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Yo Viví un Hecho Sobrenatural

editado 26 de enero en Off-topic
Abro este hilo para que todos contemos algún caso paranormal que nos haya sucedido.
Sé que a lo largo de tu vida te han sucedido algunas cosas que no tienen explicación y este es el momento de narrarlas para que podamos asombrarnos y que esta noche todos vayamos a dormir con las luces encendidas.
Yo abriré el tema con algo que pasa en la Editorial donde trabajo:
Yo me desempeño como director de revistas en una Editorial donde realizamos libros de datos curiosos, revistas de cosas sorprendentes y otras publicaciones más.
Todo mundo trata de evitar estar a solas en el estacionamiento de la empresa, (que está en el sótano del edificio), ya que ahí suceden hechos sobrenaturales. Yo diariamente dejo mi auto ahí y les confieso que nunca he visto nada anormal.
Pero son varios los empleados que aseguran que en ese lugar se aparece una niña como de ocho o nueve años de edad.
Ella está pálida como un cirio, su vestido blanco está muy sucio y desgarrado y anda descalza. Su pelo negro está enmarañado y dicen que tiene una sonrisa escalofriante.
Varios compañeros me han contado que estacionan sus carros y de reojo alcanzan a ver a la niña que se asoma por encima de los demás autos, para luego agacharse y ya no la ven más.
En una ocasión, mi jefe me pidió a que fueramos al estacionamiento porque había llegado su esposa junto con unas amigas a visitarlo y los dos íbamos a recibirlas.
Bajamos y las señoras ya estaban afuera del coche, pero una de ellas dijo:
—¿Quién es esa niña que pasó corriendo? ¿Es una limosnera? ¿Cómo fue que la dejaron entrar?
Mi jefe y su esposa se miraron perplejos. Yo contesté:
—Aquí no hay ninguna niña. No puede meterse nadie, ya que el policía de la caseta de entrada la hubiera visto.
Para quitarles la extrañeza, yo busqué a la 'niña' entre los coches, y les dije:
—¿Ya vieron? No hay nadie. Usted pensó ver algo, ya que el estacionamiento está poco alumbrado.
Esta señora juraba que había visto a la niña y que tenía una cara horrible. Solo la vio unos segundos antes de que se escondiera entre los vehículos.
En otra ocasión escuchamos un grito en el estacionamiento y tuve qué cargar en vilo a una empleada nueva que se había desmayado. Ella había bajado porque al lado había una bodega donde se almacenan archivos y carpetas de contabilidad. Yo la llevé a la recepción y la acosté en un sofá. Los demás compañeros estaban asustados.
Cuando volvió en si, dijo que de la bodega salió corriendo una niña con las características ya descritas y que con sus pies descalzos hacía ruido al correr... ¡Y que no tenía ojos, sino dos cuencas negras vacías!
Esa empleada renunció ante el susto, y hasta la fecha todavía se siguen viendo cosas raras en ese lugar.
¿Y a tí, qué te ha acontecido? Esperamos tus interesantes testimonios...
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Comentarios

  • Dios, Charly... qué horror...
  • editado 26 de enero
    Una vez que ustedes cuenten sus experiencias, yo les narraré otras que me han sucedido. Hay mucha tela de dónde cortar con respecto a este tema.
  • editado 26 de enero
    Leerte me ha recordado a cuando yo trabajé por primera vez en residencia de mayores. Yo tenía como veintiún años, y enganché turno de noche. En las residencias ha de haber mucha "vida" oculta o al menos yo siempre he pensado eso... "vida" después de la vida, porque son lugares donde frecuentemente mueren personas, ya sea por causa natural o por enfermedad. Uno termina pensando más en gente desencarnando que en gente "muriendo", más cuando en esto y en todo es obvio que todos somos "gente" y algún día el proceso que sea nos va a tocar.

    Pero bueno, el caso es que en esa residencia donde yo trabajaba de noche pasaban "cosas". O al menos había testimonios de ello. Sobre todo en mi turno, claro, que había tres gatos por vez y la residencia enorme para nosotros. También pienso que quizá me contaban anécdotas solo para joderme, porque claro, yo como a las doce de la noche o así me tenía que bajar SOLA a la farmacia inmensa (la resi tenía una ocupación como de 200 personas o así), que estaba muy próxima a la zona de velatorios. Imagínate el plan. Ya va uno acojonao de por sí, como para encima que le de a uno por pensar en historias que circulan, en que si fulano vio una anciana de blanco desconocida en el pasillo a lo random, yo qué sé. Aparte ya de que en resis ocurren ya fenómenos inexplicables que te puedo asegurar que son ciertos aunque ni idea de qué está pasando ahí, como por ejemplo que, con la precisión de un reloj, las personas se mueren de tres en tres. Si se te han ido dos residentes... ya estás con tus compañeros (o para tus adentros) preguntándote quién será el tercero. Esto la verdad es que para mí, a la sombra de los años que he pasado trabajando en estos lugares, tiene una connotación más triste que paranormal :(. Por el vínculo que creas al trabajar con personas, y joder, esta "regla" de las tríadas te aseguro que se cumple a un punto que en algunos casos te rompe de veras y dices: "por qué?! Esta persona estaba bien!" Pero bueno, pues evidentemente igual no lo estaba. Esto de "de tres en tres" ha ocurrido, en mi experiencia, en TODAS las residencias en las que he estado.

