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Luis Cernuda

samanthasamantha Pedro Abad s.XII
editado enero 2014 en Literatura
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.


Comentarios

  • POLIXENAPOLIXENA Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2010
    Gracias por rescatar este hermoso poema del "olvido"
    Un beso Samantha
  • WatasiWatasi Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2010
    Un genio.


    Soliloquio del farero


    Cómo llenarte, soledad,
    sino contigo misma...
    De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
    quieto en ángulo oscuro,
    buscaba en tí, encendida
    guirnalda,mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
    y en tí los vislumbraba,
    naturales y exactos, también libres y fieles,
    a semejanza mía,
    a semejanza tuya, eterna soledad.


    Me perdí luego por la tierra injusta
    como quien busca amigos o ignorados amantes;
    diverso con el mundo,
    fui luz serena y anhelo desbocado,
    y en la lluvia sombría o en el sol evidente
    quería una verdad que a ti te traicionase,
    olvidando en mi afán
    cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

    Y al velarse a mis ojos
    con nubes sobre nubes de otoño desborda
    dola luz de aquellos días en tí misma entrevistos,
    te negué por bien poco;
    por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
    por quietas amistades de sillón y de gesto,
    por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma
    , por los viejos placeres prohibidos
    como los permitidos nauseabundos,
    útiles solamente para el elegante salón susurrado,
    en bocas de mentira y palabras de hielo.

    Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
    que yo fui,
    que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
    por ti me encuentro ahora, contelados hallazgos,
    limpios de otro deseo,
    el sol, mi dios, la noche rumorosa,
    la lluvia, intimidad de siempre,
    el bosque y su alentar pagano,
    el mar, el mar como su nombre hermoso;
    y sobre todo ellos,
    cuerpo oscuro y esbelto,
    te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
    y tú me das fuerza y debilidad
    como el ave cansada los brazos de la piedra.

    Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
    oigo sus oscuras imprecaciones,
    contemplo sus blancas caricias;
    y ergido desde cuna vigilante
    soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
    por quienes vivo, aun cuando no los vea;
    y así, lejos de ellos,
    ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
    roncas y violentas como el mar, mi morada,
    puras ante la espera de una revolución ardiente
    o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
    cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

    Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
    oigo sus oscuras imprecaciones,
    contemplo sus blancas caricias;
    y erguido desde cuna vigilante
    soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
    por quienes vivo, aun cuando no los vea;
    y así, lejos de ellos,
    ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
    roncas y violentas como el mar, mi morada,
    puras ante la espera de una revolución ardiente
    o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
    cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

    Tú, verdad solitaria,
    transparente pasión, mi soledad de siempre,
    eres inmenso abrazo;
    el sol, el mar,
    la oscuridad, la estepa,
    el hombre y su deseo,
    la airada muchedumbre,
    ¿qué son sino tú misma?
    Por ti, mi soledad, los busqué un día;
    en ti, mi soledad, los amo ahora.
  • InoayazulInoayazul Anónimo s.XI
    editado enero 2014
    ¿Habéis escuchado el homenaje que Sabina hace a este poema en la canción con el mismo título? (...)y la vida pasó, como pasan las cosas que no tienen mucho sentido (...)
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