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La misa de diez

JenofonteJenofonte Fernando de Rojas s.XV
editado marzo 2012 en Narrativa
El día estaba algo nublado pero no era frío. Mientras caminaba escuché la primera seña, solo me quedaban unas cinco calles para llegar, iba bien. Vestido con la tenida dominguera, camisa blanca y corbata, peinado y engominado ¡quién me había visto tan contento, de camino a la misa de diez!
Al llegar a la iglesia tuve que detenerme de golpe, vi que iba llegando con su madre y una tía, beata declarada, con reclinatorio exclusivo. Me vio y me saludó disimuladamente con la mano, le respondí con un gesto rápido.
Entraron a la iglesia y yo las seguí lentamente, se instalaron en la primera fila, como siempre. Me quedé atrás, cerca del último confesionario de la derecha, ese que nunca se ocupa, en el ultimo mes por lo menos, que fue el tiempo que lo tuve en observación.
El plan era simple, ella diría que quería confesarse y vendría al confesionario, yo, al verla venir, entraría en él disimuladamente. La última vez que conversamos habíamos armado el plan.
No es que no pudiéramos juntarnos, pero habíamos leído una novela de esas antiguas, una en la que los amantes solo se podían encontrar en la oscuridad de una iglesia y a través de una reja. La idea de hablarnos a través de la tupida rejilla del confesionario nos pareció una imitación de lo más romántica. ¿Que tan grande pecado sería utilizar el confesionario? leí y releí el Catecismo, pero como no aparecía algo ni siquiera parecido, llegué a la conclusión que apenas alcanzaba para venial, por lo que tal vez ni siquiera sería necesario confesarlo.
Claro que aunque con la conciencia tranquila en cuanto a lo religioso, no dejábamos de tener algunos temores en cuanto a los riesgos, pero no hay mayor emoción que la que produce el enfrentarse a lo prohibido, y si alguno perdía el valor a última hora nada pasaría.
Se escuchó la segunda seña, era el momento. Me escurrí en el confesionario, corrí la cortina negra y esperé, de pronto me asaltó un temor ¿y si a alguna vieja se le ocurría confesarse justo ahí? sentí hielo en la espalda pero no me moví.
Escuché la señal, tres golpecitos rápidos. Abrí la puertecita y acercando la cara a la reja dije bajito: Ave María Purísima...
--Payaso, me respondió, soy yo.
Comenzamos las confesiones mutuas, no de pecados, por supuesto, sino de amores y esperanzas, de ilusiones y de sueños, hasta que, aunque hubiéramos querido seguir eternamente, decidimos que era suficiente.
Salió del confesionario lentamente, yo entreabrí la cortina, nadie miraba, salí tranquilamente.
Ella estaba llegando a la primera fila, despacio, se supone que nadie contrito camina rápido y menos en la iglesia.
Salí a la puerta, un rayo de sol se abría camino entre las nubes iluminando la calle, las campanas repicaron la última seña, las palomas de la torre volaron asustadas y mi corazón quiso volar con ellas.
Nunca el tañido de las campanas me había parecido tan alegre, la Gloria existe, me dije, ¡la Gloria existe!

Jenofonte

Comentarios

  • DamapaDamapa Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2012
    ¡Pero qué juventud más traviesa la de hoy en día, usando los confesionarios para sus confidencias! Me gustó la idea y la manera de exponerla y esa sana inocencia de los enamorados y las locuras de juventud...; la definición de la tía me ha encantado, en 5 palabras la clavas ("beata declarada, con reclinatorio exclusivo" :D).

    No me ha quedado claro cuando hablas de la primera "seña" y luego más avanzado el texto de la segunda seña, al menos a mí (puede que yo esté espeso por la hora, puede que te hayas olvidado explicar o desarrollar aunque sea brevemente de qué van lo de las señas, o simplemente que tu intención fuera esa, no lo sé).

    Inciso ortotipográfico: ojo con los guiones en la conversación.

