Quisiera esperar,
la muerte inevitable,
en algún lugar lejano,
pero lleno de recuerdos.
Podría ser,
junto al río de mi infancia.
Río, llevate mi alma,
le diría,
que mi cuerpo, lo acogerá la tierra.
Partiría entonces,
escuchando el rumor de sus aguas
al llegar al remanso
y el susurro del viento
entre los álamos.
Vendrían a velar conmigo
mariposas y libélulas,
sería mi mortaja el aire puro
de la mañana.
Sigan cantado, pajarillos,
pediría,
que después que me haya ido,
el sol seguirá brillando
y el sauce en que reclino mi espalda
llorará por mi.
Comentarios
¡¡Muy poético!!.
¿Y decías que....? ¡¡Menuda demostración que nos has hecho !!
Un abrazo.
Al final siempre se vuelve; los primeros recuerdos, con su nostalgia,aparecen en la etapa final de la vida, como resumen de lo que somos, al desnudo, desprovistos de vanidades y prejuicios.
Un buen poema, Jenofonte, en el que te fundes con la naturaleza para imaginar ese final ineludible.
Saludos cordiales.