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¿Por qué huyes si estás rodeado?

DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
editado enero 2013 en Terror
Rolando, corría desesperado por la avenida “Toledo” que todavía en ése tiempo no estaba pavimentada. Inhalaba grandes bocanadas de aire y los segundos que transcurrían le era más dificultoso respirar. Llovía cuantiosamente y era tan abundante que no divisaba más allá de cincuenta metros. El diluvio había echo la calle de tierra, un camino de espeso barro. Le era complicado correr ahí; en las suelas de sus botas amarillas se le formaba un montón de lodo que parecía cemento por el peso y las agotadas piernas.

Cada momento ojeaba a espaldas y las voces guturales ¡Parecían excitarse y subirles la adrenalina aún más! Los muertos, esos cuerpos sin vida que se movían por algún nervio loco o una fuerza diabólica, ¿Quién sabe? Era un mar de cabezas andantes, ansiosos por despellejarlo.

Miró a su alrededor intentando hallar un sitio donde refugiarse y salvar su vida. La ciudad de Barranqueras; absurdo quedarte en un callejón sin salida. No hay tantos edificios, no hay mucha construcción para quedar encerrado, siempre hay una salida; un pasillo, calle vacía, es un sitio espacioso.
El desasosiego que sentía no era estar atrapado, sino que ya no tenía la fuerza necesaria para seguir escapando. Sin embargo le perseguían cientos de malditos apasionados de la carne fresca.

En su alrededor no había nada. A la izquierda se hallaba un terreno doscientos por doscientos. En su esquina que daba a la calle, reposaban los únicos juegos infantiles de esta supuesta “plazoleta”; un tobogán y una hamaca con asiento de madera, que en la circunferencia donde adentraba el hierro para sujetarlo, se rajó y dislocaba al metal; totalmente inutilizable.

Le rodeaba una acera, donde hace años la gente caminaba y trotaban. En cada costado estaban acomodados unos bancos de cementos sobre un suelo de ladrillos picados. Había una cancha de arena de diez jugadores atrás de un asiento que miraba hacia la calle. Pilares de luz por cada lado para alumbrar el andén, sin embargo los postes estaban apagados y el interior del terreno era nebloso, penumbroso y lleno de pastizal descuidados e inundados, sólo unos tres o cuatro árboles habían quedado del antiguo monte. Era arriesgado andar en la oscuridad, además, otros seres muertos iban ingresando por todos los costados de la plazoleta. No era una opción para él, así que la descartó.

A su derecha, daba a la vista las doscientas viviendas que incluyen dos manzanas. Un pasillo con unas bellas casas y hermosos árboles plantados, en pleno crecimiento y también viejos. Más delante del corredor, un viejísimo negocio que siempre estuvo allí, le llamaban “Alva”, si no fuera por la peste sería una tienda eterna.
Una docena de muertos vagaban por el pasillo y se unieron a la persecución con los demás. Vieron a Rolando corriendo exhausto y le miraron con ansias.
Él, siguió corriendo ignorando todo riesgo, peligro, cansancio, había llegado muy lejos para rendirse, para entregar el culo a los miserables hijos de perras.

Trastabilló y cayó sobre una pieza de chapa que salía del barro con una punta amenazante. Para su suerte fue su pierna la que cayó sobre el pedazo tajante, desgarró su jean azul sacando un trozo como un pequeño trapo, ese pedazo que quedó en la chapa estaba manchado de sangre; también salió herido, no gravemente, pero le hizo un tajo en el muslo derecho que sangraba y quedó al descubierto.

Mostró una mueca de dolor y se levantó con mucha dificultad. Miró detrás y los muertos se hallaban a menos de diez metros, tenía que ser rápido. Siguió corriendo, pero su velocidad era como trotar y cojeaba. La sangre manchó el jean hasta su rodilla, pero siguió sin dar importancia.

Un minuto más tarde.