    Siguiendo con esta primera, decir que era escalofriante todo también por los tiempos que corrían. En aquel entonces, no era habitual que la medicación semanal viniera de una máquina envasadora que etiquetara los sobrecitos. Tampoco se estilaba contratar farmacia externa, así que lo hacíamos todo a la vieja usanza: cada abuelito tenía su medicación en su estante de la farmacia, y tú, la enfermera, por la noche, ibas y preparabas en carros que eran moles la medicación semanal de la gente. Ibas por pasillos rotando, así que en una noche podías hacerte no sé... 50 cajetines de personas? Eso significaba un mínimo de 3-4 horas en esa farmacia, poniendo cuidado extremo para no equivocarte en dosis ni en hora de toma ni en nada. Sí que puedo decir que cuando estaba ahí, durante esas horas a solas en la farmacia, SIEMPRE me sentía observada. Perturbador. Llegaba a darme la vuelta varias veces porque sentía que tenía una puta pantera detrás (o algo que me observaba y que si quisiera podría saltar sobre mí como una). Pero siempre he sido muy diligente (no lo sean, no compensa, a mí me ha ido mal), así que ahí seguía preparando pastillas. Si esto me pasara a día de hoy, pediria aumento de sueldo sin dudarlo.

    En la planta de arriba había una ventanita que...
    pero eso es otra historia, y como empiece me voy a enrollar.
  • Me gustó tu narración, mi amiga. lo haces de una manera que siento como si estuvieras aquí a mi lado platicándome en persona.
    Te contaré que mi mamá fue enfermera. Ella, cuando yo era adolescente, me contó que estaba en la morgue del hospital donde trabajaba y junto con dos amigas veían en la plancha al cadáver de un muchacho y comentaron entre ellas lo guapo que fue en vida.
    El caso es que el cuerpo se levantó sentándose y de pronto abrió su boca, emitiendo un fuerte ruido, como un gruñido y acto seguido cayó pesadamente de espaldas en la plancha.
    Mi madre y sus amigas cayeron al suelo desmayadas después de pegar un grito. Los embalsamadores de cadáveres fueron a socorrerlas y las sacaron de ahí. Desde ese entonces ya no volvieron a entrar ahí.
    Esto lo conté en un libro que hice hace años y del que pondré cosas interesantes, y que lo que el cadáver hizo, tiene explicación científica, ya que fue una reacción natural al expulsar por la boca todo el gas acumulado por la descomposición.
    También te contaré cuando mi madre se me apareció el día que la estábamos velando.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 27 de enero


    Dos hermanos míos y yo (uno más pequeño, Alfredo, de seis años, por desgracia, fallecido, y el otro mayor, Manolo, de diez, y yo, de ocho) estuvimos internados en el Colegio Salesiano de la Santísima Trinidad de Sevilla.

    Por mi carácter abierto y dicharachero, el cura encargado de los festejos me escogió para representar obras de teatro, e incluso en algunas de ellas daba ideas para los guiones (pero no era un niño precoz :), simplemente que me prestaba a todo. O como se suele decir por estos lares: "estaba en tos los fregaos". 

    En el 1950 vino desde Roma a visitar nuestro colegio el Rector General de los Salesianos, un tal Renato Ziguioti, y para darle la bienvenida, el tal encargado de los festejos le pareció oportuno dársela con una buenaventura, y yo fui el "artista" que elegido para eso, que se celebró en el pequeño teatro-cine que teníamos allí (aún recuerdo íntegra la letra de la buenaventura, y eso que es larguita, pero me la aprendí de memoria en menos de una hora).

    Recuerdo que aquel día hacía un día de perros, lluvias, viento y truenos, y las ventanas del teatro estaban como a cinco metros de altura con respecto al patio de butacas, y como el viento amenazaba con ir a más, uno o dos curas pusieron un ladrillo en cada hoja de las ventanas, con la idea de no estar oyendo permanentemente el golpeteo del viento en el abrir y el cerrar de las mismas, lo que iba a deslucir el evento.

    Estaba yo vestido de paje sobre el escenario, derrochando donaire con mi buenaventura, que toda estaba escrita en verso. El Rector estaba en primera fila, cómodamente sentado en un emperifollado sillón, y su séquito también.

    Bueno, pues una fuerte ráfaga de viento abrió una de las ventanas de par en par, dejando caer hacia el patio de butacas el ladrillo, que fue a parar encima de la cabeza de uno de mis compañeros. Y yo viendo todo desde el escenario. Empecé a gritar para que fuesen a socorrer a aquel chiquillo, que por el peso del ladrillo y la inercia de caída, el golpe era mortal de necesidad. Pero, sorprendentemente, el afectado no tenía nada, y cuando le preguntaron si había sentido un ladrillazo en su cabeza, dijo que no, sólo como si una mano le hubiese removido los pelos. Y el ladrillo se encontraba en el suelo, justo debajo de su asiento. ¿Fue un milagro?

    :)
      
  • Fue un milagro inexplicable. Ya me imagino el terror que sentiste, Antonio.
    Mañana explicaré cómo fue que mi mamá se apareció el día de su funeral.
  • Antonio, me ha puesto los vellos de punta la historia. Lo del niño del ladrillo: milagro de nuestro Señor, pero eso de que se le ocurriera al otro la idea de la buenaventura no lo supero. Es que imagínate que te sale la vena de niño visionario y taciturno y te da por decirle cualquier cosa... yo pensé que el ladrillo le iba a caer al cura jefazo que venía de visita...

    Mi abuela de Sevilla nos cantaba a los nietos: "la buenaventura, que Dios te la da, si te pica la mano... ráscatela, ráscatela, ráscatela!"
  • Fue un milagro inexplicable. Ya me imagino el terror que sentiste, Antonio.
    Mañana explicaré cómo fue que mi mamá se apareció el día de su funeral.
    Esto es tremendo.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 27 de enero
    Fue un milagro inexplicable. Ya me imagino el terror que sentiste, Antonio.
    Mañana explicaré cómo fue que mi mamá se apareció el día de su funeral.

