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En la tierra del sotano

KroyadKroyad Anónimo s.XI
editado abril 2011 en Negra
Marta López, seguramente no se imaginaba, cuando despertó por la mañana, que moriría al terminar la noche.
Ella tan solo quiso salir a divertirse, después de una dura jornada de trabajo en la oficina. No tenia un trabajo especial, ni interesante, tampoco estaba muy bien pagado. Trabajaba de secretaria en una empresa que se dedicaba a la venta de materiales de construcción. Algo que realmente no la emocionaba, pero era lo que había. Ya hubiese preferido ella poder seguir con sus estudios y sacarse la carrera de artes visuales, como tenia pensado hacer al terminar el instituto. Pero la vida, que daba muchas vueltas, la trato de aquella manera y tuvo que ponerse a trabajar antes de la cuenta. Al menos el trabajo que tenía ahora era preferible al anterior de cajera en un supermercado.
Y ahora estaba allí, inconsciente, tumbada en una mesa de trabajo de aluminio, totalmente desnuda, sujetada con unas gruesas correas de cuero. Tan fuertemente abrochadas y ceñidas a su delgado cuerpo que le dificultaba el respirar.
Estaba en una sala en penumbra, con tan solo una bombilla de cuarenta voltios, a metro y medio por encima de Marta, justo en el medio de aquella habitación que debía ser un sótano, por que estaba llena de muebles y cachivaches antiguos llenos de polvo. Olía mucho a humedad y a tierra, pues el suelo era de tierra aplanada o tenia una buena capa de ella. Junto a la mesa en donde descansaba Marta, había otra mesa, del mismo tamaño y material que la otra, en la que estaban escrupulosamente colocados multitud de cuchillos, que iban desde uno enorme de cocina a un bisturí, ordenados por tamaño, todos tenían la misma separación exacta y estaban colocados a la misma altura, guiándose por las puntas de sus filos. También había otras herramientas, como unas tenazas o varias sierras de distintos tamaños y multitud de ampollas y jeringuillas. Al fondo de la sala, a la espalda de Marta, están las escaleras, que eran de madera y parecía muy vieja; como el techo, que parecía crujir aunque nadie lo pisase y muy posiblemente se mantenía de una pieza gracias a las gruesas vigas de acero que lo sostenía y a un complejo entramado de tuberías de plomo que lo recorrían.
Aparte de Marta, no parecía que hubiese nadie más allí. Y, después de varias horas en las que estuviese ella allí inconsciente, seguramente debido a algún potente cóctel de drogas, Marta López, despertó en medio de aquel sótano llena de somnolienta confusión.

Aturdida debido al efecto de las drogas que aun, tal vez, solo habían comenzado a disiparse en su cuerpo. Apenas lograba mantener los ojos abiertos y la luz que tenia justo encima de su cabeza no la ayudaba demasiado, aunque fuese bastante tenue y apenas la dejase ver a más de dos metros de distancia, estaba lo suficientemente cerca de su cuerpo como para que la hiciese sudar, cosa que en contraste con el frió que sentía provenir del aluminio de la mesa la hacia tiritar.
Al poco tiempo de volver en si, se dio cuenta de que estaba atada y que apenas podía moverse. Asustada y alarmada, intento deshacerse de las correas que la apresaban, moviéndose lo poco que podía, esperando así que se le escurriera al menos uno de sus brazos para poder desatar el resto de sus ataduras. Consiguiendo tan solo causarse mucho dolor y quemarse su blanquecina piel con el roce del cuero.
Aunque que pensaba, aun si conseguía soltarse, seguía sin saber en donde estaba, seguramente encerrada en el sótano de algún depravado sexual, que la quería violar y matarla después para no dejar pruebas. Sin poder evitar echarse a llorar ante aquel pensamiento, nublando lo poco que podía ver con sus lagrimas.
Lo único que logro adivina fue que estaba en una especie de sótano, por todos los muebles llenos de telarañas y polvo que por el rabillo del ojo podía medio distinguir y por que olía mucho a humedad y podía llegar a ver, a través de la luz que la cegaba, unas viejas tuberías que recorrían el techo de madera. No conseguía recordar como había llegado allí. Intento gritar para pedir ayuda, pero no podía, tan solo lograba emitir mudos sonidos que intentaban ser palabras, pero que se quedaban en monosílabos sin significado alguno.