Se detuvo un muerto vigoroso de piel negra, con la falta del cachete derecho enseñando el maxilar, cuando sintió que algo atravesó su pie salpicando sangre coagulada. Miró su pie y gruñó roncamente, arrastró su extremidad hacia atrás haciendo que la tajante chapa comenzase a dividirlo, cortando desde el centro del pie hasta que brotó por el medio del dedo gordo. Ahora su pie está tajeado en dos. Vio que el peligroso trozo contenía un paño azul manchado de sangre, entonces lo tomó y lo olió; sus olfatos son como los perros y oídos como los gatos. Al olisquearlo sintió vivir otra vez, experimentó una energía nunca antes vivida, tenía tanta hambre. Abrió su bocaza y se desgargantó gritando. La voz era gutural y ahogada por la sangre amontonada en su garganta. Las gotas de la lluvia descendían por su mejilla llegando al maxilar y por su escaso pelo blanco que se le caía de apoco. A lo lejos sus ojos llegaban a ver a un hombre cojeando, su iris mostraba, ansia, odio, ira y un deseo; capturarlo.

Comentarios

  • DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Parte II

    Rolando, caminaba, no podía más, pero consiguió pasar la calle Timbó de la plazoleta. Aunque él quería correr, aunque su razonamiento fuera todavía centrado y quería sobrevivir ante toda la calle siniestra rebosante de seres muertos que encontraron el regreso a la vida, no podía.

    Más delante, a unos veinte metros, había un frondoso árbol que cubría toda la vereda, se trataba de un fresno sobre un bello y brillante césped al menos de tres por tres. También sobre el hermoso prado aparte del árbol, yacía un transformador de electricidad que su sitio estaba verdaderamente mal. Fue y sigue siendo muy peligroso. En el mundo anterior, antes de la plaga, había tenido varias explosiones; comenzaba a chispear cada veinte segundos en unos de los fusiles que el transformador contenía, luego era más repitente y con mayor frecuencia, hasta que explotaba. No fuerte, pero podía quemar muchos objetos eléctricos de las casas, o bien podía desplomarse y caer en las dos casas que tiene enfrente; el transformador es más alto, y bastante, que las casas de dos pisos.

    A él, le llamó la atención la suertuda casa del fresno. Una bella casa de dos pisos, con rejas rojas y un techo de chapa. Donde terminaba la chapa comenzaba la pared de color amarillo del segundo piso. En el garaje yacía una camioneta Fiorino blanca, y a la derecha un ventanal. En el piso superior se podía notar dos ventanas. Su interés provino de esas cristaleras. Él podría jurar por el nombre de Dios, que vio una luz encendida proveniente de la ventana derecha, solo por una milésima de segundo.

    Era increíble pero se había descuidado por unos segundos de los malditos podridos. Pero es tarde para él, ya estaban casi encima de él, seis pasos más de esos desgraciados y él sería el festín escaso de ellos. Ya no, ya no podía huir, lo atraparon, era en vano esforzarse para caminar, si su caminar es más lento que el de ellos. Era su fin.

    Las dos ventanas de la bella casa amarilla se abrieron, su interior era un oscuro espeso, nada se distinguía. De repente de su interior se asomaron unos rifles de asalto, del lado izquierdo surgió un CETME B, sólo se veían las manos del portador sosteniendo el arma. Y del lado derecho una BERETTA BM59 calibre 7,62, tampoco se veía quien portaba el arma.

    En medio de la tormenta, de los truenos estridentes y el campo iluminado por los constantes rayos. Rolando, se arrojó al suelo con las manos a la cabeza cuando escuchó el primer tiro que le rozo el cráneo. Las dos ventanas eran un fogonazo de luz amarilla que prendía y apagaba. Unas estrellas se formaban en el pico de las armas, disparaban sin cesar. Caían los cartuchos en el techo y se notaba como las manos de los individuos cargaban las armas de una manera rápida y profesional.

