Para escapar esa noche del enorme geriátrico las cuatro viejas debieron de correr por los oscuros pasillos como nadie hasta entonces. Por fuerza las nonagenarias debieron haber subido y bajado escaleras, forzado cerrojos, atravesado rejas, ventanas y saltando altos muros. Increíble que a sus noventa y tantos años lograran aquello sin ser vistas por nadie, burlado a los guardias, a los otros internos y a los modernos dispositivos de seguridad. Antes de la fuga, la mas vieja escribió un raro mensaje para la posteridad en su silla de ruedas: “A veces la vida es un bello misterio”. Hasta ahora los familiares de las fugitivas no tienen noticias; y la policía no ha logrado encontrarlas…
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