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Volviendo atrás-parte 1

simonesimone Pedro Abad s.XII
editado diciembre 2011 en Humorística
-“Miguel, cuéntame algo de tu infancia”
-“No tengo recuerdos, doctor”
-“¿Y de tu adolescencia?”
-“Sólo peleas con mis padres y muchas borracheras”
-“Tu caso me parece claro. Para ti el pasado es lleno de recuerdos dolorosos, y por esto sientes tanta angustia. Yo basaría nuestra terapia en esto: ayudarte a “reconstruir” tu pasado, si así podemos decir. Habrá que seleccionar los recuerdos bonitos, y llenar el vacío que sientes. Una vez hecho esto, nos concentraremos en el futuro.”
-“¿Y cuánto tardaremos?
-“Diría que esta primera fase nos pillará por lo menos 6 meses, si todo va bien”
-“Ostras, es mucho tiempo”
-“La psicoterapia es lenta, Miguel, y necesitas tener paciencia. Nos vemos la semana que viene, ¿vale? Y empezaremos a trabajar sobre los primeros recuerdos de tu infancia, cuando tenías 6 años e ibas al cole”

Cuando ese día 13 de octubre de 2008 salí de mi consulta semanal con el psicólogo, me sentía muy deprimido. La charla acerca de mi vida pasada me había dejado clara una cosa: había desperdiciado mi vida, no tenía buenos recuerdos, mi pasado era un agujero negro donde se ahogaban mis sueños y mis esperanzas para el futuro. Había sólo una solución, y en ese momento, en el medio de la calle, decidí que había que empezar ya a solucionar ese problema. Seis meses eran mucho tiempo, y yo quería una solución más inmediata.
Me vino una idea que definiría genial. No iba a ser fácil recuperar 30 años perdidos; pero tenía que intentarlo: y había una manera más rápida (y económica...) de hacerlo.

El día después, 14 de octubre, empecé mi plan para recuperar, mejor dicho, “reconstruir” mi pasado.

Fui al trabajo, en mi oficina del Alcobendas, donde curraba como asesor de viajes de empresa. Cuando entré, mi compañera de curros, 1 chica muy maja y simpática, se quedó algo sorprendida. Habrá sido por la mochila de Los Simpson que llevaba en la espalda, o por los pantalones cortos, o tal vez por el uniforme de niño de primaria que llevaba. No había sido fácil encontrar esa uniforme: cuando entraba en una tienda de uniformes escolares y preguntaba por una talla 42, los empleados me miraban mal y me preguntaban si mi hijo tenía problemas de obesidad. Cuando le comentaba que era para mí, por lo general me echaba gritando: “Fuera de aquí, ¡pervertido!”. Que rara que es a veces la gente....
Me senté en mi sitio, y empecé a sacar mis cosas de la mochila: un cuaderno, un bolígrafo negro, un estuche llenos de rotuladores, y un abecedario. Con calma, empecé a dibujar en el cuaderno la letra A, después la B, después la C...pero sonó el teléfono, y tuve que contestar. “Hola, soy Gema” dijo la chica que llamaba. Gema era la secretaria del presidente de la empresa, y siempre nos pedía viajes a centro y Sur América para su jefe, con hoteles y traslados incluidos. “Tengo una duda” me dijo “He revisado el presupuesto para el viaje de noviembre, y hay una cosa que no me queda clara. En el presupuesto dices que cada traslado sale 30 dólares, y el total sería de 240 dólares. Ahora bien, yo veo sólo 6 traslados, así que....”.”Perdona “la interrumpí “pero no te puedo ayudar: aún no he llegado a estudiar la regla del 3! ¿Me puedes llamar dentro de 3 días? Según mis planes, para entonces ya habré aprendido a sumar, a restar y a....”. Mi compañera me cortó la llamada. “¿Pero se puede saber qué haces?” me preguntó toda enfadada “¿Ayer bebiste o qué?”.
“En absoluto” contesté, lo mar de tranquilo “pero según mis planes, hoy es mi primer día de cole...estoy muy excitado, sabes, y un poco nervioso, pero mi madre me dijo que es normal...bueno, en realidad, ayer cuando se lo dije por teléfono me dijo que era de subnormales, pero sabes como son las madres, siempre se preocupan demasiado para los hijos”.
“¿Miguel, de qué estás hablando? ¿De qué va esta historia de tu primer día de cole?”
“Lo siento, ahora no puedo contestarte”.
“¿Y por qué?”.
“Porque son las 11, ¡la hora del recreo! Yupieeeee” y salí corriendo todo feliz del despacho, y fui a jugar con una pelota enfrente del edificio donde curraba...bajo las miradas asombradas de los otros empleados que habían salidos a fumarse un cigarro.

