, en general, de la liturgia. Cuando c o n el paso del tiempo las formas de este arte de la alabanza divina resultó insuficiente, se produjeron los misterios, para describir los acontecimientos considerados los más importantes en la visión religiosa y cristiana de la vida. Posteriormente, cuando en los siglos XIII y XIV el centro de gravedad de la enseñanza cristiana se fue trasladando más y más desde la alabanza del Jesús-Dios a la explicación de su doctrina y del modo de cumplirla, la forma de los misterios, que describían acontecimientos externos del cristianismo, resultó insuficiente y se reclamaron nuevas formas, y como expresión de esta tendencia aparecieron las alegorías morales, representaciones dramáticas en las que los caracteres personificaban las virtudes cristianas y los vicios opuestos.
    Pero por su propia naturaleza, las alegorías, como un arte de nivel inferior, no pudieron sustituir al drama religioso que le había precedido, y ninguna nueva forma de arte dramático que se corresponda con la concepción del cristianismo c o m o enseñanza de vida ha sido todavía encontrada. Y el arte dramático, a falta de una base religiosa, empezó en todas las naciones cristianas a desviarse más y más de su finalidad, y en lugar de un servicio divino se transformó en un servicio a las masas (y cuando hablo de las masas no me refiero simplemente a la gente sencilla, sino a la mayoría de las personas inmorales o amorales, indiferentes a los problemas superiores de la vida humana).
    A esta desviación contribuyó el hecho de que justo en aquel momento ios pensadores, poetas y dramaturgos griegos, con los que hasta ese momento el mundo cristiano no se había familiarizado, fueron redescubiertos y aceptados de buen grado. Y por tanto, no habiendo tenido todavía tiempo de elaborar por ellos mismos una forma clara y satisfactoria de arte dramático, adecuada a la nueva concepción acariciada por el cristianismo como una enseñanza de vida; y al mismo tiempo reconociendo como insuficientes los anteriores misterios y alegorías morales, los escritores del siglo XV y del XVI, en su búsqueda de una nueva forma dramática, empezaron a imitar los modelos griegos recién descubiertos, que eran atractivos por su elegancia y su novedad.
    Y puesto que eran principalmente los grandes de la,tierra —reyes, princesas, cortesanos— quienes podían beneficiarse del drama —ellos eran las personas menos religiosas, y no simplemente indiferentes a las cuestiones religiosas sino en la mayoría de los casos, gente complemente depravada—, se siguió que para satisfacer las exigencias de su público el drama de los siglos XV, XVI y XVII fue principalmente un espectáculo dirigido a reyes depravados y a las clases superiores. Así ocurrió con el drama en España, en Inglaterra, en Italia y en Francia.
    Las piezas teatrales de aquel tiempo, compuestas en su mayor parte en todos esos países conforme a los modelos de la antigüedad griega, reflejaron naturalmente sus respectivos caracteres nacionales. En Italia, la mayor parte fueron comedias con escenas y caracteres divertidos. En España floreció el drama mundano, con argumentos complicados y antiguos héroes históricos. La singularidad del drama inglés corrió pareja con el tosco efecto que producen los homicidios, las ejecuciones y las batallas en el escenario, así como con los cómicos interludios populares. Ni el drama italiano ni el español ni el inglés tuvieron fama europea, y cada uno de ellos tuvo éxito sólo en su respectivo país. Reputación general, gracias a la elegancia de su lengua y al talento de sus escritores, sólo la disfrutó el drama francés, que se caracterizó por su estricto seguimiento de los modelos griegos, y en especial el de la regla de las tres unidades.
    Así continuaron las cosas hasta finales del siglo XVIII, pero al final de ese siglo lo que ocurrió fue lo siguiente. En Alemania, donde no había ni siquiera dramaturgos mediocres (hubo uno flojo y poco conocido, el escritor Hans.Sachs), toda la gente cultivada, incluido Federico el Grande, se inclinaba ante el drama francés seudo clásico. Y sin embargo en aquel preciso momento apareció en Alemania un en_muchas_ocaciones.png círculo de escritores y poetas cultivados y de talento que, sintiendo la falsedad y la frialdad del drama francés, buscaron una forma dramática más novedosa y libre. Los miembros de ese círculo, como los de todas las clases superiores en la cristiandad de aquel tiempo, estaban sometidos a la influencia y el encanto de los clásicos griegos y, siendo completamente indiferentes a las cuestiones religiosas, pensaron que si el drama griego, describiendo las calamidades, padecimientos y luchas de sus héroes proporcionaban el mejor modelo de drama, entonces una representación tal de sufrimientos y luchas de héroes sería también materia suficiente para el drama en el mundo cristiano, a condición de que uno rechazase las estrechas exigencias del seudoclasicismo. Estos hombres, sin comprender que los sufrimientos y el esfuerzo de los héroes tenían un sentido religioso para los griegos, imaginaron que bastaba rechazar la inadecuada regla de las tres unidades y representar acontecimientos de distinta índole en la vida de los personajes históricos, junto a, en general, pasiones humanas poderosas, para obtener una base dramática suficiente, exenta de cualquier elemento religioso que correspondiera a las creencias de su propia época. Sólo que ese tipo de drama existía por entonces en los correspondientes círculos ingleses, y los alemanes, que llegaron a familiarizarse con él, decidieron que ése debería ser el drama del nuevo periodo.


    (Continuará en la próxima entrega)
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    editado octubre 2014
    (Continuación)



    El dominio en el desarrollo de las escenas que constituía la especialidad de Shakeapeare, determinó que eligieran los dramas de éste entre el resto de las piezas de teatro inglés, que en absoluto eran inferiores, sino con frecuencia superiores a las de Shakespeare.
    A la cabeza de ese círculo estaba Goethe, que en aquel tiempo era el dictador de la opinión pública sobre cuestiones estéticas. Y fue él quien, en parte por un deseo de destruir la fascinación por el falso arte francés, en parte por proporcionar un horizonte más libre a sus propia escritura dramática, pero principalmente porque su visión de la vida coincidía con la de Shakespeare, le aclamó como un gran poeta. Por cuanto tal falsedad había sido proclamada con el sello de la autoridad de Goethe, todos esos críticos de estética que no entendían nada de arte se lanzaron sobre Shakespeare como buitres sobre la carroña, y empezaron a buscar en él bellezas que nunca existieron, y también a elogiarlo.
    Esos hombres, los críticos de estética alemanes — en su mayoría, privados por completo de sentimiento estético, ignorantes de esa simple y directa impresión artística que para los hombres con sentimiento para el arte basta para distinguir con claridad la impresión artística de todas las demás, pero que prestaban crédito a la autoridad que había proclamado a Shakespeare como un gran poeta — empezaron a ensalzar in- discriminadamente a Shakespeare en su conjunto, eligiendo especialmente aquellos pasajes que más les impresionaban por sus efectos o que expresaban pensamientos paralelos a sus propia concepción de la vida, imaginando que tales efectos y tales pensamientos constituyen la esencia de lo que se llama arte.
    Estos hombres procedían como lo harían unos ciegos que trataran de escoger diamantes al palpo, de entre un montón de piedras que manosearan. Como los hombres ciegos, que después de una prolongada selección de muchas pequeñas piedras no podrían sino concluir que todas las piedras son preciosas y que las más suaves al tacto son las más valiosas, así los críticos de estética, desprovistos de sentimiento artístico, no podrían llegar a un resultado distinto en lo que se refiere a Shakespeare.
    Para que su elogio del conjunto de Shakespeare resultara más convincente elaboraron una téoría con_el_desarrollo_de_la_prensa.png estética, de acuerdo con la cual una determinada visión religiosa de la vida en absoluto es necesaria para la creación de obras de arte en general, o para el drama en particular; que el contenido interno de una pieza teatral lo proporciona básicamente la descripción de pasiones y caracteres humanos; que no sólo no se requiere ninguna ilustración religiosa de la materia de la que se trata, sino que el arte debe ser objetivo, es decir, debe describir acontecimientos con suficiente independencia de toda valoración sobre qué es bueno y qué es malo. Y puesto que esta teoría había sido inducida a partir de Shakespeare, no podía sino ocurrir que las obras de éste se correspondieran con esta teoría y que resultaran por tanto ellas mismas el summum de la perfección.
    Y fue esta la gente en gran parte responsable de la fama de Shakespeare. A consecuencia en gran medida de sus escritos, resultó esa interacción entre escritores y público que halló su expresión, y todavía la encuentra en nuestros días, en una alabanza insensata de Shakespeare sin base racional alguna. Estos estetas escribieron sesudos tratados críticos sobre Shakespeare (once mil volúmenes han sido escritos sobre él, y una ciencia completa de shakespearología ha quedado formulada); el público se interesó cada vez más, y los eruditos críticos explicaron más y más, es decir, hicieron crecer el caudal de confusión y de alabanzas.
    Así, pues, la primera causa de la fama de Shakespeare fué que los alemanes querían algo más libre y más vivo que oponer al drama francés del que ya estaban cansados, y que realmente era pesado y frío. La segunda causa fue que los jóvenes escritores alemanes necesitaban un modelo para sus propios dramas. La tercera y principal razón fue la actividad de los eruditos y celosos críticos estéticos de Alemania, que carecían de sentimiento estético y que formularon su teoría del arte objetivo, es decir, que repudiaron deliberadamente la esencia religiosa del drama.
    «Pero—se me preguntará— ¿qué entiende usted por "esencia religiosa del drama"? ¿Acaso lo que usted exige del drama es enseñanza, catequesis religiosa: eso que se llama una tendencia u orientación, y que es incompatible con el verdadero arte?». Por «esencia religiosa del arte», respondo, no entiendo yo ninguna inculcación externa de verdades religiosas mediante formas artísticas, ni una representación alegórica de esas verdades, sino la expresión de una visión de la vida definida, que se corresponde con la más elevada comprensión religiosa de la existencia en un periodo determinado: una estructura que, sirviendo como motivo impulsor de la composición del drama, empape toda la obra incluso sin que de ello sea consciente el autor. Siempre ha ocurrido así en todo arte verdadero, y siempre es así con todo artista verdadero en general, y especialmente con los dramaturgos. De ahí que, como ocurría cuando el drama era una cosa seria, y como debe ocurrir de acuerdo con su misma naturaleza, sólo ése puede escribir un drama que tenga algo que decir a los hombres —algo altamente importante para ellos— acerca de la relación del hombre con Dios, con el universo, con todo lo que es infinito y eterno.
    Pero cuando, gracias a las teorías alemanas del arte objetivo, se ha asentado la idea de que, para el drama, esto no se requiere en absoluto, entonces un escritor como Shakespeare —que en su propia alma no se había formado convicciones religiosas acordes con su época, y que ni siquiera tenía convicciones en general sino que iba apilando en sus piezas teatrales todo tipo de eventos, horrores, disparates, discusiones y efectos — puede evidentemente ser aceptado como el mayor de los genios dramáticos.
    Pero todas esas son razones externas: la principal causa interna de la fama de Shakespeare fue, y sigue siendo, que sus piezas teatrales son adecuadas pro captu lectoris, es decir, corresponden a la actitud irreligiosa e inmoral de las clases superiores de nuestro mundo.