¿Cómo he llegado aquí? Era lo que se preguntaba y no recordaba. De lo último que se acordaba era estar bailando y riendo más de la cuenta, mientras bebían cubatas de ron con limonada.
Se quedo quieta, ya que lo de intentar deshacerse de las correas no había funcionado, y tan solo le sirvió para que le ardiese la piel que tenia en contacto con el cuero. Intento pensar, le costaba tanto respirar; ¿Qué paso?, si pudiese quitarse la tela empapada con su saliva que la estaba atragantado; ¿Por qué a ella?, estaba helada, el sudor de su cuerpo que se deslizaba empapando el metal en donde estaba atrapada, se enfriaba con rapidez en aquella humedad y le estaba poniendo el vello de punta; ¿Quién la hacia esto?, la piel enrojecida por el contacto con el cuero la estaba matando; ¿Por qué?, le estaba costando tantísimo respirar…
Recordaba haber salido de trabajar, llegar a casa, cansada, con la intención de darse un relajante baño, cenar algo, seguramente sobras de la nevera, y acostarse, después de leer durante un rato, para terminar de coger sueño. Pero todos sus planes para aquella noche cambiaron, cuando la llamo su mejor amiga, Alicia, quien le propuso salir a tomar unas copas, y después de varios minutos argumentándole el por que debía salir a divertirse, como que podría encontrar a un hombre que le diese un gusto a sus partes intimas o que hacia ya mucho tiempo que ellas dos no salían, la convenció y acepto, pensando que se merecía un respiro en su monótona vida.
Se ducho en vez de bañarse, se arreglo, vistiéndose con su mejor vestido de noche, uno negro muy corto, unos tacones altos, a juego con el vestido y maquillándose, pero no demasiado, lo justo para que se notase que lo estaba. No le gustaban nada esas chicas que iban todo el día con la cara pintada como payasos. Después salio de su apartamento y bajo a la calle a esperar el taxi que había llamado, prefería no conducir cuando iba a beber.
Unos diez minutos después llego al bar en donde había quedado con Alicia y sus otras amigas. Cenaron allí, ella una hamburguesa con Coca Cola Light y un café, para intentar quitarse el cansancio que comenzaba a entrecerrarle los ojos. Al terminar de cenar, fueron caminando hasta el pub, se llamaba El Cielo Azul y estaba en el paseo marítimo, solía ir mucho allí, las pocas veces que salía. No conseguía recodar nada más a partir de ese momento.

Comentarios

  • KroyadKroyad Anónimo s.XI
    editado abril 2011
    Sintió una punzada en su acelerado corazón, al escuchar sordamente, como si tuviese taponados los oídos, el chirriante sonido al abrirse una puerta de metal, seguido de un portazo y el recorrido de un pestillo hasta su cierre, abriendo los ojos de par en par y recobrando todos sus sentidos completamente.
    -Veo que has despertado- le dijo una voz, que era de hombre. Tan seria que le producía miedo. Marta, noto como el sonido de aquella fría voz iba aumentando mientras el hombre se iba acercando a ella. Escucho cada paso que dio al bajar cada peldaño de la vieja escalera de madera y cada pisada que dejo en la tierra. Intento ver como era el que le estaba haciendo esto, pero no podía verlo. Se podía mover tan poco que tan solo podía ansiar a verlo de reojo y no lo conseguía.
    Empezó a gritar, sus gritos eran ahogados por su mordaza, que se hundía cada mas en su garganta.- Tranquila, tranquila, te voy a quitar esto- le dijo refiriéndose a la mordaza que la estaba asfixiando.- No queremos que te ahogues y pierdas el conocimiento, seria toda una decepción- añadió, quitándole la cinta adhesiva de un fuerte tirón, que enrojeció la delicada piel de Marta casi al instante, sacándole después el trapo de la boca.
    Después le tapo la boca con su mano, enguantada en cuero negro y con la otra le pidió que guardase silencio, poniéndose el dedo índice en su boca.- Debes permanecer callada- le advirtió.- De todos modos nadie escuchara tus gritos aquí, excepto yo claro y resonarían demasiado en un sitio tan cerrado como este. Eso no me gustaría nada y tendría que portarme mal para hacerte callar- le amenazo casi en un susurro, tan frió, sin ningún tipo de emoción. Aquella voz la aterrorizaba tanto que no hubiera podido gritar aunque hubiese querido.