El 24 de octubre llegué al curro con una chaqueta de cuero, un paquete de cigarrillos y una pequeña navaja en el bolsillo. Además llevaba un porro, y una moto aparcada afuera de la oficina. Realmente la moto era una bici comprada en un Carrefour y pintada de rojo y con pegatina de Harley Davidson, pero no tenía dinero para comprar una moto de verdad. Mi casa distaba del trabajo unos 10 Km, pero ese día había llegado rápido: nada más meterme en la carretera, me había empotrado contra el bus 159, que llega directo a Alcobendas! El bus me arrastró hasta mi oficina, ¡y ni tuve que pagar el billete! ¡Si ésta no se llama suerte! Esperaba de tener la misma suerte a lo hora de volver a casa, sino eran un par de horas de paseo respirando el “saludable” aire de Madrid.
Sonó el teléfono, y contesté en seguida: tenía que ser rápido, por alguna razón inexplicable en los últimos días mi compañera de curro no quería que atendiera llamadas...
“Buenas tardes Miguel, soy Ángel” dijo la voz al teléfono. Ángel era nuestro jefe, el responsable de la oficina.
“¡Qué pasa tronco!” contesté.
“Er... ¿perdona?”.
“He dicho ¡que pasa tronco! ¿Por qué nos tocas los huevos a estas horas de la mañana?”.
“Miguel, no sé a qué viene esto, pero modera tu manera de hablar”.
“Oye, vejestorio, que nosotros jóvenes somos así, ¡rebeldes sin causa! Qué pasa, ¿no te fumaste tu peta esta mañana?”.
“¡Esto es intolerable! Si estás de broma, ¡te digo que esto no me gusta nada!”.
”¿Te estás metiendo conmigo, abuelo? Que a nosotros quinceañeros rebeldes nadie nos tocas los huevos, ¿queda claro?” y saqué del bolsillo un peine, y me lo pasé en la cabeza, arreglando mi mechón rebelde. Como en esa época tenía la cabeza rapada a cero, para ser un rebelde sin causa al 100% tuve que ir a una tienda de pelucas, y en ese momento lucía un espectacular cabellera que más que a James Dean me hacía parecer a Elvis Presley...cuando estaba gordo y feo, claro. ”Y ahora escucha, pringado” continué “Aquí afuera tengo mi buga, y ahora me voy a por chatis! Y me las follaré todas, ¡joder!”.
“Miguel, ¡ya está! Esta es una oficina seria, y este tipo de humor, si se puede llamar humor, está fuera de lugar. Por esta vez, fingiré que no haya pasado nada, pero cuidado con lo que haces de ahora en adelante. Adiós, y ¡mañana os llamo otra vez para hablar de trabajo! Y a ver si estás más tranquilo” y colgó, acompañando el final de la llamada con un par de blasfemia que no llegué a entender. Mañana nos volverá a llamar...ningún problema, pensé, mañana tendré 17 años y será justo el día del examen de final de curso. Así que se acabarán mis días rebeldes. Saqué un cigarrillo, y me lo puse en la boca. “Qué haces, chiflado “preguntó la compañera de curro, algo enfadada “¿no sabes que aquí no puedes fumar?”. La miré fijo en los ojos, y con una sonrisa desafiante encendí el cigarrillo: 15 minutos después, cuando acabé de toser, le dije: “Qué a mí nadie me dice lo que tengo que hacer, ¡nena!”.

