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Mano a mano Anna- Alejandro con Mario Benedetti

annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
editado mayo 2012 en Literatura
Comienzo con una producción que me resulta maravillosa leerla una y varias veces, comparto y deseo que también la disfruten...
Los Bomberos

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

Comentarios

  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado abril 2012
    Jajajajaja, sé que no es manera de ingresar un comentario pero no pude menos que reaccionar así ante ése -Los Bomberos- de Mario Benedetti.
    No lo conocía y sin embargo me resulta algo familiar.
    Su dejo de humor entre tantas virtudes, hace con su fisonomía un par. Donde él vaya va su ingrediente personal, minúsculo, pero efectivo. Y hay más, mucho más.
    Su fraguada figura literaria es la enseña de una sustancia " comprometida ".
    Pienso que su corteza prende y nutre de soslayo a otras raíces porque, es un ejemplo más, " grandeza & humildad " es su legado.
    Con más de cincuenta títulos reeditados en veinte lenguas, y con sus entregas de: novelista, cuentista, poeta y dramaturgo, autor de ensayos y crónicas, crítico literario y periodista, "ha cumplido" con un hermoso plantel para toda la humanidad.
    En todos sus trabajos o entregas mejor dicho, plasmó su sentido comprensivo hacia los demás( el prójimo ), consustanciado con la realidad social y contemporánea de la cual ha sido parte.
    Qué decir de Mario... fue claro ( y lo es ) como el agua, fuerte como una concreción, humilde como una semilla, y rico, tremendamente rico de corazón.
    En fin, es un placer compartir cosas lindas...muchas gracias Anna, por acercarnos valores en lo transido de un hermoso ser. A propósito: annasofia, me encanta el mensaje de tu firma actual, tiene la fuerza y espíritu incitador que levanta a un muerto, dijera mi madre.
    Un gran abrazo.
  • annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
    editado abril 2012
    Hagamos un trato
    Compañera
    usted sabe
    que puede contar conmigo
    no hasta dos
    o hasta diez
    sino contar conmigo
    si alguna vez
    advierte
    que la miro a los ojos
    y una veta de amor
    reconoce en los míos
    no alerte sus fusiles
    ni piense qué delirio
    a pesar de la veta
    o tal vez porque existe
    usted puede contar conmigo
    si otras veces
    me encuentra
    huraño sin motivo
    no piense qué flojera
    igual puede contar
    conmigo
    pero hagamos un trato
    yo quisiera contar
    con usted
    es tan lindo
    saber que usted existe
    uno se siente vivo
    y cuando digo esto
    quiero decir contar
    aunque sea hasta dos
    aunque sea hasta cinco
    no ya para que acuda
    presurosa en mi auxilio
    sino para saber
    a ciencia cierta
    que usted sabe que puede
    contar conmigo.
  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado abril 2012
    Sublime poema, sin medidas ... A sabiendas de su forma imperfecta el artífice pone de manifiesto: su perfecta condición de amor, y en ese vínculo untuoso no pone vacilación. Más no obliga, pide una venia con un sorbo de inspiración y en el brindis de un trato, la absolución.
  • annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
    editado abril 2012
    Gracias por los comentarios, también podés compartir alguna producción de Mario.saludos
  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado abril 2012
    Apreté dos veces el timbre y enseguida supe que me iba a quedar. Heredé de mi padre, que en paz descanse, estas corazonadas. La puerta tenía un gran barrote de bronce y pensé que iba a ser bravo sacarle lustre. Después abrieron y me atendió la ex, la que se iba. Tenía cara de caballo y cofia y delantal. “Vengo por el aviso”, dije. “Ya lo sé”, gruñó ella y me dejó en el zaguán, mirando las baldosas. Estudié las paredes y los zócalos, la araña de ocho bombitas y una especie de cancel.