    Soy creyente, católico, apostólico y sevillano, que no romano  :), pero mi fe en Dios no llega tan lejos como para eso de "Lázaro, levántate y anda", o eso otro de los panes y los peces; ¡¿cómo coño con tres panes y cinco peces hartaron de comer a una muchedumbre y, además, sobraron panes y peces?! Obviamente, con esto quiero decir que no creo en los milagros. Para mí, un milagro es llegar a lograr una buena y longeva vida (mi caso), pero a base de ir por ella con dignidad y trabajando honradamente, acostarte todos los días con la conciencia tranquila, no hacer daño a nadie intencionadamente. Y desde que tengo uso de razón me he preguntado: "vamos a ver, Antonio,si es verdad que Dios existe, ¿por qué permite tantas atrocidades en el mundo de guerras, muertes, miserias, calamidades...? Nunca, hasta ahora, he tenido una respuesta mía interior. No sé, aquello del niño y el ladrillo sería, digo yo, que el ladrillo no le caería de lleno en la cabeza, o vete a saber, pero, desde luego, un milagro no fue. ¡Me lo expliquen!

     :) 

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Bumblebee dijo:
    Antonio, me ha puesto los vellos de punta la historia. Lo del niño del ladrillo: milagro de nuestro Señor, pero eso de que se le ocurriera al otro la idea de la buenaventura no lo supero. Es que imagínate que te sale la vena de niño visionario y taciturno y te da por decirle cualquier cosa... yo pensé que el ladrillo le iba a caer al cura jefazo que venía de visita...

    Mi abuela de Sevilla nos cantaba a los nietos: "la buenaventura, que Dios te la da, si te pica la mano... ráscatela, ráscatela, ráscatela!"

    Pues eso ocurrió, Reyes, que lo vieron mis ojitos a poco más diez metros. El sacerdote encargado de los festejos era una buena persona, que se deshacía por atender a todos los estudiantes, se llamaba Juan NIebla y ya entonces era un hombre de unos 50 años. Fue dos veces de Sevilla a Roma, y regreso, en bicicleta. Una persona muy querida por todo el mundo, sólo sabía hacer el bien, un trabajador incansable, jugaba con nosotros al fútbol en el campito del cole y tenía un buen toque de balón, lo recuerdo a veces con cariño y nostalgia. 

     :)
     
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 27 de enero


    Por cierto, Carlos, es un buen hilo este que has colgado. No tengo muchas más cosas sobrenaturales que contar, pero algunas hay por ahí. Como por ejemplo "el fantasma del viejo castillo de Constantina". Constantina es un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, en donde, de pequeños todos los hermanos, veraneábamos allí con nuestros padres en una casa alquilada. Mi querido y añorado padre nació y vivió parte de su juventud en una aldea próxima a Constantina, de apenas 150 habitantes, Cerro del Hierro es  su nombre, que ahora es un monumento natural.

    https://www.andalucia.org/es/espacios-naturales-cerro-del-hierro 

     :)
     
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    Que cosas las que cuentan, ponen los pelos de punta o:)

    A mi me paso algo cuando era muy niña y eso se me quedò grabado y lo recuerdo de vez en cuando:
    Cuando tenia por ahi 7 años, viviamos en una casa al lado de una quebrada, junto a la nuestra habia una casa desocupada, unos amigos y yo nos gustaba ir a jugar alli, pues al no haber nadie podiamos jugar  a las escondidas.
    En una de esas que estabamos jugando yo me escondi en un cuarto, cuando me da por mirar hacia arriba veo  la cara de una señora asomada por entre una baranda que tenia la puerta en  la parte superior, cual no seria  mi susto al ver que alguien me miraba desde esa altura, a la carrera fui a ver si habia alguien alli, una escalera o algo para subirse, pero nada, ni la señora que habia visto ni una escalera, estaba completamente sola, los amiguitos se habian desaparecido, desde entonces jamas volvi  a jugar en esa casa, le conte lo que vi a  mi mamà y ella me va diciendo que seguramente era el alma de la dueña que habìa muerto a manos de unos asaltantes, con mayor razòn para no pisar la casa de los espantos, a los pocos dias mi mamà vendio la casa y nos fuimos para otro lado,

  • Este inicio de semana les contaré más cosas que los van a dejar pensando.
    Amparo, lo bueno es que no te pasó nada después de esa experiencia.

  • Procurando no desvirtuar este hilo, y hablando de las reacciones que los cuerpos de los difuntos sufren en su proceso de descomposición, pongo este relato que publiqué aquí en este foro, pero que entra perfectamente al tema.

    ¡LAS GARRAS DE LA MUERTA!

    Este hecho verídico ocurrió en marzo de 1997 en Bogotá, Colombia. Lo narró Elías Mendizábal que trabajó en la Morgue de San Cristóbal y solo pudo aguantar dos semanas. Renunció ante esto...

    ¡Lo que voy a contarles nadie me lo cree, pero les juro que a mí me sucedió cuando trabajaba en aquel horrible lugar!

    Yo era un ayudante general y llevaba once días laborando ahí, pero lo que viví me hizo abandonar para siempre ese trabajo. ¡Es algo tan impresionante, que de tan solo recordarlo, siento un escalofrío que me recorre todo mi cuerpo!

    ¡Estuve frente a frente con una espantosa muerta con las garras y el pelo muy enmarañado!... ¡Ella me miraba con un demoníaco rostro que estaba deformado en forma grotesca!

    Todo empezó aquella tarde cuando nos llevaron hasta la Morgue el cadáver de una chica de 17 años de edad llamada Paola, quien había sido asesinada. Su cuerpo tenía una deshidratación muy profunda.

    Le ayudé a don Álvaro, el encargado de la Morgue, a colocarla en una plancha de piedra y la desvestimos. ¡Tenía una grotesca herida hecha con un cuchillo en el pecho, que fue lo que le quitó la vida!

    Su cabello, a pesar de la violencia con la que le quitaron la vida, se encontraba en buen estado y hasta peinado. Las uñas de sus pies y de sus manos eran cortas y parejas. Su rostro reflejaba angustia, pero su cuerpo estaba totalmente fláccido.

    Todos esos detalles los comento por lo que sucedió después…

    El caso es que con una escobilla y jabón espumoso, don Álvaro le talló todo el cuerpo de pies a cabeza, mientras que yo iba rociando a la muerta con agua fría por medio de una manguera.