El día 26 de octubre, llegué al curro llorando. “¿Qué te pasa?” me preguntó Valentina (así se llamaba la compañera de curro, Vale para los amigos)” ¿Por qué lloras? Últimamente te veo algo...er...raro...”. Sin parar de llorar, sollocé:” ¡Mi novia me acaba de dejar! Tres años juntos, y ¡todo se acabó! Unas palabras, una explicación rápida y adiós, nuestra historia de amor ya no existe”.
“Pero...no sabía que tenías novia” dijo Valentina” ¿No me dijiste que estabas soltero?”.
“Claro que no tenía novia” contesté, dejando de llorar de repente “pero a los 18 años siempre tiene que pasar algo así, ¿no? Tienes novia, creciste con ella, y de pronto todo se acaba y te encuentras solo como un perro. Ups, perdona, esto lo tengo que decir llorando “y empecé otra vez a llorar y grité:” y de pronto todo se acaba y ¡te encuentras solo como un perro! Buhaaaaa!”.
“Er.... yo voy a por un café, y vuelvo enseguida...”.
“No, no puedes”
“¿Como que no puedo?”
“Es que no funciona así” había dejado otra vez de llorar, y empecé a explicar a Vale: “Ahora tú te quedas aquí, yo me desahogo contigo, lloro un poco, tú me dirás que no me desespere, que todo irá bien, yo repetiré que estoy sufriendo mucho, y tú me dirás que ya me pasará, y que esta noche me vaya de borrachera y....”pero sin que me diera cuenta Valentina ya había salido de la ofi, dejándome sólo. Yo me callé, y miré fuera de la ventana: el cielo estaba anublado, y un viento frío soplaba contra los altos edificios de Alcobendas. “¡Qué difícil es tener dieciocho años!” dije.
EL 27 de octubre, fui al curro con una resaca de la hostia: hay que ser coherente con el personaje, ¿no?

...continua por falta de caracteres...

Comentarios

  • simonesimone Pedro Abad s.XII
    editado diciembre 2011
    El 28 de octubre entré en la oficina, me senté enfrente de mi ordenador y pregunté a Valentina:” ¿Habré hecho la elección correcta?”. “¿De qué hablas? “Contestó ella. Por alguna razón extraña, desde hace un par de día había movido su mesa hacía el otro extremo del despacho, así que ahora distábamos unos cuantos metros uno del otro. Antes, nuestras mesas estaban juntas: no sabía porque Valentina había tomado de repente la decisión de alejarse de mí lo más que pudiera, pero las chicas son raras, ya se sabe. “Hablo de mi carrera” le contesté “A ver si elegí bien el camino...”.
    “¿Tú carrera?” preguntó ella.
    “Claro, ¡mi carrera universitaria! A los 20 años se empieza la universidad, ¿no? Y sinceramente no sé si elegí la facultad adecuada”.
    Valentina echó una mirada alrededor, como si buscara algo que había perdido (o también como si buscara una escapatoria para salir de allí lo más rápido que podía); después de un rato, y suspirando, me dijo:” ¿Y qué carrera elegiste?”.
    “Medicina. Así un día llegaré a ser médico. No era exactamente mi sueño, pero hay que ser realista, y hoy en día un médico siempre encuentra un trabajo. Mira, además ya compré el libro de texto” y saqué un pequeño libro de mi maletín (por cierto, ya había tirado a la basura la mochila de los Simpsons, no sin sentir un poco de tristeza: mis días mozos ya se habían terminado).
    Valentina se acercó, cogió el libro y lo miró un rato; después dijo:” ¿Compraste”El osito Polly os explica la anatomía humana”?
    “Er...sé que es un libro para niños” contesté, un poco avergonzado “Pero el texto verdadero “El profesor Pollock os explica la anatomía humana” costaba demasiado...De paso, ¿no te parece que estos escritores de libros médicos tengan poca fantasía para los títulos?”.
    Valentina ojeó el libro, y comentó: “Para niños de 3 a 6 años....”Hola, soy el osito Polly, ¿os apetece descubrir conmigo los secretos del cuerpo humano? Yo y mi amigo Buzzy el pajarito os guiaremos en este viaje asombroso...” y con éste quieres licenciarte en medicina, siempre que sea verdad que te hayas matriculado de verdad en algún curso. Oye Miguel” y se acercó a mí” Desde hace día te veo raro...bueno, en verdad raro no es el término correcto.... ¡Estás como una puta cabra! ¿Qué te pasa, se puede saber?”.
    Ya bajé la vista, un poco avergonzado, y le contesté: “Nadie puede devolverme el tiempo perdido...pero si puedo volver a construir mi pasado. No tengo el tiempo de hacerlo de verdad, porque si espero otros 30 años cuando finalmente estaré en paz conmigo también estaré a un paso de la tumba. Pues pensé: ¿por qué no acelerar el proceso? ¡Un día de tiempo real, un ano de mi vida pasada! Así podré tener buenos recuerdos en un plazo relativamente corto. Para citarte las palabras de un experto: “Si la ciencia no puedes curarte, utiliza el poder de tu mente”.
    “Y estas palabras de quién son” preguntó Valentina” ¿De tu psiquiatra?”.
    “Er, no” contesté” Del osito Polly, página 25...”. No sabía porque, pero Valentina rompió a llorar...