    (Continuará en la siguiente entrega)
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    (Continuación)



    VIII
    Una serie de casualidades provocó que a comienzos del siglo XIX Goethe, siendo el dictador del pensamiento filosófico y de las leyes estéticas, elogiara a Shakespeare; los críticos de estética cogieron al vuelo el elogio y empezaron a escribir sus largos y evanescentes ensayos eruditos, y el gran público europeo empezó a verse encantado por Shakespeare. Los críticos, respondiendo a este interés público, se emularon unos a otros con gran esfuerzo para escribir más y más artículos sobre Shakespeare, y tanto lectores como espectadores resultaron todavía más confirmados en su entusiasmo, y la fama de Shakespare continuó creciendo más y más, como una bola de nieve, hasta que en nuestros días ha adquirido un grado de alabanzas desnaturalizadas, que obviamente no puede descansar en otra base distinta de la sugestión. [...]
    La manifiesta exageración de todas estas apreciaciones es la mejor prueba de que no es el resultado de un pensamiento natural, sino de la sugestión. Cuanto más insignificante, bajo y vacío es un fenómeno, una vez deviene objeto de sugestión, tanto más sobrenatural y exagerada es la importancia que se le atribuye. El Papa no es sólo santo, sino el más santo, etc. Y por eso Shakespeare es no sólo un buen escritor, sino el mayor de los genios, el eterno maestro de la humanidad.
    La sugestión es siempre un fraude, y todo fraude, un mal. Y la sugestión de que las obras de Shakespeare son las grandes obras de un genio, que ofrecen el climax tanto de la perfección estética como ética, ha causado y causa un gran daño a los hombres.
    Este daño es doble: primero, el hundimiento del drama y la sustitución de este importante instrumento de progreso por un entretenimiento vacío e inmoral; y segundo, la inmediata degradación de los hombres cuando se les presentan falsos modelos de imitación.
    La vida de la humanidad se aproxima a la perfección solamente a través de la elucidación de la ofrece_nuestros_dias.png conciencia religiosa (el único principio que puede unir con vigor a los hombres entre sí). La elucidación de la conciencia religiosa se logra en todas las esferas de la actividad espiritual de los hombres. Una de las esferas de esta actividad es el arte. Una parte del arte, y prácticamente la más importante, es el drama.
    Y en consecuencia, el drama, para estar a la altura de la importancia que se le atribuye, debe servir a la elucidación de la conciencia religiosa. Tal ha sido el drama en todas las épocas, y tal ha sido también en la cristiandad. Pero con la aparición del protestantismo en su sentido más amplio — es decir, con la aparición de una nueva comprensión del cristianismo como enseñanza de vida — el arte dramático no encontró una forma que se correspondiese con esta nueva comprensión de la religión, y los hombres del Renacimiento perdieron el norte imitando el arte clásico. Esto era algo completamente lógico, pero la atracción debería haber cedido y el arte haber encontrado, como ahora está empezando a encontrar, una nueva forma que se corresponda con la comprensión modificada del cristianismo.
    Pero el hallazgo de esta nueva forma quedó obstruido por la doctrina, asentada entre los escritores alemanes de finales del siglo XVIII y de comienzos del XIX, sobre la así llamada objetividad del arte — es decir, la independencia del arte respecto del bien y el mal — , junto con una alabanza exagerada de los dramas de Shakespeare, que en parte se correspondía con la teoría estética de los alemanes y en parte sirvió como confirmación de la misma. De no haber existido esta exagerada alabanza de los dramas de Shakespeare, aceptados como los modelos artísticos más perfectos, la gente de los siglos XVIII y XIX, y la gente de nuestros días, habría tenido que comprender que el drama, para tener derecho a existir y ser considerado c o m o algo serio, debe servir, como siempre lo hizo y es por necesidad del caso, a la ya_en_roma.png elucidación de la conciencia religiosa. Y habiendo entendido esto, ellos habrían buscado una nueva forma de drama en correspondencia con su percepción religiosa.

    (Continuará en la próxima entrega)
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    (Continuación)



    Pero cuando quedó decidido que el drama de Shakespeare era el summum de la perfección, y que la gente debía por fuerza escribir como él sin ningún contenido religioso, ni siquiera moral: todos los dramaturgos, imitándole, empezaron a escribir piezas teatrales sin contenido, como los dramas de Goethe, Schiller, Hugo y, entre nosotros, los rusos, Pushkin y los dramas históricos de Ostróvski, Alexéi Tolstói, y las otras innumerables obras dramáticas, más o menos conocidas, que llenan la programación de los teatros y que son escritas por cualquiera a quien se le ocurre la idea y el afán de escribir piezas teatrales.
    Sólo gracias a esta pobre, insignificante comprensión de la importancia del drama pueden aparecer entre nosotros esas series infinitas de obras dramáticas que presentan las acciones, las situaciones, los caracteres y los estados de ánimo de la gente no sólo ajenos a todo contenido espiritual, sino incluso carentes de cualquier sentido humano. Y no se crea el lector que yo excluyo de esta estimación del drama contemporáneo las piezas que yo mismo he escrito alguna vez para el teatro. Reconozco que a ellas, exactamente igual que al resto, les falta esa sustancia religiosa que debe constituir la base del futuro drama.
    De modo que el drama — la esfera más importante del arte— ha devenido en nuestros días simplemente en una diversión vacía e inmoral para unas masas vacías e inmorales. Lo peor de todo es que al arte dramático, que ha caído todo lo bajo que podía caer, la gente sigue atribuyéndole una elevada significación, impropia de él.
    Dramaturgos, artistas, empresarios teatrales, la prensa —esta última, escribiendo con total seriedad sus críticas de funciones teatrales, ópera, etc.—, todos se sienten convencidos de estar realizando algo muy conveniente e importante. El drama en nuestros días es como un gran hombre caído en la más baja de las degradaciones, que sin embargo continúa todavía enorgulleciéndose de su pasado, del que ya nada le queda. Y el público de nuestros días es como aquellos que sin piedad se divirtieran a costa de este que fue una vez un gran hombre ahora degradado a los más bajos niveles.
    Este es uno de los efectos dañinos de la sugestión pandémica relativa a la grandeza de Shakespeare. Otro efecto dañino de esta alabanza es el establecimiento de un modelo para imitación de los hombres falso.
    Si la gente de nuestros días escribiera que Shakespeare fue, para su tiempo, un gran escritor, que versificaba bastante bien; que era un actor inteligente y un buen administrador de teatro; incluso si esta valoración fuera inexacta y algo exagerada, por ser la inexactitud moderada, los individuos de las generaciones más jóvenes podrían quedar libres de la influencia de Shakespeare. Pero no hay hombre joven de hoy que pueda quedar libre de esta perniciosa influencia, porque en lugar de ver que se le ofrecen los maestros religiosos y morales de la humanidad como modelos de perfección moral, tan pronto como empieza a vivir se las tiene que ver primero de todo con Shakespeare, de quien algunos hombres eruditos han decidido (y transmitido de generación en generación como una verdad incuestionable) que es el mayor de los poetas y el mayor de los maestros en la vida.
    Cuando se trata de leer o de escuchar a Shakespeare la cuestión para un hombre joven ya no es si éste es bueno o malo, sino sólo dónde encontrar esa extraordinaria belleza estética y moral sobre la que ha sido sugestionado por hombres eruditos que respeta, pero que él ni percibe ni siente. Y adulterando su propio sentimiento estético y ético, trata de hacerse fuerza a sí mismo para llegar a estar de acuerdo con la opinión prevaleciente. Ya no confía más en sí mismo, sino que en aquello que la gente erudita, que él respeta, le ha dicho (yo he experimentado todo esto por mí mismo). Leyendo los análisis críticos de las piezas teatrales y los fragmentos de libros con comentarios explicativos, empieza a creer que siente algo similar a una impresión artística, y cuanto más se prolonga este proceso más se pervierte su el_arte_en_especial_el_arte.png sentimiento ético y estético. Finalmente deja de distinguir con independencia y claridad entre lo que es verdaderamente artístico y lo que es una imitación artificial del arte.
    Pero sobre todo, habiendo asimilado esa visión de la vida inmoral que empapa todas las obras de Shakespeare, el joven pierde la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y el error de exaltar a un escritor de poca importancia, sin arte y no sólo amoral, sino manifiestamente inmoral, concluye su pernicioso efecto.
    Por esto pienso que cuanto antes se emancipe la gente de esta falsa alabanza a Shakespeare, tanto mejor; primero porque la gente, cuando se haya liberado de esta falsedad, podrá comprender que un drama que no tenga un soporte religioso no solamente no es una cosa importante o buena, como suponen hoy, sino que resulta la más trivial y despreciable; y .habiendo comprendido esto, tendrán que buscar y desarrollar una nueva forma de drama moderno — un drama que será útil para la elucidación y confirmación en el hombre de los niveles superiores de conciencia religiosa—; y en segundo lugar porque la gente, cuando se haya liberado a sí misma de ese estado hipnótico, comprenderá que las insignificantes e inmorales obras de Shakespeare y las de sus imitadores, orientadas solamente al pasatiempo y la diversión de los espectadores, no pueden verosímilmente servir a la enseñanza del sentido de la vida, sino que, mientras no haya auténtico drama religioso, la orientación en la vida habrá de ser buscada en otras fuentes.




