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En su sitio

PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
editado diciembre 2014 en Narrativa
La hermana de Alfonso no quiso quedarse más tiempo en el funeral; no podía socializar sin echarse a llorar y sentía vergüenza. Se dieron un beso en el aire y prometieron llamarse más a menudo.

Alfonso organizó un picoteo para los que se quedaron por la tarde, preguntó por la vida de cada visitante e hizo algunos chistes que aliviaron la tensión. Aguantó allí hasta que se fue el último de los parientes. Esa noche, ya solo, no quiso marcharse a su ciudad. Estaba agotado y tenía dos días libres por fallecimiento de familiar. Prefirió quedarse a dormir en casa de su madre.

Sentía curiosidad por abrir los cajones de la cocina y comprobar si su madre siguió haciendo servilletas con trozos de ropa vieja hasta el final y, en ese caso, contemplar los últimos retales a los que cosió el dobladillo. También quería repasar todos los demás retales que pudo atesorar en una bolsa de plástico de un supermercado que ya no existe, quizás una de las primeras bolsas de plástico fabricadas, que se hinchaba año tras año pero que nunca llegaba a reventar porque, quizás, el plástico de entonces era mucho mejor. Allí podría encontrar el amarillo de la bandera vaticana, el triangulito del mismo turquesa que los ojos de la princesa Soraya, el botón forrado de poliéster rosa procedente de una bata, los bolsillos de pantalones vaqueros que debían unirse a la culera de un pantalón sin bolsillos. Telas que esperaban el tiempo que hiciera falta, por si acaso, como si una corriente de moda hubiera quedado atrapada en un remolino.

Esa bolsa, al desanudarse, olía a blando, a calor de plancha y siestas con la tele encendida. Cuando su madre echaba la siesta arrugaba la frente y a veces le temblaba la boca, como si tuviera convulsiones. Parecía sufrir pesadillas y él siempre quiso creer que le perturbaban las noticas de la televisión. La siesta frente a la tele, en la cabeza de Alfonso, estaba fuertemente asociada a una caja circular de metal de color azul oscuro.

Alfonso aparcó el coche frente al portal de la casa de su madre. Se puso frente al espejo del ascensor por costumbre pero realmente no se miró.

Alfonso recordaba vívidamente la caja de galletas danesas que su madre tenía siempre encima de la mesita de la lámpara. Podía evocar con detalle la casa de campo y las flores que ilustraban la tapa, el reborde de metal con el que te podías rebanar la yema del dedo, el rayón en forma de "L" que hizo por dentro con unas tijeras. Su madre recicló esa caja como costurero aunque también la usaba para las gafas de ver de cerca y el mando de la tele, que eran las únicas cosas que realmente necesitaba todos los días. Así que no sería correcto llamarla costurero o caja de costura, sino simplemente, caja.

Menos mal que su madre no había cambiado la cerradura porque no tenía a nadie a quién acudir para pedirle una copia. Y menos a esas horas.

Alfonso entró en el salón con cierta ansiedad, esperando encontrar la caja apoyada en la repisa de la lámpara de pie. La encontró en su lugar. La abrió: allí estaba todo. Las gafas de concha, las tijeras, un enhebrador de latón con forma de camafeo, el mando a distancia reparado con cinta adhesiva, la escasa colección de hilos. Y algo que no se esperaba encontrar: el Nokia que le regaló hacía siete o diez; o quince navidades, quién sabe. Un móvil de concha, porque a su madre le dolían los dedos o le entraban vértigos o se le nublaban los ojos; por lo que fuera se le caía siempre al suelo y Alfonso pensó que así, al ser un modelo compacto, resistiría más.

Cogió el móvil y, algo confuso, presionó el botón de encendido. No funcionaba. Por supuesto, cómo iba a funcionar.

Comentarios

  • SinrimaSinrima Miguel de Cervantes s.XVII
    editado diciembre 2014
    Hace días leí este relato y me gustó mucho.Cuando tengo poco tiempo sacrifico la Narrativa a la Poesía y por eso no comenté.

    Percibo un minucioso realismo, propio de una persona observadora y aguda.Es una preciosa y tierna descripción de esa "manía", muy frecuente en personas mayores, de colocar cada cosa en el lugar asignado y toquetearlas, aunque solo sea para moverlas unos milímetros; el caso es tocarlas, como si fuera una caricia que le trasmite recuerdos, o como acariciar el pasado.

    Eres un buen narrador porque trasmites las emociones de Alfonso como ocurre a todos los que recogen la casa del difunto, reviviendo recuerdos en cada objeto.

    Saludos.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    Sí. Las personas mayores van concentrándose en detalles cada vez más pequeños. Implosionan.

    Hay algo de entrañable pero también de siniestro.

    Has sido muy amable conmigo pero debo autocriticarme y decir que este cuento es un boceto pues no supe terminarlo. El final no vale. Además, aún en este pequeño trozo, pide recortes como imágenes repetidas, enumeraciones demasiado largas y momentos en que la descripción no aporta nada nuevo sobre los personajes y el estado de ánimo. Más de lo mismo.

