Algunos dicen que gustan del frío, que lo prefieren sobre el calor, esos mismos no conocen el frío, ese frío que te congela hasta el alma, y que la hace cristales que se deslizan hacia la palma de tus manos, pero que no se derriten, porque tus manos están más frías que el hielo que pisas. Es como agarrar bolas de nieve con ambas manos y apretarlas hasta que no las sientas y te cueste moverlas, pero en todo el cuerpo, en cada articulación y cada centímetro de piel. El frío entra por cada poro y el último rastro de calor apenas se siente, en ese momento es cuando ya ni piensas en que alguna vez te gustó el frío, porque hasta tus pensamientos se congelan para no volver a ser pensados, al menos hasta que el frío abandone el gélido cuerpo en el que habita y escudriña. A pesar de todo la esperanza en los más fuertes sigue latente, siendo esta la última fuente de calor que en los cobardes hace mucho se extinguió. ¿Que les parece? lo hice una noche antes de irme a dormir, opinen con sinceridad, no le tengo miedo a las críticas.
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