    (Fin del artículo)
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Jugo, me va a hacer falta toda una semana para esto...
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Texto de 1 de marzo de 2.014:




    El texto que sigue, lo escribí hace ya algunos años:



    << Voy a contarte algo de El gobierno de las mujeres.Pero vaya por delante que yo en modo alguno comparto las ideas machistas expresadas en esta obra de Valdés,menor en todos los sentidos, en mi opinión.Pero es de justicia decir que el autor no se decanta-o a mí me lo parece- por la postura machista;quizás sea prueba de ello el equilibrio que Valdés parece querer guardar al poner en boca de algunos personajes opiniones dignificadoras de la mujer.Yo no voy a juzgar al escritor.Supongo que las susodichas ideas estaban en el ambiente y él se hizo eco de ellas.

    Pero me parece que más ilustrativo que mi inexperta opinión podría ser el sucinto extracto que sigue:


    En una reunión de amigos,Dª Carmen, la anfitriona, dice:



    ... Schopenhauer dice que somos el sexo de las caderas anchas, de los cabellos largos y las ideas cortas... la inclinación a la mentira y la picardía instintiva es lo que nos caracteriza.No perdona al cristianismo por haber modificado el feliz estado de inferioridad en el cual la antigüedad mantenía a la mujer.Los pueblos del Oriente estaban en lo cierto y se daban mejor cuenta del papel que debe representar,... Schopenhauer rehúsa a las mujeres toda capacidad superior, las considera destinadas por la naturaleza a vivir en perpetua domesticidad;es el sexus sequior,el sexo segundo,creado para mantenerse siempre aparte y en segundo término... El arte no ha sido, ni es, ni será jamás, patrimonio de la mujer... ¿Dónde está el Shakespeare, el Dante, el Cervantes, el Goethe, el Miguel Angel, el ... femenino?...




    Y otro personaje:



    ...por su naturaleza misma,la mujer no está destinada al cultivo de las letras y las bellas artes, sino al embellecimiento de nuestro hogar, a formar el tierno corazón de sus hijos, inspirándoles el temor de Dios, a consolar las tristezas de su marido...a ayudarnos,...




    Y así, alternativamente, se siguen exponiendo opiniones de este tenor:



    ... debemos ser lo que hemos sido, el descanso y el recreo del guerrero... la mujer debe seguir siendo el consabido instrumento de placer...En el fondo, a la mujer le interesan poco o nada las bellezas de la naturaleza o del arte... (Y aquí voy a saltarme las abyectamente denigrantes opiniones de los antiguos- incluidos muchos "reverendos" Padres de la Iglesia- sobre la mujer)...




    Y siguen las ignominiosas ideas;pero no todos los personajes de este opúsculo son obtusos, contumaces, necios... Hay también personajes sensatos, equitativos,... que dicen:



    ... en la antigüedad y en la Edad Media, han existido mujeres muy instruidas, tanto en filosofía como en literatura...La inteligencia de la mujer es distinta,pero no inferior a la del hombre... las guerras se suprimirán,porque la mujer quiere que se supriman... La mujer es mucho más valiente que el hombre.La mujer es valiente por naturaleza...durante miles de años, la mujer fue venerada a las orillas del Nilo como el ser más próximo a la divinidad... La mujer es más apta para la política... ¿ Virilizar la raza? Lo que hay que hacer es afeminarla...



    ¿Sientes ahora deseos de leer la obra completa? Si te sirve de algo mi opinión, te diré que creo que es una obrita absolutamente prescindible. >>







    En lecturas posteriores, he leído o releído lo siguiente:


    -Según Tertuliano, la mujer es la puerta por donde entra el demonio.

    -Rousseau llegó a negar que tuvieran alma(lo leí en una biografía suya, pero no citándolo).Sí es cita suya lo siguiente:



    A las mujeres, en general, ni les gusta ni aprecian el arte, y no tienen ningún talento.Pueden alcanzar el éxito en labores insignificantes que sólo requieren superficialidad y un poco de gusto,y,a veces, lógica...Sus escritos son tan vacíos y bellos como ellas mismas y contienen el ingenio que uno quiera ponerles,pero carecen por completo de profundidad.No saben cómo describir o sentir el amor.




    Esta era la opinión de Rousseau, a quien yo he admirado siempre y a quien sigo admirando,por muchas de sus ideas, que me parecen acertadas.Pero no por estas,claro.Podría pensarse que eran otros tiempos, que la muj. aún no había alcanzado las conquistas que conseguiría poco a poco más tarde.Pero también es cierto que no todos los hombres inteligentes de su época y anteriores tendrían las mismas ideas que él sobre las mujeres.


    En 1872-cito ahora a S.J.Gould-,los líderes de la antropometría europea intentaban medir con "certidumbre científica" la inferioridad de las mujeres...Las mujeres, les gustara o no, tenían cerebros más pequeños que los de los hombres.



    Gustave Le Bon nos legó esta perla:



    En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyos cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones.Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede discutirla siquiera por un momento; tan sólo su grado es digno de discusión.Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de las mujeres, al igual que los poetas y los novelistas, reconocen que ellas representan las formas más inferiores de la evolución humana y que están más próximas a los niños y a los salvajes que al hombre adulto civilizado.Son insuperables en su veleidad, su inconstancia, en su carencia de ideas y lógica y en su incapacidad para razonar.Sin duda, existen algunas mujeres distinguidas, muy superiores al hombre medio, per resultan tan excepcionales como el nacimiento de cualquier monstruosidad, como, por ejemplo, el de un gorila con dos cabezas; por consiguiente, podemos olvidarlas por completo.



    Vuelvo a citar a S.J.Gould:

    (Le Bon) se sintió horrorizado antes la propuesta de algunos reformadores americanos de conceder a la mujer una educación superior sobre la misma base que el hombre
    :

    (lo siguiente es cita de Le Bon)


    El deseo de darles la misma educación y, como consecuencia, de proponer para ellas los mismos objetivos es una peligrosa quimera...El día en que, sin comprender las ocupaciones inferiores que la naturaleza les ha asignado, las mujeres abandonen el hogar y tomen parte en nuestras batallas, ese día se pondrá en marcha una revolución social y todo lo que sustenta los sagrados lazos de la familia desaparecerá.