    Rolando, escuchaba como las balas silbaban arriba de él, a la velocidad del sonido. Escuchaba como pegaba fuertemente en los pechos de los podridos, como sus putrefactos cuerpos caían al suelo con un sonido apagado, los gemidos ahogados, y el sonido de algunos cráneos crujiendo por una bala que lo destrozaban. La potente arma BERETTA BM59, setecientos cincuenta tiros por minuto, desconocía cuantos cartuchos tenían, pero cada vez que disparaba era tan veloz como salían las balas que duraba dos segundos la carga.

    Él, estaba tirado cuerpo tierra y empapado de sangre. Los cuerpos que venían de quién sabe dónde, salpicaban a chorrones por las balas que le llegaban desde las ventanas. Estaba asqueado, hasta le dio arcadas. Intentó alzar la mirada y vio que unos cinco o seis podridos pasaban por su lado en dirección a la casa amarilla. Se preguntó como no lo vieron, como no lo comen vivo. Luego miró su ropa empapada de sangre y se dio cuenta que no percibían olor de un humano cerca.

    El portón de la casa se abrió y salieron dos personas con unos cuchillos enormes en las manos. Los disparos cesaron y las armas se perdieron en la oscuridad. Las dos personas desconocidas venían corriendo hacia donde estaba Rolando bocabajo. Uno de ellos era una mujer de cabello negro con rulos en los extremos y unas curvas hermosas, junto con un hombre robusto. La joven atravesó el cráneo de un podrido con su cuchillo y proporcionó una patada a uno que se asomaba por el costado. Las piernas eran bellas y fuertes, era una morocha muy deseable. El hombre se acercaba corriendo con los brazos flexionados en posición de ataque, luego dio un brinco y le arrancó la cabeza a un miserable muerto embistiendo con el pie pegado al otro en el aire y giró cayendo bocabajo. Se levantó y envolvió el brazo de Rolando por su cuello, y lo llevó hacia la casa, y la hermosa mujer lo cubría.
  • DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Parte III

    - Ale, ¿Qué hacemos si lo mordieron? – preguntó Romero al individuo robusto que salió afuera para salvar a Rolando.
    - Lo matamos – contestó fríamente llevando una mano a su barbilla – Hablando de eso, mi amor, ve a ver si se ha levantado – se dirigió a la joven bonita.
    - Sí, mi amor – respondió con una voz dulce y serena. Recogió su cuchillo, lo guardó al costado de su cintura bien formada y con hermosas curvas. Sujetó un plato con una vela y luego comenzó a caminar hacia una escalera de madera.

    Rolando, despertó sobre una cama que estaba arrimada a la pared izquierda. A su derecha había una computadora. Al costado del ordenador, un ropero de madera muy débil y sin espejo; hacia la derecha en el suelo yacían los restos del espejo. Y una ventana que daba al patio y a las demás casas de la manzana. Tenía unas rejas muy viejas y oxidadas. Debajo de la ventana yacía un aire y una silla de metal en un costado.

    Se sentó en la cama y llevó sus manos a la cabeza y se preguntó ¿qué coño fue lo que sucedió? Luego escuchó que alguien subía por una escalera y se asomaba hacia la habitación.

    Ariana, entró y pegó un saltito de susto cuando vio que Rolando estaba sentado. Sujetó el mango del cuchillo y lo desvainó, estando preparada para cualquier cosa.

    - Te despertaste – dijo Ariana
    - ¿En serio? No me había dado cuenta – contestó soltando una risa burlona
    - No te hagas el chistoso conmigo, si prefieres conservar tu vida – advirtió amenazadoramente.
    - Está bien, está bien, discúlpame, soy algo bromista. Hey, eres muy hermosa y gracias por salvarme. ¿Cómo puedo agradecértelo linda? – comentó llevando una mano a su perilla y levantando las cejas mientras la miraba de arriba abajo.
    - Ten cuidado con tus palabras. Y no me llames linda y de ninguna manera. No tengo ni puto interés en ti. Tengo a mi esposo y lo amo. Ahora ven abajo – exclamó aún más irritada. Sujetó de su cuello, lo arrastró hacia las escaleras y lo hizo bajar con el cuchillo en la espalda.