    Ahora veo claro hacia donde debía PROGRESAR la descripción, porque así como está, no progresa; sólo se acumula amorfa, sin estructura. Si lo volviera a escribir, sería diferente y tendría más sentido la composición. Pero eso lo veo ahora que lo he dejado enfriar unos días como pasa cuando ofendes a alguien.

    Muchas gracias por tu criterio, Suina. Súper valioso. Gracias.
  • avedonavedon Pedro Abad s.XII
    editado diciembre 2014
    Hola Perplejo

    Este es mi segundo comentario en el foro, asi que perdona que un desconocido entre y te destripe un relato que se nota que has hecho con mucho cariño. A veces soy un poco brusco, pero me ha parecido un muy buen relato, de alguien que se ha tomado muchas molestias en escribirlo, por lo que merece que al menos, sea sincero y crítico.

    Lo que más me ha gustado, sin duda, es el estilo calmo, detallado y fluído. Creas un sentimiento de familiaridad, casi se huele ese ambiente, teletranportas al lector a esa casa de pueblo, con esos detalles. Esos pequeños detalles que pueblan el relato son extraordinarios -y créeme que no uso ese adjetivo habitualmente-.

    Ahora la parte mala ¿a donde quieres llegar?, el final me deja un poco insatisfecho. Eso y la sensación de pérdida lejana. Si el funeral es el de la madre, yo esperaría unos sentimientos algo más intensos por la pérdida, yo he sentido unos sentimientos de pérdida pero desde la lejanía, como si la madre hubiera pasado años en un limbo antes de morir.

    En cualquier caso, escribes muy bien.
  • BLADERUNNERBLADERUNNER Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado diciembre 2014
    Me ha gustado. Una historia breve que se sigue con facilidad y placidez. Bien contado, podemos ver perfectamente cada escena hogareña. Escrito con sencillez, es sin embargo meticuloso el proceso que sigues para contar algo simple y entrañable. Es la clase de texto que uno lee sin agotamiento y siempre quieres pasar a la siguiente página. Eso no es fácil. Hay demasiados escritores que emborrachan de paja sus obras. ¡Feliz Navidad!
  • doctorkauffmandoctorkauffman Pedro Abad s.XII
    editado diciembre 2014
    Es un buen comienzo de novela. Hacia ahí es donde debes progresar este relato, Perplejo.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Al estar redactado en tercera persona Alfonso resulta lejano, su dolor no nos afecta, no afecta al relato casi aséptico, ( supongo con voluntad del autor, para no hacer la tragedia demasiado personal), aunque a mí, como lectora, me llega más el dolor cuando se cuenta sin querer queriendo, como lo has hecho tú, a base de pequeños detalles, poniendo en acción a los personajes, haciendo que se muevan, que hagan cosas…y a tu relato no le faltan cosas (servilletas con trozos de ropa vieja, el botón forrado de poliéster rosa, la caja de galletas danesas…), y aunque son objetos inertes, su mera presencia nos habla del modo de vida de la mujer fallecida, de sus costumbres, su rutina inalterable…por lo tanto son testigos de una vida…has hecho muy bien en enfocar el relato en los objetos, sujetos activos ya en reposo.

    Hay frases impagables que cuentan sin contar,¡eso me encanta! como la bolsa de plástico duradero y resistente, no has hecho ¡porfortuna! un discurso ecológico en pro de las bolsas reciclables actuales ( no se ha entrometido el pensamiento del autor), sino que te has limitado a contar como era aquella bolsa determinada, de aquel tiempo determinado , cuando no se cuidaba el entorno y el tergal, el poliéster, la formica y el plástico duro, los reyes de la movida ( no lo dices, porque no es necesario, y eso es saber contar señor Perplejo que no nos da las cosas masticadas).

    Tiene razón el último comentarista al decir que podría ser el comienzo de una novela, no lo digo como halago (que también), sino por lo siguiente: si se trata, como es el caso, de un texto corto, dilatarse en los detalles, por muy delicioso que sea, te resta el concretar, y tú quieres contar sobre lo que siente Alonso con la pérdida de su madre enun corto recorrido, sobra por tanto su hermana (que daría para otra historia). La hermana me despista, su beso en el aire ( que no al aire, así que lo que veo son esos besos cerca de las mejillas pero que no llegan a darse, besos sociales los llamo, y no me casa con la sensible lacrimosa hermana que da besos de compromiso y menos me casa que se largue y deje al hermano sensato y reprimido de emociones, al tanto de la movida). Si fuera una novela me encantaría saber por qué la hermana besa de esa manera y luego se larga. No es el caso, por lo tanto la hermana me sobra, hay que cepillársela (darle garlopa J).
    No quiero extenderme demasiado, no pretendo acaparar tu espacio Perplejo. A mí me parece un buen trabajo, controlado ,inteligente, con las emociones ajustadas, y con muchas ganas de saber más de Alfonso. Para un corto texto sobran premisas, sería adecuado para una larga singladura, pero al fin, tu eres dueño de tus letras, por lo tanto quien decide
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