    Completamente limpia metimos a la chica en una gaveta, la tapé con una sábana y le puse  una ficha identificatoria alrededor del dedo gordo de su pie derecho. Nos pusimos a trabajar con otros cadáveres.

    Fueron tres días de pesada labor, ya que se nos juntó el trabajo debido a varios accidentes en la carretera donde hubo varios muertos y pasamos muchas horas preparando los cuerpos.

    Después de estos días, alguien reclamó el cuerpo de Paola. Don Álvaro me pidió que la sacara y la pusiera en una mesa, pues le iban a hacer la autopsia. Íbamos a preparar el cuerpo para vestirlo y ponerlo en un ataúd después de esto.

    Estaba yo solo en la Morgue... Abrí la gaveta, pero sentí que se atoró un poco. ¡Le di un buen jalón y lo que vi me hizo retroceder y gritar de terror!

    De pronto, el cadáver se sentó en la gaveta y levantó los brazos. Tenía los dedos de sus manos y de sus pies encorvados como si fueran unas garras y las uñas le habían crecido en forma espantosa.

    ¡Su pelo estaba más largo y enmarañado, a la vez que su rostro se contrajo con una mueca de maldad!… ¡De su pecho salió un fuerte sonido que se oyó como: ‘Ggghhhhh…’!

    ¡Cuando hizo ese sonido, la muerta abrió los ojos y me miró de manera fija y siniestra unos segundos! ¡Me vio y de pronto entrecerró sus párpados!

    ¡Sentí que todo me daba de vueltas y de no ser por don Álvaro, hubiera azotado hasta el suelo! Sin inmutarse, levantó a la chica y la acostó en la mesa, cubriéndola con la sábana.

    Me dijo que me tranquilizara, que no tuviera miedo, que eso que había visto era una reacción normal entre los cadáveres. ¡Como yo no quería saber más de normalidad en cadáveres, ese mismo día presenté mi renuncia para no regresar ahí jamás!

    O cuando menos no regresar a la Morgue mientras que estuviera vivo. ¡Nunca olvidaré a esa tipa tan siniestra en todos los años que me quedan de mi existencia!...

    LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA

    A la luz de la ciencia, de la medicina, la tanatología, la biología y la fisiología, entre otras ramas del saber, esta es la explicación a lo que le ocurrió a Elías Mendizábal:

    Crecimiento de uñas y cabello.- Al analizar a todas las personas que ya tienen dos o tres días de fallecidas, sus cadáveres presentan un crecimiento de unos milímetros en las uñas de los pies y de las manos.

    Además, se les nota algo de crecimiento en el cabello y en todo el vello del cuerpo. Esto es mucho más notorio en los hombres ya que se les ve el bigote y la barba más crecidos, aunque se hayan rasurado antes de su muerte.

    Esto es debido a que nuestro cuerpo está compuesto de agua en un 70 por ciento. Cuando morimos, todo el organismo se comienza a deshidratar y este proceso avanza conforme van pasando las horas del fallecimiento... Del cuerpo se va evaporando el agua poco a poco.

    La falta de agua en todo el cuero cabelludo y en los dedos de las manos y de los pies provoca que toda la piel se retraiga y se encoja, lo que da la impresión de que el cabello y las uñas crecieron un poco, ya que ahora la raíz del pelo y de cada uña quedan al descubierto.

    En el caso particular de Paola, ella presentaba un severo cuadro de deshidratación, además del agua y de la sangre que ella perdió por la herida en el pecho y que le arrebató la vida. Esto retrajo aún más la piel de sus dedos de los pies y de las manos.

    El horror hizo que Elías viera mucho más grandes las uñas de la chica de lo que realmente estaban, ya que su propia mente le hizo una cruel jugarreta.

    El pelo enmarañado y las manos y pies como garras.- Pero eso no es todo. Cuando a Paola se le encogió la piel de su cabeza, todo su pelo se le hizo largo hasta las raíces, lo que hizo que se le enmarañara.

    Además al encogerse la piel de alrededor de sus dedos, esto hizo que sus músculos se retrajeran y que sus manos y sus pies se vieran como garras. Al contraerse los tendones, se levantaron amenazantes y como si fueran unas ramas secas y torcidas.

    Al levantarse un poco sus manos y con los dedos en garras, esto hizo que se atoraran en la gaveta cuando Elías intentó abrirla.             

    Con la fuerza que hizo al abrir la gaveta, provocó que el cuerpo se levantara un poco como queriendo sentarse debido a que las manos se habían atorado con la parte superior de ese mueble.

    El rostro demoníaco y el sonido que emitió.- De por sí, el rostro de Paola estaba algo contraído al sufrir su asesinato y por lo mismo de los tendones estirados y los músculos retraídos, la piel de su rostro se contrajo más y por esto se formó la ‘mueca diabólica’ que tanto asustó al pobre de Elías.

    Por último, con respecto al sonido que el pecho de Paola emitió, fue debido a la acumulación de gases de descomposición que tenía en su esófago. Fueron expulsados de una manera completamente natural cuando ‘el cadáver se levantó’, provocando el sonido: ‘¡Ggghhhh…!’

    La reacción de estos gases reverberó en su garganta y por eso se oyó el fuerte y gutural ruido. Eso hizo también que la garganta vibrara ante la salida de ese explosivo eructo ‘sobrenatural’.

    Cuando Paola expulsó de su garganta todo el gas, esto hizo que los músculos y tendones de sus párpados se encogieran un poco y sus ojos se abrieron. Liberado el gas, se relajaron y volvió a cerrarlos.

    Todo eso fue demasiado para Elías, que se fue lo más rápido que pudo... ¡Ni siquiera volvió a la Morgue a recoger su finiquito!

    Don Álvaro, un viejo conocedor de las ‘mañas de los cadáveres’ simplemente acostó en la mesa a Paola, acomodando su cuerpo y sus brazos de manera que se viera tranquila y relajada, como si la chica estuviera durmiendo..