    Seis segundos después

    - Ven siéntate – ordenó Ale a Rolando
    Él se sentó en la mesa y Ariana fue a tomar asiento alado de Alejandro.
    - Y bien, dime ¿Cómo te llamas? – preguntó
    - Rolando. ¿Dónde conseguiste esa mujer deliciosa? – contestó y preguntó mordiéndose los labios. Pero cuando terminó de preguntar, Ale sonrió con una mueca mientras lo quedó mirando, de repente le metió un puñetazo que lo tumbó de la silla, dejándolo tirado por un largo rato.
    - ¡Madre de Dios! – gritó Rolando con una mano en la boca – ¿¡era necesario hacer eso!?
    - ¡Cierra tu puta boca! – pegó la mesa con el puño cerrado - ¡¿Quién puta te crees para hacer lo que puta quieras?! ¡Nosotros salvamos tu puto culo! ¿entiendes lo que te digo? y ahora me doy cuenta que hubiera sido mejor que te saquen hasta las bolas. Ve con Romero el tipo que está ahí – señaló a Romero – a vigilar enfrente, en el garaje.

    Rolando guardó silencio y obedeció lo que le dijo Alejandro.

    Diez segundos después; en el garaje

    Rolando y Romero, quedaron boquiabiertos cuando miraron el portón que temblaba y hacia un ruido estruendoso y chirriante. Se asustaron y sus expresiones quedaron pálidas con los ojos bien abiertos. Eran millones y millones de muertos. No se veían las casas de enfrente de tantos desgraciados. Gemían, parecían que cantaban y gritaban al ver que salieron Romero y Rolando. El hambre que tenían, era demasiado grande.

    Un fuertísimo rayo cayó sobre el transformador que rompió una punta de una columna de cemento y cayó sobre un montón de muertos. El ruido fue tan fuerte que Rolando y Romero gritaron del susto y se tiraron al suelo agazapándose. El eco todavía retumbaba por el aire y parecía como si hubiera sido una bomba. Fue tan estridente el sonido que podía haber roto algún tímpano. Luego el enorme transformador comenzó a crujir, se empezó a rajar por los costados y a embestir hacia adelante. Hasta que finalmente cayó en el techo de la casa amarilla y la del vecino. Rompió tan brutalmente el techo y las rejas que dejo una abertura como una puerta ancha perfecta para que los podridos se filtraran. El accidente había dejado un pedazo de chapa filoso y aterrador que en los escombros sobresalía como una rampa si lo mirabas desde adentro de la casa. Los muertos comenzaban a entrar apresurados chocándose entre sí y hambrientos.
  • DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Parte IV

    - ¡Puta madre, estamos bien jodidos! – dijo Rolando levantándose como chispa para después correr hacia la puerta. No le importaba en absoluto ayudar a Romero. Solamente cerró la puerta y puso la tranca dejándolo afuera. En la vida pasada de Rolando, su expediente dejaba mucho que hablar. Había sido arrestado y llevado a cárcel dos veces por traficar drogas. Y había estado a punto de morir en varias ocasiones, muchos intentaban asesinarlo por traición. Pero él, siempre se salía con la suya. Era alguien inteligente y engañador.
    - ¡Maldito hijo de re mil puta, te voy a matar desgraciado mal nacido! – gritó Romero tan furioso que se desgarró la garganta.