    Ciertamente, hoy todos los hombres inteligentes y bien educados saben cómo es la mujer, lo que significa para el mundo, lo necesaria que es.Todos los hombres inteligentes,realistas, valientes y sinceros reconocen la enorme valía de las mujeres, su admirable inteligencia(pienso en las que lo son realmente, claro; pues, como ocurre con los hombres, hay de todo:hombres inteligentes y tontos, mujeres inteligentes y tontas),su enorme capacidad, su sensibilidad, su generosidad y su bondad.Los hechos,grandes y pequeños, muestran y demuestran que los Le Bones del mundo estaban y están equivocados.

    En mi opinión, la mujer es el cordón que nos une aún a la naturaleza, a todo lo bueno que ésta es y tiene, y en donde yo pongo la esperanza de mejora.Pienso en una integración suave, fácil, de lo natural y lo moderno, lo civilizado.Controlando, sin duda, elementos inconvenientes de lo natural( la excesiva agresividad,no encauzada,por ejemplo) y suprimiendo elementos dañinos de la civilización.A este respecto, la mujer me recuerda lo que hemos de hacer, aunque nos duela, lo que de veras importa.Los hombres nos hemos envanecido con tanto saber durante milenios.Pero es posible que vengamos arrastrando desde antiguo falsos saberes.Y que la mujer sea ese faro que nos recuerde dónde está la tierra firme.

    Yo me pregunto si el denigrar a las mujeres no procederá realmente de un complejo de inferioridad ante ellas, en muchos casos; o de la incapacidad de muchos para amarlas realmente, con el corazón, por lo que son, y no con los ojos y la piel, por lo que parecen o se percibe exteriormente.


    Por otro lado, me digo que sería conveniente, y necesario, ponernos de acuerdo-si nos fuera posible,claro- sobre qué es inteligencia.Bueno, si me pongo a hablar de inteligencia, ya empiezo a perderme; porque de esto yo no entiendo.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Los príncipes (azules), hoy en día, son los industriales.

    ...

    El hombre debe aprenderlo todo; para cuestiones sentimentales, a los veinticuatro años tiene seis u ocho de edad. En las mujeres obran casi intactos los defectos y las virtudes del instinto; cada una hereda la experiencia acumulada desde el origen del mundo.

    ...

    Yo era ante ella como un niño.

    ...

    ¿Estaré aburriéndola? Las mujeres pierden la paciencia cuando hablamos de literatura y, sobre todo, cuando recitamos poemas.

    ...

    Emborracharse por una mujer es lo último.

    ...

    Las mujeres nos vuelven locos, son nuestros demonios.

    ...

    Hay algo en mí que las exaspera o todas son iguales.

    ...

    Se dijo que el mundo de las mujeres -opresivo, indefinido, psicológico, malsano, prolijo- no convenía a la salud de esa noble planta, la mente del varón.

    ...

    Con el instintivo temor de los hombres de cargar con una mujer, de pronto se preguntó: ¿vale la pena ganar este premio?




    Datos:


    - En el año 1.994, fueron ordenadas en un sólo día, en Bristol (Gran Bretaña), treinta y dos mujeres. Una de ellas, de treinta y dos años de su edad, estaba embarazada.

    - El anillo de compromiso que David Copperfield regaló a C. Schiffer está (o estaba) valorado en unos 280 millones de las antiguas pesetas.

    - Lactofilia es la filia por la que alguien siente placer dando o recibiendo el pecho a/de su pareja, con emisión, o no, de leche.




    El teatro no existe. Alguna escena de Shakespeare, las comedias de Shaw, nada más.

    ...

    Los autores no escriben para la eternidad, ni para la relectura, ni para la lectura siquiera, buscan efecto inmediato.
    (los dramaturgos)



    Estos son algunos de los autores de los que no tengo ninguna obra: W. Faulkner, A. Strindberg, Alonso de Ercilla, Juan de Mena, Ionescu, Pirandello, B. Brecht, Kafka, Gogol, Y. Mishima, Emerson, Epicteto, Esquilo, Eurípides, Corneille, Bossuet, Sannazaro, T. Tasso, L. Ariosto, Carducci, Leopardi, H. Sienkiewickz, N. Kazantzakis, R. Carver, P. Roth, C. McCullers, Estacio, Salustio, Tito Livio, Quintiliano,...(y muchos clásicos antiguos más, latinos y griegos), Diderot, La Rochefoucauld, La Bruyère, A. de Vigny, A. de Musset, G. de Nerval, Apollinaire, A. Artaud, Verlaine, Rimbaud, J. Anouilh, J. K. Huysmans, R. Bazin, Saul Bellow, Don DeLillo, L. M. Santos, M. A. Asturias, J. Rulfo, Cortázar, J. A. Silva, M. Azuela, G. C. Infante, T. Dreiser, N. Hawthorne, Cavafis, A. Vanni, P. Auster, H. Barbusse, L. Tennyson, Marlowe, M. Barrés, G. Beccari, E. L. Doctorow, M. Tinayre, F. Jammes, J. H. Rosny, T. Tzara, Ezra Pound, H. de Régnier, Gertrude Stein, P. Reboux, A. Nin, M. Puccini, D. McCullough, A. Bertrand, R. Cansinos Assens, Binet-Valmer, Américo Castro, R. Canudo, Abel Hermant, M. M. y Pelayo, G. M. Pidal, J. Bojer, Luis Dumur, E. Montfort, E. Sué, A. Gide, E. Bourges, P. Bourget, Tom Wolfe, M. Shelley, Wordswoorth, J. Keats, R. Boylesve, F. de Miomandre, H. Duvernois, P. Margueritte, Gore Vidal, J. Galsworthy, Fichte, Boecio, T. de Aquino, R. Lulio, Schopenhauer, E. Jaloux, Kierkegaard, Heidegger, Jaspers, Dilthey, Myriam Harry, K. Vonnegut, R. de Gourmont, Hnos. Fischer, Erskine Caldwell, L. Frapié, J. J. Frappa, Fl. O'Connors, J. Ellroy, J. B. Sallis, W. Mosley, Malamud, Elmore Leonard, J. Crumley, Ed McBain, L. A. de Villena, F. Villon, Julián Marías, Javier Marías, C. M. Gaite, A. Pombo, L. Rosales, V. Huidobro, los Panero, Rosa Chacel, R. de Maeztu, V. Inclán, M. Machado, R. Darío, Mª de Maeztu, M. Zambrano, A. M. Matute, J. Echegaray, C. Arniches, A. Sastre, A. Paso, R. Alberti, I. Agustí, Hnos. A. Quintero, I. Allende, M. Roig, C. R. Zafón, St. King, K. Follet, J. Cercas,..., etc.,... etc.,... etc.,...

    Con esos pocos, basta. Por supuesto, son muchísimos más los autores famosos de los que no tengo ninguna obra.





    Viernes, 8 de enero del 93
    :


    La tarde del 31 volví a lesionarme, jugando al fútbol. Me duele el brazo derecho y la pierna izquierda.

    A la noche, salí. Por supuesto, no pensaba en ligar; esto apenas me preocupa ahora. No me acosté. A las 7'30 h. de la mañana me fui en auto-stop para... ¡¡¡No veas el frío que hacía en la carretera!!! En varios golpes, me puse a 1 km., o menos, de... Hice ese km. andando. Ni me enteré, se me hizo corto. Estaba mareadillo, ni notaba el dolor de la pierna (lo notaría más tarde, cuando se fueran los vapores..., y cuando me "enfriara").

    Estuve a punto de colarme en una iglesia. Y pasé por la puerta de Alicia.

    Tengo el brazo en cabestrillo. No salgo desde el 31. Ahora leo muchas revistas de cine. No juego al ajedrez.

    Anteayer y ayer nos divertimos armando y desarmando el armario y la cama.

    Me acuesto más temprano y me levanto más tarde; pero tengo más sueño que cuando dormía menos (?!)

    Creo, espero, que dejaré de jugar al fútbol durante unos meses. Me felicitaría a mí mismo, si fuera capaz,...
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado octubre 2014
    Como así que somos una carga, brincos dieran el poder ternos encima:):D
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Las mujeres son la inteligencia, la Belleza, la gracia y la alegría. Mi sueño es vivir con la Mujer que me descargaría de todos los pesares.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Siempre te querré. Mi amor te buscará cuando todo parezca perdido. No te digo adiós, porque no me resigno a la desgracia de perderte. Nos separamos ahora, para comprender, para aprender, para dignificarnos. Viajaremos por procelosos mares, para llegar fuertes y humildes, castigados y mansos, curtidos y alegres, sufridos y amantes, a la orilla ensoñada, y por enarenados senderos, de vivos orillos, a la sencilla morada que ahora, por inescrutable designio se nos detiene.

    Creceremos, nos haremos pequeños; caeremos, para fructificar; maduraremos, para levantarnos; lloraremos, para ser más Bellos; nos afearán, para estallar de luz; nos hundirán, para germinar y brotar; nos machacarán, para dar vida. Y a mitad del camino, oirás mi voz:

    - no te olvidé, te he buscado, será lo que sea justo. Te amé y te amo. Te amaré tanto, que creeerás seguir soñando. Disculpa mi desidia antigua. Seré ahora el héroe denodado, tu paciente poeta. No desmayaré.

