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Haz caso a mami

LiaraLiara Pedro Abad s.XII
editado mayo 2012 en Terror
Haz caso a mami


No era la primera vez que se quedaba solo en casa. Su madre siempre le decía que en cuanto ella saliera, tenía que cerrar la puerta con llave, dejarla en la cerradura y echar la cadena. Después, el chico iba a la cocina, se echaba un gran vaso de refresco y se sentaba en el sofá a ver dibujos animados. Aquella tarde transcurría como otra cualquiera hasta que de pronto tres golpes en la puerta lo sobresaltaron. Como siempre, su primera reacción fue quedarse muy quieto y lentamente, estirar la mano hasta el mando a distancia y bajar el volumen del televisor. Tras hacer eso, aguzó el oído para captar algún sonido procedente del otro lado de la puerta, pero no escuchó nada. No volvieron a llamar. Después de un momento prudencial, volvió a subir el volumen del televisor y se concentró en las aventuras de sus personajes favoritos.

Unos minutos después tres nuevos golpes volvieron a resonar en la puerta. El chico bufó y puso el volumen del televisor al mínimo para poder seguir sus dibujos. Los golpes volvieron insistentes y el chico comenzó a ponerse nervioso. Cogió su móvil para saber si su madre había llamado, pues esa era la señal que le indicaba que su madre estaba ya en el portal, pero no había ninguna llamada entrante. Su mirada se clavó en la puerta y aunque su madre se lo había prohibido se levantó para mirar por la mirilla.
Acercó una silla a la puerta y justo antes de subirse para alcanzarla oyó un sonido que lo dejó cuanto menos desconcertado. Podría haber jurado que había escuchado a alguien reírse muy bajito y eso le llevó a pensar que quizá alguno de sus amigos le estaba gastando una broma. Apartó la mirilla y contempló el redondo trozo de descansillo que le ofrecía. Nada. Suspiró bajito para no alertar a quien quiera que estuviera allí fuera y bajó de la silla; entonces volvió a escuchar esa risa suave (ji ji ji) y un escalofrío recorrió su espalda. Aquel sonido era siniestro. Se quedó pegado a la puerta, con el corazón latiéndole cada vez más fuerte mientras ideas terribles comenzaban a agolparse en su cabeza. El chico intentó tranquilizarse dando por sentado que alguien estaba gastándole una broma y que no pasaría nada mientras no abriera la puerta. Levantó la silla en peso y se dirigió al salón cuando de pronto volvieron a sonar tres golpes fuertes en la puerta. Se quedó helado y las lágrimas amenazaron con aparecer en sus ojos. De nuevo, más golpes, y el chico soltó la silla, que hizo un ruido sordo al caer al suelo, y se tapó los oídos. Corrió al salón, miró el móvil con la esperanza de que su madre hubiera llamado y al ver que no era así aumentó el volumen del televisor con la esperanza de ahogar el sonido de aquellos golpes.
Tuvo tan sólo unos minutos de tranquilidad. En cuanto bajó el volumen los golpes volvieron a resonar, ahora seguidos por aquella perturbadora risita, ji ji ji. La mirada del chico se detuvo en la puerta durante tanto tiempo que los ojos le escocieron y se vio obligado a apartarla. Los golpes se sucedían cada pocos segundos y el chico creyó que se volvería loco. Pensó en llamar a su madre pero ¿y si se asustaba? o peor aún ¿y si se enfadaba y no volvía a dejarlo solo? Él había dicho muchas veces que ya no era un niño pequeño y si llamaba a su madre a lo mejor no volvía a confiar en él. No sabía qué hacer. Finalmente se levantó, se dirigió al pasillo e intentado que su voz sonara firme, preguntó ¿quién es?. Por respuesta, tan sólo obtuvo un ji ji ji que hizo que su corazón se acelerase de nuevo. Suspiró hondo. Se acercó a la puerta. Quienquiera que estuviese al otro lado de la puerta seguía riéndose. Se quedó allí de pie, en silencio, estaba muerto de miedo pero pensaba que si abría la puerta y descubría quien estaba al otro lado, este se cansaría de su broma y se largaría. Estaba tan absorto en sus pensamientos que los golpes en la puerta retumbaron en su cabeza como si de una campana se tratase; el corazón se le desbocó y a pesar de su miedo, abrió la puerta y se asomó por la rendija que la cadena permitía. Nada... Si alguien hubiera bajado o subido las escaleras él lo hubiera visto. Pensó que quizá estaría escondido junto a la puerta de su izquierda, pues desde allí él no podría verle. ¿Hola? preguntó. El descansillo seguía en silencio. De pronto una musiquilla llegó a sus oídos y alborozado, cerró la puerta y se dirigió corriendo al salón. En la pantalla de su móvil apareció la palabra “mami” y el chico sintió que todo el miedo que había sentido aquella tarde había sido un mal sueño.
Desde luego, en cuanto se sentaron a cenar el chico se lo contó todo a su madre, aunque naturalmente omitió que finalmente había abierto la puerta. La mujer también pensó que se había tratado de una macabra broma de alguno de sus amigos y dijo a su hijo que hablaría al día siguiente con sus padres para que no volviera a suceder. La cena transcurrió con tranquilidad; luego recogieron la mesa, fregaron los cacharros y barrieron el suelo. Su madre se sentó a ver la televisión y el chico se fue a su habitación. Como cada viernes, tenía una hora para leer y el chico se abalanzó por uno de sus cómics y se sentó en la cama para devorarlo.
