La evolución de los muertos
El paisaje que observo siempre me pareció hermoso, bello, totalmente brillante, pero que lastima que esté ante tanto lodo empañado.
Sin embargo, de la hermosa vista que tengo desde la ventana, recuerdo en donde me encuentro, y aún así se me encoge el estómago, y desde lo más profundo de mi garganta se eleva el líquido viscoso donde las comidas que te has tragado en las últimas veinticuatro horas flotan en esa ciénaga, pero no importa, me lo trago con un gesto de asco y lo hago volver a mi pansa otra vez.
Y a pesar del tiempo que llevo escapando todavía siento la sensación que sostengo un arma en la mano, que mis piernas se mueven rápidamente por la acera, intentando escapar.
Pero nada de eso pasa, son miedos y traumas que arrastro conmigo de la ciudad de la cual estoy escapando.
Sólo me encuentro sentado en una silla en la última fila de asientos de éste colectivo rumbo a Chaco.
Oteo por la ventana viendo el hermoso paisaje del que hablé antes. Claro, ¿por qué hablé del lodo? El lodo representa a la peste, vendría a ser que es muy hermoso paisaje para estar infestado por una pandemia.
Debajo del puente que estamos pasando, circulan las aguas del río Paraná, dividiendo Chaco y Corrientes, las olas llegan a mí con un sonido tenue. A pesar de mi vista remota, veo las figuras de los árboles alzándose en las orillas del río, iluminadas endeblemente por la luna. A la lejanía de la ciudad de Chaco, se logra ver una fila de luces, eso indicaba que no estábamos tan lejos de llegar.
Cuando vuelvo la vista al autobús, me encuentro con lo mismo cuando mi mente pensaba que estaría soñando. El chofer sujetando el volante firmemente, personas sobrevivientes con la vestimenta impregnada de tierra húmeda, con sus rostros oscuros por la suciedad. La peste había ocasionado en las personas ciertos descuidos. Ya no nos interesa trabajar para comer, ahora nos interesa sobrevivir a esto que realmente es nuevo. Ya no es el típico ataque zombi y luchar contra torpes y lentos. No es simplemente cuerpos putrefactos que caminan despidiendo un hedor fétido, que recobran vida después de la muerte, para acabar con otras felices. Esto se trata de algo más escalofriante y sofocante, te hacen pensar que no hay oportunidad contra ellos.
Cuentan las leyendas, del levantamiento humanitario después de un ataque mundial por un experimento creado por el hombre; los zombis. Pasaron muchos años y esta vez ellos evolucionaron y nosotros quedamos congelados en el tiempo, como una antigua Roma sin el hecho providencial del descubrimiento.
“evita ser tocado por ellos” decían los carteles de consejos, puestos por los que intentan luchar con osadía hacia ellos.
De mi parte, pienso que es inútil batallar contra ellos, ya que sólo un roce de piel y eres uno más contra el mundo. Me ha sido suficiente entender con escapar durante dos meses, luchando, corriendo, viendo, escondiéndome y haciendo cosas que nunca imaginé que lo haría y gracias al mismísimo Dios, no me tocaron.
Por ejemplo, hace dos meses atrás tuve que mearme encima, los putos de mierdas estaban frente a mí bicheando por toda la sala para encontrarme, yo escondido debajo un bulto de cadáveres bien podridos que con el hedor casi me mata asfixiado, cerraba mis ojos fuertemente y apretaba mis genitales con la mano intentado que no salga la orina que golpeaba la puerta para salir. Por un momento pensé que se hincharían hasta no poder más y estallarían. No pude contenerlo más y solté la meada más larga del mundo, sentí una satisfacción inigualable y un hermoso escalofrió recorrió por mi cuerpo que lo sacudí.
No quiero causarles repugnancia ni arcadas con mis experiencias vividas, pero quiero que sepan todas las cosas que pasé para estar en donde estoy. Recuerdo que antes de que me meara encima, estaba en el segundo piso de un edificio corriendo por un pasillo con el fin de encontrar una salida, porque a mis espaldas escuchaba las manos y los pies de los enfermos que me corrían para partirme en mil pedazos, esos putos corren de la misma forma que un perro; literalmente. Cuando me di cuenta de que me atraparían tarde o temprano, me arrojé a una ventana a mi derecha que se rompió por mi embestida. Me acuerdo que en el aire me retorcí por un dolor de panza que me agarró de golpe, acompañado con unas ganas de defecar. El short que llevaba puesto me quedaba grande, cosa que salió despedido de mis piernas. Al instante sin que yo diera la orden, me cagué. Caí sobre un auto que al mismo tiempo comenzó a hacer bochinche con su alarma. Miré arriba y mi propio excremento me cayó en la cara, vomité a un lado bien asqueado y me eché a correr con la cara pintada de chocolate.