    Pero ahora, la tristeza me embarga. Me rodea, me asfixia inconsolable soledad. Has partido hacia un destino ignoto, que te deseo dichoso, pero que intuyo desabrido, acerado, nostálgico e incluso tenebroso. Porque te faltará, como a mí, la pasión, la poesía, la magia,... ¿Quién te admirará mañana con la unción que este corazón humilde te tributa? ¿Quién te hará poemas de devoto entusiasmo? ¿Quién ensalzará tu Belleza, tu gracia, tu femenina esencia? ¿Quién se alegrará como un niño cada vez que te vea? ¿Quién te amará como yo?



    ...



    Disculpa mi indolencia antigua, quizás mi abulia. Por debajo de la apariencia endurecida, te amaba con inusitada fuerza, como las olas aman la orilla, como las plantas aman el sol, como la tierra seca el agua que da vida, como el ciego que vio sueña la luz, con deseo sin medida, naturalmente, por instinto y como hombre que piensa y siente, con nobleza y alegría. ¡Desdichado de mí, pues endurecí mi corazón en el momento decisivo!

    Vendría después el frío invierno, el reproche continuo, el inconsolable lamento, el dolor agudo y el dolor continuo, casi la desesperanza,...

    Mas renazco un poco ahora, después de tantas muertes, de tanta ocultación. Me doy a luz ahora, reverdezco, crezco con el agua de tu imagen, con la luz de tus ojos que me miran de nuevo. Aún no te busco, pero lo haré, porque ahora siento que despierto de un largo letargo. Pronunciaré tu nombre y se hará la luz. ¿Dónde estás mi Pequeña? Presiento que estas ganas de buscarte, tú que me buscas me las comunicas.

    Aún estoy solo; pero menos solo ahora, porque la ilusión de volver a verte me da fuerza. Cuando te encuentre -porque te encontraré, no lo dudo-, te besaré, te abrazaré y te haré mía para siempre. Esa será la orilla anhelada, el merecido descanso de este malhadado periplo.

    Ahora siento que te acercas a mí, ahora te quiero más que nunca. Ya siento que pronuncias mi nombre, que me buscas; pronunciaré el tuyo, óyeme: Alicia, mi pequeña Alicia.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Copio aquí mi texto en que agradezco a Francesca su comentario a mi texto "Mi pequeña Alicia" (publicado en Prosa poética a la vez que en este mi diario -último texto del 8 de octubre):





    ¡Hola, Francesca!

    Con razón te sorprendes, pues como bien dices, parezco enclaustrado en mi molino gris, en mi diario gris. Ya dije en un mensaje reciente, respondiendo a uno de Bladerunner, que yo soy una persona muy sociable y muy alegre. Hablo mucho, me gusta bromear, creo que tengo un buen sentido del humor y encajo bien las críticas. Pero participo poco en este foro, fuera de mi diario. Confieso que apenas leo textos ajenos, del foro, pues sí leo muchas obras de autores que no participan en este foro. Leo todo lo que puedo, fuera del foro. Como Carlos Serrano, devoro libros, cuando el trajín diario de menesteres materiales me lo permite.


    Si no estuviera copiando aquí mi diario antiguo, ni siquiera estaría escribiendo ya este mi diario. Tomé la decisión de transcribir aquí la parte antigua de mi diario al pensar que Alicia -la mujer por la que sonrío a todas horas, la mujer por la que vivo ilusionado y ensueño...-, al pensar que Alicia podría gustar de saber qué fue de mí en los años que vivimos separados, tal vez injustamente, pues éramos adolescentes extraordinariamente enamorados, y, por condición -ahora lo sabemos-, extraordinariamente bien predispuestos a sintonizar física y personalmente.


    En este foro he leído algunos textos -muy pocos- que ya no recuerdo. Si no me gustaron, no dije nada, pues yo no me considero autorizado a hacer crítica negativa en público. Por supuesto, no puedo evitar tener una opinión, pero me la reservo, si el texto no me gusta (por su fondo o contenido) o me parece percibir defectos de forma. Yo sólo, a veces, he comentado los textos que me gustaron, por una u otra razón. No quiero equivocarme hablando mal de un buen texto. A mí nunca me mueve mala intención, pero podría equivocarme, y no querría desanimar a nadie, ni, siendo mal interpretado, o porque se me suponga mala intención, suscitar una antipatía hacia mí. Espero que mi decisión de no censurar no moleste a nadie.


    Yo he leído varios textos de Bar Imperio. Comenté un magnífico texto suyo. Otros suyos me parecieron igualmente buenos, pero no dije nada porque, como puede verse por este comentario -y por todos mis comentarios-, yo no he recibido el don de expresarme con brevedad. Y escribir me cuesta, aunque no lo parezca. Os admiro a Carlos Serrano y a ti por la facilidad y calidad con la que escribís. De Carlos Serrano he leído todos sus textos, y también los tuyos. De Carlos podría decir muchas cosas buenas, ideas positivas que me hago de él a partir de sus textos, con los que disfruto mucho. En cierta forma, me veo un poco en él, cuando yo era más joven; pero admitiendo que él tiene un don especial para escribir, don que yo nunca tuve ni tengo. También he leído todos tus textos, y todos me han gustado mucho. Tienes también un don maravilloso para escribir. Cuentas con una facilidad pasmosa, o a mí me lo parece; narras cuando quieres narrar, muy bien; describes igualmente. Y cuando tus personajes dialogan, parece que realmente son ellos los que dialogan, no que habla el autor a su través. Son diálogos vivos.


    Por supuesto, también me encanta cómo escribe Gracia. En mi opinión, su Diario de un adolescente en guerra es de lo mejor que se ha publicado en este foro (de lo que se está publicando, pues se trata de un diario inacabado).


    Gracias por decirme que te ha gustado este texto mío, con el que tanto disfruté, pues se lo dediqué con todo mi amor a Alicia.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Este es el comentario que hice en su momento (1 de agosto de este año) a Lucía, el magnífico relato de Francesca. Porque aquel día olvidé hacer el traslado a mi diario, ahora lo hago. No es mala ocasión, pues la Lucía de Francesca (acabo de releer su texto, volviendo a emocionarme, pronunciando el nombre de mi amor: Alicia, Alicia, Alicia, Alicia, Alicia, Alicia, Alicia,...), se presenta ahora, por una extraña casualidad, en un momento especial de mi vida, a partir del cual presiento que mi amor por Alicia no dejará de crecer, de embellecerse.

    Ofrezco este acendrado y maduro amor, y estas lágrimas solitarias (que quizás lleguen a mojar el corazón de Dios, en quien querría creer con fe cierta, siempre sonriente; a quien necesito; mi Bien siempre buscado entre brumas, felizmente hallado a veces, en días luminosos o en noches oscuras en que quise vivir); ambas ofrendas sean para la Belleza (mi dios bueno).




    Este es el texto de Francesca y mi comentario:



    quote_icon.png Iniciado por Francesca viewpost-right.png
    Hoy es lunes.
    Nadie comprende por qué espero impaciente a que pase el fin de semana y llegue el bienhadado lunes.
    Lucía.
    El lunes trae a Lucía, trae consigo una semana con ella.
    Lucía.
    Me enamoré de ella en el instante en el que escuché su voz por primera vez. Sé que eso no es lo corriente, pero yo soy así. Me fijo en cosas que pasan desapercibidas a los demás. Su voz era - es- dulce pero fuerte, a la vez. Parece que unos dedos invisibles te rozan mientras habla. Juega con la cadencia de las palabras y , creo yo, eso se debe a que sonríe de una manera que te corta el aliento.
    Ella hablaba conmigo, me prestaba atención, entendía mis chistes - los malos y los buenos-, me daba la réplica con inteligencia. Era curiosa y anhelaba aprender, aprehenderlo todo.
    Lucía.
    Parecía no mirarme como una mujer mira a un hombre. Había un novio por ahí. Un novio del que ella me hablaba porque desconocía que esa palabra,"novio", era como un puñal que me mataba por dentro. Parecía no mirarme como una mujer mira a un hombre... Hasta que un día, sentados en el banco de piedra en el que charlábamos animadamente sobre literatura, sobre arte o sobre cine - o sobre otros miles de asuntos- un viento caprichoso metió un mechón de su cabello entre los labios.
    Lucía.
    Con dos dedos, saqué ese mechón suave de entre sus labios y rocé su cara. Ese contacto produjo una sacudida eléctrica en la punta de mis dedos. Ella abrió desmesuradamente los ojos y me miró con intensidad. Entreabrió los labios. Y yo deseé besarlos como quien se muere de sed.
    Me acerqué a ella, muy despacio. Rodee su talle con un brazo y besé sus labios. Ella se me ofreció, dócil, y permitió que yo invadiese su boca. Después, ella tomó la mía y el beso fue algo de ambos, algo nuestro. Su aliento era dulce. Su pelo olía a flores. Y su carne parecía fundirse dentro de mi abrazo.
    Cuando me separé de ella, una lágrima rodaba por su mejilla.
    - ¿Por qué lloras, Lucía? ¿Te he ofendido?
    Ella levantó sus dulces ojos y vi en ellos una ternura y un amor profundo:
    - Lloro porque pensaba que no me querías.




