¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

El psicoanálisis y la pasión de la cólera.

JavincyJavincy Fernando de Rojas s.XV
editado mayo 2010 en Literatura
El psicoanálisis y la pasión de la cólera.


Por Diana Etinger *

En estos tiempos, recurrir a una referencia de Descartes para examinar y descubrir el mecanismo de las pasiones parece una quimera. Sin embargo, ahora más que nunca, es imprescindible avanzar en el terreno de la ciencia y de la ética. Tal fue el propósito de Lacan cuando se propuso revisar la denominada psicología de los afectos deteniéndose en la cólera. El se preguntaba por qué, mientras que la ética se había interesado en este afecto, el psicoanálisis no había manifestado el mismo interés. Entonces, en la octava clase del seminario “La ética del psicoanálisis”, dictado entre 1959 y 1960, pregunta: “¿Lo que Descartes articula sobre la cólera los satisface plenamente?” Y reenvía a la lectura de Las pasiones del alma (ver en esta misma página).

Las referencias a la pasión de la cólera se localizan en la tercera parte del Tratado, “De las pasiones particulares”. A lo largo de varios artículos traza de manera casi completa la fenoménica de la cólera (Menithmós: enojo, cólera, ira, resentimiento).

Para la lectura de esta referencia conviene entender que las referencias que señala Lacan constituyen una clave de acceso a su enseñanza; siempre hay que buscarlas y, muchas veces, descifrarlas para entender y completar sus textos. Lacan propone un ejercicio y una hipótesis de trabajo sobre la referencia, que en este caso es la de Descartes.

Vayamos a la hipótesis de trabajo. “La cólera es una pasión, sin duda, que se manifiesta por tal correlativo orgánico o fisiológico, por tal sentimiento más o menos hipertónico”, dice Lacan en aquel seminario, y continúa: “Quizá la cólera necesita una especie de reacción del sujeto ante una decepción, al fracaso de una correlación esperada entre un orden simbólico y la respuesta de lo real. Dicho de otra forma, la cólera está esencialmente ligada a lo que expresa esta fórmula de Peguy, que lo dice en una circunstancia humorística: ‘Es cuando las pequeñas clavijas no encajan en los agujeritos’”.

Esto se aclara un poco más en el seminario “El deseo y su interpretación”, cuando Lacan explica que “un afecto fundamental como la cólera no es otra cosa que esto: lo real llega de golpe (...) en el momento en que nosotros hemos hecho una muy bella trama simbólica, o todo va muy bien, el orden, la ley, nuestro mérito y nuestra buena voluntad. Uno se da cuenta, de golpe, de que las clavijas no encajan en los pequeños agujeros”.

Para trabajar estas hipótesis son necesarias las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario. Estas permiten ordenar la experiencia, aprehenderla y entender qué implica el hecho de que, en el interior de lo simbólico, irrumpa algo real, muy perturbador. Ese real, real psíquico, más allá de la articulación significante y de los afectos, es un dominio móvil, confuso, mal localizado. Rescatando un término teórico freudiano, Lacan lo denomina campo de “La Cosa”. Este campo responde a la necesidad de investigar la cuestión de los diferentes goces y avanzar en el problema del mal, lo que “Freud designa como aquello que en la vida puede preferir la muerte”.

Dios, nada que ver

René Descartes (1596-1650) inauguró las bases de una ciencia en la que Dios no tiene nada que ver. A partir de Descartes, Dios es un supuesto, es la hipótesis de que existe, en alguna parte, un ser que pueda garantizar un saber no exclusivamente subjetivo. Lacan sostenía que “la característica de nuestra ciencia, y su diferencia con las antiguas ciencias, radica en que nadie siquiera se atreve a preguntar, sin caer en el ridículo, si Dios sabe algo de ella, si Dios hojea los tratados de matemáticas modernas para mantenerse al corriente”. Lacan dijo también que el psicoanálisis “no hubiera sido posible sino después del surgimiento del sujeto cartesiano, en tanto que la ciencia moderna no comienza sino después que Descartes hizo su paso inaugural”. Por otra parte, Descartes dedicó buena parte de sus reflexiones a esclarecer el misterio de la unión del alma y del cuerpo. La última obra de Descartes es el Tratado de las pasiones del alma, que consta de 212 artículos y es de sumo interés para el psicoanálisis y para la psiquiatría.

Tengamos presente que, desde hace años, se tiende a reducir la práctica psiquiátrica al diagnóstico y la prescripción de medicamentos. La práctica clínica se reduce así a clasificar conductas siguiendo las instrucciones de los manuales, para luego averiguar cuales son los psicotrópicos que alivien la tristeza y la desesperación. Descartes, en el Tratado, estimó que “si con un poco de iniciativa se pueden modificar los movimientos del cerebro en los animales desprovistos de razón, es evidente que eso mismo se puede conseguir en los hombres”. Los mecanismos para modificar de tal modo los “movimientos del cerebro” se denominan hoy reflejos condicionados y se usan en muchas “terapias”, con pronóstico reservado.