Una hora después su madre fue a la habitación para darle las buenas noches y arroparle. En cuanto cerró su puerta, el chico abrió uno de los cajones de su mesita de noche y a oscuras estuvo tanteando hasta que su mano se cerró sobre el objeto que tanto ansiaba: su linterna. Sabía que su madre volvería al salón a ver la tele y que se quedaría dormida y eso le proporcionaba un buen rato para seguir leyendo. Era algo que hacía todos los viernes. Enganchó la linterna a la parte superior de su cómic, se recostó y se puso a leer ávidamente, con la esperanza de que su madre se quedara horas adormilada en el sofá.
Un sonido muy débil lo despertó de madrugada. El chico se frotó los ojos y se sentó en la cama. El cómic se había caído al suelo y la linterna estaba apagada. Creyó que el ruido del cómic al caer era lo que le había despertado. Nunca se había quedado dormido mientras leía y esperaba que su madre no hubiera entrado en su habitación porque lo habría descubierto y sus noches de lectura a escondidas se habrían terminado. Buscó el libro en el suelo, cogió la linterna y la encendió y apagó varias veces para comprobar que funcionaba correctamente. La volvió a guardar, dejó el libro sobre la mesita de noche y se dispuso a dormir. La noche siguió avanzando con calma…
Poco tiempo después se sentó en la cama rápido como un rayo y con el corazón desbocado. Su respiración era cada vez más fuerte y el miedo hizo que un sudor frío cubriera su cuerpo. Tres golpes en la puerta de su habitación. Estaba completamente seguro de que aquello era lo que le había despertado. Habían sido muy débiles pero en el silencio de la noche habían resonado con claridad. El recuerdo de todo lo vivido en la tarde hizo que el pánico se apoderara de él. Los fuertes golpes, la macabra risa… Se había obligado a creer que todo era una broma pesada de algún amigo para evitar pensar en otras cosas más sombrías e indescriptibles pero al escuchar de nuevo los golpes no tuvo más remedio que reconocer que aquello no era obra de ningún amigo y aquella certeza hizo que las lágrimas acudieran a su rostro y llamara a su madre. Pero su madre no venía y en su cabeza revoloteaban ideas oscuras y terribles que lo aterraban cada vez más y lo impulsaban a llamar más fuerte a su madre. Callaba un momento con la esperanza de oír la voz de su madre diciéndole que no se preocupara, que ya lo había escuchado y que iba hacia la habitación. Pero en vez de eso, el silencio de la noche solo fue roto por una débil risa. Al oír aquel sonido se tumbó en la cama y se tapó con su edredón con la esperanza de que ejerciera de escudo ante aquel desagradable sonido. Sin embargo, bajo el edredón no estaba a salvó de las ideas que cruzaban su mente. No oía nada y decidió salir corriendo hacia la habitación de su madre. Se destapó y se dirigió con sigilo hacia la puerta. Encendió la luz y pegó la oreja a la puerta. Todo estaba en silencio. Abrió despacio y salió al pasillo. Dio unos pasos y se quedó inmóvil. La habitación de su madre estaba al final del largo pasillo. Sólo necesitaba dar unos pasos más pero un temor vago e irracional le invadía; parecía como si algo le esperara agazapado en la sombra y presa de ese miedo se dio la vuelta y se dirigió a su habitación. Al llegar al vano de la puerta se detuvo. Sus ojos se abrieron enormemente y un alarido de terror atravesó su garganta y rasgó el silencio de la noche. Sentado en su cama algo lo miraba. Aquello le dirigió una reluciente y perversa sonrisa. Muerto de miedo el chico se tapo los ojos e instintivamente se giró para salir de la habitación pero chocó con la puerta y cayó al suelo. De nuevo todo quedó en silencio.
Segundos después unos pasos apresurados cruzaban el pasillo. La mujer, con una voz ligeramente alarmada, preguntaba a su hijo qué había pasado. Vio que la puerta del dormitorio estaba abierta y la luz encendida. Se dirigió con paso acelerado hacia allí mientras volvía a preguntar a su hijo si estaba bien. Como toda respuesta, de la habitación salió una débil e inquietante risita.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado abril 2011
    Hola Liara, ratos que no venias:):p:D
    Muy espeluznante el cuento, da sustico:eek::eek:;):p:)
  • LiaraLiara Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2011
    Gracias por dar tu opinión y por acordarte de mi, la verdad es que entro poco :D:D
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado mayo 2011
    si, tan poco que cuando entrás, asustas con tus cuentos:eek::eek::p:):D
  • Juan HumblebyJuan Humbleby Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2011
    Muy bueno. Estoy trabajando, este lugar es un despelote de gentes y ruidos y también me atrapó la lectura de este. Yo creo que la historia es buena, pero la manera en que la has contado es incluso mejor. Gracias Liara...
  • LiaraLiara Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2011
    amparo bonilla escribió : »
    si, tan poco que cuando entrás, asustas con tus cuentos:eek::eek::p:):D