    El día 3 de noviembre, entré en la oficina con una botella de cava en la mano, todo feliz y contento. Valentina estaba sentada en su silla, cabizbaja, con ojeras; en los últimos días, a menudo rompía a llorar sin razón, sobre todo cuando empezaba a contarle que tal me habían ido las clases de medicina...
    ” ¿Celebramos?” le pregunté. “¿Qué hay que celebrar?” me contestó, y noté algo en su voz que se podía definir como....odio, ¿tal vez? ” ¡Acabo de licenciarme! “Grité” ¡Finalmente tengo el maldito trozo de papel y puedo hacer lo que quiero de mi vida! ¿Sabes? Mi sueño es ir a vivir y trabajar al extranjero”.
    ”En Australia espero...o ¿por qué no te vas a Irak directamente?” me preguntó Vale.
    ”No, pensaba ir más cerca...qué tal España, ¿por ejemplo a Madrid? De paso, así me ahorraría el billete de avión” contesté, y mirando todo feliz fuera de la ventana, dije: “Lo bien que se siente uno cuando acaba de hacer su deber y...”. Pero Vale no me estaba escuchando. Había cogido el teléfono, marcado rápidamente un número y estaba gritando: “Ángel, ¡¡¡¡quiero el traslado ya!!!!!”.

    El 6 de noviembre entré en la oficina con la cara triste y una pesadumbre en el alma. Me senté a mi mesa, encendí el ordenador y vi que había muchos viajes por hacer, una decena, por lo menos. Miré a Valentina y le dije: “Hay mucho trabajo, ¡habrá que currar duro!”. Ella me devolvió la mirada desde su mesa, que ya no tenía el aspecto que tenía sólo un mes antes: la mesa estaba en desorden, había papeles por todos lados, y varias cajitas de medicamentos (tranquilizantes, sobretodo) estaban esparcida sobre la mesa redonda. En los últimos días, mi compañera de curro había estado muy silenciosa, además de haber pedido el traslado (denegado) a otra oficina por lo menos 5 veces (5 veces al día, quiero decir).Tal vez, le molestasen mis continuas llamadas a todos los hospitales de la zona, pidiendo trabajo para un recién licenciado (yo); en cuanto me pidieran la documentación (la licenciatura), colgaba enseguida y después llamaba a otro hospital y a empezar de nuevo. Esta movida duró 2 días (28 y 29 años) y ese día 06 de diciembre, cuando virtualmente volvía a tener 30 años, ya todo se había acabado. Técnicamente, había vuelto a vivir todos estos momentos que había perdido de mi pasado, y tenía que volver a la vida real. Así que empecé reservar los viajes, hablar con las secretarias y a llamar a las mayoristas de viaje; todo esto, bajo la mirada incrédula de Valentina.

    Cuando ese día 10 de noviembre salí de mi consulta semanal con el psicólogo, me sentía muy deprimido. Le había contado mi genial idea para recuperar mi pasado, pero su reacción no me gustó nada: primero me miró como se mira a un loco, después me aconsejó una visita al psiquiatra lo más pronto que pudiera. Yo le contesté que no estaba de acuerdo, porque al fin y al cabo había hecho lo que él me había dicho: vivir esos momentos del pasados que marcan la vida de un hombre, pero de forma, por así decirlo, concentrada. Él se quedó en silencio un instante, y después me explicó que hablaba en sentido metafórico, y que concentrar mi vida desde los 6 años hasta los 30 en un mes no tenía ningún sentido; hacía falta algo más “profundo, radical y completo”; éstas fueron su palabras. Y me preguntó: “Te lo digo porque ahora, después lo que hiciste, ¿te sientes realmente mejor?”. Estas palabras me hicieron reflexionar mucho. Salí de la consulta (de paso, el psicólogo se aseguró que viera un psiquiatra el día después), y en el medio de la calle, entre la muchedumbre que llenaba las aceras, decidí que el psicólogo tenía razón: la cura, el remedio a mis problemas acerca de mi pasado tenía que ser más profundo, radical y, sobretodo, completo...

    El 11 de noviembre fue el día en el que me despidieron del trabajo. Aún ahora, pensando en ese día, no comprendo por qué tomaron esa decisión. ¿Tal vez fuera porque me presenté a trabajar con babero, pañales para niños y sonajero? ¿Y qué pretenden que haga un niño de 1 ano? A que la gente es rara, ¿a qué sí?

    © Simone Mascardi 2008
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado diciembre 2011
    Si, tienes toda la razón, somos de una rareza, me divirtió la mañana, tienes chispa para contar:):):p:p:D
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