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    Para morirse del susto :#
  • Esta semana que iniciamos voy a poner cosas muy interesantes, ya verás...
  • Que cosas las que cuentan, ponen los pelos de punta o:)

    A mi me paso algo cuando era muy niña y eso se me quedò grabado y lo recuerdo de vez en cuando:
    Cuando tenia por ahi 7 años, viviamos en una casa al lado de una quebrada, junto a la nuestra habia una casa desocupada, unos amigos y yo nos gustaba ir a jugar alli, pues al no haber nadie podiamos jugar  a las escondidas.
    En una de esas que estabamos jugando yo me escondi en un cuarto, cuando me da por mirar hacia arriba veo  la cara de una señora asomada por entre una baranda que tenia la puerta en  la parte superior, cual no seria  mi susto al ver que alguien me miraba desde esa altura, a la carrera fui a ver si habia alguien alli, una escalera o algo para subirse, pero nada, ni la señora que habia visto ni una escalera, estaba completamente sola, los amiguitos se habian desaparecido, desde entonces jamas volvi  a jugar en esa casa, le conte lo que vi a  mi mamà y ella me va diciendo que seguramente era el alma de la dueña que habìa muerto a manos de unos asaltantes, con mayor razòn para no pisar la casa de los espantos, a los pocos dias mi mamà vendio la casa y nos fuimos para otro lado,

    Qué horror, Amparo...
  • Esto no es terrorífico, bueno, creo que para una pobre persona que trabajaba conmigo sí lo fue... pero vamos, puramente anecdótico... (aunque no creo que a esa persona se le olvide en toda su vida).

    Pues creo que fue como en el 2002 o así... yo trabajaba en el hospital Clínico San Carlos de Madrid, en urgencias. Las urgencias allí eran un caos. Para que os hagáis idea, yo trabajaba frecuentemente en "pasillo", que era pues eso, literalmente un pasillo larguísimo donde se alineaban personas en camillas, algunas esperando diagnóstico, otras pendientes de tratamiento o pruebas, etc. Un detalle muy cutre que "servía" para organizar aquello era que, al lado de cada camilla, había un papelito con un número pegado a la pared.

    Bueno. Pues sucedió que se murió un señor viejito que estaba en una de esas camillas de pasillo. Y la compañera que yo tenía, una auxiliar llamada Evelia, avisó al celador: "Pepe, oye, que hay que bajar a velatorios (a los sótanos del hospital) a este señor que se ha muerto".

    A todo esto, un ritmo desenfrenado de actividad que no podíamos parar... pues había en otra camilla otro buen señor a quien se le había indicado un enema por cuadro agudo de obstrucción o suboclusión intestinal. Sólo teníamos un biombo en todo el pasillo, así que, por salvaguardar intimidad de este paciente, pues le resguardé con ese único biombo y le dejé arropadito mientras le hacía efecto el enema.

    Total que llega Pepe (el celador), a llevarse al fallecido. Y como Pepe era un hombre de acción, sin preguntar fue a tiro fijo y claro, donde vio el biombo no tuvo duda y pensó: "ajá, este es el muerto". Total que, sin preguntar ni decirnos nada, se llevó al pobre hombre del enema a velatorios mientras mi compañera y yo seguíamos trabajando y saltando cual corzos entre camilla y camilla.

    El pobre hombre del enema siente que le mueven pero no dice nada... hasta que Pepe se metió con él en el ascensor para bajarle al sótano. Momento en el que el hombrecito se incorpora bruscamente, retirando la sábana que le cubría, y le pregunta a Pepe vociferando que dónde le lleva. 

    Jajajajaj el pobre Pepe subió blanco como la pared de vuelta con el señor. Y le dijo a mi compañera: "Gilipollas, que está vivo!"
  • Je, je, je... El muerto 'resucitó' y todavía estaba malito del aparato digestivo.
    Las cosas que se ven en los hospitales.
  • Procurando no desvirtuar este hilo, y hablando de las reacciones que los cuerpos de los difuntos sufren en su proceso de descomposición, pongo este relato que publiqué aquí en este foro, pero que entra perfectamente al tema.

    ¡LAS GARRAS DE LA MUERTA!



    https://voca.ro/1idlYdSov91I

  • Gracias por tu mensaje de voz, amiga. Tú como enfermera sabes de todo esto y que no es nada fácil lidiar con estas cosas y menos en una morgue.
    Al rato te cuento y les cuento a todos acerca de otra experiencia paranormal que viví.
  • Recuerdo el día en que mi madre murió. A ella le dio una embolia (derrame cerebral) y quedó como un vegetal. Así estuvo cinco días hasta que falleció.
    Mi hermano y yo nos turnanos doce horas cada uno para cuidarla en el hospital. Él se quedaba de siete de la noche hasta las siete de la mañana, y yo de siete de la mañana hasta las siete de la noche.
    Acordamos ese horario porque, a pesar del drama que estábamos sufriendo, yo no podía dejar de trabajar.
    Recuerdo que fue la noche del jueves 15 de agosto de 1991 cuando mi hermano me relevó. Dormí en casa de unos familiares que estaban cerca del hospital, en el sofá de la sala, y entre sueños escuché la voz de mi madre que dijo: 'Todo esto ya va a terminar'.
    Desperté a las seis y cuarto de la mañana del viernes 16 de agosto. Me bebí un café y comí un pan con mermelada de fresa. Realmente no tenía hambre. Salí de la casa de mis familiares y me fui caminando al hospital.
    Al ir por unas calles iba yo como si me estuviera ahogando. Me faltaba el aire y estaba muy nervioso. Me recargué en la pared tratando de recuperar el aliento y de mis ojos brotaron unas cuantas lágrimas.
    Yo no entendía qué me estaba pasando, pero pensé que era porque estos días mi hermano y yo habíamos estado tan tensos y con los pelos de punta, ya que los médicos solo nos decían: 'Ya no se puede hacer nada más, por lo que váyanse haciendo a la idea...'.
    Al llegar a una esquina, de pronto sentí como que 'algo' salía de mí, como una ráfaga de viento caliente y me envolvió una paz, pero era algo tan inexplicable porque de pronto toda mi angustia desapareció y me sentí tranquilo, como jamás me había pasado.
    En ese momento, escuché la voz de mi madre. como un susurro que me decía: 'Todo ha terminado. Ya no te preocupes por mí'.
    El resto del trayecto me sentí tan ligero que parecía como si fuera a flotar en el aire. Una paz inundó mi corazón y llegué al hospital. Afuera me esperaba mi hermano.
    Cuando me vio, su rostro me lo dijo todo. Los dos nos abrazamos y sin emitir palabras, dejamos que nuestras lágrimas rodaran por nuestras mejillas...
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Bumblebee dijo:
    Esto no es terrorífico, bueno, creo que para una pobre persona que trabajaba conmigo sí lo fue... pero vamos, puramente anecdótico... (aunque no creo que a esa persona se le olvide en toda su vida).