    Los muertos entraban por la abertura ancha ignorando todo, ira era lo que sentían en sus mandíbulas, por eso querían arrancar un pedazo de carne con sus dientes para triturarla moviendo sus muelas de arriba abajo muy salvajemente. Algunos se cortaban por la mitad con la chapa y arrastraban la mitad de su torso. Otros la cabeza y caían rodando por el suelo viendo lo último de sus supuesta “vidas”. Romero se levantó y no sabía qué mierda hacer. Entonces llevó a sus manos la CETME B, que se encontraba apoyada en su espalda y apuntó sin saber a cuál, pero apuntó hacia los cuerpos putrefactos que se acercaban, que no les importaban morir, solamente querían comer.

    Un minuto antes; dentro de la casa

    - ¡¿Maldita sea qué fue eso?! – dijo Alejandro presionando sus oídos con las palmas de sus manos, evadiendo el estruendoso rayo – ¡vamos a ver cómo está Romero!

    Ariana, también se había tirado al suelo con un grito de espanto, el sonido había causado en sus oídos un silbido molesto. Fede, estaba desplomado en el suelo con el arma desarmada en el intento de querer limpiarla, al instante con desesperación la comenzó a armar, sus ojos se movían rápidamente, parpadeaba sin descansar, mirando piezas por piezas y esforzando su vista para poder ver en la oscuridad, pero no veía nada.

    Luego del trueno escucharon que algo se resquebrajaba afuera, de repente sus oídos oyeron caer algo macizo sobre un enorme bulto, no sabían que un pedazo de cemento aplastó una docena de cuerpos putrefactos.
    Ellos estaban confundidos y no sabían qué demonios pasaba en el garaje. Alejandro, fue invadido por los nervios, su preocupación por Romero se elevaba sin control, el miedo recorrió todo su cuerpo haciendo que sus músculos comenzasen a contraerse y sus manos temblaran terriblemente, de una vez por todas se echó a correr en busca de su amigo, tropezándose con todo lo que encontraba en su camino. Antes de llegar a la puerta, el iris de sus ojos temblaban por el impacto de la imagen que captaron al ver por el ventanal, la reja estaba casi tumbada, pero no por completo, sin embargo lo suficiente abierto para que ellos entren apretonados de los numerosos que eran. Su rostro perdió el color al instante, quedó totalmente blanco por el terror, y sus ojos estaban completamente impactados.

    Rolando, entró por la puerta con la respiración agitada y la trancó desesperado, sus dedos habían resbalado unas cuantas veces. Observó que en la puerta colgaba de un clavo una cruz. Entonces la sujetó apretándola con bronca, la miró fijamente y dijo:
    - ¡ tú, no nos vas a salvar ni mierda! – y la arrojó al suelo, rompiéndola.
    Miró a su costado y vio a Alejandro mirando boquiabierto al ventanal. Rolando, pegó un salto alterado para comenzar a correr hacia las escaleras, cojeaba pero del miedo no sentía el dolor de su pierna. Ale lo quiso agarrar del cuello de su remera, pero escucho el grito de Romero y eso hizo olvidarse de él. Entonces Rolando, aprovechando de su debilidad, subió las escaleras y se encerró en la pieza donde se había despertado.
    Ale, corrió hacia la puerta, al llegar la destrancó y la abrió. Quedo muy impactado por aquello, e iba a ser algo demasiado trágico para cargarlo toda su vida, los gritos de espantos iban a quedar grabados en su mente para siempre. No se distinguía a Romero entre tantos muertos que lo estaban despellejando. Uno arrancó sus tripas que las tenía colgando de sus manos. Otro comía el brazo, y así hasta que lo destrozaron.