    Aparto su mano de los carnosos labios de Marta. Ella no dijo nada, no podía, de su garganta tan solo surgían mudos sollozos. Él se dio la vuelta, para revisar el estado de sus herramientas. Ella intento verlo, ahora que estaba tan cerca, pero al solo poder mover sus ojos, tan solo podía distinguir su cuerpo, vestido con ropas oscuras.
    -Seguro que te estas preguntando que diablos haces aquí- le comento sin darse la vuelta, entretenido en asegurarse que cada cuchillo estaba colocado como debía.- Sabrás el porque, incluso el como si quieres, antes de que todo esto termine.
    Marta escucho el sutil ruido de un filo al rozarse con metal, incluso llego a distinguir un fugaz brillo, al chocar la tenue luz de la bombilla contra el borde de algún cuchillo que su raptor cogió para asegurarse de que estaba bien afilado. Estaba asustada, muy asustada, tenia miedo de hablar, pero tenia que saberlo, tenia que saber por que aquel horrible hombre, que no conocía de nada, le estaba haciendo todo aquello.- ¿Por qué me estas haciendo esto?- le pregunto entre sollozos, con pánico, no quería que le volviese a meter aquella asquerosa tela que la ahogaba en la boca.
    -No Marta, no, yo no soy el culpable de que estés aquí ahora. Si no tú- respondió su helada voz.- Yo solo soy el ejecutor, quien te va a ayudar a expiar tus pecados- añadió, mientras seguía revisando sus herramientas de trabajo.
    -Oh, genial, me ha secuestrado un maniaco religioso- dijo Marta, más para si misma que para su siniestro captor. Aunque como lo dijo en voz alta él respondió.
    -No soy para nada religioso- respondió su seria voz.- No creo en ningún tipo de Dios.
    -¿Y que me vas a hacer?- le pregunto, parecía que hablar apaciguaba el enorme miedo que sentía en aquel momento.- ¿Violarme? ¿Robarme un riñón? ¿Qué?- siguió preguntándole, dejándose llevar más por la rabia, que comenzaba a crecer en su interior y que luchaba una cruenta guerra contra el miedo.
    -Por favor…- le respondió burlón.- No siento ningún tipo de atracción hacia ti- continuo, aunque no era del todo cierto, pues si que sentía una necesidad hacia ella, la necesidad de cobrar su falta.- Y el dinero no es lo que motiva mi vida- su voz, helada, tan insensible, tan muerta, la aterrorizaba tanto, que ni la rabia que sentía por estar atada, desnuda e indefensa, conseguía secar el frió de sus lagrimas.
    -Vas… vas… ¿Vas a matarme?- consiguió pronunciar finalmente en un susurro casi inaudible, entrecortando las palabras con sollozos.
    Él se dio la vuelta para mirarla y se inclino para susurrarle algo al oído.- Si- fue su helada respuesta, que congelo todo el cuerpo de Marta, que dejo hasta de temblar.- Pero tranquila- prosiguió irguiéndose de nuevo- No te va a doler, no mucho al menos- añadió, acariciándole suavemente su mejilla, haciendo que se estremeciese y avergonzase al mismo tiempo.
    Por poco estuvo a punto de vomitar al sentir su calido aliento, que olía a tabaco mentolado, chocar contra su rostro aterrado. Aquella fría voz… diciéndole que iba a morir, que la iba a matar y encima intento consolarla. Consiguiendo que se aterrorizara más de lo que ya de por si estaba.
    -¿Por qué?- le pregunto, pudiendo ver ahora el rostro de quien seria su asesino, que como su voz, parecía no tener ninguna emoción.
    Su piel era pálida, su rostro, varonil, estaba pulcramente afeitado, su pelo oscuro, castaño hubiese dicho Marta; pero lo llevaba cubierto con un gorro de lana negro que parecía ser un pasamontañas y tan solo podía verle un par de mechones que caían por su frente. Su cuerpo era esbelto, musculoso, debajo de su ropa oscura, una sudadera con capucha negra y unos vaqueros. No podía verlas, pero Marta creía que calzaba unas botas negras, militares seguramente. No le parecía la ropa mas apropiada para cometer un asesinato, dejaría huellas, fibras de la ropa, etc., o al menos era lo que siempre solía pasar en las series policíacas de la tele.