    Pues creo que fue como en el 2002 o así... yo trabajaba en el hospital Clínico San Carlos de Madrid, en urgencias. Las urgencias allí eran un caos. Para que os hagáis idea, yo trabajaba frecuentemente en "pasillo", que era pues eso, literalmente un pasillo larguísimo donde se alineaban personas en camillas, algunas esperando diagnóstico, otras pendientes de tratamiento o pruebas, etc. Un detalle muy cutre que "servía" para organizar aquello era que, al lado de cada camilla, había un papelito con un número pegado a la pared.

    Bueno. Pues sucedió que se murió un señor viejito que estaba en una de esas camillas de pasillo. Y la compañera que yo tenía, una auxiliar llamada Evelia, avisó al celador: "Pepe, oye, que hay que bajar a velatorios (a los sótanos del hospital) a este señor que se ha muerto".

    A todo esto, un ritmo desenfrenado de actividad que no podíamos parar... pues había en otra camilla otro buen señor a quien se le había indicado un enema por cuadro agudo de obstrucción o suboclusión intestinal. Sólo teníamos un biombo en todo el pasillo, así que, por salvaguardar intimidad de este paciente, pues le resguardé con ese único biombo y le dejé arropadito mientras le hacía efecto el enema.

    Total que llega Pepe (el celador), a llevarse al fallecido. Y como Pepe era un hombre de acción, sin preguntar fue a tiro fijo y claro, donde vio el biombo no tuvo duda y pensó: "ajá, este es el muerto". Total que, sin preguntar ni decirnos nada, se llevó al pobre hombre del enema a velatorios mientras mi compañera y yo seguíamos trabajando y saltando cual corzos entre camilla y camilla.

    El pobre hombre del enema siente que le mueven pero no dice nada... hasta que Pepe se metió con él en el ascensor para bajarle al sótano. Momento en el que el hombrecito se incorpora bruscamente, retirando la sábana que le cubría, y le pregunta a Pepe vociferando que dónde le lleva. 

    Jajajajaj el pobre Pepe subió blanco como la pared de vuelta con el señor. Y le dijo a mi compañera: "Gilipollas, que está vivo!"

    Si fuera por lo luctuoso que es el relato, me mondaría de risa. La cara de Pepe, sería una un pasaje de película de Alfred Hitchcock, y la del pobre anciano, un poema sin palabras.

    ¡Qué no te enteras, gilipollas, que está vivo! jajajajajaja...

     :) 
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Recuerdo el día en que mi madre murió. A ella le dio una embolia (derrame cerebral) y quedó como un vegetal. Así estuvo cinco días hasta que falleció.
    Mi hermano y yo nos turnanos doce horas cada uno para cuidarla en el hospital. Él se quedaba de siete de la noche hasta las siete de la mañana, y yo de siete de la mañana hasta las siete de la noche.
    Acordamos ese horario porque, a pesar del drama que estábamos sufriendo, yo no podía dejar de trabajar.
    Recuerdo que fue la noche del jueves 15 de agosto de 1991 cuando mi hermano me relevó. Dormí en casa de unos familiares que estaban cerca del hospital, en el sofá de la sala, y entre sueños escuché la voz de mi madre que dijo: 'Todo esto ya va a terminar'.
    Desperté a las seis y cuarto de la mañana del viernes 16 de agosto. Me bebí un café y comí un pan con mermelada de fresa. Realmente no tenía hambre. Salí de la casa de mis familiares y me fui caminando al hospital.
    Al ir por unas calles iba yo como si me estuviera ahogando. Me faltaba el aire y estaba muy nervioso. Me recargué en la pared tratando de recuperar el aliento y de mis ojos brotaron unas cuantas lágrimas.
    Yo no entendía qué me estaba pasando, pero pensé que era porque estos días mi hermano y yo habíamos estado tan tensos y con los pelos de punta, ya que los médicos solo nos decían: 'Ya no se puede hacer nada más, por lo que váyanse haciendo a la idea...'.
    Al llegar a una esquina, de pronto sentí como que 'algo' salía de mí, como una ráfaga de viento caliente y me envolvió una paz, pero era algo tan inexplicable porque de pronto toda mi angustia desapareció y me sentí tranquilo, como jamás me había pasado.
    En ese momento, escuché la voz de mi madre. como un susurro que me decía: 'Todo ha terminado. Ya no te preocupes por mí'.
    El resto del trayecto me sentí tan ligero que parecía como si fuera a flotar en el aire. Una paz inundó mi corazón y llegué al hospital. Afuera me esperaba mi hermano.
    Cuando me vio, su rostro me lo dijo todo. Los dos nos abrazamos y sin emitir palabras, dejamos que nuestras lágrimas rodaran por nuestras mejillas...