    ¡Ah, y que no se me olvide! Sí es pecado venial, pero bueno, que para eso está la confesión, al fin y al cabo, y Dios que es amor seguro que lo comprende :p

    ¡Saludos!
  • JenofonteJenofonte Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2012
    Me he sorprendido un poco, de veras no pensé que fuesen necesarias explicaciones al texto, pero ahí van:

    1. La juventud no es la de ahora, es la de antes, mucho antes.
    2. Antes, cuando todavía no se multaba a las iglesias por hacer ruidos molestos, se convocaba a los fieles a misa mediante las campanas.
    -Treinta minutos antes de la hora, repiques seguidos por una campanada aislada, era la Primera Seña.
    -Quince minutos antes, repiques seguidos por dos campanadas aisladas, Segunda Seña.
    -A la hora de inicio de la misa, las campanas repicaban más largo y se finalizaba con tres campanadas, Tercera Seña.
    3. El Sacramento de la Confesión ya no es llamado así, actualmente se prefiere los nombres de Perdón, Reconciliación o Penitencia.
    4. Los confesionarios difícilmente se usan salvo en las congregaciones más tradicionalistas, actualmente se prefiere realizar el Sacramento cara a cara.

    Considero lo de los guiones un detalle mínimo, gracias, Damapa, por leer y comentar.
  • DamapaDamapa Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2012
    Gracias por aclararme lo de las señas, me has hecho recordar que en el pueblo de mi madre en el sur siguen con esa tradición, lo pregunté porque quería situar o tener una idea de los momentos en los que ocurría la acción y pensé que el encuentro de los enamorados tenía lugar durante la misa, no antes; de ahí mi desubicación Así que además de disfrutar del texto me voy a la cama sabiendo una cosa nueva :)

    De todas formas que no te sorprenda... Los sábados trabajo seguidas demasiadas horas y me ocurren estos cruces, ya te digo, lo de las señas me puso loquísimo :P

    Gracias a ti, ¡saludos!
  • SinrimaSinrima Miguel de Cervantes s.XVII
    editado marzo 2012
    Todo lo que escribes me gusta, Jeno. Este relato me lleva al pasado pero en él está el presente también: el amor, los encuentros clandestinos de los enamorados, sus contraseñas,etc. Ahora no son las campanadas de la Iglesia pero siguen existiendo esas complicidades y guiños para fijar el encuentro de los enamorados.

    Hechos reales, cotidianos, de cualquier ser humano, de cualquier tiempo... relatados con gracia y bien descritos.

    Un afectuoso saludo.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado marzo 2012
    Tantos años oyendo el repique de las campanas y no me había puesto a analizarlas, por lo regular por aquí dicen: el primer llamado a misa, luego suenan más pero la gente arranca a la primera, jum se nota que poco detallista soy:rolleyes:

    Muy entretenida la historia:p
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado marzo 2012
    Muy bien escrito, como todo lo que presentas Jenofonte.
    Es cierto, antes los enamorados usaban ciertas estratagemas para verse o comunicarse.
    Una observación, solo una, antes las chicas no le decían a su galán: “Payaso”.
    Quizás me equivoque, pero usaría un término menos peyorativo. Los usos y costumbres cambian con los tiempos.
    Saludos
  • JenofonteJenofonte Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2012
    Respecto de tu observación, Juancho, puedo asegurarte que la palabra "payaso" se usaba y no en carácter peyorativo, sino cariñoso, además, jamás se decía "chica" sino "niña".
    No creo que sea posible escribir en un castellano absolutamente neutro, hasta las palabras más simples cambian de significado unos kilómetros más allá o más acá, también unos años más atrás o más adelante y el lector tendrá que interpretar cuando le sea necesario.
  • NefertitiNefertiti Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2012
    Me ha encantado, querido Jeno. Nunca se me hubiese ocurrido como lugar de encuentro romántico y eso que acabo de terminar una novela de un cura algo pecaminoso. Genial, sencillamente. Gracias por compartirlo. Un abrazo
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