Una vez, me adentré en una morgue para conseguir un bisturí lo cual lo necesitaba para cortar un pedazo de mi piel que se estaba pudriendo, después de entrar en cada sala revolviendo cajones y escritorios lo encontré. Pero para mi gran suerte, dos infectados vagaban por ahí. Una vez más me abulté en un motín de cadáveres, estaba incómodo pero luego de un rato me acomodé girándome. Cuando lo hice uno de esos cadáveres me besó, mierda sí que fue asqueroso, sentí sus dientes tocar los míos, los suyos sobresalían hacia fuera como cincelas. No tenía labios y sus ojos estaban hundidos impregnados de escamas. Había sentido un cosquilleo en mis labios, cuando me fijé y noté que eran unos gusanos blancos que se movían entre sus dientes, me limpié la boca rápidamente y me giré nuevamente dándole la espalda.
Son los recuerdos más asquerosos que tuve en mi vida. Estos desgraciados, los del apocalipsis, son unos mutantes víctimas de un desecho tóxico. De lo torpes que eran se habían arrojado al agua, intentado agarrar a un tipo que intentaba escapar por el río Paraná. Tiempo atrás antes de la puta enfermedad, habían construido una fábrica cerca de ahí, en la cual trabajaban con elementos tóxicos altamente peligrosos. Lo que no servía desechaban en el río. Cosas que estos inútiles de mierdas, putos, se arrojaron como si nada. Pasó un tiempo y ellos empezaron a mutar de una manera extraña. El hombre que escapaba por el río murió mientras remaba, los enfermos evolucionaron debajo del agua que parecían peces zombis, saltaron como delfines uno tras otro pasando por encima de la canoa, y el pobre señor terminó decapitado.
Los demás que no querían ser peces mutados, salieron caminando del agua. Algunos con dientes en las manos y un agujero en la palma que si te tocaba te chupaba arrancándote la piel. Otros con las manos repletas de orificios de las cuales salían pequeñas viboritas, esos eran los más jodidos, te tocaban y te impregnaban millones de serpientesitas debajo de tu piel que viajaban a tu cerebro para comértelo. ¡AH! Y lo más importante si sus pieles tocan la tuya, estas muerto. Habían tragado agua tan contaminada, que por sus poros rebosaba un líquido verde fosforescente muy viscoso. Y era eso lo que te mataba o convertía en ellos.
Bueno, llegó la hora de que me muera, al parecer el anuncio que encontré en un diario que estaba abandonado por la calle era una falsedad, habrá sido cierto, pero al fin y al cabo la enfermedad llegó allá. Comentaba la noticia de que el Chaco estaba libre de toda infección, que en la entrada de Resistencia, o sea el Chaco, estaba lleno de militares protegiendo la zona. Pero fue escaseando la comida, las municiones, el agua, y no podían hacer nada, les estaba prohibido volver a la ciudad, su trabajo era proteger. Al fin al cabo los enfermos tomaron posesión de la zona y se adentraron en la ciudad para acabar con todo Chaco. Lo estoy suponiendo, porque en verdad no sé qué puta mierda pasó ahí.
Me di cuenta que fueron infectados, porque primero, estamos viendo con el resto de los sobrevivientes, los autos de los militares con las puertas abiertas y las luces parpadeando, otros coches volcados, otros parecen ser que explotaron ya que están carbonizados e incendiados.
Segundo, que por los costados del colectivo hace un rato, los putos infectados mal nacidos, comenzaron a trepar y a romper las ventanas, saltando como primitivos en el techo. Bueno pues, al chofer lo están despedazando y yo lo estoy escribiendo por si alguien salva la humanidad y recoge éste relato. Que sepa mi historia, que sepa que luché por mi vida. Que conozca mis experiencias asquerosas sin reírse, si lo hace le voy a estirar de la pata por las noches.
A una señora le acabaron de arrancar la cabeza junto a su columna, como en la película de “El depredador”, ellos lo hacen mejor.
No tengo miedo y no estoy desesperado, sabía que tarde o temprano iba a pasar. Si alguien agarra éste apunte y lo pública por algún medio, significa que el mundo salió adelante una vez más, como en tantas leyendas.
Bueno, ahora vienen a mí, al menos luché.