* Directora editorial de la publicación Referencias en la Obra de Lacan.

Comentarios

  • niranniran Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado junio 2008
    En "Odisea del rencor" Cioran ofrece una lectura de la pasión y la cólera que debe menos al psicoanálisis que al humor negro (podríamos llamarlo mejor "humor cioraniano"), la historia, la antropología, el pensamiento filosófico heterodoxo.

    Transcribo algunos fragmentos:
    <Para alcanzar no tanto la felicidad como el equilibrio, tendríamos que liquidar a una buena parte de nuestros semejantes, practicar cotidianamente la masacre tal como lo hacían nuestros afortunados y lejanos antepasados... yendo a cazar a cualquier hora del día, lanzándose sobre las bestias salvajes, era a sus congéneres a quienes abatían. Familiarizados con la sangre, podían fácilmente apaciguar su frenesí; no tenían ninguna necesidad ni de disimular ni de apaciguar sus impulsos asesinos, mientras que nosotros estamos condenados a vigilar y a refrenar nuestra ferocidad, a dejarla sufrir y gemir, pues no vemos sujetos a la necesidad de retardar nuestras venganzas o de renunciar a ellas>

    ¿Es por causa de ese "sufrir y gemir", por esa renuncia al llamado "placer de los dioses" que las pasiones y la cólera nos convierten en su presa?
    ¿Somos tan civilizados como creemos? ¿La cólera no será una expresión de nuestra insatisfacción por el ocultamiento de nuestros instintos?

    Sigue Cioran:
    <Nada nos hace mas desgraciados que la obligación de resistir a la llamada de nuestros profundos orígenes primitivos. Los resultados son esos tormentos de civilizado reducido a la sonrisa, uncido a la cortesía y a la duplicidad, incapaz de anular al adversario, salvo con la intención, abocado a la calumnia y, desesperado por matar, lo hace únicamente con las palabras, ese puñal invisible>

    "Las palabras, ese puñal invisible". Tengamos en cuenta esta sutil aseveración cuando las usamos.
  • williamwilliam Pedro Abad s.XII
    editado junio 2008
    La maldad tiene muchas raíces... Y muchos análisis... Pero no creo que la violencia sea el canal último de esa agresividad.

    Lo peor a lo que nos enfrentamos hoy no me parece tanto la contención de esa agresividad como la disolución del yo, tanto a nivel psicológico, como social y cultural. Al disolverse ese yo, en ese terreno devastado, la educación ya no puede funcionar. Y luego viene la violencia, claro, que es una pulsión siempre... Pero no me parece que venga de la frustración, sino de la incapacidad de categorizar los aspectos del mundo, de la pérdida de sentido de la realidad.
  • williamwilliam Pedro Abad s.XII
    editado junio 2008
    Lo cierto es que responder a este tema es muy complejo y cualquier respuesta apenas puede lindar con la inextricable estructura del asunto.
  • elena maríaelena maría Anónimo s.XI
    editado octubre 2009
    Hola a todos.

    El estudio de Lacan me parece complicado, y no se si me desencaminré mucho; pero la sensación descrita por Lacan en el seminario 8 de que "las clavijas no encajan" me recuerda a lo que describe M.Klein en cuanto al ataque oral. Dejando atrás la representación más fálica de esta metáfora, El ataque oral Kleniano (el del morder para ingerir y así digerir o poder regurgitar) tiene mucho que ver con la cólera, la ira...aunque casi siempre se encuadre teóricamente en el campo de la envidia. No sé qué pensaréis al respecto...
  • lilekalileka Anónimo s.XI
    editado octubre 2009
    elena maría escribió : »
    Hola a todos.

    El estudio de Lacan me parece complicado, y no se si me desencaminaré mucho; pero la sensación descrita por Lacan en el seminario 8 de que "las clavijas no encajan" me recuerda a lo que describe M.Klein en cuanto al ataque oral. Dejando atrás la representación más fálica de esta metáfora, El ataque oral Kleiniano (el del morder para ingerir y así digerir o poder regurgitar) tiene mucho que ver con la cólera, la ira...aunque casi siempre se encuadre teóricamente en el campo de la envidia. No sé qué pensaréis al respecto...