    Nadie comprende por qué espero impaciente a que pase el fin de semana y llegue el bienhadado lunes.


    Obviamente, esa supuesta incomprensión no es una queja contra la generalidad de las personas; pues éstas seguramente no sabían de esa espera impaciente, o de esa impaciencia esperanzada, que diría mi admirado Unamuno, dando ingeniosamente la vuelta a la expresión. Yo creo que es una interpelación, como si él nos dijera:


    ¿No comprendéis, no sabéis?, pues vais a comprender, vais a saber, cuando os hable de ella, por qué me muero de ganas de que llegue el lunes.


    El lunes trae a Lucía, trae consigo una semana con ella.


    El lunes trae a Lucía. Como si dijéramos: el lunes trae la luz del día. El lunes, mi lunes, mis lunes, traen la plenitud, toda una semana con ella. El lunes, un lunes cualquiera, trae mil cosas, mil afanes, mil achaques,... Pero el lunes que trae a Lucía lo trae todo sin traer el resto del mundo; porque mi todo, mi mundo, es ella. Y sin ella, el lunes está vacío, de luz, de color, de risa,...


    Lucía...Lucía...Lucía...Lucía...Lucía...Lucía.


    Él pronuncia su nombre con unción, como en oración, latente (de latir) al son, al ritmo de los latidos de su corazón. Con cada golpe, él le dice: ¡te amo! Repite su nombre en arrebatado éxtasis, lo convierte en música, lo convierte en luz, mentalmente se prosterna ante su amada, como los antiguos súbditos persas hacían proskynesis ante su soberano.

    Me enamoré de ella en el instante en el que escuché su voz


    Su voz era un viento inflamado, cálido, un aire vivificante y libre, una brisa suave rodeando una montaña, un soplo amoroso rodeándolo a él de un modo tan embriagador, tan placentero, que ya nunca querría cambiar de aires, dejar de ser el prisionero de su abrazo venturoso.



    Francesca, si comento cada línea de tu texto, no sé cuándo acabaré.

    Como CarlosSerrano, pienso que este es un texto que hay que enmarcar. Y, como te dije en mi comentario a tu Juanito, de los tuyos, uno de mis doscientos (recuerda mi alusión a las canciones de los Beatles) preferidos.


    Francesca, me ha emocionado mucho este texto, porque a mí, hace muchos años, el lunes me traía a Alicia. Y porque yo también, en parecida letanía, repetía su nombre:


    Alicia... Alicia... Alicia... Alicia... Alicia... Alicia.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Ayer ojeaba un bellísimo libro sobre pintura. Muchas veces lo había ojeado en otras ocasiones, aunque aún no lo he leído ni admirado con detenimiento. Creía que me había fijado en todas sus ilustraciones, porque busco a menudo extasiarme con la Belleza pictórica. Con predominancia sobre otros elementos, reclama mi atención el vivo y alegre color de los cuadros. Los paisajes naturales -especialmente, los bucólicos-, las escenas campesinas -de labor o festivas-, la belleza y gracia femenina, la alegría de la juventud bulliciosa, que con tanta fuerza y dolor despiertan nuestra nostalgia de aquellos días en que merecimos inspirar los más bellos poemas,... Todo ello llama a mi atención cuando mi alma se deleita con la Belleza de la pintura artística. Pero, especialmente, con el color estallante y limpio.


    El hombre no es sólo sus creencias. Yo creía haber reparado en todas las pinturas reseñadas en la obra que tenía entre manos. Me equivocaba, otra vez. Hojeando a la ligera, esta vez, mi mano pasajera se detuvo -yo no la detuve, ella lo hizo; o fueron mis ojos hechizados la que le ordenaron pararse-. Un cuadro nuevo para mí, que nunca vi, o que olvidé por misterioso designio (¿de quién?), se ofrecía ahora a mi vista gratamente sorprendida, inquisitiva, admirada. Dos muchachas adolescentes, de inocencia aparente (interpreto ahora), pasan atentas las hojas de un libreto musical, sentadas al piano.


    No es su color lo que me ha detenido ante este cuadro. ¿Qué fue entonces? ¿Tal vez la consideración fugaz de lo efímero del bien, de la belleza? ¿Tal vez la tristeza deprimente que nace de saber que todo muere, que todo pasará, que también yo (una instantánea olvidada, un posado risueño e inconsciente) estaré quizás perdido entre las hojas de un libro, o en un cajón polvoriento y desahuciado, y que, como ayer mis manos, otras manos, desconocidas y desconocedoras, me sostendrán y se preguntarán: quién sería ? Qué bella aquella escena, mas en vano esperaría escuchar el son del piano o las voces cantarinas de las niñas, ni sus gráciles movimientos. Inevitablemente, pesada como una losa -la de un sepulcro- me sobrevino la idea de la muerte, la mía venidera (quiera, antes de esa tétrica hora, la vida regalarme con horas, días y años joviales de amor intenso).


    Llenaba el cuadro toda una página. Su título: Jovencitas al piano, obra de Pierre-Auguste Renoir.


    Entregado a este placer me hallaba..., cuando una de las mayores sorpresas de mi vida me dejó como petrificado, los ojos muy abiertos, la mirada incrédula. Fue que al apartar la vista del libro, vi, descubrí, ante mí, colgado de la pared,...


    ¡Pero no podía ser! No me lo creía. Lo estaba viendo y no me lo creía. Sonreí y me dije: ¿qué pasa aquí, esto que es? Centrado en la pared, magnífico, retador jactancioso de mi inteligencia, estaba el cuadro de Renoir.


    Esto no tendría nada de extraordinario -la gente tiene en sus casas copias de cuadros famosos- si no fuera porque yo acababa de descubrir aquel cuadro en mi casa. Quise calmarme; pensé: "Ha estado siempre ahí, pero yo nunca le presté atención, eso pasa a veces, a mí me pasa a menudo que no pongo atención en muchas cosas. Y, además, está mi memoria, mi desmemoria, para mejor decir. Bien podría ser que ese cuadro, por la razón que sea, se me borrara.Más últimamente, estoy olvidando como nunca hasta ahora. Hasta vengo pensando en ver al médico de la memoria (así me lo dice mi madre). Sería bueno preguntarle a ella, a mi madre, por el cuadro, a ver qué me dice. Seguro que todo tiene una explicación tranquilizadora.Pero mi madre duerme ahora, esperaré a que despierte."


    El cuadro tiene unos sesenta cm. de alto, por unos cincuenta de ancho. Su marco es amplio, de dura madera ya visiblemente envejecida, sencillo, con un aparente listón central adornado simplemente, sin prentensión artística, con una semejanza de grutesco, ya casi borrado por el tiempo. Lo he descolgado, para notar su peso. Pesa mucho o yo estoy muy débil. Y he visto que abajo, a la derecha, casi oculto por el marco, aún puede leerse: Renoir.


    "Se ha despertado mi madre".


    - Mamá, ¿quién ha puesto ese cuadro ahí?

    - ¡Quién va a ponerlo..., pues tú!

    Me pongo serio. "Será mejor que vaya al médico", pienso.

    - Pero este cuadro es viejo, no lo hemos comprado, ¿no?

    - No lo sé, siempre ha estado aquí.

    - Siempre, no; vivimos en esta casa desde hace sólo cinco años.

    - Te lo trajiste de la otra, ¿no te acuerdas?

    - No, no me acuerdo, y bien que lo siento. ¿Pero cómo llegó a nuestras manos, lo compraste tú, era de los abuelos?

    - Yo no lo compré (¿Y si no se acordara de que lo compró?, pienso yo). Que yo recuerde, el cuadro ha estado siempre con nosotros.



    Aún tenía el libro abierto, continué leyendo: ...es un cuadro del que se conocen varias versiones. Pienso. Sonrío. Pienso: "No tendré esa suerte. Mi imaginación es fantástica, a veces."
  • CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Un abrazo, Jugo, por si tardo en aparecer por el foro. Te echaré de menos y siento no haber podido dedicarte más tiempo. Te deseo suerte y salud.:o
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    ¿Qué está sucediendo en este arranque del otoño?


    Jugo habla de lágrimas y Carlos se nos despide. ¡No me hagáis esto que estoy pasando unos días malos. Malísimos. Terribles. Mi amiga se muere y yo no puedo hacer nada por ella, ni siquiera ir a verla, aislada como se encuentra en las entrañas del centro hospitalario.