    -Tú mejor que nadie deberías saber el porqué- le respondió su asesino.- No te acuerdas de lo que hiciste. A pasado mucho tiempo; pero, esas cosas no se olvidan con facilidad, ¿No?, Marta- continuo.- ¿No recuerdas lo que hiciste?
    -No se de que estas hablando- le respondió ella mirando a sus fríos ojos. Pero si lo sabia, hizo algo hacia mucho tiempo, algo malo, muy malo y se arrepentía de haberlo hecho, pero ni aun así no se merecía aquello y no sabia como él podía saber lo que ella hizo.
    -No me mientas- le susurro con voy juguetona, si que por eso dejase de ser fría como el hielo.- Yo se lo que hiciste.
    -¡Quien coño eres tú!- le grito ella. Estaba furiosa, aun siguiendo estando totalmente asustada, le ardía el rostro de rabia y de vergüenza. Sin darse cuenta que tan solo estaba siguiendo el juego que su asesino le estaba haciendo jugar.
    -¿Aun no lo sabes?- le respondió.- ¿No te has dado cuenta? Salgo a menudo en las noticias.
    Marta intento exprimirse su confundido y asustado celebro, no era muy dada a ver las noticias, ni a leer los periódicos. Siempre terminaba enterándose de las noticias más importantes por medio de sus compañeros de trabajo, de sus amigas o incluso tomándose un café en un bar. ¿Quién podía ser?, se preguntaba, no conseguía recordar que le hubiesen hablado sobre ningún asesino que atase en una mesa a su victima desnuda. Aunque claro, eso no debía de ser de dominio publico. ¿Quién podía ser?...
    -Venga, Marta, piensa un poco, no puede ser tan difícil, soy bastante conocido en realidad- la apremio él, inclinándose sobre la mesa, para que ella pudiese ver su cara con mayor facilidad. No era que le atrajese ver los sentimientos y emociones que en ella afloraban, uno tras otro, no se regocijaba en su miedo, ni sentía lastima de sus lagrimas ni lloriqueos. Lo que sentía era curiosidad, porqué era algo que sabia que nunca seria capaz de experimentar; aunque con el tiempo, había aprendido a fingirlos muy bien. Tanto, que algunas veces parecía sentirlos mucho mejor que quien podía sentirlos de verdad.- Te diré como me suelen llamar, cuando hablan de mí. Si quieres- casi se podría decir que se estaba divirtiendo. Pero en realidad poco le importaba todo aquello, la chica, su miedo, incluso matarla no la atraía demasiado. Tan solo buscaba su cobro, hacia lo que debía, lo único que le daba razones para no asesinarse a si mismo.
    -¿Cómo sabes como me llamo?- le pregunto ella asustada.
    -Se muchas cosas de ti- fue su respuesta- Te daré una pista- añadió después- Dicen que soy muy “teatrero”- volvió al tema que el quería, a su juego.
  • KroyadKroyad Anónimo s.XI
    editado abril 2011
    A Marta lo que le dijo no le dijo nada en un principio. Después, recordó algo que escucho comentar a su jefe, mientras le entregaba unas facturas que debía enviar. Solo pensarlo le dio miedo- Eres… ¿Eres el asesino escénico?- le pregunto, sabiendo de antemano la respuesta.
    -¡Si! Ese soy yo- dijo su asesino, fingiendo que se estaba divirtiendo.- Aunque no me gusta mucho es nombre- reconoció.- Periodistas… creo que no saben ver la realidad que hay en mi trabajo.
    -Solo eres un puto asesino, ¿Qué esperabas?, cuando te cojan y seguro que lo hacen, se olvidaran completamente di ti y pasaran a otra cosa- era la rabia la que hablaba. Estaba desnuda, estaba atada a una incomoda mesa de aluminio que parecía querer congelarle el culo y le acababan de decir que iba a morir… Que le importaba ahora el miedo que sentía que recorría todo su cuerpo. No le valía para nada. De igual modo que parecían no serviles para nada sus ganas de vivir, por que no tenía ni una sola posibilidad de huir y sobrevivir.