    Después vino la señora, impresionante. Sonrió como una Virgen, pero sólo como. “Buenos días”, “¿Su nombre?” “Celia”. “¿Celia qué?” “Celia Ramos.” Me barrió de una mirada. La pipeta. “¿Referencias?” Dije tartamudeando la primera estrofa: “Familia Suárez, Maldonado 1346, teléfono 90948. Familia Borrello, Gabriel Pereira 3252, teléfono 413723. Escribano Perrone, Larrañaga 3362, sin teléfono.” Ningún gesto. “¿Motivos del cese?” Segunda estrofa más tranquila: “En el primer caso, mala comida. En el segundo, el hijo mayor. En el tercero, trabajo de mula.” “Aquí”, dijo ella, “hay bastante que hacer.” “Me lo imagino.” “Pero hay otra muchacha, y además mi hija y yo ayudamos.” “Sí señora.” Me estudió de nuevo. Por primera vez me di cuenta que tanto en tanto parpadeo. “¿Edad?” “Diecinueve.” “¿Tenés novio?” “Tenía”. Subió las cejas. Aclaré por las dudas: “Un atrevido. Nos peleamos por eso.” La Vieja sonrió sin entregarse. “Así me gusta. Quiero mucho juicio. Tengo un hijo mozo, así que nada de sonrisitas ni mover el trasero.” Mucho juicio, mi especialidad. Sí, señora. “En casa y fuera de casa. No tolero porquerías. Y nada de hijos naturales, ¿estamos?” “Sí señora”. ¡Ula Marula!. Después de los tres primeros días me resigné a soportarla. Con todo, bastaba una miradita de sus ojos saltones para que se me pusieran los nervios de punta. Es que la vieja parecía verle a una hasta el hígado. No así la hija, Estercita, veinticuatro años, una pituca de ocai y rumi que me trataba como a otro mueble y estaba muy poco en la casa. Y menos todavía el patrón, don Celso, un bagre con lentes, más callado que el cine mudo, con cara de malandra y ropas de Yriart, a quien alguna vez encontré mirándome los senos por encima de “Acción”. En cambio el joven Tito, de veinte, no precisaba la excusa del diario para investigarme como cosa suya. Juro que obedecí a la señora en eso de no mover el trasero con malas intenciones. Reconozco que el mío ha andado un poco dislocado, pero la verdad es que se mueve de moto propia. Me han dicho que en Buenos Aires hay un doctor japonés que arregla eso, pero mientras tanto no es posible sofocar mi naturaleza. O sea que el muchacho se impresionó. Primero se le iban los ojos, después me atropellaba en el corredor del fondo. De modo que por obediencia a la Señora, y también, no voy a negarlo, pormigo misma, lo tuve que frenar unas diecisiete veces, pero cuidándome de no parecer demasiado asquerosa. Yo me entiendo. En cuanto al trabajo, la gran siete. “Hay otra muchacha”, había dicho la Vieja. Es decir, había. A mediados de mes ya estaba solita para todo rubro. “Yo y mi hija ayudamos”, había agregado. A ensuciar platos, cómo no. A quién va a ayudar la vieja, vamos, con esa bruta panza de tres papadas y esa metida con los episodios. Que a mí me gustase Isolina o la Burgueño, vaya y pase y ni así, pero que a ella, que se las tira de avispada y lee Selecciones y Lifenespañol, no me lo explico ni me lo explicaré. A quién va a ayudar la niña Estercita, que se pasa reventándose los granos, jugando al tennis en Carrasco y desparramando fichas en el Parque Hotel. Yo salgo a mi padre en las corazonadas, de modo que cuando el tres de junio
    ( fue San Cono bendito) cayó en mis manos esa foto en que Estercita se está bañando en cueros con el menor de los Gómez Taibo en no sé qué arroyo ni a mí que me importa, enseguida la guardé porque nunca se sabe. ¡A quién van a ayudar! Todo el trabajo para mí y aguantate piola. ¿Qué tiene entonces de raro que cuando Tito( el joven Tito, bah) se puso de ojos vidriosos y cada día más ligero de manos, yo le haya aplicado el sosegate y que habláramos claro? Le dije con todas las letras que yo con ésas no iba, que el único tesoro que tenemos los pobres es la honradez y basta. El se rió muy canchero y había empezado a decirme: “Ya verás, putita”, cuando apareció la señora y nos miró como a cadáveres. El idiota bajó los ojos y mutis por el forro. La Vieja puso entonces cara de al fin solos y me encajó bruta trompada en la oreja, en tanto que me trataba de comunista y de ramera. Yo le dije: “Usted a mí no me pega, ¿sabe?” y allí nomás demostró lo contrario. Peor para ella. Fue ese segundo golpe el que cambió mi vida. Me callé la boca pero se la guardé. A la noche le dije que a fin de mes me iba. Estábamos a veintitrés y yo precisaba como el pan esos siete días. Sabía que don Celso tenía guardado un papel gris en el cajón del medio de su escritorio. Yo lo había leído, porque nunca se sabe. El veintiocho a las dos de la tarde, sólo quedamos en la casa la niña Estercita y yo. Ella se fue a sestear y yo a buscar el papel gris. Era una carta de un tal Urquiza en la que le decía a mi patrón frases como ésta:
    “Xx xxx xx xxxx xxx xx xxxxx”
