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Ciclos

MythMyth Anónimo s.XI
editado noviembre 2014 en Narrativa
Llega la mañana y abres los ojos, no con suavidad, no plácidamente y no por voluntad. Los abres porque no tienes elección y lo haces con una leve melancolía, con la dejadez de los sumisos. Tienes que levantarte, debes seguir un camino. Te apuras en asearte, te sobran muchos minutos antes de la partida. Te entretienes en lo que te gustaría pasar horas, pero solo lo saboreas, maquetas un filo de esperanza y deseos futuros, lees varias páginas de una novela de Coetzee, escuchas la primera canción de tu álbum preferido de Led Zeppelin, miras las fotografías de tu graduación universitaria, revisas el correo electrónico y las redes sociales…

Te decides a salir con paso apurado, pues tus antojos mañaneros te llevan con retraso. Cojeas, fruto de aquel accidente en la niñez, y no logras apartar la idea de que todos te observan, todos murmuran tu desgracia. Pero ya tienes experiencia. Ya estas adaptado, asumes la realidad y no te distraes, no más de lo que tu conciencia te impone.

En el recorrido divisas a un niño. Corre hacia ti sin ser tú una meta, solo estás, como otros, en la línea recta. Piensas que te caen bien los infantes, incluso crees que aún tú lo eres, pero no deseas que se aproxime. Tu timidez provoca tu ineptitud social y tu ineptitud social crea ese pensamiento. No tienes poder sobre nada y el niño está cada vez a menos distancia.

Has tenido razón, razón dentro de tu círculo personal. El infante ha tropezado, se encuentra frente a ti, tirado en el suelo. Llora, grita, mas no se levanta. Divisas cómo una de sus rodillas se ha desgarrado y la sangre se extiende por la extremidad. Te has congelado, el mundo se ha congelado, vives ese instante donde puedes teorizar sin apuros, se te da la opción de escoger. En los alrededores hay otras personas, no miran al accidentado, te observan a ti. En silencio, esos otros han decido que serás el elegido en socorrer al infante. Te preguntas por qué, por qué aquella señora no hace nada, y razonas, ella espera que otros lo hagan, ella se excusa en que no sabría como obrar, y tú, tú te excusas en ella.

Vuelves la mirada hacia el niño. Él lucha contra su pierna, contra la pierna rota. Pone todas sus fuerzas en levantarse, pero él no es un doctor, él no es un adulto como tú, él no sabe que si continúa presionando la extremidad, será, por el resto de su vida, un cojo más.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2014
    Y entonces lo ayudaste:confused:
  • MythMyth Anónimo s.XI
    editado noviembre 2014
    amparo bonilla escribió : »
    Y entonces lo ayudaste:confused:

    Lo ayudé, pero cada cual debe romper sus propios ciclos, así que ayudalo tu tambien.
  • GuilleGuille Pedro Abad s.XII
    editado noviembre 2014
    Tu estilo tiene ritmo, me gusta, sabes llevar los tiempos como un buen músico literario, algo que todos los que aspiramos a escribir deberíamos tener muy en cuenta, y la historia está bien pero me ha dejado un poco frío, la introducción no va mucho con el sentido general del texto. El final me gusta, es incómodo y agridulce, bien rematado sí señor. Un saludo.
  • MythMyth Anónimo s.XI
    editado noviembre 2014
    El primero párrafo lo uso para “humanizar” al personaje, describirlo mediante sus gustos, también creo que es una buena practica mostrarle los personajes al lector y después contarles la historia, queda un poco mas real.

    Gracias por comentar, y me alegra que te gustase.

    Un saludo.
  • BLADERUNNERBLADERUNNER Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2014
    Bien enfocado el dolor de esa pierna rota que desemboca en un final tan aciago para este protagonista leso y dolorido. Esa cojera es la nota postrera de una desgracia cotidiana anunciada. Me ha gustado tu referencia al magistral Coetzee. ¡Saludos!
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