¿Sera posible que me hayas dejado tus manos, esas caricias, tatuadas en mi piel ardiente?. Y hoy, esta noche fría, duelen terriblemente.
La incertidumbre me rodeó infinita, como la bestia que en mis sueños conjuré, esa ola de sentimientos muertos, plagados de cadaveres que me arrollaba, ahora esta aquí, en mi.
Y muerdo el anzuelo una y otra vez, día a día, sin saber si eres pura o me has engañado como tantas veces me ha pasado antes, y quiero gritar y maldecir, pero la Muerte, esa amiga silenciosa que poseo, se acerca y me cobija en sus brazos.
¿Que tienes?, me pregunta, y yo tan solo lloro en su hombro, para luego dejarme partir con ella, a otros ocasos bañados en soledad y desprecio, estigmatizado por tu dolor de por vida.