    -¿Qué te hace pensar que me detendrán?- le pregunto sintiendo cierta curiosidad, el único sentimiento que era capaz de experimentar en ocasiones.
    -Siempre lo hacen. Tarde o temprano cometerás un error, dejaras una pista y te cogerán- le respondió Marta, descubriéndose envalentonada, aun temblando de puro miedo. Luchaba con lo único que podía, con palabras.
    -Y seguro que esperas que cometa ese error contigo- dijo él, cogiendo de entre sus herramientas una jeringuilla, de las que solían usar los diabéticos, y pinchando su fina aguja en una ampolla, succionando toda la droga que contenía.- Seria como si tu muerte fuese vengada- añadió, haciendo salir el aire que quedase en la jeringuilla, derramando un poco de droga en la tierra que era el suelo.
    -¿Qué es eso?- le pregunto alarmada, intentando alejarse todo lo que podía de aquella aguja.- ¿Qué vas a pincharme?- su envalentonada rabia se convirtió en un segundo en pura histeria.
    - Tranquila- le dijo retornando su gélida voz muerta.- Solo es un analgésico. A llegado el momento de empezar, y lo primero es cobrar mi trofeo- explico.- Seguro que te parece un tópico, pero me gusta guardar un recuerdo de mis trabajos- continuo.- Es un recuerdo doloroso y no es mi intención causarte dolor- mientras hablaba la cogió fuertemente de su mano izquierda, pinchándole después con manos expertas, inyectándole toda la dosis.
    Marta grito como una loca mientras él la pinchaba, intento zafarse de la presa de su mano, pero tan solo consiguió sentir más dolor.
    Debía de ser fuerte aquella droga, a los pocos segundos comenzó a sentir aquel típico cosquilleo de cuando se te duerme una mano, en las yemas de sus dedos- ¡Por qué me haces esto!
    -Dímelo tú- le respondió, alzando por primera vez su tono de voz por encima de un susurro.
    Marta callo, sin moverse, como si la voz muerta de su asesino la estuviese haciendo recordar. Y como olvidarlo, nunca pudo hacerlo y se avergonzaba de lo que hizo.
    Él le sonrió fingidamente. Veía en sus ojos que estaba rememorando lo que había hecho. Veía también su arrepentimiento, su vergüenza, pero ya era tarde para eso, tenia que pagar su falta y él era quien la cobraba, como ya se la había cobrado a muchos otros antes que a ella.
    Se dio la vuelta, cogió de la mesa unas tenazas y se volvió de nuevo hacia Marta, asegurándose que ella las pudiese ver perfectamente.
    En cuanto Martas las vio se le corto la respiración.- ¡No!, no, ¡No me hagas eso!- sus histéricas lagrimas nublaron su vista, comenzó a gritar, a aullar, intentando de nuevo deshacerse de sus correas, por mucho dolor que le causase hacerlo.
    -Tranquila, no te va a doler- le dijo él, volviendo a agarrar con fuerza su mano y agarrando la uña de su dedo índice con las tenazas.
    Su asesino tuvo razón, Marta no sintió ningún dolor, cuando sin ninguna piedad le arranco la uña. Pero si pudo sentir la presión de las tenazas, como la uña se iba desprendiendo de su mano y como la sangre caliente caía por su pierna y se mezclaba con su sudor.
    Grito como una loca, le suplico que no lo hiciese, creía que iba a enloquecer antes de morir. Pensaba que no se merecía eso, no, ni siquiera por lo que hizo. Deseo, al ver su uña aun en las tenazas, que todo aquello terminase de una vez.
    -¡Estas loco maldito cabrón!- le grito entre entrecortados gemidos- Matame ya si quieres, pero no me hagas sufrir más, por favor, por favor- suplico.
    -No nos adelantemos- fue la respuesta que Marta obtuvo de su voz muerta, insensible, mientras él guardaba cuidadosamente su trofeo en una pequeña bolsa de plástico para pruebas y la dejaba sobre la mesa, junto a las tenazas y el resto de sus preciadas herramientas.- Aun debes saber por que vas a morir.