    La guardé en el mismo sobre que la foto y el treinta me fui a una pensión decente y barata de la calle Washington. A nadie le di mis señas, pero a un amigo de Tito no pude negárselas. La espera duró tres días. Tito apareció una noche y yo lo recibí delante de doña Cata, que desde hace unos años dirige la pensión. Él se disculpó, trajo bombones y pidió autorización para volver. No se la di. En lo que estuve bien porque desde entonces no faltó una noche. Fuimos a menudo al cine y hasta me quiso arrastrar al Parque, pero yo le apliqué el tratamiento del pudor. Una tarde quiso averiguar directamente qué era lo que yo pretendía. Allí tuve una corazonada: “No pretendo nada, porque lo que yo querría no puedo pretenderlo.”
    Como ésta era la primera cosa amable que oía de mis labios se conmovió bastante, lo suficiente para meter la pata. “¿Por qué?” dijo a gritos, “si ése es el motivo, te prometo que…”Entonces como si él hubiera dicho lo que no dijo, le pregunté: “Vos sí… pero ¿y tu familia?”. “Mi familia soy yo”, dijo el pobrecito.
    Después de esa compadrada siguió viniendo y con él llegaban flores, caramelos, revistas. Pero yo no cambié. Y él lo sabía. Una tarde entró tan pálido que hasta doña Cata hizo un comentario. No era para menos. Se lo había dicho al padre. Don Celso había contestado: “Lo que faltaba.” Pero después se ablandó. Un tipo pierna. Estercita se rió como dos años, pero a mí que me importa. En cambio la Vieja se puso verde. A Tito lo trató de idiota, a don Celso de cero a la izquierda, a Estercita de inmoral y tarada. Después dijo que nunca, nunca, nunca. Estuvo como tres horas diciendo nunca. “Está como loca”, dijo el Tito, “no sé qué hacer.” Pero yo sí sabía. Los sábados la Vieja está siempre sola, porque don Celso se va a Punta del Este, Estercita juega al tennis y Tito sale con su barrita de La Vascongada. O sea que a las siete me fui a un monedero y llamé al nueve siete cero tres ocho. “Hola”, dijo ella. La misma voz gangosa, impresionante. Estaría con su salto de cama verde, la cara embadurnada, la toalla como turbante en al cabeza. “Habla Celia”, y antes de que me colgara: “No corte, señora, le interesa.” Del otro lado no dijeron ni mu. Pero escuchaban. Entonces le pregunté si estaba enterada de una carta de papel gris que don Celso guardaba en su escritorio. Silencio. “Bueno, la tengo yo.” Después le pregunté si conocía una foto en que la niña Estercita aparecía bañándose con el menor de los Gómez Taibo. Un minuto de silencio. “Bueno, también la tengo yo.” Esperé por las dudas, pero nada. Entonces dije: “Piénselo, señora” y corté. Fui yo la que corté, no ella. Se habrá quedado mascando su bronca con la cara embadurnada y la toalla en la cabeza. Bien hecho. A la semana llegó el Tito radiante, y desde la puerta gritó: “¡La vieja afloja! ¡La vieja afloja!. Claro que afloja. Estuve por dar los hurras, pero con la emoción dejé que me besara. “No se opone pero exige que no vengas a casa.” ¿Exige? ¡Las cosas que hay que oír! Bueno, el veinticinco nos casamos( hoy hace dos meses) sin cura pero con juez, en la mayor intimidad. Don Celso aportó un chequecito de mil y Estercita me mandó un telegrama que -está mal que lo diga- me hizo pensar a fondo: “No creas que salís ganando. Abrazos, Ester.”
    En realidad, todo esto me vino a la memoria, porque ayer me encontré en la tienda con la Vieja. Estuvimos codo con codo, revolviendo saldos. De pronto me miró de refilón desde abajo del velo. Yo me hice cargo. Tenía dos caminos: o ignorarme o ponerme en vereda.
    Creo que prefirió el segundo y para humillarme me trató de usted. “¿Qué tal, cómo le va?” Entonces tuve una corazonada y agarrándome fuerte del paraguas de nailon, le contesté tranquila: “Yo bien, ¿y usted, mamá?”
    (1955)
  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado abril 2012
    Te agradezco Anna, por extenderme tu mano cordial:cool: y erigir un puente hacia un preciado ícono de nuestro tiempo.
    En mi búsqueda afanosa sobre un irisado abanico, elegí el cuento "Corazonada", porque para mi gusto consolida un manojo de luces que vivifican todo lo gustativo de Mario Benedetti.
    Espero que te haya gustado; a mí me colmó de rasgos tersos y de ricos valores:
    Primero, que asumir y gesticular a Celia Ramos, denota una sensibilidad tal, capacidad ésta que adolece grácil, cuando debe continuar ese hóstigo momento hasta fin de mes.
    La decorosa actitud de ella, sagaz y honesta de principio a fin; y si alguien pensó en un paragüaso final , no fue Mario:D
    Entonces imaginativo y condescendiente, prolongó su aliento de paz, de fe, ...

