Cuando hablamos de cacao, a la mente nos viene la imagen de una suculenta tableta del mejor chocolate. Chocolate es sinónimo de dulce, de placer, de calorías para algunos. No obstante, si amalgamaos chocolate y Costa de Marfil, la cosa cambia mucho, y para peor.
Por qué digo esto, porque en Costa de Marfil los recolectores del cacao no son otros que los niños, que por 4 centavos al día, y en muchas ocasiones, completamente gratis, recolectan dicho fruto para las grandes multinacionales en completa explotación. La inmensa mayoría de los jóvenes son secuestrados, obligándoles a hacer dicho trabajo como esclavos. Otra forma de llegar a dicha explotación es a través de sus propios padres, que inmersos en una pobreza salvaje, optan por vender a sus hijos a las mafias que se dedican a la recogida del cacao.
Las cifras hablan por sí solas. Alrededor de 20.000 niños de entre 7 y 14 años fueron secuestrados para trabajar en la recogida del cacao, ese bien tan apreciado en occidente, capaz de quitar el sueño, de acompañar a la tarta más exquisita, un afrodisiaco que muchos se empeñan en consumir para curar su desapetencia sexual.
Y mientras nosotros comemos chocolate, compañías como Nestlé, Hershey o M&M/Mars seguirán enriqueciéndose, y por consiguiente, seguirán comprando el cacao corrupto y pro-conflicto de Costa de Marfil. Gracias a estas compañías internacionales, el asesino y ex presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, continuará recaudando dinero para conseguir su único fin, levantarse en armas y crear otra sangrienta guerra civil...
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