    Finalmente Ale, quiso cerrar la puerta, porque tarde o temprano iban a ir a por él. Pero cuando la quiso cerrar, una mano muerta, blanca y podrida se opuso en la abertura. Él se asustó y desvainó su cuchillo y cortó como mantequilla el brazo que era un obstáculo para él, luego cerró la puerta sin problemas.
    Corrió hacia Ariana y Fede, y les dijo:

    - ¡Tenemos que salir jodidamente rápido!
    - ¿Qué está pasando? – preguntó Fede asustado
    - No hay tiempo para explicar lo que está pasando – dijo Ale abriendo la puerta que daba al patio – vamos al techo, al más alto de esta casa.
    - ¿Con qué se supone que vamos a subir?
    - Con la escalera que usaba mi padre para subir a cargar el tanque cuando nos quedábamos sin agua.

    Después de que Alejandro cerrase la puerta del jardín, a sus espaldas le seguían Ariana y Federico. Detrás de la casa era muy lindo. Tenía muchas plantas y él, nunca se explicó como salían y salían fresnos, plantas de todos tipos, pero él, muchísimas veces llegó a la conclusión que era por su madre, por su bondad y amor hacia las plantas. A su madre le encantaba la naturaleza y sobre todo las plantas, siempre hablaba con ellas, les decía “¿qué te pasa plantita? crece, crece, ¿por qué estas triste? Si eres tan bella como las flores”. Luego crecía bonita y frondosa, a veces las palabras llegan a ser mágicas.
    Finalmente entre tantos arbustos estaba la escalera apoyada a la pared de ladrillos que se alzaba frente a ellos.

    Dentro de la casa

    Los muertos, derrumbaron la puerta y comenzaron a entrar mostrando los dientes, la sangre negra bien viscosa rebosaba por sus perillas. Un desgraciado mezclado entre ellos era alto, robusto y bien podrido con su piel negra, llevaba un pedazo de jean en la mano, lo alzó a su nariz y lo olfateó. De repente giró su cabeza rápidamente mostrando a su vista la escalera por donde subió Rolando, luego se acercó y olió la pared, luego el apoyadero de metal y así iba subiendo olfateando hasta arriba. A su espalda lo acompañaban una horda de muertos. Al final llegó arriba muy ansioso, sintió el inconfundible olor a sangre de Rolando, se dio cuenta de dónde provenía y al instante miró hacia la puerta donde el deseo de capturar a su presa estaba encerrado, gruñó con ira y comenzó a arrastrar sus pies para llegar a la puerta de la habitación.

    Patio de la casa

    La escalera que usaba su padre para subir al tanque era corta, sin embargo daba justo para subir sin problemas. Ale, colocó la escalera en los tirantes del techo, y con unos movimientos de manó aseguró que la escalera estuviese bien apoyada. Le dio el paso primero a Ariana y después a Federico para que subiesen y por ultimo él. Poniéndose en cuclillas, Ale, alzó la escalera, por un poco y cae al suelo por el susto del impacto de la puerta cuando abrieron los desgraciados muertos, que por una extraña razón se siguen moviendo. Entraron felices pensando que iban a comer mucha carne fresca. Gruñían, gemían, se escuchaba un canto de voces guturales.