    El tema es desde luego apasionante. La cólera puede tener mucho que ver con la frustración, en general, y sobre todo cuando ésta es premeditada. Creo que M. Klein nunca pensó en que generar frustración en el hijo podía ser un acto premeditado de la madre y no solo o simplemente la envidia autogenerada del niño. El niño lo que siente es que, obviamente no es él quien controla el pecho, que está a merced de la madre; pero no es exactamente envidia lo que siente, sino impotencia, desamparo. La madre debe actuar de tal manera que mitigue esa sensación de desamparo. De lo contrario, da lugar a que emerja la envidia.

    Nuestras pulsiones a mi modo de ver en el sujeto "normal", están controladas y bien sublimadas. Si en algún momento algo desestabiliza ese control, o la posibilidad de sublimación, puede surgir la cólera o el horror o la desesperación. Va más allá del simple no poder meter la clavija, aunque a Lacan le gustan esos juegos de imágenes simples para darles contraste con otros postulados menos comprensibles. Puede ser devastador.
  • UlrichUlrich Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado mayo 2010
    A mi modo de ver, cuando Lacan utiliza la imagen didáctica de las clavijas, lo hace, en parte, para recordarnos que los afectos no vienen solos, sino acompañados. Que la “cólera”, en este caso, surge cuando la clavijita no entra en el agujerito, es decir, que sin su representación el afecto nomás no encuentra su dimensión de logro. Se trata, en pocas palabras, del afecto atrapado en la dimensión del significante. Por eso no es casualidad que Aristóteles en ninguna otra parte tratara mejor las pasiones que en el segundo libro de su Retórica. Y si a esas vamos, ¿por qué otra razón habría de salir a colación, en este preciso tema, «ese puñal invisible» de Cioran?

    El caso es que los afectos van siempre agarraditos de la mano a significantes, pero —y aquí viene lo interesante— resulta que, al igual que los humanos, a veces se divorcian y terminan con quien menos esperamos. Es la maravilla de lo Inconsciente, que al estar estructurado como un lenguaje, permite que el afecto haga enlace, y no un lazo cualquiera, sino uno pleno de sentido, ya escrito en otra parte. Por eso los afectos engañan. Y en suma, sólo hay un afecto que no miente: la angustia, pues es certeza ominosa en tanto señala algo que hace presencia en el lugar del objeto a.

    A propósito, les comparto una experiencia que tiene que ver con esto:

    Cierta día, una amiga me platicó sobre un miedo a las cucarachas. Esto era inusual en ella, pues hasta ese momento nunca había temido a los insectos. Una noche, relató, había visto cómo una se metía en su recamara y, al momento, rompió en llanto, siendo incapaz de volver a dormir en su cama. Aquella fobia repentina había captado su atención debido a que ese mismo día había vivido —según sus palabras— su “primer rompimiento” amoroso. Cuando la interrogo al respecto, evade la respuesta, y en su lugar, empieza a contarme algunos sueños recurrentes. Relata cómo en uno de ellos se veía dormida en una cama, pero presa del pánico, temerosa de que “una vez en mi cama, el cucaracho se me suba”.

    Como ven, ¡zaz!, de principio un término y un comienzo —al mismo tiempo— que a más de uno resultarán curiosos. Así de puntual es el Otro. Pero también todos esos significantes que arroja: el cucaracho, el ultraje de su recámara, la cama, el rompimiento, el “que se me suba”, el novio negado, la evasión de revelar la causa de aquella separación, etc. Con el tiempo me confesó que el novio la había dejado después de no haber correspondido a sus solicitaciones amorosas; nunca habían trascendido de algunos arrumacos en la cama, y le angustiaba el acto de entregar el tesoro de su doncellez.

    ¿Entonces?

    Simplificando de una manera muy grosera, la fobia es metáfora de un trueque: un rompimiento por otro; el noviazgo (simbólico) por la doncellez (el himen, la trasgresión de la carne). La angustia sexual que andaba flotando por ahí, se “reprime” y hace enlace con los materiales que arrojan las contingencias propias de la vida. En este caso, el insecto visto en la recámara se vuelve objeto fobígeno, significante del temor sexual...

    Curioso, ¿no? Lo interesante aquí es cómo detrás de todo síntoma se esconde siempre un discurso amordazado, relativo al Deseo y que muchas veces ni siquiera tiene la posibilidad de hacerse escuchar. Y esto es trágico, pues si Spinoza tenía razón, si el deseo es la esencia del hombre, entonces matamos algo de humanidad cada vez que pretendemos que una pastilla lo cure todo, ignorando ese factor deseante que es capaz de enfermar la carne.

    Saludos,
  • Pablo VilaltePablo Vilalte Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2010
    Dogmàtico-Descartianos los anàlisis, si cabe. S.

    C.

    Lacan...

    Q.

    Sus nietos terminaràn sacrificados al sol.-

    Pobres. Pablo.-
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com