    No somos nada, Carlos. Lo siento. Mi querida y añorada madre se fue también de un infarto cerebral, el 26 de diciembre de 1989, con 75 años. ¡Con lo bien que estaba, pero le vino eso de pronto!


     
  • Cuando estábamos velando a mi madre en la funeraria, a ambos lados del ataúd, habían grandes coronas de flores que mis familiares habían puesto. 
    Yo estaba sentado en un sillón muy cerca de las coronas y tenía la mente aturdida, ya que no podía aceptar que ella ya no estuviera con nosotros.
    Los demás familiares estaban en los demás sillones y en sofás grandes, tristes y sumidos en sus pensamientos. Algunos platicaban entre si con voz muy baja.
    De pronto, vi que las flores blancas de un arreglo floral se movieron. De reojo vi que entre las flores se asomaba mi madre y me veía fijamente. Esto sucedió unos dos o tres segundos y cuando enfoqué de frente la mirada, ya no vi nada.
    Estoy seguro que la vi, tan claramente como ahora, en estos momentos estoy viendo el teclado de mi ordenador. Me quedé callado y volví a sumirme en mis pensamientos.
    Una tía estaba repartiendo café y unas piezas de pan. Entonces volví a escuchar la voz de mi madre que me susurraba: 'Ya no te preocupes'. Momentos después volví a oir: 'Todo ha terminado'.
    De pronto, el ambiente se llenó del olor del perfume que en vida mi madre usaba, y hasta mis demás familiares se percataron. Algunos se santiguaron y otros se quedaron con la cara llena de asombro y uno de mis primos dijo: '¡Ese es el perfume que usaba mi tía!'.
    Cuando fuimos al cementerio a sepultar el ataúd, estábamos viendo a los enterradores bajar el ataúd a la fosa, y de repente el aroma del perfume volvió a aparecer y algunos de mis familiares comenzaron a llorar.
    Esa noche soñé que mi mamá caminaba por un sendero muy hermoso y que pasaba por un puente. Todavía volteó y agitando la mano me sonrió, como su última despedida...

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 31 de enero


    "El fantasma del castillo de Constantina", este podría ser el título de ficción si hiciese un relato de lo que ocurrió en realidad.

    De pequeños, mi madre y todos los hermanos (éramos seis, pero sólo quedamos cinco; Alfredo, el siguiente a mí, falleció el 2017), pasábamos algunos veranos en el pueblo serrano de Constantina, situados a poco más de cien kilómetros de Sevilla. Mi padre solía estar con nosotros los domingos, porque tenía que trabajar el resto de los días.

    En Constantina hay un castillo en lo alto de un valle, llamado "Valle de la Osa", y en él, algunos chiquillos jugábamos a bandoleros, con trabucos de madera, pañuelo en frente y antifaz. Corría una leyenda en el pueblo que en ese castillo había un fantasma, algo que nosotros, los niños, no echábamos cuenta porque íbamos a nuestra bola. Pero una tarde oí yo una extraña voz, como un eco, y vi una sábana blanca que caminaba sin pies. Se lo dije a los otros y me decían que estaba loco, y se reían de mí, pero yo no estaba loco ni aquello eran figuraciones mías, que era verdad. Los otros incluso retaban con gritos y burlas al fantasma: "¡Fantasma, sal para que te veamos, no te escondas, mentiroso!". Y así, varios días seguidos.

    Resultado final: 5 chiquillos amigos y 2 hermanos mío (creo recordar ) cayeron enfermos varios días con dolores por todo el cuerpo, diarrea y cólicos, y yo resulté ileso. Y los que cayeron enfermos eran precisamente los que se habían burlado del fantasma.

     :)
     



  • editado 31 de enero
    Antonio, buena historia de fantasmas. Recuerdo el caso de la enfermera fantasma que ya conté en una ocasión aquí de La Planchada y que vi cuando era niño.
    Dicen que los hospitalizados que creen en ella, los atiende bien y los que no, les hace la vida pesada con sucesos sobrenaturales.
    En el caso del fantasma del castillo, les provocó enfermedades a los niños que se burlaron de él.
    Pongo de nuevo el relato para los que no lo habían leído. Es algo que me sucedió a mí.

    LA PLANCHADA

    Lo que me sucedió en 1962 o 1963, en el Hospital Juárez del entonces Distrito Federal, que ahora es la Ciudad de México, puedo decir que es el primer recuerdo sobrenatural que tengo en mi vida, y está envuelto entre nebulosas y vagas sensaciones.

    Yo tenía como dos o tres años de edad, y por increíble que esto parezca todo lo recuerdo perfectamente. Nací con algo de sordera y me operaron ambos oídos. Desperté totalmente solo, muy adolorido, y en un cuarto de recuperación, iluminado tenuemente de rojo.

    Me punzaban los oídos por las dos cirugías y comencé a llorar, pero nadie entró para verme. ¡Me quedé gimoteando un rato y quería que mi mamá me sacara de ahí!

    Miré que en la pared había un tablero metálico y dos pequeños foquitos emitían una luz amarillenta. Se encendían y se apagaban de manera alternativa. Estaban un poco separados y uno se encontraba más arriba que el otro. Esto me distrajo por unos breves instantes.

    De pronto, el punzante dolor en mis oídos me hizo reaccionar. Comencé a llorar de nuevo y empecé a sentir frío. En el ambiente se escuchaba un murmullo apagado, como cuando el agua burbujeante de una cafetera comienza a hervir.

    De pronto, una mujer joven, bonita y vestida de enfermera, con una cruz en el pecho y una cofia blanca en la cabeza, apareció de la nada y poco a poco se detuvo hasta el lugar donde yo estaba. Quise levantar mi cabeza para verla bien, pero una punzada me lo impidió.

    Se acercó y me tranquilizó con una dulce y tierna sonrisa... Me acarició el rostro a la vez que me dio un beso en mi mejilla. Yo sentí que venía a ayudarme y le sonreí.