    Se hace lo que se puede :D:D

    Juan, me alegra que la historia te haya podido aislar unos minutos del "mundanal ruido". Muchas gracias por comentar, de verdad. :)
  • ro08maro08ma Garcilaso de la Vega XVI
    editado mayo 2011
    alguien o algo acaba de tocar a mi puerta:eek::eek::eek::(
  • MigueliuxMigueliux Pedro Abad s.XII
    editado abril 2012
    Caray, en lo personal no me gustan mucho los de terror, pero este ah como me ha gustado, me lo imagine tal cual, describes muy bien la situación y los personajes.

    Me declaro tu fan :D:D
  • minatufeminatufe Anónimo s.XI
    editado abril 2012
    Muy angustioso. Me encanta la parte en la que el niño se debate por desobedecer o no. Todos hemos pasado por ahí.

    Creo que las preguntas ralentizan la lectura porque invitan a reflexionar. Podría quedar más fluido cambiando frases del tipo:

    Pensó en llamar a su madre pero ¿y si se asustaba? o peor aún ¿y si se enfadaba y no volvía a dejarlo solo?

    Por algo como

    Pensó en llamar a su madre, pero decidió no asustarla o, peor aún, enfadarla y que no le volviese a dejar solo
  • Le FanuLe Fanu Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2012
    Hola Liara, al leerlo se ve que lo tuyo es el terror... de aquel psicológico, del que asusta. Describes bien las emociones del niño, además las haces creíbles. Encuentro que en algunos tramos del relato te repites mucho. "el chico" "el chico". En mi opinión no hace falta que repitas tanto el sujeto en el mismo párrafo, se sobreentiende o también puedes usar algún pronombre. Hay varias palabras como "esperanza" y alguna otra que se repiten dentro de un mismo párrafo. No sé... suena mal al leerlo, también he echado de menos alguna que otra coma más para respirar entre frases. Pero a pesar de todo me ha parecido un texto muy interesante. hasta la próxima Liara.
  • LiaraLiara Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2012
    Migueliux, Minatufe, Le Fanu: gracias por comentar y por vuestros consejos!!!

    La próxima vez repasaré el texto más detenidamente, revisaré la puntuación y procuraré no repetirme tanto (es verdad que hay cosillas que suenan mal, sobre todo en el penúltimo párrafo, con tanto "el chico" y "la madre").

    Muchas gracias!!
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