    -Me vas a matar por que atropelle a un niño hace cuatro años y huí del accidente- confeso marta.- Es lo que querías oír- le dijo con lagrimas en sus mejillas.- Matame si quieres, me da igual. Solo seré una victima más para tu enloquecida mente.- sentía tanta vergüenza y al mismo tiempo tanto alivio, al haber podido contar a alguien; aunque fuese a su asesino, lo que hizo, que tan solo quería que lo que le fuese a hacer no le doliese demasiado.
    -No, no es por eso- le dijo, confundiéndola. Era lo que había hecho, no tenia ni una sola mancha mas en su vida, ningún otro pecado- Te voy a matar, por que ese niño, estaría vivo, ahora, si tú no le hubiese negado auxilio.
    A Marta le pareció que le hizo más daño su forma de decírselo, que lo que le dijo en realidad.-No te creo, tú no estabas allí, ¿Cómo puedes saberlo? Murió del golpe, estaba muerto antes de caer al suelo. No se movía. Por eso me fui. No servia de nada destrozar mi vida si ya estaba muerto.
    -Le gustaba mucho jugar a fútbol, los videojuegos y ver películas de miedo- comenzó a contarle con su voz muerta.- Quería ser futbolista o medico. Sacaba muy buenas notas y siempre hacia caso a sus padres, que lo querían con locura y ahora, por tu culpa, están separados.- continuo. Marta no se podría creer lo que le estaba contando, estaba segura de que se lo estaba inventando.
    -Estas mintiendo, ¿Cómo podrías tú saber todo eso?- le pregunto incrédula, sintiendo nauseas por la sangre que le seguía brotando del dedo. Se impregnaba en su muslo y se secaba con rapidez con el calor de su cuerpo, pareciéndose a una especie de mascarilla pegajosa.
    -Es difícil de explicar, pero, si quieres, te lo puedo enseñar- no espero, con suavidad le puso la mano derecha sobre su sudorosa frente.- Esto es lo que vi, cuando me choque contigo hace dos semanas en el Metro- añadió y luego sus inexpresivos ojos miraron fijamente los asustados ojos de Marta.

    Fue muy extraño para ella. En un principio, no vio nada más que los ojos de quien la iba a matar y podía sentir su enguantada mano en su frente, nada más. La sangre de su dedo la estaba desquiciando y la herida le estaba comenzando a escocer.
    Pero de repente, ya no estaba en aquel maldito sótano. Era de noche y se veía a si misma conducción el conche con el que atropello a aquel muchacho. Parecía como si estuviera soñando, flotando en el aire que había dentro del coche.
    Ella parecía cansada, recordaba que lo estaba y mucho. Aquel día se tuvo que quedar trabajando hasta tarde, para terminar de transcribir unos informes.
    La ella que conducía estaba distraída, acaba de encender la radio para que la ayudase a no dormirse y estaba buscando una emisora que le gustase; no sabía como se programaban en la memoria y siempre tenia que sintonizarlas.
    La Marta que flotaba vio al chico, estaba montando en bici y se acercaba muy rápido a la calzada por la derecha. La ella que conducía no se dio cuenta hasta que fue muy tarde. Entonces lo vivió de nuevo. El fuerte golpe… ese ruido, jamás pudo olvidarlo. Esta vez fue peor, por que pudo ver como el niño salía despedido por encima del parabrisas y se estrellaba contra el suelo al pasar el vehículo. Grito.
    La Marta conductora freno en seco. No dejaba de repetir una y otra vez lo mismo “¡Oh Dios mío! ¡Dios mío! ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?”. Estaba intentando despegar sus manos del volante, que parecía que se habían quedado pegadas de lo asustada que estaba. Cuando lo consiguió, salio de su coche. Tenia un golpe en el morro, la luz derecha estaba reventada y el parabrisas agrietado. Había sangre, mucha sangre. Temblaba, vio el cuerpo, estaba retorcido y un espeso charco de sangre comenzaba a crecer a su alrededor. Estaba inmóvil, parecía que ni respiraba.
  • KroyadKroyad Anónimo s.XI
    editado abril 2011
    Marta comenzó a caminar hacia él, torpemente, conmocionada. Pero cuando llego a la altura de la parte trasera de su vehículo se detuvo. Estaba claro que estaba muerto, no se movía y había tanta sangre… no, no podía estar vivo.