    Con delicadeza, ella me puso ambas manos sobre los vendajes de los oídos y el dolor se me quitó inmediatamente. No era mi mamá pero me hizo sentir tan bien que me relajé completamente.

    Sus ropas eran bonitas, limpias y pulcras, sin ninguna arruga, y su aspecto era impecable. Me inspiró mucha confianza.

    Olía a flores y me miró con ternura. Puso sus manos sobre mis ojos y me dijo con una voz muy clara y profunda:

    –Duerme, nene. Descansa…

    Me quedé profundamente dormido... Cuando desperté, vi a mi mamá a mi lado, al doctor que me había operado, a dos enfermeras, pero a la mujer que me había visto y atendido no la encontré.

    Obviamente dado a mi corta edad no pude preguntar nada pero ese suceso se me quedó grabado en mi mente. Pasaron varios años, y en 1978, cuando yo tenía 18 años de edad, estaba en una biblioteca pública buscando información para una tarea escolar.

    Me encontré con un viejo libro de hechos sobrenaturales y me llamó la atención. Comencé a hojearlo y mi corazón dio un vuelco al ver la antigua fotografía de una enfermera… ¡Era la misma que me tranquilizó en mi tierna edad! ¡A pesar del tiempo, la reconocí!

    ¡La misma sonrisa, la misma mirada, la cruz en el pecho, y la cofia en la cabeza! ¡El mismo uniforme impecable y solo faltaba que la foto oliera a flores! Comencé a leer el texto en el que se describía a esa enigmática mujer.

    Se llamaba Eulalia y un doctor le hizo creer que se iba a casar con ella, pero se fue para contraer matrimonio con otra. Deprimida, comenzó a tratar muy mal a los enfermos, algunos murieron, y cayó en una profunda melancolía. Al final, la mujer se murió de tristeza.

    Desde ese entonces, a veces su espectro se aparece ante varios médicos, pacientes y enfermeras en el Hospital Juárez y atiende con amor y esmero a los enfermos, ya que dicen que lleva encima la gran culpa de haber dejado morir a varios de ellos cuando estaba viva.

    La conocen como La Planchada, por su uniforme tan pulcro y sin arruga. ¡Yo sentí un estremecimiento, ya que la piel se me puso de gallina al enterarme de todo aquello por medio de aquel libro!

    Ella es considerada toda una Leyenda. Nadie me ha creído que la vi porque tenía entre dos o tres años de edad. Me han dicho que a lo mejor aquello fue solamente un simple sueño, pero...

    ¿Si solo fue un sueño lo que viví, cómo es que recuerdo todo su aspecto, con mucho detalle y hasta su sutil olor a flores?                              


  • De niña vi algo que no tiene explicación.
    Me había olvidado la llave para entrar a la casa de mis padres (yo había ido a hacer la compra). Y golpeo la puerta para que me abran, y por la mirilla vi que un ojo azul me miró, y luego cerró la mirilla. Supuse que era uno de mis primos, y entonces empecé a golpear la puerta con más fuerza (creí que él no deseaba abrirla...).
    Grande fue mi sorpresa cuando finalmente mi padre me atendió y me dijo que nadie, salvo él y mi madre, estaban en la casa. 

    Saludos.
    Y excelente hilo.
  • Buena anécdota, mi amiga @MrBones. Me imagino que el recuerdo de ese extraño ojo te persiguió durante mucho tiempo.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 1 de febrero


    El relato que voy a narrar a continuación no es exactamente una cosa sobrenatural, pero sí es una cosa misteriosa, y esta cosa misteriosa me ocurrió a mí no hace muchos años, concretamente en el 2018.

    Tengo cuenta corriente en dos bancos; una de ellas es para los movimientos diarios de mis ingresos y mis pagos, y la otra (más antigua) es donde tengo mis ahorros, puestos a certificado de depósito, o a plazo fijo; es decir, puedo ingresar dinero, pero no sacarlo hasta que no venza el plazo. Y también tengo domiciliados dos recibos de dos pólizas de seguros además de que siempre he pensado que es bueno operar con dos entidades bancarias a la vez.

    En abril del 2018 ingresé en el segundo banco, a través de un cajero automático, dos mil euros, para que pudieran atender las pólizas de seguro, puesto que el saldo que tenía en ese momento no era suficiente. Hasta aquí todo normal. Pero cuán no fue mi sorpresa cuando días después abro la aplicación de ese banco (que la tengo en el móvil y en el ordenador) y veo que había asentado en mi cuenta veinte mil euros, en lugar de los dos mil que ingresé, de cuyo ingreso tenía un justificante del cajero automático

    A pesar de que me gustaría "robarle" al mayor ladrón que todos tenemos: la banca, pero sin pistola, sino legalmente, mi honradez no me permitía disponer de algo que no era mío, y por eso fui al banco a que me aclarasen este asunto, y uno de los bancarios de allí me dijo que me habría enajenado, porque se ingresaron 20 mil, incluso le mostré el justificante de dos mil, y aquel señor me dijo que no había ningún error por parte del banco, que los 20 mil eran míos. Insistí en que hicieran un arqueo exhaustivo porque ese dinero no lo había ingresado yo. Al cabo de unos quince o veinte días recibí una carta del banco en la que me notificaban que habían verificado todo y que constaba que se habían ingresado 20 mil, no dos mil. A pesar de esa carta en mi poder, no quise tocar el dinero sobrante durante un tiempo, por si acaso me llegaba otra carta del banco indicándome, que, efectivamente, se había producido un error y que ese dinero era suyo, cuya carta nunca llegó, y ya han pasado casi seis años. ¡Así que me encontré con la mamela de dieciocho mil pavos!

    Y digo al principio "cosa misteriosa" porque hoy en día, todas las transacciones bancarias y comerciales están realizadas informáticamente y, además, a los bancos no se les pasa ni una, y si se les pasa, es siempre a su favor.

     :)
     
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