    Segundo piso; en la habitación

    Rolando, agarró la silla de metal y comenzó a golpear contra las rejas de la ventana. De repente la sangre se le heló y su respiración se volvió agitada, por escuchar un gruñido aterrador y ruidoso que provenía a pocos metros después de la puerta. De pronto la puerta se abrió violentamente, él giró sobre sus talones bruscamente y vio a un muerto-vivo que era enorme y que en sus manos sostenía un pedazo de su jean, pero él no se había percatado de que era suyo. Golpeó una y por última vez las rejas y se rompieron para que su suertuda vida se salvase una vez más. El último golpe fue tan energéticamente que la reja salió despedida hacia el techo, dejando dos hierros con puntas amenazadoras. El podrido hambriento se abalanzó hacia Rolando con un grito gutural. Pero él, le lanzó encima la silla retrasándolo más. Se acercó otro por su derecha en el momento que lanzó el asiento, trastabilló y a la vista del rabillo de su ojo derecho tenía los restos de vidrios rotos. Sujetó uno bruscamente con sus manos, se tajeó la palma pero no sintió el dolor en absoluto por el terror y adrenalina que tenía. Entonces se lo clavó en el cráneo produciendo un ruido crujiente y una salpicada de sangre en su rostro. Luego se levantó nerviosamente e intentó salir por la ventana. Sólo le faltaba un pie para salir por completo, pero el muerto negro ya se había levantado después del sillazo y lo sujetó de sus botas para arrastrarlo hacia él. Entonces Rolando, cae violentamente y el hierro con puta traspasa su estómago sobresaliendo por su espalda. Gritó tan fuerte que no le dio la voz y terminó en un alarido de dolor escupiendo sangre como si fuera vomito. Él estaba atorado en el hierro aterrador, y el podrido empezaba a enojarse por el cuerpo atorado, pero era el hierro oxidado en su estómago que lo estaba trabando. Furioso, el muerto estiró con fuerza del pie, e hizo que el cuerpo se divida en dos. Las tripas, los pulmones, y el corazón salieron por el torso haciendo un enorme charco de sangre. Una horda de muertos se incorporaron a comer desesperadamente esos deliciosos restos para sus estómagos bien putrefactos, era lo mejor que pudieron haber conseguido. Finalmente, el enorme negro, salió por la ventana por su atención de otro grupo intentando escapar.
  • DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Parte V y última

    Un minuto antes; en el techo

    Al terminar de alzar la escalera, Ale, finalmente colocó donde finalizaba el techo de chapa y en donde se alzaba la pared, la que llevaba al tanque definitivamente. Un fuerte golpe que retumbó por toda la manzana le hizo pegar un salto de susto. El sonido que desconocía quién lo produjo, provenía de la ventana de su vieja habitación, aprovechando el momento que estaba en el techo, fue a echar un ojo para ver qué fue, pero de su boca solamente pronunció – Desgraciado hijo de perra – entre dientes. Rolando, intentaba destruir las rejas de la ventana con la silla de metal para poder huir de los acechadores que tenía detrás, Ale, lo miraba con una mirada sádica y disfrutaba del rostro de Rolando, intentando escapar, transpirado, asustado, pálido del miedo, aterrado y nervioso. Y finalmente de lo desesperado que se encontraba, con un último golpe logró destruir el enrejado dejando los restos de dos terribles puntas de metal oxidado, muy amenazadores.

    - Subí, mi amor – dijo Ale dirigiéndose a su esposa
    - Si amor, estoy revisando que esté bien sujeta la escalera – luego comenzó a subir.
    - Ese hijo de puta, está intentando escapar de los muertos – exclamó llevando su mano al mango del cuchillo – le voy a sacar los sesos con mis propias manos
    - ¡Ale apresúrate, no hay tiempo! – farfulló Fede.

    Ale, caminaba a un paso lento para degollar a Rolando, pero éste desapareció de la ventana, parecía que se lo había tragado la oscuridad. Luego escuchó un crujido y rogó por que fuera el cráneo de Rolando. Pero para su mala suerte, apareció en la ventana intentando escapar una vez más. Ale, otra vez comenzó a acercarse lentamente. Pero vio que Rolando cuando estaba saliendo por la ventana, cuando tan sólo le faltaba un pie, un podrido le sujetó de la bota y lo arrastró, haciendo que le traspase un hierro por el estómago. Ale, hizo una mueca de dolor y sonrió sádicamente entre dientes.
    Vio que en la escena sangrienta se amotinaron una docena para comer. Pero alguien, uno más listo, más preparado, uno que buscaba más de un cuerpo para alimentarse. Miró a Ale desde atrás del cuerpo destrozado de Rolando. él, se dio cuenta al instante y se asustó, porque este muerto-vivo era enorme. Apresuró a Fede para que suba.