    Quería darte las gracias annasofia:) por soplar los panaderos sobre un campo excelso, nuestro benigno foro de libertad. Un gran abrazo:cool:
  • annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
    editado mayo 2012
    ;)gracias a ti que de manera ten creativa ayudas a recordar a los grandes que pasaron y nos dejaron maravillosa cración:)
  • annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
    editado mayo 2012
    Alejandro68 escribió : »
    Te agradezco Anna, por extenderme tu mano cordial:cool: y erigir un puente hacia un preciado ícono de nuestro tiempo.
    En mi búsqueda afanosa sobre un irisado abanico, elegí el cuento "Corazonada", porque para mi gusto consolida un manojo de luces que vivifican todo lo gustativo de Mario Benedetti.
    Espero que te haya gustado; a mí me colmó de rasgos tersos y de ricos valores:
    Primero, que asumir y gesticular a Celia Ramos, denota una sensibilidad tal, capacidad ésta que adolece grácil, cuando debe continuar ese hóstigo momento hasta fin de mes.
    La decorosa actitud de ella, sagaz y honesta de principio a fin; y si alguien pensó en un paragüaso final , no fue Mario:D
    Entonces imaginativo y condescendiente, prolongó su aliento de paz, de fe, ...

    Quería darte las gracias annasofia:) por soplar los panaderos sobre un campo excelso, nuestro benigno foro de libertad. Un gran abrazo:cool:
    muy bueno, no lo conocía, cuanta diálogo típico de los uruguayos, realmente me encantó!
  • annasofiaannasofia Garcilaso de la Vega XVI
    editado mayo 2012
    Poema atribuido a Benedetti, cuyo real autor es el cantautor Pablo Milanés.

    Yo no te pido que me bajes
    una estrella azul
    sólo te pido que mi espacio
    llenes con tu luz.

    Yo no te pido que me firmes
    diez papeles grises para amar
    sólo te pido que tú quieras
    las palomas que suelo mirar.

    De lo pasado no lo voy a negar
    el futuro algún día llegará
    y del presente
    qué le importa a la gente
    si es que siempre van a hablar.

    Sigue llenando este minuto
    de razones para respirar
    no me complazcas no te niegues
    no hables por hablar.

    Yo no te pido que me bajes
    una estrella azul
    sólo te pido que mi espacio
    llenes con tu luz.
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