    A pesar de todo, quería decirte, Jugo, que tu comentario a mi "Lucía" confiere una dramática belleza a un texto que - a mi juicio- es muy sencillo. Por esa razón, me parece un honor que lo hayas traído a la paz de tu claustro cisterciense.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    Si a este claustro lo he traído, es porque lo comenté; y si lo comenté, fue -es- porque me gustó. Si doy crédito o valor a mi gusto, pensaré -pienso- que tu texto merece, sin duda, estar en mi diario, por bello y por emocionante (me trae los mejores recuerdos, de mi propia vida con una Mujer especial, amable por su Belleza). En consecuencia, no sólo para ti es un honor esa presencia aquí, sino también para mí. Me alegro de que te haya gustado ver tu texto por aquí.


    Aprovecho la ocasión de este comentario para hacer lo que con tanto gusto hago a menudo, para decir que mi amor por Alicia crece cada día.Y como sé que ella me lee, aunque no participa ahora en este foro, le digo a ella: ¡te quiero, mi Pequeña!
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    CarlosSerrano escribió : »
    Un abrazo, Jugo, por si tardo en aparecer por el foro. Te echaré de menos y siento no haber podido dedicarte más tiempo. Te deseo suerte y salud.:o



    Carlos, también yo te echaré de menos. He disfrutado mucho con tus textos (con las citas, a las que soy muy aficionado, con tus atinadas reflexiones, con las historias que nos has contado, incluso con las experiencias de tu propia vida). Me has ayudado a hacerme preguntas, a dudar, a imaginar. He deseado leer a todos esos escritores que has citado, y te he admirado por tu facilidad para escribir y por la Belleza que has sabido crear. He deseado saber escribir como tú. También he deseado tener tu conocimiento y tu cultura.

    También yo siento no haber tenido tiempo para comentar todos tus textos. A mí me cuesta mucho hacer un comentario de pocas líneas. Y hacerlo exhaustivo, como tus textos merecen, también me costaría mucho, mucho tiempo y energía. También, por esta razón, he dejado de comentar otros textos, de otro autores, que me han gustado mucho.

    Salud y suerte también para ti, Carlos, y que te veamos por aquí de nuevo, para deleitarnos y enriquecernos con tus palabras.
  • CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    Muchas gracias, amigo, por tus palabras. Yo el día 30 es cuando me largo de viaje. Hasta ese día intentaré pasarme por aquí a veros pero vamos, que ya creo que poco voy a poder aportar porque estoy con los preparativos. Y además ha sido todo muy repentino. Por eso me he despedido preventivamente, aunque espero aún andar algo por aquí unos días. Un abrazo!:o
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    La felicidad es la ausencia de miedo.


    E. Punset.




    23 de enero del 93.-



    Estoy un poco desanimado con lo del brazo; aún no lo articulo. También me ha desanimado lo de la pierna. Me sigue doliendo. ¡¡¡Con lo bien que estaba antes!!! ¡A ver si pudiera dejar el deporte por mucho tiempo! ¡Qué enorme placer la ausencia de dolor! ¡A ver si escarmiento ya de una vez!

    (Creo que no escarmenté. Así escarmentará vuesa merced como yo soy turco.)


    Ahora leo mucho, pero menos las revistas de cine.

    Ha muerto Audrey Hepburn. ¡Cómo me ha dolido! ¡Era tan bonita, tan simpática! ¿Te acuerdas de Vacaciones en Roma y de Sabrina? Estaba deliciosa.


    No salgo nada. Lo cierto es que me encuentro a gusto aislado. Con la gente me aburro.





    Datos:




    - Una novelita de St. Zweig: ¿Fue él?

    -
    Virginia Woolf llegó a preguntarse si valía la pena leer a un autor que no fuese Dostoievski.

    - Ramiro de Maeztu empezó simpatizando con el anarquismo y acabó próximo a posturas fascistas.

    - María de Maeztu fue republicana y feminista.

    -Tolstoi dijo que Turgueniev era superior a Dostoievski.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado octubre 2014
    ¿Cómo vas a ser feliz con alguien que te trata como a una persona normal?


    O. Wilde




    Hace unos días leía sobre la vida del escritor australiano Henry Lawson (1.867-1.922). Fue la suya una vida peculiar (si es que hay vidas no peculiares). Buena parte de ella fue errabunda, nómada. No recibió una instrucción escolar normal. Nació entre buscadores de oro. Pero no es esto lo que quería decir. Quería decir que se malganó la vida como pintor de brocha gorda. ¿Por qué quería decir esto? Pues porque precisamente cuando leía esto, mi madre me llamó:

    - ¿Has visto la brocha?

    - ¿Qué brocha?

    - La brocha gorda; le va a hacer falta a S. para tapar unos esconchones.


    Me quedé pensativo. "Vaya, hombre, acabo de leer que H. Lawson se ganó la vida pintando con brochas gordas. Bueno, coincidencias como ésta se dan a diario montones de veces. Lo que pasa es que está uno a la expectativa de estas cosas, muy atento, casi buscando estas casualidades".

    Después de decirle a mi madre que yo no veía la brocha gorda desde hacía muchos meses, volví con mis libros, para seguir leyendo sobre esa vida tan interesante. Cuando ya enderezaba mi mano hacia el libro que había dejado en la estantería, vi que, junto a él, había uno de relatos breves, de diferentes autores, con sus respectivas reseñas biográficas. Me picó la curiosidad, no sé por qué. Quise echarle una ojeada. Lo abrí al azar. Pasé rápido por encima de nombres famosos, para detenerme al cabo en el de Machado de Assís, un escritor brasileño, tal vez el más famoso de su país. Empiezo a leer y... ¡no! Esto leí, en la primera línea: " Fue hijo de una mujer portuguesa y de un... ¡pintor de brocha gorda!"

    ¿Era esto casualidad? Bueno, aún me esperaba lo mejor quizás. Acabé de leer, cerré el libro. Hice algunas cosas y, horas después, me encontré con este texto, mas no recuerdo (ni ya recordaré) dónde ni de quién. En estas líneas, su autor expresó su creencia en un paralelismo entre El proceso, de Kafka, y Crimen y castigo, de Dostoievski. Creo que pensaba que Kafka se inspiró, para estructurar su obra, en la del autor ruso. El texto de que hablo es éste:



    “Cuando Josef K. llega al tribunal y se enfrenta al juez de instrucción, éste sólo le pregunta si es pintor de brocha gorda”, comenta el investigador al ofrecer una de sus pruebas. “¿Pintor de brocha gorda? ¿Cómo así? ¿Qué hace un pintor de brocha gorda en El proceso?, se preguntó la crítica durante muchos años. Preguntémonos, ¿qué hace un pintor de brocha gorda en Crimen y castigo?, y de inmediato desaparece el enigma. Sí, se trata de Nicolás, el pintor de brocha gorda arrestado por el crimen de Raskolnikov”.




    Esto ya parecía demasiada casualidad, ¿no? ¿No era algo raro? Pero yo soy, también, muy racional, no iba a dejarme impresionar hasta el punto de creerme destinatario de un mensaje misterioso. Así que me lo tomé a sonrisa, y no le di mayor importancia, aunque sí he querido anotarlo como algo curioso, como una gran casualidad. Pero... si esta noche o mañana vuelvo a leer o escuchar que hablan de brochas gordas, por la tele, en una peli, en alguna otra de mis lecturas,... volveré a sonreír y tal vez me pregunte: ¿dependerá mi próxima buena o mala suerte de una brocha gorda?
  • AlmendrónAlmendrón Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado octubre 2014
    ¿Qué te apuestas a que en unos días descubrís que la brocha gorda no aparece porque la ha cogido Nicolás(no el de Crimen y Castigo, evidentemente, sino otro mucho más cercano y prosaico)? Esto ya sería el colmo de la casualidad :D
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado noviembre 2014
    A todo se llega: he aprendido a ser sucio y me parece bien.


    Juan Ramón Jiménez.



    31 de enero del año 93:



    Leo ahora el Epistolario a Clarín; y de éste, Su único hijo.

    Sigo sin salir, y no me preocupa.

    Durante tres días hemos disfrutado de la compañía de un perrillo muy bonito. ¡Qué bien me lo pasé en un soleado paseo por el río con el perrito! ¡Cuando se echaba, ya no quería levantarse y seguir andando! Terminó muy cansado. ¡Qué gracioso e inocente!

    Papá lleva ya diez días sin fumar.




    Puertecilla, 15'50 h., día soleado, martes, 9 de febrero del año 93:



    Hoy le han quitado la escayola a mamá.

    El domingo salí, charlé con personas afables y amables, no me divertí.

    (Sigo charlando con personas afables y amables)


    He leído el Epistolario a Clarín. Ahora leo La República, de Platón.

    Murió Ashe, de SIDA. Lo cogió en una transfusión para una operación de corazón. También ha muerto J. L. Mankiewicz.

    Papá sigue sin fumar.

    Anoche volví a ver La ventana indiscreta. Me gustó mucho.

    Sigo acostándome muy tarde.




    21'36 h.,comedor. El 22-2-93:



    Hoy he estado en... He visto a... en la biblioteca. Está en..., de profesor de instituto, casado. Me ha reprochado por mi situación; me ha dicho que es un gran error desaprovechar lo que tanto me costó conseguir, lo que, aprovechado, es (da) una gran ventaja. Que no yerre el camino, me dijo.