    De alguna manera, pensó que era inútil quedarse a ayudarle y volvió rápidamente a meterse en su coche. Después de mirar una vez más el cuerpo del muchacho por el retrovisor, acelero todo lo que puedo, lo más rápido que pudo, intentando de alguna manera de la que ni siquiera se dio cuenta, olvidar a aquel niño.
    La Marta que flotaba no siguió a la Marta que huía. En vez de eso, como guiada por una mano invisible, fue guiada hacia el cuerpo moribundo del muchacho que dejo morir. No quería mirar, no quería verlo, pero no podía cerrar los ojos, llegando a pensar que no tenia parpados que cerrar.
    Marta se hecho a llorar, al ver el rostro ensangrentado del niño. No debía tener más de doce años y, cuando llego hasta él, pudo ver como de su pequeña boca salía vapor de aire, aparte de un hilillo de sangre. Estaba vivo y ella lo abandono y dejo que se desangrase hasta morir. No podía aguantarlo más. Se puso a gritar, aunque no escuchaba su voz. Grito desesperada, pidiéndole a su asesino que tuviese piedad y la dejase salir de ahí.

    Cuando su mente volvió, sus ojos se cegaron con la luz de la pequeña bombilla, que parecía mirarla acusadora. Aun seguía gritando, moviéndose lo poco que podía, intentando soltarse de sus correos aun sabiendo que era inútil intentarlo.
    -Tranquila- le dijo su asesino.- Ya esta- añadió, acariciándole su pálido rostro empapado en sudor. Por muy extraño que le pareciese a Marta, el hombre que iba a matarla consiguió que su corazón dejase de latir como si quisiera huir de su pecho. Una vez ella estuvo más calmada, él siguió hablándole.- Tardo en morir casi una hora… del golpe se secciono la femoral- le dijo, aunque ella no quería saber más.- Es la arteria que lleva la sangre a las piernas, pasa por aquí, por ejemplo- le enseño, antes que Marta le pudiese decir que no quería saberlo. Le puso la mano en el interior del muslo izquierda, para indicarle, y con suavidad lo recorrió hasta la rodilla, haciendo que el cuerpo de Marta se estremeciese ante el tacto de su mano enguantada.- Hubiese sobrevivido, si le hubieses taponado la herida con la mano y pedido ayuda. Seguramente te habrían detenido, e ido a la cárcel durante unos años. Pero estaría vivo. Ahora mismo estaría terminado el instituto, tendría novia, seguramente Laura, su amiga desde preescolar- cada palabra que él le decía sobre aquel que mato, era como si le clavase una afilada aguja en el corazón, no podía seguir aguantando aquello mucho tiempo más. Ya se sentía culpable y avergonzada por lo que hizo; pero, lo que se seguía preguntado es por que no la cogieron. Cada día deseaba cambiar su vida por la del niño, pero no podía.- Pero por tu culpa, por tu error, esta muerto y ahora tu vas a morir. Pagaras tu falta muriendo como él lo hizo- le dijo finalmente. Esperaba que se pusiese a llorar de nuevo o a gritarle o insultarle, como hicieron otros antes que ella. Pero no dijo nada, no hizo nada, era como si se hubiese rendido o aceptado lo que él iba a hacerle. Incluso hubiese sentido lastima por ella, si fuese capaz de sentirla.
    Sin más palabras, cogió el bisturí de entre sus herramientas y le secciono la arteria, de la que comenzó a emanar sangre a chorros, con la misma intensidad que los latidos de su corazón. Marta no se quejo, ni se movió, ni le dijo nada. Tan solo lo miro aliviada, como si se hubiese desprendido de un peso que la había estado torturando.
    -Tardaras menos en morir, he cortado profundamente. Un par de minutos, como mucho cinco- le explico, sin saber por que, no lo había hecho con ningún otro.- Ahora me iré, morirás sola como lo hizo él- y después de mirarla una vez más, comenzó a caminar hacia la escalera.
    -Gracias…- fue lo último que le dijo ella en un pequeño murmullo que casi pensó que se lo había imaginado.
    Media hora después volvió a bajar y preparo el cadáver para escenificar su escena del crimen. Asesino Escénico lo llamaban. Cobrador Justo se llamaba él a si mismo.

    FIN



    Espero que os haya gustado.
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