    - ¡Dale Fede subí que un puto podrido nos vio!
    - ¡Subí vos, yo te cubro porque tengo arma! – respondió valientemente

    Sin vacilar por lo que dijo Fede, comenzó a subir. La escalera no llegaba por completo al borde de la pared, entonces estiró su brazo para sujetarse de la orilla e hizo fuerza para levantar su pesado cuerpo. Una vez arriba, gritó a Fede para que comience a subir.

    Cuando Fede iba subiendo e iba por la mitad, el muerto enorme, el mismo que sujeto de la bota a Rolando. Agarró la escalera sin saber cómo subir. Pero la escalera comenzó a temblar y a tambalearse raspando la pared con un ruido chillante. Fede, sujetó su arma, lo apunó y al apretar el gatillo el arma explotó desarmándose por completo. Había armado mal, estaba desesperado y armó tan apurado que se le habrá olvidado colocar bien alguna pieza. Fede, cayó de la escalera haciendo terrible ruido por el golpe del techo. Se torció el tobillo y no podía levantarse. El podrido comenzó a caminar hacia él, hasta que lo alcanzó. Se agachó, lo sujetó del cabello y estiró su cabeza hacia atrás para morderle el cuello. Fede, soltó su último alarido de dolor ahogado, luego silenció junto a su vida.

    - ¡Nooooooooooooooooo, Fedeeeeeee! – Ale, se desgargantó cuando Fede cayó y el podrido se agachaba para acabar con su delicada vida – ¡Fede aguanta! – se preparaba para bajar, pero notó que Ariana le sujetaba fuertemente del brazo y le dijo:
    - No hay nada que podamos hacer amor – una lágrima caía del rostro de Ariana y también en el de Ale.

    Cinco horas y media después; en el tanque

    Él sol comenzaba a salir por el Este. Ariana y Alejandro, contemplaban el hermoso amanecer rojizo, sentados arriba del tanque de su vieja casa. El cielo empezaba a despejarse de algunas nubes grises y el sol emanaba sus primeros rayos de luz que calentaba la piel de ellos. Ale, mira hacia la vereda contemplando a los desgraciados muertos que miraban hacia arriba. Cantaban un coro de gemidos y voces guturales. Ale, pronunció la primera palabra desde que falleció Federico:

    - ¿Sabes lo que pienso? – dijo con una sonrisa triste dibujada en su rostro – Es bueno tener esperanzas para huir, escapar del peligro y proteger tu vida. Y tener en mente que hay una oportunidad para nosotros, para los sobrevivientes, para la humanidad, para renacer una vez más en este mundo caótico creador de muchos monstruos. Tener Fe para llegar lejos. Pero lo malo, es que no sabemos cuándo es nuestra hora de morir, hasta entonces no podemos rendirnos. Nosotros no sabemos cuándo parar, no sabemos si todo lo que hacemos es en vano y es bueno averiguarlo. Pero sería de mucha ayuda que alguien nos diga cuándo es nuestra hora de ir con Dios, para sacrificar nuestra vida y así salvar otra. Y que nos hable una voz en la mente diciéndonos que no podemos huir cuando ya estamos rodeados…
    - Claro, mi amor – intentó animar a su esposo con unas palmaditas en el hombro y un beso en la mejilla – y sobre todo… que nos digan si vale la pena salvar la vida de un hombre que desconocemos, porque al final resulta ser un grandísimo hijo de puta.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2013
    Ay, me siento mal...

    No veo películas de terror porque soy muy sugestionable y has conseguido que se me revuelvan las tripas y haya acabado de leer con los ojos entrecerrados, así que enhorabuena. El gore ha funcionado conmigo.

    El título me parece muy bueno. De hecho, es lo que me ha impulsado a leer.

    Por cierto! Te he dejado un privado...
  • DesmaretDesmaret Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Gracias estimado amigo, me alegra muchísimo que te haya atrapado y te haya llevado hasta la última palabra. Saludos y un abrazo psicológico.
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