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Millones Asediados

madeiromadeiro Gonzalo de Berceo s.XIII
editado abril 2008 en Ensayo
“El trabajar es la ley,
porque es preciso adquirir”.

La vuelta de Martín Fierro – José Hernández

Por las mañanas, de lunes a viernes, mi despertador suena a las siete y media.
Mi esposa ya está levantada y terminando de preparar a mis dos hijos menores para ir a la escuela.
Yo me cambio y estoy con ellos unos minutos hasta que se marchan.
Al rato vuelve mi esposa, desayunamos y salgo a tomar el colectivo hacia mi trabajo.
Regreso a casa pasadas las siete de la tarde.
Un amigo mío tiene peor suerte. Él entra a su trabajo a las siete para salir doce horas después. En las mañanas, mientras desayuna, sus hijos todavía duermen.
Hace muchos años, yo vivía con mis padres en Longchamps, un pueblo distante aproximadamente 20 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. En aquel tiempo el tren no era eléctrico y era lento. A las seis de la mañana, en la estación yo abordaba alguno de los vagones que llegaban repletos de obreros y empleados. Muchos de los que allí estaban vivían aun más lejos. Esto representaba hasta una hora más de viaje.
Seguramente, mi relato te resulta familiar. Tú mismo debes salir todos los días a una hora determinada hacia el trabajo para regresar con la puesta de sol.
Si tu labor se desarrolla en alguna ciudad capital y tienes la “suerte” de contar con algunos minutos para salir al mediodía, ves a cientos y cientos de personas atestando las casas de comidas, o sentados en las plazas consumiendo su vianda. Quizá nos hemos visto alguna vez.
“Imagínate que todos compartiéramos el mundo”, escribió John Lennon en su canción Imagine. Tú ¿Estás en la lista de los que imaginan y desean eso?. Si es así, entonces estoy seguro que “pueden decir que soy un soñador, pero NO SOY EL ÚNICO”.
Yo, al regresar a casa, tomo algo mientras converso con mi mujer y mis hijos. Un par de horas después estamos cenando. Antes de eso, suelo hacerme un espacio para escribir. No siempre puedo, no siempre tengo ánimo o inspiración; con frecuencia, el agotamiento de un día de trabajo no me permite hacer demasiado.
Pero siempre, desde que me levanto por las mañanas hasta que me acuesto en las noches, pienso en lo necesario que es trabajar por un mundo mejor; para mis hijos, para mi mujer, para mí y también para ti. Porque si TÚ no estás incluido en mi proyecto de bienestar, ahora que comprendemos mejor la interrelación entre todos los organismos de la Tierra, que sabemos que globalización es un sinónimo de “estamos todos en el mismo barco”, si TÚ no estás incluido en mi proyecto de bienestar, sólo estoy respondiendo a un interés egoísta. Y ¿No es eso lo que solemos criticarle a tantos que andan por allí abandonando a su suerte a los pobres, desatendiendo las miserias humanas que podrían ayudar a reparar?; ¿No despierta nuestra repugnancia el desenfrenado interés egoísta de algunos por acumular cada día más y más?.
Confío en que Tú también, cuando piensas en la construcción de un mundo mejor, no dejas de sumar al lado de tus seres amados a aquellos a quienes no conoces.
Pero lo cierto es que nuestros trabajos, nuestros diarios quehaceres, nos obligan a dedicar cada día más horas a ellos y menos a nosotros y nuestros proyectos.
“Hombres y mujeres rehuyen las dificultades ajenas a sus trabajos e, inmersos en los requerimientos concretos del quehacer cotidiano, rehúsan reflexionar sobre el sentido de sus vidas y su vocación fundamental” (El silencio de DIOS, José Manuel Saravia, Emecé Editores, Pág.129).
Necesitamos un mundo mejor, debemos ocuparnos en la creación de un mundo mejor. Pero, tras doce horas de trabajo, ¿Qué fuerza tendrá mi amigo para sumarse a ese proyecto?; ¿Cómo hará para hacer lo que quisiera si además siempre hay labores pendientes en la casa?; ¿Quién forma para un mundo mejor a los niños cuyos ambos padres tienen que salir a ganarse el pan?; ¿Qué liberación femenina disfruta la mujer que se ve obligada a ejercer labores fuera de su casa cuando desearía estar con sus pequeños?; ¿Qué ideales anidan los niños que tienen que trabajar?.
Necesitamos hacer un mundo mejor pero nos agobian cada día con más horas de trabajo, con menos tiempo familiar, con una creciente escasez de comunicación.
No estoy exaltando a alguna ideología.
Simplemente, estoy preguntando ¿Hacia dónde vamos casi seis mil millones de habitantes del planeta?. ¿Cuándo comenzamos a hacer el mundo que queremos?.
Es tiempo de rever todas las actitudes egoístas y fomentar la diaria ejecución del altruismo, de la solidaridad, de la justicia y de la vocación por la verdad.
Debiera haber no sólo trabajadores interesados en esto. También deberían sumarse sus empleadores. Los dirigidos y los dirigentes, los estudiantes y los maestros, los que gozan del arte y los artistas, los que reciben el beneficio de la ciencia y los científicos, los gobernados y los gobernantes. Todos deben comprender la necesidad de terminar con un materialismo que sólo logrará la extinción del concepto de familia, de amistad, de prójimo, de humano.
En el escaso tiempo que nos queda, todavía es posible que juntos, con resolución y constancia, podamos alcanzar un mundo para todos.
“Podrán decir que soy un soñador”... Por favor, demuéstrame que no soy el único.

Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Daniel Adrián Madeiro.
Todos los derechos reservados para el autor.

Las obras de mi autoría publicadas aquí o en otros sitios de la Internet, son de distribución LIBRE y GRATUITA, siempre que sea sin fines de lucro, respetando el texto y citando al autor. Si lo haces, me gustará saberlo. Será un placer que alguien los encuentre útiles para obtener fondos destinados a un fin solidario comprobable como, por ejemplo, ayudar a niños pobres. ¡Que DIOS te bendiga!

Comentarios

  • Alois BoergesAlois Boerges Fernando de Rojas s.XV
    editado abril 2008
    ¡No eres el único!
    Ahora mismo en todo el mundo muchisimas personas dan un paso al frente y ponen un ladrillo para construir ese mundo justo y equilibrado que anhelamos y que casi todos merecemos.

    Me parece admirable el aporte que haces al Foro. Tus textos y ensayos los considero bien trabajados y despiertan conciencias.
  • melquiadesmelquiades Pedro Abad s.XII
    editado abril 2008
    Hay una teoría que me encanta y es la de la pirámide de Maslow. No estoy muy de acuerdo en su forma, pero creo que su fondo da para pensar.

    Básicamente, y de forma escueta, intenta explicar que la autorrealización solo se la plantea el individuo cuando todas sus demás necesidades están cubiertas.

    La asociación con tu escrito la hago al pensar en que es la autorrealización para cada individuo y como asocia cada persona el altruismo con esa idea de autorrealización.

    ¿Sabes?, casi caigo en la tentación fácil de enredarme con las preguntas que planteas en tu texto ya que son muy inteligentes y van directas al grano, "¿Qué fuerza tendrá mi amigo para sumarse a ese proyecto?; ¿Cómo hará para hacer lo que quisiera si además siempre hay labores pendientes en la casa?; ¿Quién forma para un mundo mejor a los niños cuyos ambos padres tienen que salir a ganarse el pan?; ¿Qué liberación femenina disfruta la mujer que se ve obligada a ejercer labores fuera de su casa cuando desearía estar con sus pequeños?; ¿Qué ideales anidan los niños que tienen que trabajar?.", pero he reaccionado a tiempo.

    Planteas el problema centrándolo única y exclusivamente en la exigencia laboral, y yo creo que siendo el mayor obstáculo para la autorrealización (que en mi caso si incluye tanto a los "míos" como a los que no lo son) no es este el más importante.
    El factor fundamental que nos separa de la solidaridad es la voluntad de ser solidarios. Lo que imposibilita realmente el altruismo es que hoy en día la gente no quiere serlo.

    Yo también tengo hijos y en ellos es en los que veo el rechazo de la estructura social actual al altruismo. Y además les inculcan estos valores de competitividad extrema y elevación del "yo" sobre el "nosotros" de la forma más zafia e hipócrita que existe, maquillándola con barnices solidarios.

    Hace tiempo que no confío en cambiar el mundo desde las acciones directas contra lo establecido. Atacar una apisonadora armado solo con un abanico es estar abocado a que te dejen finito, finito como un folio de papel. Creo más en el cambio desde la educación de los niños. Valores como la generosidad, la tolerancia, el pensamiento frente al aprendizaje automático, etc., tienen que entrar en el día a día de nuestros hijos igual que los anuncios de la tele que les venden la play o un parque de atracciones, con tenacidad, machaconamente, de forma sutil en el momento indicado y de forma directa cuando estén receptivos.

    Los niños son absolutamente permeables y lo único que los retrae de aprender cualquier cosa es que la mayoría de los otros niños aprenda lo contrario, el aislamiento social... lo mismo que a los adultos.
    Si conseguimos, remando todos en la misma dirección, que sean capaces de pensar por ellos mismos y cuestionar lo que se les impone, desde el criterio propio de cada uno de ellos, habremos conseguido dar un paso enorme en la dirección de un mundo mejor.

    En cualquier caso tampoco me hago muchas ilusiones. En general nos dejamos vencer por esa fatiga laboral y esto nos provoca un absentismo general sobre cualquier otra cosa que no sea ducharnos, cenar y tumbarnos en la cama a dormir. Hemos entrado tanto en la dinámica de vivir para trabajar en lugar de trabajar para vivir que ya no vemos más lejos de nuestro cansancio.

    Escritos como el tuyo me devuelven algo de la fe, pero mientras seamos tan pocos los que remamos en esta dirección siempre iremos contracorriente y será muy difícil, que no imposible.


    Excusarme si no esta muy clara esta respuesta pero la escribi en el trabajo y ha tenido muchas interrupciones en su realizacion.

    Un saludo
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