    (Me parecía una buena persona, seria como hay que ser; tal vez me aconsejó bien, probablemente sí, muy probablemente. Creo que me aconsejó bien. Pero, al parecer, por lo visto, tenía mi destino, o escrito en mí lo estaba, en mis genes quizás, y en mi ambiente. Leído ahora lo que escribiera en aquella oportunidad del veintidós de febrero, me parece que habría sido muy otra mi vida, de haber seguido el buen consejo de mi amigo. Aunque no descarto que hubiera sido, mi vida, aún peor que la que viví. Así que..., no me lamento, no imagino con tristeza aquella otra vida que podría haber llevado, tan cómoda para el cuerpo, tan fácil materialmente, tan desahogada económicamente, tan bien mirada,... sino me lamento por aquella otra que llevé, tan servil, tan triste, tan luctuosa, tan... Tan solo. Me consuela saber que ensoñaba de continuo con la Belleza, el amor. Y que en mi mundo ideal imaginado y vivido así, era dichoso, quien yo deseaba ser: el protagonista de mis novelas y de mis películas: don Quijote cabalgando al albur del capricho de Rocinante, Unamuno en su agonía, Cervantes en su andanza y periplo, en sus desventuradas aventuras, Oliverio Goldsmith en su peregrinar por esos campos de Dios y almiares, tocando la flauta, Juan Nadie, James Stewart, caballero sin espada, el lazarillo de Juan de Luna, el Harry Haller que no sabía bailar, Charlot, Huckleberry F., Tom Sawyer, el Jabato, el Capitán Trueno,... Y ensoñaba con Alicia, nombre mágico, cifra del ideal femenino. Alicia: una vida dichosa, el amor, la salud, la Belleza. No esperaba, pero me mantenía mi invencible ilusión, por ella vivía)






  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado noviembre 2014
    El auténtico caballero, aunque haya perdido toda su fortuna, no debe dejar traslucir emoción alguna. El dinero es algo tan inferior al espíritu caballeresco, que casi no merece la pena ocuparse de él.

    ...Pregunta para qué necesito el dinero. ¿Cómo que para qué? ¡El dinero lo es todo!... Con dinero seré para usted un hombre distinto, y no un esclavo.


    Dostoievski, en El jugador.



    Datos:


    - Escritores de novela negra, unos pocos: Ross Mc Donald, Cornell Woolrich (que a veces firmaba como Williams Irish), Lawrence Block (Ocho millones de maneras de morir), James Ellroy, Juan Madrid, Julián Ibáñez,...

    - Grecia cuenta con más de seis mil islas e islotes, pero sólo doscientas veintisiete están habitadas.

    - Winston Churchill fue un joven aventurero, arrojado, audaz,...

    - James Ellroy es el rey de la novela negra. Olisqueaba la ropa interior de las mujeres, y era un voyeur.




    Comedor, 22'36 h. del 9 de marzo del 93:



    Llevo tres días dando unas carrerillas. Noto ligeras molestias en el tobillo. El codo me duele un poco, no lo articulo bien. ¡¡¡A ver si ya acabamos con esta lata de los dolores!!!

    (Me duele el hombro derecho desde hace casi un año; sufro tendinitis distal supraespinosa. Esta mañana me he levantado con una contractura en el cuello; esta tarde me he lesionado de la espalda, tiene la pinta de ser ileítis)


    Ya acabé La República. Ahora estoy con El señor y lo demás, son cuentos, de Clarín.

    Anoche vi dos buenas pelis. Me gustó más la de John Barrymore y los niños. Hoy he visto una de Richard Harris, muy divertida, con un niño de coprotagonista. Una bonita historia de amor.

    Sigo comiendo demasiado.

    No salgo, ni los fines de semana. Veo mucha tele por la noche, me acuesto muy tarde. También me levanto muy tarde, a eso de las cuatro.

    Ha muerto Lillian Gish, a sus noventa y nueve años, y R. Keeller.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado noviembre 2014
    Tal vez mañana no se abran estos ojos, no te vería... Te quiero, Alicia, te lo diré cada día.

    Tal vez mañana tu nombre no sea pronunciado con unción por mis labios. Alicia, Alicia, Alicia,...Te nombraré cada día: Alicia, Amor, Alicia, Amor, Alicia, Amor,...

    Tal vez mañana, si se adelantara el viaje que tantos temen, o si mi memoria se debilitara tanto que... Recordaré todos los días aquellas maravillosas horas cuando todo empezaba, y un mes de marzo como diamante engastado en los dos mejores años de mi vida. La Belleza nos escogió para morar entre nosotros.

    Por si acaso todo se oscureciera de repente, quiero decirte ahora, con la mejor de mis sonrisas, para ti, la mujer que dio, da y dará sentido a mi vida,... ¡Te quiero!, mi pequeña.

    Te quiero. Y me quieres, puedo afirmarlo, serenamente, del mismo modo que sé que respiro. Antes dudaría de mi nombre,de mi nacionalidad y de mis ideas. Mis ideas cambian o pueden cambiar cada día, y tal vez todas cambiaron algo o mucho con los años; mi nacionalidad... No me ciego con estos trampantojos inventados por la avaricia, o, antes, por razones biológicas de territorialidad (temor, defensa, dominio,...). Mi patria está allí donde me encuentre a gusto, donde pueda comunicarme con mi prójimo, donde pueda amar y sentirme amado,... Y en cuanto a mi nombre, tengo varios, y estoy abierto a la posibilidad de tener más. Me llamo como me llaman, y como me guste llamarme. Pero que me quieres y te quiero es lo más seguro.

    Alicia, porque no es seguro el día de mañana, porque en un segundo la salud flaquea, porque podría nublarse la memoria, quiero que sepas ahora, y para siempre, que te quiero, que espero con ilusión de niño el próximo momento en que volveremos a hablar, que me despierto con una sonrisa, pensando en ti, que sonrío a la gente cuando y porque pienso en ti en ese momento, que estudio y me afano para ser mejor persona para ti, que ensueño con un mañana ideal junto a ti (que ese mañana no llegue nunca no empece la sublime Belleza de esta imagen), que se me saltan las lágrimas cuando el sentimiento se me desborda,...
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado noviembre 2014
    Eres inteligente y bueno. Lástima que seas tan tonto.



    11'30 h., 24 de marzo del 93:



    Sigue doliéndome el brazo.

    ¿Dónde estaré dentro de un año?

    (¿Dónde estaré dentro de un año? ¿Qué me habrá pasado, cuántas alegrías, cuánto dolor? ¿Cuántos errores? ¿Alguna sorpresa? ¿Cuál será mi actitud ante el problema religioso, tendré la fe que ahora no tengo o buscaré menos, decepcionado? ¿Conservaré mi ansia por saber o me resignaré a sobrevivir sin mucho esfuerzo (mental)? ¿Perderé ilusiones? ¿Y amigos, ganaré? ¿Hablaré menos, haré más?

    No salgo nada.

    He leído Antígona. Acabé el de Clarín. Durante unos días, he leído biografías de autores latinos.

    J. me habló de plantar unos pinos en la viña.

    Anoche me gustó Al filo de la sospecha, y Glenn Close.

    La primavera ha llegado, y yo... en invierno.

    He pasado varias noches en vela.
  • jugo de la razajugo de la raza San juan de la Cruz XVI
    editado noviembre 2014
    ¡Estás tan lejos! Pero, a la vez, estabas muy cerca esta tarde, cuando tu voz provocaba mi risa... Ya sabes, sí, ya sabes por qué río cuando te escucho. ¡Qué placerazo escucharte! Pensarás: ¡qué tontorrón!; me lo dirás, con ese dejo tuyo tan gracioso. Y yo pienso en esos momentos: ¡te necesito, mi vida!

    Salgo a hacer la compra, hablo y río con la tendera, parezco muy feliz. Mas por momentos, se me pierde la mirada o detengo mi verborrea. Me enternezco y la tendera me pregunta: ¿en qué piensas? Yo sonrío y sólo digo: en algo muy bonito.

    Tú también sonríes a la tendera, al quiosquero, a la panadera,..., y a tus niñas, a tus hermanos en la fe.... Sé que entonces también piensas en algo muy bonito. Estamos en sintonía. Quienes nos vean sonreír tan a menudo, con razón podrán pensar que somos felices; pero quién podría entrar en el secreto de nuestro sentimiento, quién podría saber que en momentos tan prosaicos, sonreír es abrazarte, sonreír es besarte, sonreír es escucharte, verte, vernos, besarnos, abrazarnos,...

    ¿Por qué paseo a mis perritas -Audrey y Anagallis- solo? ¿Por qué paseas sola? Mi sofá es muy grande para mí solo; y mi almohada ha sido testigo de mi tristeza. ¿Por qué las lágrimas empañan a menudo tus ojos? ¿Por qué te desvelas a medianoche? ¿Piensas también en algo muy bonito, como yo cuando me distraigo en la tienda, o es que te entristece...?
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