¿Que no hablas de ti cuando escribes?

¿Que no hablas de ti cuando escribes?

Madre mía, ya te digo yo a ti que sí.

No me subestimes, escritor. No estoy hablando de que tus historias sean necesariamente autobiográficas ni del "yo no soy mi personaje"... Si uno fuera su personaje, los que escribimos ficción fantasía iríamos por el mundo así:


o con algo peor. Y los dibujantes de manga (o lo que sea esto que no lo sé) pues algo como este señor:


Que tampoco es que tenga nada de malo ir así por la calle; para gustos los colores y viva la libertad, pero cuando digo que hablas de ti no me refiero a esto. 

Cuáles son los temas que te preocupan?
Sobre qué escribes?
Dónde pones el foco de atención?
Qué detalles señalas, señalas, señalas como importantes?

El diablo vive en los detalles y tú también. Y esto ocurre porque:



Escribir implica la búsqueda de la palabra correcta.

¿Te has preguntado alguna vez sobre tus palabras correctas?

Porque, cuando somos narradores, aunque sea de historias presuntamente ajenas, la palabra más adecuada en cada caso es distinta para cada persona.

No se trata de que las midas (las palabras), sino de la palabra que te nace. Porque si las mides al final se ve el plumero porque te puedes liar.



Así pues, ¿cuáles son tus palabras perfectas, correctas, elegidas, adecuadas?

¿Llamas "mascota" a tu amigo animal?

¿Llamas "seguidores" a tus lectores?"

¿Eso de ahí para ti es una quisquilla o es un bogavante?! -insertamos foto de un elefante africano-.



La palabra correcta es intransferible en cada persona. Tu palabra habla de ti: de lo que priorizas, de lo que respetas, de lo que desprecias, de lo que quieres, de quién eres o quién crees ser. En tu palabra vives tú. Simple. Y yo en la mía, y ellos en la suya. Tolmundo de dios, y ahí se queda grabado, que la palabra escrita no se la lleva el viento.

Las cosas no las mostramos "como son"; las cosas las mostramos como somos. 
Las cosas no las vemos "como son"; las cosas las vemos como somos.

Esto explica ese tremendo fenómeno paranormal ¡¡¡!!! que ocurre al terminar un libro que nos ha encantado o nos ha dado náuseas: el sentimiento de que, entre líneas, hemos visto al autor que nos lo ha narrado. Cómo es eso posible?? ¡Pues es por esto!


Yay!!!

¿Eres consciente de lo que tus palabras cuentan de ti? Créeme, ¡quien te lee sí lo es!

E incluso, quizá, eso que uno cuenta de sí mismo sin querer le provoque arcadas o excitación sexual a otra persona, así como reacciones de pánico, amor, ira, aburrimiento, asco, o la mas absoluta indiferencia. A saber, mamita.

¿Te interesa o te importa esto? ¿Crees que puede provocar catástrofes y otros efectos indeseables en la promoción, el telemarketing y el merchandising de tu obra...? Nah, para gustos los colores, tú no te preocupes. Aunque lo recibido suele ser un reflejo de lo emitido, aquí como en todo... por eso igual conviene echarle algún vistacillo a todo lo involuntario que nos retrata. Hay personas a las que les cuesta darse cuenta de si caen bien o mal, al margen de que les importe un pito (PERO, a quien tiene motivos materiales le suele importar caer bien/gustar a muchos, a todoooos, aaaaah, ¡que esclavitud!). Hala la Reyes, cómo se pasa... no, es que, en fin, por esto es que cada vez que leo a alguien diciendo que cuando escribe no habla de sí, estoy como:



Porque todos hablamos, sí, hijo, sí. Todos. Y tú también, pastelitron. 

Buenas noches y besote chapapote