Hay muchas cosas en esta vida que no me gustan y otras, las más, que me encantan.
Entre las primeras, tengo que confesar que, tal vez absurdamente, me duelen más las actitudes y los comportamientos que las ideas o las creencias. Seguramente porque estas últimas no dejan de ser una entelequia con daño potencial mientras que aquellos son la materialización del daño como un hecho real.
El daño físico me asusta poco. Lo soporto bastante bien. Sin necesidad de medicación. Huyo de ésta. Pero, naturalmente, no rechazo la posibilidad de que en algún momento de mi vida tenga que acudir a ella para sobrellevar el dolor.
Me atormenta más el daño moral.
Y dentro de los comportamientos que maldigo, el que me saca de quicio es el que surge desde la equivocación del que lo practica, desde sus propias debilidades y, a veces, desde su mala fé.
Me revuelve las neuronas (vamos que "se me va la olla") cuando alguien acusa a alguien o le tilda de reo de una falta que no ha cometido.
Me desquicia que la gente califique, juzque, condene a una persona sin más fundamentos que sus propias elucubraciones.
Últimamente los medios de comunicación se han hecho eco de un error "mediático-social" cometido en una persona acusada públicamente del asesinato de una niña en Tenerife. Una niña que, en realidad, murió fortuitamente tras la caída desde un columpio.
Hay que... fastidiarse.
A mi, a lo largo de mis 62 años de vida (o de lo que sea, últimamente, más "lo que sea") me han debido de atribuir hechos que no me corresponden unas diez veces. No más.
Las tres últimas por la misma persona.
Las tres últimas desde las interpretaciones sesgadas y la sinrazón.
Y me han hecho muchísimo daño.
Y me han sacado de quicio.
El tiempo todo lo cura pero esas actuaciones me resultan imperdonables.
A las personas mejor ni juzgarlas, no sea que te juzguen a tí y salgas malparado.
Y, si se les juzga, hágase por sus actos reales, no por los imaginados.
Es un tema que no puedo soportar.
Comentarios
Pero, sea juicio, sea prejuicio, lo cierto es que es difícil que el ser humano se mantenga ajeno, se inhiba de tomar posición ante las personas, los acontecimientos, las noticias, los hechos.
Me asusta más la posición de quien niega tener prejuicios, de quien niega haber hecho juicios precipitados.
Creo que, dada nuestra naturaleza, quizás lo que deberíamos imponernos es examinar la objetividad de nuestras actitudes, nuestras opiniones; nuestros prejuicios, en definitiva.
Ya que, aunque sea inconscientemente, vamos a adoptar una posición respecto a todo lo que nos rodea, al menos que seamos conscientes de que la tenemos, cuál es, por qué y qué datos objetivos la sustentan.
Me ha gustado tu post. Un saludo
por lo que basta que algun miserable suelte cualquier tipo de historia reprobable sobre determinada persona para que esta sea condenada y crucificada por su medio ,a menos que pueda o tenga la oportunidad de probar su inocencia.
Y cuando me ha pasado, lo que he sentido en un primer momento es confusión. En general la gente a mi alrededor es amigable. Y como a ti, no me sucede a menudo. Pero cuando sucede lo primero que sentís es lo vulnerable que sos.
Y empezás a preguntarte en un remolino mental qué hago, cómo reduzco el daño, cómo lo detengo, cómo evito que me perjudique de nuevo.
Sí, lleva un tiempo aceptar que cualquiera puede hacernos daño, luego decidir el curso de acción y finalmente aceptar que las cosas no son como deberían. Duele.
Pero afortunadamente hay gente que actúa con decencia también y en mi opinión es mayoría.
Saludos
Ahora lo entiendo todo...
"Ya he superado con nota la fase investigadora hace tiempo que no me interesa.
Además, es que hay cosas que saltan a la vista si se tiene buen ojo. Las mujeres... La intuición... Ya sabes.
Pero bah, no hagas caso. Son todo imaginaciones."
Que Santa Lucía le conserve la vista a la madame en cuestión. Y la intuición, que también se la conserve.
Hay cosas y personas que no tienen solución. Son seres superiores, infalibles e inequívocos.
Pero no dan ni una. Bueno, para ser exactos, dan una y fallan cincuenta.